Crítica: Mãn

Título: Mãn

Autor: Kim Thúy

Editorial: Periférica

Hay amores que crecen con el paso de tiempo y con la insistencia, y eso es lo que me pasa con Kim Thúy y con Periférica.

Mi idilio con esta editorial no es tan reciente. Todo lo que he leído suyo me ha encantado, y sigo pensando que es una forma de editar casi perfecta. Libros bonitos, en la misma línea, con ese rojo tan atrayente, cómodos, ligeros… Me encantan, qué os voy a decir.

En cuanto a la autora, si con “Ru” https://jorgepozosoriano.com/2021/02/14/critica-ru/ descubrí a esta autora vietnamita (qué agradecido le estoy a esta fiebre oriental lectora) y pensé que leería más libros suyos, con “Mãn” lo he confirmado. Tengo algunas lecturas pendientes que me apetece mucho hacer (hoy mismo empezaré con “Territorio de luz”, de Yuko Tsushima), pero el tercer libro de Thúy, “Vy”, no tardará en llegar. Además, justo ayer, Periférica subió a su Instagram una publicación sobre esta maravillosa autora y anunciaron que, en septiembre, publicarán “Em”, su nueva novela. Sabéis quién se la leerá en cuanto salga, ¿verdad? (Por cierto, me encanta los títulos tan escuetos como cargados de significado, porque así es la literatura de Kim Thúy).

En esta novela se cuenta, de esa forma tan poética y cuidada de esta autora, la historia de “Mãn”, una inmigrante vietnamita en Canadá (como la propia Thúy) que encuentra su lugar en el mundo gracias a la amistad (qué personaje más bonito el de Julie), el amor (lo que me gusta encontrarme historias de amor reales y no las tan prefabricadas de muchos libros tan de moda) y, sobre todo, la cocina. Y, a través de la cocina, se nos muestra Vietnam, su Vietnam, sus sabores, olores, recuerdos, vivencias… Y qué forma tan bonita de viajar a Vietnam y al interior y a niñez de una autora como Thúy.

Una vez más, sin pretensiones. Con una pluma delicada y exacta, con un lenguaje medido al detalle, con una sencillez tan complicada de conseguir que casi no se encuentra en ninguna novela. 

La estructura, esta vez, es algo distinta. La historia se cuenta desde términos que aparecen en vietnamita y en español (muchos, relacionados con ingredientes y comidas) y a través de los cuales se estructura la vida de “Mãn”. Muy original y, en mi opinión, muy acertado.

Como habréis imaginado, sí. Una vez más… MA-RA-VI-LLA.

Dicho esto, ahí voy con mi análisis.

Puntos fuertes:

La delicadez: es muy difícil escribir prosa con tanta poesía y que no sea un error enorme. La poesía es poesía y la prosa, prosa. Mezclarlas, casi siempre (y a no ser que se tenga un dominio absoluto de ambas), supone un texto complicado de leer. No es el caso. Esta prosa tan poetizada de Kim Thúy es perfecta. Al menos, para mí, lector asiduo de poesía.

La estructura: una vez más, como he dicho, la estructura me parece un acierto. Leer pequeños fragmentos que van hilando una historia tan dulce como la de la protagonista ayuda a que la lectura sea tranquila, a que tenga la pausa necesaria para leer a esta autora, experta en esa pausa. 

El enamoramiento: lo puedo decir sin riesgo a equivocarme: Kim Thúy se ha convertido en una de mis escritoras favoritas. No tengo ninguna duda al respecto.

Vietnam: es un país que conozco muy poco, pero que siempre me ha fascinado. Por esa razón, encontrar tantos fragmentos de Vietnam en los libros de Thúy es un regalo que estoy disfrutando como un niño pequeño.

Lo que más me ha gustado: vuelvo a decir lo que dije al leer “Ru”: el lenguaje. No conozco muchos libros cuyo lenguaje me enamore de esta forma. Por decir algo distinto en cuanto a un aspecto que me ha gustado mucho, la forma en la que se trata la amistad y el amor me han encantado.

Lo que menos me ha gustado: imposible apuntar nada en este punto. Una auténtica delicia de lectura. 

Mi sensación final es esa que os digo. Kim Thúy ha llegado a mi vida para quedarse, y haré que llegue a la vida de más personas recomendándola y regalándola.  

“Me saludó con el entusiasmo de una arqueóloga que hubiese descubierto la huella del primer beso”.

Kim Thúy, Mãn

Título: Mãn

Autor: Kim Thúy

Editorial: Periférica

Hay amores que crecen con el paso de tiempo y con la insistencia, y eso es lo que me pasa con Kim Thúy y con Periférica.

Mi idilio con esta editorial no es tan reciente. Todo lo que he leído suyo me ha encantado, y sigo pensando que es una forma de editar casi perfecta. Libros bonitos, en la misma línea, con ese rojo tan atrayente, cómodos, ligeros… Me encantan, qué os voy a decir.

En cuanto a la autora, si con “Ru” https://jorgepozosoriano.com/2021/02/14/critica-ru/ descubrí a esta autora vietnamita (qué agradecido le estoy a esta fiebre oriental lectora) y pensé que leería más libros suyos, con “Mãn” lo he confirmado. Tengo algunas lecturas pendientes que me apetece mucho hacer (hoy mismo empezaré con “Territorio de luz”, de Yuko Tsushima), pero el tercer libro de Thúy, “Vy”, no tardará en llegar. Además, justo ayer, Periférica subió a su Instagram una publicación sobre esta maravillosa autora y anunciaron que, en septiembre, publicarán “Em”, su nueva novela. Sabéis quién se la leerá en cuanto salga, ¿verdad? (Por cierto, me encanta los títulos tan escuetos como cargados de significado, porque así es la literatura de Kim Thúy).

