Crítica: El alfabeto alado

Título: El alfabeto alado

Autor: Mario Satz

Editorial: Acantilado

Es raro que entre en una librería y salga con las manos vacías.

Una de las muchas tardes de paseos por Madrid, entré en una de mis librerías favoritas, la Antonio Machado del Círculo de Bellas Artes. Normalmente voy a esta librería porque tienen una buena selección de poesía, pero, esta vez, fueron otros motivos los que me llevaron a elegir este libro. El primero, que era Acantilado. El segundo, que era Mario Satz (lo descubrí con Bibliotecas imaginarias y ya me encantó). El tercero, que hablaba sobre las mariposas. Aunque iba sobre seguro, lo elegí un poco sin informarme mucho más, pero, de nuevo, no me equivoqué.

Lo cierto es que fui un poco con trampas, porque justo estoy intentando darle forma a un poemario infantilsobre algunos temas relacionados con algunas especies animales y las mariposas (que me parecen unas criaturas casi mágicas) tendrán que aparecer, así que me vino a la perfección.

Se trata de un libro con numerosos relatos breves que, de una forma u otra, guardan relación con las mariposas. Hay relatos, curiosidades, hechos históricos, mitos, leyendas, cuentos… Todos escritos con la elegancia de Mario Satz, con su incuestionable documentación sobre lo que escribe, con el cuidado artesanal que tiene en escoger las palabras adecuadas. 

Es una lectura perfecta para leer “a sorbitos”, disfrutando de la sutileza de las mariposas y buscando su belleza, porque, sí, vais a detener la lectura a menudo para buscar en internet todas las especies que se nombran en el libro, pasando a tener un conocimiento mucho mayor sobre estos animalitos casi más propios de la fantasía

Una pequeña joya más de esta editorial que tantísimo me gusta.

Lo que más me ha gustado: esa lectura pausada, tranquila a la que invita.

Lo que menos me ha gustado: como es normal, hay relatos que me han gustado más que otros, pero lo cierto es que todos son muy interesantes y me ha encantado leerlos.

“Nada se inventa. Todo se descubre”.

Mario Satz, El alfabeto alado

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Crítica: El cielo es azul, la tierra blanca

Título: El cielo es azul, la tierra blanca

Autor: Hiromi Kawakami

Editorial: Acantilado

Premio Tanizaki

No acostumbro a releer libros (¡con todo lo que tengo por leer!), pero, esta vez, he hecho una excepción.

Leí este libro hace muchos, muchos años y, aunque sabía que me había gustado, lo cierto es que no lo recordaba muy bien. En mi necesidad de leer de vez en cuando literatura asiática, y al verme sin más opciones en casa, volví a este libro. Ha sido todo un acierto.

Después de no gustarme demasiado País de nieve, de Kawabata, esta historia tan bonita, tan sutil y tan japonesa me ha vuelto a leer uno de esos libros que dejan buen poso, que se disfrutan como el buen café, a pequeños sorbos, descubriendo aromas y sensaciones diferentes y agradables en el paladar con cada trago.

No curre gran cosa. La trama no es la de una novela negra. No te atrapa por lo que pueda ocurrir, sino por cómo ocurre. Cada vez tengo más claro lo que busco en un libro: que esté bien escrito, que me enamore el lenguaje, que las palabras estén bien escogidas. La historia, muchas veces, me da más o menos igual. No necesito grandes giros ni acontecimientos inesperados. Me vale con saborear la escritura. Solo eso.

Eso es lo que ha vuelto a ocurrirme al leer esta preciosidad de libro. 

Además, tanto los escenarios como los dos personajes principales son perfectos. Sin un millón de rincones ni aristas. Son los que son y son como son, desde el primer momento. Y, en su unión, esa perfección se hace más notable, más real, más atrayente. 

Una historia de amor creíble, tierna, tan de verdad que no deja lugar a interpretaciones. 

Lo mismo me ocurre con mi amor por la literatura japonesa, y este libro ha conseguido que esa historia se haga más larga, que ese amor se haga más grande.

Un libro para leer en calma, quizá con un té, quizá en un parque, quizá en un bar.