En esta novela se cuenta, de esa forma tan poética y cuidada de esta autora, la historia de “Mãn”, una inmigrante vietnamita en Canadá (como la propia Thúy) que encuentra su lugar en el mundo gracias a la amistad (qué personaje más bonito el de Julie), el amor (lo que me gusta encontrarme historias de amor reales y no las tan prefabricadas de muchos libros tan de moda) y, sobre todo, la cocina. Y, a través de la cocina, se nos muestra Vietnam, su Vietnam, sus sabores, olores, recuerdos, vivencias… Y qué forma tan bonita de viajar a Vietnam y al interior y a niñez de una autora como Thúy.

Una vez más, sin pretensiones. Con una pluma delicada y exacta, con un lenguaje medido al detalle, con una sencillez tan complicada de conseguir que casi no se encuentra en ninguna novela. 

La estructura, esta vez, es algo distinta. La historia se cuenta desde términos que aparecen en vietnamita y en español (muchos, relacionados con ingredientes y comidas) y a través de los cuales se estructura la vida de “Mãn”. Muy original y, en mi opinión, muy acertado.

Como habréis imaginado, sí. Una vez más… MA-RA-VI-LLA.

Dicho esto, ahí voy con mi análisis.

Puntos fuertes:

La delicadez: es muy difícil escribir prosa con tanta poesía y que no sea un error enorme. La poesía es poesía y la prosa, prosa. Mezclarlas, casi siempre (y a no ser que se tenga un dominio absoluto de ambas), supone un texto complicado de leer. No es el caso. Esta prosa tan poetizada de Kim Thúy es perfecta. Al menos, para mí, lector asiduo de poesía.

La estructura: una vez más, como he dicho, la estructura me parece un acierto. Leer pequeños fragmentos que van hilando una historia tan dulce como la de la protagonista ayuda a que la lectura sea tranquila, a que tenga la pausa necesaria para leer a esta autora, experta en esa pausa. 

El enamoramiento: lo puedo decir sin riesgo a equivocarme: Kim Thúy se ha convertido en una de mis escritoras favoritas. No tengo ninguna duda al respecto.

Vietnam: es un país que conozco muy poco, pero que siempre me ha fascinado. Por esa razón, encontrar tantos fragmentos de Vietnam en los libros de Thúy es un regalo que estoy disfrutando como un niño pequeño.

Lo que más me ha gustado: vuelvo a decir lo que dije al leer “Ru”: el lenguaje. No conozco muchos libros cuyo lenguaje me enamore de esta forma. Por decir algo distinto en cuanto a un aspecto que me ha gustado mucho, la forma en la que se trata la amistad y el amor me han encantado.

Lo que menos me ha gustado: imposible apuntar nada en este punto. Una auténtica delicia de lectura. 

Mi sensación final es esa que os digo. Kim Thúy ha llegado a mi vida para quedarse, y haré que llegue a la vida de más personas recomendándola y regalándola.  

“Me saludó con el entusiasmo de una arqueóloga que hubiese descubierto la huella del primer beso”.

Kim Thúy, Mãn

Crítica: Mi padre y su museo

Título: Mi padre y su museo

Autor: Marina Tsvietáieva

Editorial: Acantilado

Conocer la vida familiar y, por tanto, personal de aquellos a quienes se admira siempre aporta una visión más profunda de su obra. Si, además, la forma de conocerla es a través de una literatura tan potente como la de Marina Tsvietáieva, aún es mucho mejor.

Conocí a esta autora gracias a mi siempre buen consejero de poesía. “Lee a la Tsvietáieva y a la Ajmátova, te van a encantar”. Y así hice. Es más, compré un libro de con poemas de ambas, “El canto y la ceniza”, y lo voy leyendo poco a poco. Aunque la estructura de esta poesía rusa me resulta bastante diferente a la poesíaescrita en español, son dos poetas espectaculares, reconocidas como las dos grandes poetas rusas del siglo XX.

Por esa razón, tuve que hacerme con este “Mi padre y su museo”, tan maravillosamente editado por una de mis editoriales favoritísimas: Acantilado (¿se puede editar más bonito?).

Ingreso hospitalario por medio, me lo he leído en un par de ratos. Es un libro muy breve (78 páginas) en el que Marina Tsvietáieva nos presenta a su padre, Iván Tsvietáiev, y toda su vida a través de la creación del Museo de Bellas Artes de Moscú (actual Museo Pushkin). Y qué forma más preciosa de hablar de él, qué lenguaje, cuánta poesía cabe en un texto que no es poético y que, además, se basa en unos cuantos relatos cortos.

Siempre he tenido claro que un buen poeta puede ser buen novelista (algo que no es tan fácil de conseguir a la inversa), y esta es una prueba más de que alguien que escribe poesía como lo hace Marina Tsvietáievaes muy capaz de escribir prosa de una forma sublime, valiéndose de toda su fuerza poética, como es el caso.

Una muy buena lectura que he hecho entre mis ahora mismo habituales lecturas orientales (a las que volveré en seguida), y una forma estupenda de conocer mejor a esta autora tan importante en la literatura universal. Muy, muy recomendado.

Mención especial para la traductora, Selma Ancira (me han dado un tirón de orejas por no citarla y añado estas palabras para arreglarlo). Si bien Marina Tsviétaieva tiene toda la literatura del mundo en sus manos, es, del mismo modo, muy valioso el trabajo de quien traduce su lenguaje al castellano.

Dicho esto, ahí voy con mi análisis.

Puntos fuertes:

El lenguaje: con lo que me gusta la poesía y lo complicado que es encontrar un lenguaje poético en prosa que no canse ni dé evidencias de ese “quiero y no puedo” que aparece en tantas ocasiones, encontrar una lectura así de agradable es un regalo.