Un libro para leer y, por qué no, para releer, como yo he hecho.

Lo que más me ha gustado: sentirme tan bien al disfrutar de la lectura sabiendo que ya la había disfrutado antes, pues me ha hecho recordar a aquel joven lector que descubría nuevos países gracias a la literatura.

Lo que menos me ha gustado: este es uno de esos libros sobre los que no puedo decir nada negativo. Me gusta. Me gusta mucho.

–En eso consiste el amor –repetía la mujer–. Cuando tienes un gran amor, debes cuidarlo como si fuera una planta. Debes abonarlo y protegerlo de la nieve. Es muy importante tratarlo con esmero. Si el amor es pequeño, deja que se marchite hasta que se muera.

El cielo es azul, la tierra blanca, Hiromi Kawakami

Crítica: Helena

Título: Helena

Autor: Yannis Ritsos

Editorial: Acantilado

Por si no lo he dicho ya suficientes veces, insisto en que Acantilado es una editorial que solo publica joyitas, y esta “Helena” es una más.

Lo quise porque estoy leyendo e investigando un poco sobre la memoria y el olvido para terminar de armar un poemario y, en la contra del libro, leí “En esta pieza, el poeta da voz a la anciana Helena, que examina su vida dejando que los recuerdos de quienes ya la abandonaron la conmuevan”. Y, sí, el libro, como digo, es una preciosidad, y, sí, me ha inspirado un poema que he titulado “No queda eternidad”. Porque, sí, amigos y amigas, para escribir hay que leer.

Es una obra breve, pero con la belleza presente en cada palabra. Un estilo delicado, cuidado al detalle y, hay que decirlo, maravillosamente bien traducido por una traductora que es de lo mejorcito que hay, Selma Ancira, de quien ya he leído varias traducciones.

Sabéis que me encanta leer a los clásicos de vez en cuando, que Grecia es una civilización fundamental para (entre otros ámbitos) la literatura, y que intento conectar con mi poesía con la filosofía, y esta “Helena” ha supuesto un acercamiento a un personaje magnético hasta el extremo, una aproximación más a esa cultura griega que tanto me fascina.

Una joya, como digo al principio, para leer en un ratito, en una tarde con un cafecito o un té, arrebujado en el sofá, saboreando esta deliciosa obra sin prisas, con la pausa de los siglos que han pasado.

Lo que más me ha gustado: el gusto por la literatura que tiene el autor griego, sumado al buen hacer de Selma Ancira en la traducción.

Lo que menos me ha gustado: por decir algo, que me ha generado la necesidad de leer más y más sobre Helena de Troya, sobre la mitología griega, acercarme más al mundo clásico.

“Ahora olvido los nombres que mejor conocía, o unos con otros los confundo”.

Yannis Ritsos, Helena

Crítica: Bibliotecas imaginarias

Título: Bibliotecas imaginarias

Título: Bibliotecas imaginarias

Autor: Mario Satz

Editorial: Acantilado

Desde que vi el título y leí la contra de este “Bibliotecas imaginarias”, no pude resistirme a tenerlo.

Un libro con relatos sobre bibliotecas de todos los tiempos, sobre libros, sobre la lectura… Si me conocéis un poco sabréis que era un libro que tenía que leer sí o sí.

Y qué maravilla…

Con títulos tan sugerentes como “El impresor de Venecia”, “El hacedor de papel”, “El incendio del templo del saber” o “La salvación por la lectura”, entre otros muchos, estos cuarenta y dos relatos nos hacen viajar por la historia de las civilizaciones, de la humanidad, al fin y al cabo, descubriendo historias de personajes que, de una forma u otra, fueron importantes para el desarrollo del libro, su creación, su divulgación y su conservación.

Es un libro perfecto para leer sin agobios, ya que los relatos son breves e independientes, y se leen con esa sonrisa que nos nace cuando disfrutamos de historias bonitas, interesantes y muy bien narradas. Una pequeña joyita (como tantas de Acantilado) que merece la pena leer.

Lo que más me ha gustado: descubrir historias y personajes que no conocía y que son una delicia, además, por supuesto, de saber que hay quien se sigue interesando por destacar la importancia de los libros, hoy y siempre.

Como curiosidad, tengo que decir que me alegró muchísimo encontrar un relato que lleva por título “La cabaña del amigo de las musas”, donde se habla de Mnemósine y sus hijas, entre las que se encuentra Calíope, dos personajes que incluyo en mi poemario “Hogares impropios”, por lo que ha supuesto un reencuentro precioso con ellas.

Lo que menos me ha gustado: es un libro tan bien hecho y me ha parecido tan interesante que no puedo decir que tenga algo que no me haya gustado.

Mi sensación final es que creo que es un libro perfecto para leer con calma, con un cafecito o un té, en un jardín, antes de dormir… Sin la (a veces frecuente) pesadez de tener que seguir una historia larga y estar muy atentos a los detalles para continuar la lectura sin perdernos. Un libro, también, perfecto para regalar a cualquier amante de los libros.

“Leer es una de las formas más silenciosas de hacer el amor”.

Mario Satz, Bibliotecas imaginarias

Crítica: ¿Para qué sirve la literatura?

Título: ¿Para qué sirve la literatura?

Autor: Antoine Compagnon

Editorial: Acantilado

Antes de presentar a cinco escritoras de literatura infantil y juvenil, me pasé por la Librería Taiga para hacerme con algunos de sus libros.

Mientras charlaba con mi querida Ivonne (lo que me gusta hablar en una librería), eché un ojo a los libros de Acantilado. Me encontré con esta joya que (y esta vez sí es verdad) necesitaba.

Llevo unas semanas trabajando en un poemario, algo atascado, y esta reflexión de Compagnon, esta lección sobre literatura al comenzar su cátedra en el Collège de France me ha ayudado mucho para salir del atasco.

Estos “cuadernos” (así los llama la editorial) de Acantilado son lecturas maravillosas para según qué momentos. Breves, muy interesantes, únicas. Seguramente no tengan un público amplísimo, pero me encanta que haya editoriales que busquen más allá de las ventas, que apuesten por la calidad, por escritores de verdad, por pensadores… por cuidar la literatura, en definitiva.

Acantilado es clave en ese aspecto. No he encontrado ni un solo título que no merezca la pena leer, y eso se puede decir de muy, muy pocas editoriales.

Un rato de la tarde del viernes, con un cafecito y una pintura roja para marcar palabras, frases y citas, y he subrayado unas cuantas.

Una lectura perfecta para disfrutar de la opinión sobre la literatura de alguien que ama la literatura.

Lo que más me ha gustado: además de saber que hay quienes, desde las aulas, sigue haciendo un elogio importantísimo a la lectura (ya valdría con eso), tengo que insistir en que ha sido fundamental para rematar el poemario.

Lo que menos me ha gustado: que libros así no interesen a mucha gente, porque sin vitales para que la literatura no pierda nunca el lugar que le corresponde.

“El poeta y el novelista nos hacen conocer aquello que está en nosotros, pero que ignorábamos porque nos faltaban las palabras”.

Antoine Compagnon, ¿Para qué sirve la literatura?

Crítica: La utilidad de lo inútil

Título: La utilidad de lo inútil

Autor: Nuccio Ordine

Editorial: Acantilado

Hace ya algo de tiempo que cada vez me intereso más por los clásicos, los ensayos y la filosofía.

No sé si, después de mi “fiebre oriental”, en la que solo leí libros de autores orientales (y que, de momento, parece que ha pasado), me está llegando otra fiebre lectora filosófica y ensayística, porque varios de los libros que tengo por leer van en esa línea.

Este que traigo hoy no es mío. Me lo prestó mi ya-conocida-por-todos vecina María cuando vio que estaba leyendo un libro de escritos de Hannah Arendt que lleva por título “Más allá de la filosofía. Escritos sobre cultura, arte y literatura”. Le expliqué que lo estaba leyendo porque me interesaba saber cómo se ha tratado el tema de la cultura desde la filosofía, así que no tardó en decirme que este “La utilidad de lo inútil” me venía al pelo. Y no se equivocó, porque lo he disfrutado muchísimo.