La edición: no voy a descubrir a estas alturas que Acantilado es una de las grandes editoriales del panorama nacional actual. Saben muy bien qué editan, a quién editan y cómo editan, y aciertan siempre en esas decisiones. Este libro es una preciosidad tanto por fuera como por dentro, algo que siempre se agradece. 

La historia rusa: aunque la brevedad de los relatos no da para profundizar demasiado, sí hay un buen reflejo de cómo era la sociedad rusa de la época, sus costumbres, su forma de vida, su manera de ser. Curioso como soy, me pica un poco leer algo más sobre esa parte de la historia.

La cultura: aunque hay un personaje que fue real (como todos los que aparecen) que se quejaba de que se construyeran museos y no escuelas, laboratorios o maternidades (necesarias, también, obviamente), qué suerte que hayan existido en la historia personas como Iván Tsvietáiev, que dieran casi su vida por apostar por la creación de museos y el auge de la cultura.

Lo que más me ha gustado: que es un libro conciso, breve, con lo justo para saber más sobre la autora y, en este caso, su padre (y su familia), además de, como ya he dicho, el lenguaje tan cuidado esta poeta rusa.

Lo que menos me ha gustado: que ahora me han entrado unas ganas terribles de leer “Mi madre y la música”, donde Marina Tsvietáieva habla de su madre. Me tendré que hacer con él… 

Mi sensación final es que me hace muy feliz descubrir que no solo se edita lo que va a vender, sino que hay editoriales independientes que siguen apostando por la calidad. La tarea de Acantilado es absolutamente necesaria para que podamos seguir acercándonos a maestros y maestras de la literatura, para que no nos despeguemos de los grandes escritores y escritoras, para que podamos aprender de quienes han dejado escritas tantas palabras que merecen ser leídas.  

“Todos han muerto ya, y yo debo contarlo”.

Marina Tsvietáieva, Mi padre y su museo

«Pink sofa conversations»

Después de un año con más de 15.500 visitas al blog (gracias, gracias, gracias), empiezo este 2021 sin la idea que a veces he tenido de dejar de usarlo, que alguna vez ha rondado mi cabeza. Es tiempo, algunos dicen que los blogs están desfasados… Pero la verdad es que a mí me gusta esa independencia que mantiene con las redes sociales (quizá por el “desfase”), su funcionamiento sin algoritmos que te posicionen mejor o peor (aunque algo habrá) y, sobre todo, porque puedo escribir todo lo que quiera.

Si lo habéis leído, sabéis que, básicamente, escribo sobre dos temas: libros (que reseño, a mi manera) y educación. Y así seguirá siendo, porque son los dos ámbitos que más me interesan y en los que, creo, puedo hablar con la autoridad que me da dedicarme a esos dos mundos.

Dicho esto, hoy traigo algo que me hace mucha ilusión. Conozco a Alicia desde hace ya muchos años a raíz de su hermana. Las adoro a las dos, qué os voy a decir. Nos unen muchos hilos y, por desgracia, uno que nos ha marcado bastante a los tres y que ahora veréis.

Alicia, entre otras muchas cosas, es artista. Solo tenéis que ver sus perfiles en redes ( @clangdesign_ )o su web http://www.clangdesign.com para comprobar sus trabajos. Original al máximo, trabajadora como pocas… No puedo decir más que a mí me encanta todo lo que hace y que todos los éxitos que le lleguen son más que merecidos.

Hace unos años (unos seis o alguno más), mientras yo vivía en Londres, se me ocurrieron tres pequeñas historias que escribí del tirón en cuanto la inspiración se hizo palpable. Sus títulos son: “A la sombra de un gigante”“La chica con ojos de espejo” y “El último baile”. Las tres tienen una estética parecida tanto en la temática como en el lenguaje. Los tres tratan de la tristeza, pero desde la esperanza. Los tres con un lenguaje serio, pero muy simbólico y poético.

No se me ocurrió ninguna otra persona mejor para ilustrar esas historias que Ali (yo no había publicado nada aún), así que se lo propuse… Y el trabajo que hizo fue justo lo que necesitaban mis letras. De ahí nacieron tres álbumes ilustrados que, espero (esperamos) puedan ver la luz algún día (editoriales de España, dadles una oportunidad).

La historia la cuento en esta entrevista que me hace Ali (y que es el motivo de este post), aunque en inglés.

En resumen, yo escribí “El último baile” como regalo para mi madre. Ella era mi fan número uno, mi primera lectora siempre… Y pensé que, con lo que nos echábamos de menos, le gustaría leer una historia que hablara del inmenso cariño que siempre nos tuvimos y de todo lo que yo, como hijo suyo, quería decirle: el inconmensurable amor que tenía y tengo por ella, y cómo fue perfecta en su papel de madre.

La escribí, Ali la ilustró, unos amigos lo imprimieron, lo pusieron precioso y, el día de su cumpleaños, se lo llevaron a casa (yo seguía en Londres). Me dijo que fue “el mejor regalo que le habían hecho en la vida”. Yo no podía estar más contento.

A los pocos meses (algo más de tres), sin que nadie lo esperara, mi madre murió. En aquella noche que recuerdo a ráfagas, y en la que sentí todo el dolor del mundo envolviéndome, recuero que esa historia me vino a la cabeza y que, incluso, se la leí a un amigo, llorando a tempestades. 

Me pareció increíble que el último regalo que le hice a mi madre fuera ese y pensé (y pienso) que fue mi forma de despedirme de ella, que, con esa historia, le regalé la certeza de amor que merecía. Pensé (y pienso), también, que, si tuvo un par de segundos para pensar en mí cuando se estaba apagando, sería muy consciente de todo lo que la quise (y quiero) y de lo increíblemente feliz que fui todo el tiempo que compartimos.

Con los años, la vida nos dio otro golpe y la madre de Ali falleció

Y se cerró el círculo.