Se trata de un libro estructurado en tres partes: La útil inutilidad de le literatura; La universidad-empresa y los estudiantes-clientes; y Poseer mata: “Dignitas hominis”, amor, verdad. Termina con un ensayo de Abraham Flexner titulado “La utilidad de los conocimientos inútiles”.

La parte que más me ha interesado es la primera, sin duda, pues trae una mirada a lo largo de la historia sobre esa “inutilidad” indispensable de la literatura de la mano (o de la voz) de filósofosautores y pensadores. Una delicia, os lo aseguro.

En un mundo (ya lo he hablado muchas veces) en el que parece que todo se viene abajo; que la cultura se infravalora cada vez más; que la educación parece importar menos y menos; que cualquiera sabe más que nadie sin tener ni idea de nada; quien escribe afirmando que jamás se ha acercado a un libro (y se nota); o que lo que más se lee es lo más comercial, lo que más peso tiene en redes sociales y lo que va a portar, por ende, más beneficios; este libro y lo que nos enseña se vuelve absolutamente necesario.

No solo deja claro que el arte, la cultura y el saber es lo más útil a lo que podemos (y debemos) acercarnos, sino que no podemos dejar que los poderes económicos, mediáticos o de cualquier otro término esdrújulo nos lo arrebaten.

Ante el retroceso, educación.

Ante el odio, cultura.

Ante el servilismo, arte.

Ante la involución, literatura.

Y, ante lo mediocre, lo clásico.

Una sociedad que no lo arriesga todo a la educación de las personas, a su patrimonio cultural y artístico, al saber que ha arrastrado a lo largo de tantos y tantos siglos está abocada al fracaso más absoluto, al borreguismo, a un lugar donde los clásicos no se conozcan y se pongan pedestales a incultos que solo saben posar en redes, canales de YouTube o programas televisivos.

Yo no quiero una sociedad así y, quizá, por ese motivo, cada vez me acerco más a esa cultura que es la raíz más profunda de la Tierra, a la lectura de quienes, miles de años después, siguen teniendo una voz clara y rotunda, a quienes sí tienen algo que aportar.

Quizá, por ese motivo, tengo un cuaderno repleto con frases que he ido apuntando mientras leía este maravilloso libro. Porque un pueblo que olvida está condenado a la muerte.

Lo que más me ha gustado: ese recorrido a lo largo de la historia en el que voces tan importantes y variadas como las de Dante, Petrarca, Aristóteles, Shakespeare, Platón, Kant, Ovidio, Cervantes, Baudelaire, García Lorca, Italo Calvino o Heidegger nos llenan de motivos para proteger la cultura, el arte, la literatura, la educación y todas las demás “inutilidades” de quienes, conscientes de su poder, quieren limitarlas. Y afirmo esto, sí, en plena jornada de reflexión antes de las elecciones en la Comunidad de Madrid.

Lo que menos me ha gustado: que ha aumentado (mucho) mi necesidad de buscar más lecturas al respecto, de seguir sumergiéndome en la filosofía, de dejarme arrastrar por la sabiduría de los sabios, por esa utilidad de lo inútil.

Mi sensación final es que no me queda otra que recomendar la lectura de este libro y que os empapéis del peso de todos los postulados que vais a encontrar. Libros así son necesarios, imprescindibles, insustituibles, porque aúnan saberes que no han de perderse nunca.  

“Sabotear la cultura y la enseñanza significa sabotear el futuro de la humanidad”.

Nuccio Ordine, La utilidad de lo inútil

Crítica: Mexicana

Título: Mexicana

Autor: Manuel Arroyo-Stephens

Editorial: Acantilado

Acantilado siempre acierta con sus títulos. Es un verdadero lujo saber que, aun en estos tiempos, sigue habiendo editoriales que apuestan por la calidad de lo que publican. Si a esa certeza le sumamos lo bien que editan (aún no he visto ningún libro suyo ni mal editado ni poco atractivo en lo estético).