Y los dos estamos deseando que esta historia se publique para poder compartirla con el máximo de personas posibles. Porque creemos en esta historia y porque creemos que vosotrxs también lo haréis.

Y, ahora, os dejo el enlace a la entrevista (perdón por los errores con el inglés, que he visto algunos):

“Mamá, ¿me concedes este último baile?”

El último baile

Crítica: Anna Kadabra. El Club de la Luna Llena

Título: Anna Kadabra. El Club de la Luna Llena

Autor: Pedro Mañas

Ilustrador: David Sierra Listón

Editorial: Destino

Descubrí a Pedro Mañas gracias a una amiga profe a la que pedí recomendaciones de poesía infantil (que ya sabéis que me encanta). Entre otros autores (como Mar Benegas, de quien ya os hablé), citó a Pedro. Y yo, que soy muy obediente, compré “Poemas para leer antes de leer”, y me encantó.

A Partir de ahí, lo que tocaba. Seguí a Pedro en redes y descubrí que, además de un autor muy prolífico y muy premiado (menos mal que también se premia a gente que sabe escribir y que lo hace muy bien), es un tío muy cercano y muy majo.

Sabiendo todo eso, y después de leer más cositas suyas y apuntarme muchas más para leer, puedo afirmar varias cosas: es uno de los autores actuales más importantes de literatura infantil español y, sí, si hay algún autor ahora mismo al que me gustaría parecerme, sería a él.

Ya reseñé “Poemas de leer antes de leer”:

https://jorgepozosoriano.com/tag/poemas-para-leer-antes-de-leer/

y me parece un librazo de poesía. Ahora, tras leer algo muy distinto, pienso lo mismo. Sabéis que pienso que la poesía es la raíz de la literatura y que es el mejor maestro para los escritores. Dudo que cualquier novelista pueda escribir poesía, pero estoy casi seguro de que cualquiera que sepa escribir (bien) poesía, puede escribir novela. Esto le ocurre a Pedro. Con una poesía tan bien escrita, es comprensible que escriba así de bien otro tipo de libros.

Por otra parte, leer literatura infantil a mi edad (y sé que esto suena muy viejuno) me hace ser muy crítico. Me pongo en el papel de niño, no os creáis. Por suerte, mi día a día con niños de esas edades me hace entender bastante bien cómo funcionan. Además, como les leo y como leemos tanto, sé qué les gusta, qué les hace gracia, qué les aburre… Estoy cien por cien convencido de que Anna Kadabra les encantaría (me consta que a muchos les ocurre, además de a mis vecinas, que son quienes me los han prestado). El texto justo, muy divertido, muy próximo a ellos y, además… qué ilustraciones más maravillosas. Además de asegurarme de que Pedro es un gran escritor, he descubierto, en David Sierra Listón, a un grandísimo ilustrador.

Dicho todo esto (aunque me enrollaría mucho más), paso a mi análisis.

Puntos fuertes:

Marca España (jeje): ¿hay algo que beneficie más a un país que la cultura? En mi opinión, no. Siempre he pensado que España se vende fatal. Que tenemos muchísimo que ofrecer y que no se nos ve como un país importante y, al final, otros países nos comen la tostada en cosas en las que somos incomparables (vino, aceite, embutido… por ir a lo gastronómico). En la literatura nos pasa algo parecido. Hace poco pregunté en Instagram por poetas españolas y salieron dos o tres. Creo que, si preguntara por autores españoles de literatura infantil, ocurriría algo parecido. Y tenemos un potencial en literatura infantil bestial. Para muestra, un botón. Amigos, amigas, si buscáis lecturas para los peques este verano, id a lo nuestro, que hay mucho y muy bueno. Esta serie es un muy buen ejemplo.

El humor: no es nada fácil que un libro infantil tenga humor, aunque pueda parecerlo. Hay que conocer muy bien el humor de esas edades, su mundo, su forma de pensar… Hay muchos libros que se venden como muy divertidos y no tienen ni pizca de gracia, pero este no es el caso. Es un libro con mucho humor, y con humor para quienes va dirigido.

Los personajes: bien definidos, con sus poderes correspondientes, sus personalidades… Eso es algo que siempre me ha gustado (algo por lo que me encantan los superhéroes, por ejemplo).

Las ilustraciones: como os he dicho, espectaculares. Y muchas, que es lo que los niños de estas edades necesitan.

Lo que más me ha gustado: saber que hay series así, de autores e ilustradores nacionales, tan bien creadas.

Lo que menos me ha gustado: pues es uno de esos libros a los que no les cambiaría ni una coma. Recomendado al cien por cien.

¿Conocíais al autor? A los que no, ¿creéis que lo haréis algún día?

Gracias y un abrazo para todos.

“Lo que vas a leer es la historia de cómo supe que era bruja…”.

Pedro Mañas en “Anna Kadabra. El Club de la Luna Llena”.

Crítica: El archipiélago del perro

Título: El archipiélago del perro

Autor: Philippe Claudel

Editorial: Salamandra

Como sé que echáis de menos a mi supervecina María, la reseña de hoy es de un libro pertenciente a la nueva remesa de libros de su biblioteca personal. Me ha dejado tres novelas y dos poemarios, y este es el primero que he leído. Como ya he dicho alguna vez, qué bien lee esta chica… Y, para que os quedéis más tranquilos, yo le he dejado algunos, también.

Lo primero que tengo que decir es que me ha encantado, y es así por esa razón de la que ya he hablado otras veces: qué bien escrito está. La historia está muy bien, los personajes están construidos muy bien, la localización está descrita muy bien. Pero hay muchos libros así que no me encantan, precisamente, porque no están escritos muy bien. Este sí lo está. No conocía al autor, pero segurísimo que voy a leer más libros suyos. ¿No os encanta descubrir a autores que os encantan y que ya tienen varios libros publicados?