Este “Mexicana” me llamó la atención sin saber muy bien por qué. No sabía de qué trataba ni conocía al autor (personaje con una biografía muy, muy interesante, por cierto), pero leí unas pocas palabras de la contra y supe que quería leerlo: 

“Homenaje personalísimo a México y su abrumadora capital, a su pasado y su presente, a sus sabores, olores y colores, a sus cielos, tierras y mares, y, sobre todo, a sus personajes, propios y adoptivos, con quienes el autor tuvo la suerte de cruzarse durante los años que vivió entre México y España”.

Esta presentación, sumado a una portada tan preciosa y a saber, como digo, que Acantilado nunca defrauda, me hicieron querer leerlo. Y lo leí. Y no me equivoqué ni un poco en mi sospecha de que sería una muy buena lectura, y afirmo que lo es por varias razones.

Porque México es un país fascinante que me muero por descubrir, y con este libro se está en México. Los lugares, las costumbres, la gastronomía, el habla (cualquiera diría que el autor no vivió toda su vida en México), la fauna… Es impresionante la capacidad descriptiva de Manuel Arroyo-Stephens, de quitarse el sombrero.

Porque el lenguaje es ese lenguaje que sabéis que me gusta tanto. Un lenguaje cuidado, poético, estudiado. Siempre he creído que los autores latinoamericanos cuidan más el castellano que nosotros mismos y, aunque el autor de “Mexicana” nació en Bilbao, su estilo, al menos en este libro, es más cercano a ese otro lado del océano. Y, en mi opinión, es todo un acierto. Os pongo por aquí una pequeña muestra, porque son fragmentos de una belleza extraordinaria:

“Por muy luminoso que sea, el mar siempre es triste. Hay algo en él que recuerda a la muerte, que de algún modo la hace presente. Su inmensidad es pretenciosa, resulta excesiva. Cuando uno mira el mar más de quince minutos siente que piensa algo profundo”.

“Me quema ahora el recuerdo. ¿Cómo iba a saber hasta qué punto esta memoria reciente iba a llenarlo todo, sin dejar sitio al reposo ni al sueño? Debí haberlo previsto, y en parte lo hice. Por eso el intento, quizá para ti desconcertante y contradictorio, por defenderme de ti, por defenderte de mí. Ese culto continuo al pudor y a la distancia. Hacer y sentir como si no se hiciese ni se sintiese nada”.

¿No os parece un lenguaje precioso?

También es buena lectura porque los personajes son casi magnéticos. Desde aquellos que son “simples” lugareños, amigos del autor o producto de su literatura, a esos que se redescubren gracias a su memoria. Ocurre con la gran Chavela Vargas, redescubierta y traída a España por el propio Arroyo-Stephens (os dije que su biografía era muy interesante), y a quien he querido acercarme para conocer mejor su vida y su música; y ocurre con Manuel Ulacia Altolaguirre, poeta y nieto de Manuel Altolaguirre.

Otro punto que me ha encantado es que aparezca Madrid. Ya he dicho en varias ocasiones que me hace muy feliz ver mi ciudad en los libros que leo.

Hablaría mucho más sobre la belleza y la rotundidad de este libro. De lo que lo he disfrutado. De la facilidad con la que a vertido una buena parte de México en mi sangre, el hambre de comida mexicana que me ha dado, incluso la necesidad de brindar con tequila. Y todo, amigos y amigas, a través de la lectura. De estas ciento seis páginas con música de mariachis y boleros; con ruido de cantina y tormenta; con aroma a totopos y picante.

Qué inmensidad se siente cuando te encuentras con un buen libro. 

Aquí os quiero contar el cambio que he decidido hacer en mis reseñas. Llevo varias en las que me doy cuenta que, al hablar de puntos fuertes, me repito, pues ya los he dejado claros al hablar del libro. Por ese motivo, a partir de ahora solo incluiré lo que más y lo que menos me ha gustado.

Lo que más me ha gustado: la sensación real de haber estado en todas las localizaciones de las que habla el libro, de haberme sentido mexicano mientras leía, de haber sentido la necesidad (como veis en la foto) de comer comida mexicana; haberme empapado de la cultura del país azteca. Que un libro pueda conseguir todo eso es una gran parte de la magia de la literatura.