Dicho esto, paso al análisis.

Puntos fuertes:

El estilo: no es fácil encontrar un estilo tan cuidado en una novela negra. Aunque no estoy seguro de que sea una novela negra al cien por cien. Tiene parte, eso seguro, pero tiene mucho más, y es un regalo encontrar libros con un estilo y un lenguaje tan cuidados.

Los personajes: cada uno muy bien definido y con su apodo correspondiente (la Vieja, el Maestro, el Alcalde, el Emperador…), son capaces de llevar toda la carga de la historia con sus relaciones interpersonales. En cierto modo, me ha recordado a las novelas de Agatha Christie, que devoré en mi adolescencia, y me hecho plantearme leer más de sus libros.

El narrador: sin que sea un personaje, es un personaje más; sin que sea parte de la historia, pertenece a la historia; sin que sea el autor (sospecho), tiene mucho del autor. Sea personaje, historia, autor o una mezcla de los tres, lo cierto es que es un muy buen narrador, que también se agradece.

El reflejo que da: es una de esas historias que te agarran por los hombros y te ponen frente a un espejo. No para ver lo guapo que estás, sino para hacerte pensar si, además de una cara y un cuerpo, tienes un interior que merezca la pena ver. Es un bofetón que deja la condición humana muy cuestionada, con actuaciones no tan novelescas que te hacen pensar si la humanidad está haciendo todo lo posible por deshumanizarse. Un punto muy a favor de la novela, sin duda.

Lo que más me ha gustado: esa historia coral tan bien hilada, con cada detalle atado y bien atado, con diálogos que te sacuden, con situaciones que te ponen al borde del precipicio, con ese toque de atención a la humanidad… Un muy, muy buen libro y un muy, muy buen descubrimiento de un autor a quien, seguro, seguiré.

Lo que menos me ha gustado: pues este es uno de esos libros a los que no les puedo poner pegas. Está muy bien construido, es una trama muy interesante, los personajes cumplen su función… No hay nada que no me haya gustado, la verdad.

Mi sensación final es que es mi primer contacto con un autor al que seguiré buscando y leyendo y que os lo recomiendo si os gusta este tipo de historias. Quedaos con el nombre, Philippe Claudel.

A los que conozcáis al autor, ¿qué opinión tenéis? A los que no, ¿creéis que lo haréis algún día?

Gracias y un abrazo para todos.

“Es muy duro apearse de los sueños”.

Philippe Claudel, “El archipiélago del perro”.

Crítica: Poemas elegidos (Concha Méndez)

Título: Poemas elegidos

Autor: Concha Méndez

Editorial: Somos libros

Poesía, poesía y poesía. Para cuando necesito recrearme en la belleza del lenguaje, en la artesanía de las palabras. Para cuando mi lenguaje y mis palabras se me atascan y necesito seguir esas miguitas de pan que lancé algún día y se escondieron. Para cuando necesito leer, pero algo que me calme, que me temple, que me llene. Poesía. En estos días tan raros, donde el miedo, el estrés y la incertidumbre han sido el pan nuestro de cada día: poesía.

En cuanto la librería de mi casa abrió, me lancé a hacer un pedido de poemarios que os iré mostrando poco a poco (ya visteis la antología poética de Alfonsina Storni, os dejo el enlace debajo de este párrafo), y este fue uno de los que pedí.

https://jorgepozosoriano.com/2020/06/02/critica-antologia-poetica-alfonsina-storni/

Se trata de una colección de poemas de esta maravillosa autora, aderezada con fotografías de manuscritos, cartas, fotografías… Un trocito de la propia Concha Méndez gracias al cual la conocemos algo mejor, y, creedme, merece la pena conocerla.

En todo lo anterior, genial. Además, la edición del libro es una preciosidad (a pesar de que la pulcritud del blanco no admite mucho manoseo). Pero, en mi opinión, tiene una pega muy grande.

Con todo lo que ha escrito Concha Méndez; con su trayectoria y sus influencias (Lorca o Alberti, ni más ni menos); su importancia en la historia literaria; su calidad poética… ¿solo veintinueve poemas? Se me ha quedado muy, muy corto y, en cierto modo, todo ese acercamiento a la vida de la autora a través de otro tipo de documentos, no creo que sea suficiente para hacer lo propio a través de su poesía. La colección se estructura en sus distintos poemarios, sobre los que hay algo de información (año, tema, estilo…), y hay algunos libros de los que solo se incluye un poema. Difícil de ver esa evolución de la autora en tan solo un poema, ¿no creéis?

Dicho esto, voy con mi análisis con lo que más y lo que menos me ha gustado del libro.

Puntos fuertes:

La edición: cuidada con mimo, llena de detalles preciosos (como el marcapáginas de tela incorporado. Un libro, en lo físico, muy, muy bonito.

Lo “extra”: todo el material incluido es una pasada y me ha encantado recrearme en esas cartas, fotografías y demás. Leer algunos de los poemas de Concha con su propia letra es una auténtica delicia.

Conocer mejor a la autora: que una mujer de su época rodeada de tantos nombres importantes como sus amigos Lorca, Alberti o Cernuda, su novio Buñuel o su marido Manuel Altolaguirre brille (mucho) con luz propia es un meritazo. Una de las Sinsombrero, poeta espectacular, adelantada a su tiempo… Una mujer a quien tenemos que estar agradecidos.

Lo que más me ha gustado: es una pena que, tratándose de Concha Méndez, lo que más me guste es la edición del libro. Por supuesto que sus poemas son brutales (aunque falten muchos por incluir), pero me lo terminé en poquísimo tiempo y la sensación no fue la de “qué pedazo de poemario”, sino de “¿ya está?”. Veintinueve poemas me saben a muy, muy poco.

Lo que menos me ha gustado: creo que está claro, así que no voy a insistir en la escasez de poemas. No me gustan las antologías que incluyen poemas sin ton ni son y que tienen tres mil quinientas páginas, pero tampoco me parece de recibo poder leer solo unos poquitos poemas, si os soy sincero.

¿Conocéis a la autora? Si no es así, ¿buscaréis leer algo suyo?

¡Un abrazo!

“No es mi envoltura, no,

ésta que veis tan torpe,

que me cubre los huesos.

Mi verdadero traje

es el que llevo dentro,

sudario imperceptible

sobre un cuerpo sin alma,

tal como quise ser”.

 “Poema”, Concha Méndez

Crítica: Mendel el de los libros

Título: Mendel el de los libros

Autor: Stefan Zweig

Editorial: Acantilado

No sé por qué he tardado tanto en leer a Zweig, pero, por fin, lo he hecho. Es verdad que no ha sido con un libro extenso, pero sí con el que tenía que hacerlo, o eso creo. Lo vi en un artículo en el que algunos libreros recomendaban libros sobre libros (ya sabéis lo que me gustan), así que lo compré cuando fui a la librería que tengo cerca de casa.

Se lee en muy poquito tiempo (es un relato), pues tiene solo cincuenta y siete páginas y es una lectura bastante agradable.

Básicamente, más que la historia en sí, lo importante del libro es el propio Mendel, personaje sobre el que todo gira y un personaje, sin duda, para recordar.

Me ha gustado mucho, la verdad, como todo lo que he leído de Acantilado, que es, como sabéis, una de mis editoriales preferidas.

Dicho esto, ahí voy con mi análisis.

Puntos fuertes:

Conocer a Zweig: es un autor de los importantes, de los que (en mi opinión) hay que leer. Ahora que ya me he quitado esa presión, seguro que leo más. Si tenéis recomendaciones, serán bienvenidas.

El homenaje a los libros y los libreros: Mendel no es un librero, sino alguien que encuentra siempre los libros que alguien necesita, una enciclopedia viva, un catálogo de libros andante. Ponerlo como protagonista absoluto de un libro, con esa profesión que, en esencia, es la de amar los libros casi por encima de todo y vivir por y para ellos.

La ternura de Mendel: sin ser un personaje agradable “a la vista”, sí lo es al corazón. En estas pocas páginas, se gana un huequito justo ahí, entre aurículas y ventrículos. Inolvidable.

La extensión: perfecta para leer entre lecturas algo más densas, para darse un respiro, para un ratito en el que nos apetezca leer algo y cerrarlo. Me encanta que existan historias breves buenas.

Lo que más me ha gustado: quizá no sea lo que más me ha gustado (no sería justo para la historia), pero poder decirme que ya he leído a Zweig me ha liberado de una presión enorme, jeje.

Lo que menos me ha gustado: poco negativo puedo sacar en tan pocas páginas y en una historia escrita a la perfección. Quizá, por decir algo, diré que lo peor ha sido volver a pensar en toda la injusticia y el horror de las guerras, los campos de concentración y la de vidas que llegaron a su fin por pretensiones políticas y de poder…

Mi sensación final es que es un libro muy bueno ya no solo para leer, sino para seguir amando los libros. Recomendado para conocer la pluma de Zweig, para continuar leyéndolo y una muy buena opción para regalar.

“Todo lo que es único resulta día a día más valioso en un mundo como el nuestro”.

Stefan Zweig, Mendel el de los libros

Crítica: La librería de monsieur Picquier

Título: La librería de Monsieur Picquier

Autor: Marc Roger

Editorial: Duomo

Curioso lo que me ha ocurrido con este libro. El primer día que pude entrar en una librería (la que tengo al lado de casa, que es una preciosidad), le dije a la librera si tenía algún libro que ocurriera en una librería. Me puso un poco cara de póker. Le dije que algo tipo “84, Charing Cross Road” o “La librería”. No supo decirme. Al momento, en una estantería, frente a la puerta de entrada, se me presenta este libro con esa portada en un tono ocre-mostaza-albero precioso y ese título que hizo que mis manos fueran directas hacia él: “La librería de Monsieur Picquier”. Me lo llevé, obviamente.

Como os conté, empecé a leerlo ese mismo día, pero tuve que dejarlo:

https://jorgepozosoriano.com/2020/05/19/casualidades-literarias/

Cuando terminé “El guardián entre el centeno”, lo retomé con un montón de ganas y, como os decía al principio, me ha pasado algo muy curioso.

Es un libro que me ha gustado, sin encantarme, pero tiene algo que, en cierto modo, me ha indignado. Me ha enfadado, incluso. Os cuento: es un libro de un autor francés que (no os desvelo nada) narrado por el protagonista, un chico de dieciocho años, Grégoire, que trabaja en una residencia de ancianos en la que vive monsieur Picquier, que fue librero y se ha llevado tres mil libros a su habitación, y a quien lee, ya que no puede ver. Hasta ahí, genial, ¿verdad? Suena a historia bonita. Pero, si leéis todo de nuevo, veréis que no ocurre en una librería y que el protagonista absoluto es Grégoire, y no el señor Picquier. ¿Sabéis cómo se titula el libro en su idioma original? ¡Sorpresa! “Grégoire et le vieux libraire”. ¡Exacto! “Grégoire y el viejo librero”. En este punto, yo me pregunto: si no hay ninguna librería, si el protagonista no es Monsieur Picquier y, sobre todo, si el título original es otro, uno que define a la perfección la novela, ¿por qué motivo se ha cambiado el título a uno que no refleja en absoluto la historia? Además, “Grégoire y el viejo librero” me parece un título precioso, por lo que no comparto que pueda ser esa la razón. Me compré el libro única y exclusivamente porque entendí que ocurriría en una librería y, como os digo, nunca aparece tal librería. Sinceramente, no lo entiendo…

Dicho esto, ahí voy con el análisis…

Puntos fuertes:

El final: como he dicho, el libro me ha gustado, pero no me ha encantado. No ha sido hasta la página 155 (son 222) cuando me ha gustado mucho, cuando la historia encara su desenlace. Y el final, final es genial.