Lo que menos me ha gustado: por decir algo, encontrarme un “éstos” así, con tilde. 

Mi sensación final es que sigo pensando que las editoriales como Acantilado son absolutamente necesarias. Lo son por estar fuera de modas, de no pensar solo en cuántos libros podrán vender (cantidad), sino en la calidad de lo que publican. Sin estas editoriales, estoy seguro, nos quedaríamos sin conocer historias maravillosas de autores maravillosos, como es el caso de esta. Gracias.  

“México es el país donde todo es lo mismo, solo que es distinto”.

Manuel Arroyo-Stephens, Mexicana

Crítica: Mi padre y su museo

Título: Mi padre y su museo

Autor: Marina Tsvietáieva

Editorial: Acantilado

Conocer la vida familiar y, por tanto, personal de aquellos a quienes se admira siempre aporta una visión más profunda de su obra. Si, además, la forma de conocerla es a través de una literatura tan potente como la de Marina Tsvietáieva, aún es mucho mejor.

Conocí a esta autora gracias a mi siempre buen consejero de poesía. “Lee a la Tsvietáieva y a la Ajmátova, te van a encantar”. Y así hice. Es más, compré un libro de con poemas de ambas, “El canto y la ceniza”, y lo voy leyendo poco a poco. Aunque la estructura de esta poesía rusa me resulta bastante diferente a la poesíaescrita en español, son dos poetas espectaculares, reconocidas como las dos grandes poetas rusas del siglo XX.

Por esa razón, tuve que hacerme con este “Mi padre y su museo”, tan maravillosamente editado por una de mis editoriales favoritísimas: Acantilado (¿se puede editar más bonito?).

Ingreso hospitalario por medio, me lo he leído en un par de ratos. Es un libro muy breve (78 páginas) en el que Marina Tsvietáieva nos presenta a su padre, Iván Tsvietáiev, y toda su vida a través de la creación del Museo de Bellas Artes de Moscú (actual Museo Pushkin). Y qué forma más preciosa de hablar de él, qué lenguaje, cuánta poesía cabe en un texto que no es poético y que, además, se basa en unos cuantos relatos cortos.

Siempre he tenido claro que un buen poeta puede ser buen novelista (algo que no es tan fácil de conseguir a la inversa), y esta es una prueba más de que alguien que escribe poesía como lo hace Marina Tsvietáievaes muy capaz de escribir prosa de una forma sublime, valiéndose de toda su fuerza poética, como es el caso.

Una muy buena lectura que he hecho entre mis ahora mismo habituales lecturas orientales (a las que volveré en seguida), y una forma estupenda de conocer mejor a esta autora tan importante en la literatura universal. Muy, muy recomendado.

Mención especial para la traductora, Selma Ancira (me han dado un tirón de orejas por no citarla y añado estas palabras para arreglarlo). Si bien Marina Tsviétaieva tiene toda la literatura del mundo en sus manos, es, del mismo modo, muy valioso el trabajo de quien traduce su lenguaje al castellano.

Dicho esto, ahí voy con mi análisis.

Puntos fuertes:

El lenguaje: con lo que me gusta la poesía y lo complicado que es encontrar un lenguaje poético en prosa que no canse ni dé evidencias de ese “quiero y no puedo” que aparece en tantas ocasiones, encontrar una lectura así de agradable es un regalo.

La edición: no voy a descubrir a estas alturas que Acantilado es una de las grandes editoriales del panorama nacional actual. Saben muy bien qué editan, a quién editan y cómo editan, y aciertan siempre en esas decisiones. Este libro es una preciosidad tanto por fuera como por dentro, algo que siempre se agradece. 

La historia rusa: aunque la brevedad de los relatos no da para profundizar demasiado, sí hay un buen reflejo de cómo era la sociedad rusa de la época, sus costumbres, su forma de vida, su manera de ser. Curioso como soy, me pica un poco leer algo más sobre esa parte de la historia.