La relación intergeneracional: la amistad entre Grégoire y Monsieur Picquier es una maravilla. Yo mismo tengo muy buenas amistades con compañeros y compañeras que me sacan, en algunos casos, treinta años. Y me encanta. Me encanta que, a pesar de esa diferencia de edad, pueden existir muy buenas amistades, muy enriquecedoras, muy bonitas.

El homenaje a la lectura como el hecho de leer a otros: no es tanto un libro que haga homenaje a los libros, sino, más bien, al acto de leer a otras personas, al papel del lector. Me parece todo un acierto, además de que el autor es lector profesional y sabe de lo que habla.

Los temas tratados: la muerte. La homosexualidad. El amor. La decadencia. El acoso. La lucha de clases. La amistad. Muchos, muy actuales y, la verdad, muy bien tratados.

Las referencias a otros libros: aunque son bastantes pocos y, menos uno, bastante antiguos, alguna hay.

El dato histórico: no tenía ni idea de que Leonor de Aquitania (madre de Ricardo Corazón de León y un personajazo histórico del que, seguro, voy a leer) pidió que, en su tumba, su imagen se representara con un libro abierto, “como símbolo de su poder intelectual”, según afirma Monsieur Picquier, y así es como se hizo su tumba, situada en la Abadía de Fontevrault.

Lo que más me ha gustado:

Lo que menos me ha gustado: no voy a repetirlo, que ya me he quedado a gusto antes del análisis. No me ha gustado nada ese cambio de título, qué queréis que os diga… Por sumarle algo que no me ha terminado de gustar, creo que el lenguaje es, a veces, demasiado poético. Alguien a quien admiro, respeto y escucho con toda la atención posible me dijo que la poesía tiene que ser poesía y que la prosa tiene que ser prosa. Que, a veces, puede haber un juego entre ambos géneros, pero con medida, con mucho conocimiento y sin que lleve al lector a confusiones. Sabéis lo que me gusta la poesía y que, incluso, hace muy poco reseñé “Cárdeno adorno”, una novela escrita casi al cien por cien con lenguaje poético, pero eso es lo que “vende” el libro y la autora, y el resultado es brutal. Aquí, si soy sincero, os digo que me ha sobrado un poco ese lenguaje, algo forzado.

Mi sensación final es que es un libro que prometía mucho y que se ha quedado algo a medias. La idea es muy buena, me encanta que el autor sea lector profesional, tiene frases, momentos y diálogos muy bonitos, peeeeeero… No me ha gustado todo lo que me esperaba. Me ha parecido que está escrita un poco “a trompicones”.

¿Os lo recomiendo? Sí, pero sabiendo que el título en español no se corresponde con la historia.

Como no puedo poner una sola frase, voy a poner tres:

“Solo se lee bien lo que se ama”.

“Los libros hablan a lo más profundo de nosotros”.

“Lo que entra en la cabeza tiene que pasar por el corazón”.

 “La librería de monsieur Picquier” o, mejor dicho, “Grégoire y el viejo librero”

Crítica: El guardián entre el centeno

Título: El guardián entre el centeno

Autor: J. D. Salinger

Editorial: Alianza Editorial

No sé cuántos años hace desde que compré este libro, pero me podéis creer que son muchos. Lo hice con mucha ilusión porque es uno de esos libros que tenía que leer. Creí que era el momento, pero no, no lo fue. Lo empecé y, tal cual lo hice, lo dejé a las pocas páginas, porque se me hizo muy pesado. Hoy, con el libro terminado, me ratifico: me ha parecido muy pesado.

Si seguís el blog o mi Instagram, sabréis por qué lo he leído. Si no es así, os dejo el enlace a la entrada en la que lo cuento:

https://jorgepozosoriano.com/2020/05/19/casualidades-literarias/

El caso es que esa casualidad me vino perfecta para leer a Salinger. Si no llega a ser porque, en cierto modo, Monsieur Picquier me obligó a leerlo, creo que no lo habría leído. O, mejor dicho, que no lo habría terminado.

Es cierto que me siento bien por haberlo leído. Tenía el libro muy pendiente y, por la razón que fuera, me veía en la obligación de leerlo. Y me siento bien por haberlo hecho, pero no me siento bien por haberlo disfrutado muchísimo porque no ha sido así. Me siento bien porque me lo he quitado del medio, si os soy sincero. Ha sido terminarlo y pensar “pues ya está, ya lo he leído”. Pero, no. No lo he disfrutado.

No es un mal libro, obviamente. No voy a decir que esté mal escrito o que la historia no tenga sentido ni nada parecido. Está claro que, como libro, es un buen libro. Sigo pensando que un clásico no se hace clásico porque sí, aunque, también, hay clásicos que no me gustan. Este se suma a esa lista en la que, entre otros, está “Cien años de soledad”. Lo siento, me aburrió de forma soberana.

Sé que es un libro que se escribió en otra época (de 1.945) y que fue un libro muy transgresor. Tiene su mérito, desde luego, darle la voz a un adolescente que, como buen adolescente, adolece. Que ese personaje, el de Holden Caulfield, es un buen personaje al que, por la forma en la que está escrito el libro (con todo el peso de la narración en su protagonista) hace que lo conozcamos muy bien. Pero, vaya, un personaje un poquito “intenso”…

Dicho todo esto, y con esa sensación de que es una lectura sin la cual habría vivido igual de feliz, os digo que no voy a hacer mi habitual análisis de puntos fuertes y débiles porque, sinceramente, no sabría muy bien qué decir.

Básicamente, no podría decir qué puntos fuertes tiene este libro más allá de ese pensamiento transgresor y la denuncia de ciertos comportamientos de la sociedad que, a mí, tampoco me han llegado especialmente. Me parece un estilo aburrido por lo denso y lo repetitivo; un lenguaje ya un poco en desuso (quizás es solo cuestión de tiempo) y muy, muy, muy repetitivo (vale que el personaje se muestre con su lenguaje propio, pero no sé si es necesario repetir las mismas coletillas tipo “y todo eso” ciento cincuenta mil veces… Se termina haciendo muy pesado, o esa es mi impresión); una historia que, quitando esa evolución del protagonista y el escaso trato que tiene con algunas personas, no tiene ningún interés; un final precipitado que, si bien supone un poco de luz entre tanta oscuridad, lo he visto como un cierre precipitado a una historia que podría haberse alargado hasta la eternidad. Un final que, por otra parte, he agradecido.

Vamos, que no sabría qué decir en los puntos fuertes y, como veis, veo bastantes puntos débiles

Se me ha hecho bola, sí. Lo he terminado porque lo quería terminar. Me alegra saber que ya es uno de los libros que creía que tenia que leer que he leído. Ya me lo he quitado. Cuando lo vea en las listas de “los libros más leídos”, le podré poner un tick. No me gusta vivir con obligaciones…

Poco más que añadir. Quizá suena “raro” que un clásico como este no me haya gustado… Pensé que me iba a encantar, pero no, no me ha gustado.

¿Lo habéis leído? ¿Qué os ha parecido?

Por decir un punto positivo, el título es precioso.

¡Un abrazo!

“No cuenten nunca nada a nadie. Si lo hacen, empezarán a echar de menos a todo el mundo”.

D. Salinger, El guardián entre el centeno

Nueva crítica: Las rosas de la carne

Título: Las rosas de a carne

Autor: Manuel Francisco Reina

Editorial: Calambur

No es digo nada nuevo al decir que uno de mis poetas favoritos es Manuel Francisco Reina. Uno de mis poetas favoritos de la historia (junto a Lorca y Paca Aguirre, por hacer un podio) y mi poeta actual preferido.

Tampoco es nuevo decir que necesito leer poesía de vez en cuando y que, cuando eso ocurre, suelo recurrir a los poetas que más me gusta leer pero que, también, más me enseñan. Manuel es un poeta espectacular, no hace falta que lo diga yo, y es, también, maestro. Leer su poesía es disfrutar de la poesía. Leer su poesía es aprender sobre poesía.

Lo que sí es distinto a lo habitual es que este no es un libro que me haya encantado. Es un poemario brutal, trabajado, lleno de imágenes, de maestría. No digo (jamás podría) que sea un mal libro, pero, quizá por el tema, por las referencias a lo clásico, por muchos poemas largos (que, esto es cosa mía, me suelen gustar menos). O, quizá, sea porque estos días tan raros me tienen la cabeza tan llena de humo que no lo he leído (releído, en realidad) con la concentración necesaria.

No obstante, ya sabéis lo que opino sobre la poesía, la pseudopoesía, los poetas, los pseudopoetas, los poemarios y los pseudopoemarios. A pesar de que, gustándome, este libro no sea de mis favoritos del autor, lo que es una realidad es que esto es poesía de poeta, que es un poemario, con todo lo que necesita para serlo.

Dicho esto, voy con mi análisis con lo que más y lo que menos me ha gustado del libro.

Puntos fuertes:

La propia poesía: conectar con poesía de verdad siempre es liberador, al menos para mí. He vuelto a leerlo en dos ratos y, aunque no estoy en mi mejor momento, me ha venido genial.

Las referencias a otros autores: es algo que me encanta de los libros de poemas de Manuel Francisco Reina, esos versos de otros poetas que nos descubre o nos recuerda. Siempre le he hecho caso cuando me ha recomendado una lectura, y siempre me ha ido bien hacerlo. Os invito a que lo leáis y que, al igual que yo hago, busquéis en sus libros a esos otros autores. Creedme que merece la pena.

La empatía: son muchas cosas las que me unen a Manuel, como ya sabéis. Ya he perdido la cuenta de los años de amistad que hemos compartido. Por desgracia, desde hace poco hay algo más que compartimos: haber perdido a nuestras madres. La suya, Rosa Reina, es casi palpable en estas rosas de la carne, protagonista absoluta de ese precioso poema titulado “La rosa regia”. El dolor conecta, más aún cuando es dolor compartido. Lo importante es buscar la belleza, el recuerdo, la memoria, y que esas pérdidas que tanto duelen puedan mitigarse poco a poco y, aunque nunca dejen de doler, nos ayuden a seguir avanzando en la vida.

Los sonetos finales: hay varios sonetos al final del libro que son espectaculares. Con lo difícil que es escribir sonetos buenos…

Lo que más me ha gustado: aunque ha sido doloroso, reconocer a Rosa en estos versos; reconocer, incluso, a mi madre, Azucena, también con nombre de flor; en ese poema impresionante del que os dejo algunos versos:

“A veces te contemplo en el silencio.

Te miro en la distancia de tus pasos,

mujer atareada con tus cosas,

matriarca entimismada con tu vida

que no te puso fácil la tarea”.

Lo que menos me ha gustado: por decir algo, y siendo consciente de que esto es algo mío, esos poemas tan largos, que me gustan menos.

¿Conocéis al autor? Si no es así, ¿buscaréis leer algo suyo?

¡Un abrazo!

“Y nos arde la carne en la mirada”.

“Rosas como brasas”. Manuel Francisco Reina en “Las rosas de la carne”