La cultura: aunque hay un personaje que fue real (como todos los que aparecen) que se quejaba de que se construyeran museos y no escuelas, laboratorios o maternidades (necesarias, también, obviamente), qué suerte que hayan existido en la historia personas como Iván Tsvietáiev, que dieran casi su vida por apostar por la creación de museos y el auge de la cultura.

Lo que más me ha gustado: que es un libro conciso, breve, con lo justo para saber más sobre la autora y, en este caso, su padre (y su familia), además de, como ya he dicho, el lenguaje tan cuidado esta poeta rusa.

Lo que menos me ha gustado: que ahora me han entrado unas ganas terribles de leer “Mi madre y la música”, donde Marina Tsvietáieva habla de su madre. Me tendré que hacer con él… 

Mi sensación final es que me hace muy feliz descubrir que no solo se edita lo que va a vender, sino que hay editoriales independientes que siguen apostando por la calidad. La tarea de Acantilado es absolutamente necesaria para que podamos seguir acercándonos a maestros y maestras de la literatura, para que no nos despeguemos de los grandes escritores y escritoras, para que podamos aprender de quienes han dejado escritas tantas palabras que merecen ser leídas.  

“Todos han muerto ya, y yo debo contarlo”.

Marina Tsvietáieva, Mi padre y su museo

Crítica: Mendel el de los libros

Título: Mendel el de los libros

Autor: Stefan Zweig

Editorial: Acantilado

No sé por qué he tardado tanto en leer a Zweig, pero, por fin, lo he hecho. Es verdad que no ha sido con un libro extenso, pero sí con el que tenía que hacerlo, o eso creo. Lo vi en un artículo en el que algunos libreros recomendaban libros sobre libros (ya sabéis lo que me gustan), así que lo compré cuando fui a la librería que tengo cerca de casa.

Se lee en muy poquito tiempo (es un relato), pues tiene solo cincuenta y siete páginas y es una lectura bastante agradable.

Básicamente, más que la historia en sí, lo importante del libro es el propio Mendel, personaje sobre el que todo gira y un personaje, sin duda, para recordar.

Me ha gustado mucho, la verdad, como todo lo que he leído de Acantilado, que es, como sabéis, una de mis editoriales preferidas.

Dicho esto, ahí voy con mi análisis.

Puntos fuertes:

Conocer a Zweig: es un autor de los importantes, de los que (en mi opinión) hay que leer. Ahora que ya me he quitado esa presión, seguro que leo más. Si tenéis recomendaciones, serán bienvenidas.

El homenaje a los libros y los libreros: Mendel no es un librero, sino alguien que encuentra siempre los libros que alguien necesita, una enciclopedia viva, un catálogo de libros andante. Ponerlo como protagonista absoluto de un libro, con esa profesión que, en esencia, es la de amar los libros casi por encima de todo y vivir por y para ellos.

La ternura de Mendel: sin ser un personaje agradable “a la vista”, sí lo es al corazón. En estas pocas páginas, se gana un huequito justo ahí, entre aurículas y ventrículos. Inolvidable.

La extensión: perfecta para leer entre lecturas algo más densas, para darse un respiro, para un ratito en el que nos apetezca leer algo y cerrarlo. Me encanta que existan historias breves buenas.

Lo que más me ha gustado: quizá no sea lo que más me ha gustado (no sería justo para la historia), pero poder decirme que ya he leído a Zweig me ha liberado de una presión enorme, jeje.

Lo que menos me ha gustado: poco negativo puedo sacar en tan pocas páginas y en una historia escrita a la perfección. Quizá, por decir algo, diré que lo peor ha sido volver a pensar en toda la injusticia y el horror de las guerras, los campos de concentración y la de vidas que llegaron a su fin por pretensiones políticas y de poder…

Mi sensación final es que es un libro muy bueno ya no solo para leer, sino para seguir amando los libros. Recomendado para conocer la pluma de Zweig, para continuar leyéndolo y una muy buena opción para regalar.

“Todo lo que es único resulta día a día más valioso en un mundo como el nuestro”.

Stefan Zweig, Mendel el de los libros