Crítica: Erik Vogler y los crímenes del rey blanco

Título: Erik Vogler y los crímenes del rey blanco

Autor: Beatriz Osés

Ilustrador: Iban Barrenetxea

Editorial: Edebé

Sigo leyendo y conociendo mejor a Beatriz Osés (reciente ganadora, por segunda vez, del “Premio El Barco de Vapor”) y me gusta más y más.

Ya metidos en una literatura más juvenil, Beatriz nos presenta esta serie (ocho libros, por el momento) de novelas juveniles negras, con mucho misterio, crímenes y, sobre todo (en mi opinión), unos personajes muy originales y muy bien creados.

Con unas ilustraciones de cubierta espectaculares de Iban Barrenetxea, y una muy buena edición de Edebé, esta saga se me presenta como una muy buena opción para engancharme de nuevo a esas épocas en las que leí tanta novela negra. El toque juvenil no implica, en absoluto, que sea una historia simple, y le aporta algo de frescura que, en momentos en los que tenemos la cabeza hasta arriba de historias, hasta se agradece.

Lo hemos trabajado en el Club de Lectura que organizo en la Librería Taiga de Madrid y ya hay mucho fan de esta serie protagonizada por un personaje tan peculiar como quien le da título. Lectores y lectoras que quieren seguir leyendo y leyendo para saber qué le deparará la vida a Erik.

Como otro punto a favor, el día 11 de mayo se publica el primer libro de una nueva serie, esta vez, protagonizada por el otro personaje principal de esta historia: Albert Zimmer. ¡Estad atentos!

Lo que más me ha gustado: los personajes, sin duda. Erik Vogler podría ser, perfectamente, la versión juvenil de Lisbeth Salander. ¡Ah! Y que Beatriz me lo haya dedicado con un genial “a mi friqui favorito en un año de infarto que solo acaba de empezar”.

Lo que menos me ha gustado: no habérmelo leído antes de leer “El misterio del gato negro”…

¿Conocíais a la autora? A los que no, ¿creéis que lo haréis algún día?

Gracias y un abrazo para todos.

“Cuando Erik entró en el coche de su padre para dirigirse a casa de su abuela, en lugar de a Nueva York, supo que su pesadilla había comenzado”.

Beatriz Osés en “Erik Vogler y los crímenes del rey blanco”.

Crítica: Los nombres propios

Título: Los nombres propios

Autor: Marta Jiménez Serrano

Editorial: Sexto Piso

Ya sabéis que soy sincero al cien por cien cuando leo y reseño un libro, y esta vez no será distinto.

Este libro me llegó gracias a Casa del Libro. Ya os conté que me han hecho embajador y que estamos empezando a hacer cositas muy chulas juntos. Una de ellas, la primera, fue hacerme un regalo con cuatro libros, dos libretas y una bolsa de tela (regalazo). Como saben que me interesa mucho la poesía, tres de los cuatro libros eran poemarios y, el cuarto, era esta novela. ¿Por qué? Me pregunté. Pero la respuesta, creo, es sencilla. Marta Jiménez Serrano ha sido accésit del último Premio Adonáis de Poesía (reseñé el poemario ganador, “Toda la violencia”, de Abraham Guerrero Tenorio, maravilloso), y esta novela es (en mi opinión) muy, muy poética.

En mi primer acercamiento a la sinceridad, confieso que, de primeras, no me interesó demasiado.

En el segundo acercamiento, confieso que, llevando treinta o cuarenta páginas, pensé en no seguir leyendo.

En el tercer acercamiento, confieso que fue Laura Riñón, escritora y dueña de la librería Amapolas en octubre, quien me dijo “Jorge, léela. Es una historia muy bonita”.

En el cuarto y último acercamiento, confieso que seguí leyendo, que la he terminado y que, sí, es una historia muy bonita y me ha gustado mucho

Una vez más, salirme de esos libros elegidos por mí mismo me ha traído un regalo.

Cuando entrevisté a Laura Riñón en “Enredando voces”, mi podcast literario, nos contó que había una moda de escribir novelas sobre la vuelta a la infancia, sobre volver a los pueblos donde veraneábamos, sobre reencontrarnos con, como diría Pilar Paz Pasamar, nuestros niños interiores.

Este es el enlace de la entrevista, por si os apetece escucharla (merece mucho la pena, creedme): https://www.radiofftherecord.com/2021/04/22/7581/

La propia Laura, en su cuenta de Instagram, dijo que “esta es una novela que ya hemos leído”, en clara referencia a esas historias que se están escribiendo sobre esa temática. Pero no lo hizo como una crítica negativa. De hecho, su opinión sobre el libro, tal y como me confesó en su librería, es muy, muy buena. Sobre el libro y, sobre todo, sobre el estilo de Marta. Que es joven, sí (nacida en el 90). Que es su primera novela, sí (quién lo diría). Que no ha traído una historia distinta a todas las demás (¿puede ocurrir eso?), pero que sí nos trae una muy buena novela, muy bien escrita, muy original en el planteamiento y, lo que a mí más me ha gustado, real, tierna y anclada a los recuerdos de infancia y juventud de, al menos, todos los que compartimos edades similares (yo nací en el 85).

Creedme si os digo que he vuelto a mi niñez una y mil veces mientras leía. Que he recordado las Noches de Reyes, flipando al leer sobre esos Kinder Schoko Bons que solo asocio a ese momento de mi vida. Los juegos infantiles. Los enfados por nadas que eran todo. Lo compartido con los primos, que son nuestros primeros amigos. Las conversaciones con adultos, algunos que nos entendían y otros que, no tanto. El (necesario) aburrimiento. Las películas y canciones de Disney. Las rajas de melón en el verano. La familia. Tantos hilos que me han unido a la historia de Marta…

Creedme si os digo que he vuelto a mi adolescencia una y mil veces mientras leía. Que he revivido las angustias del instituto. La vergüenza. La timidez. Los primeros amores. Los primeros besos. Las mentirijillas. La fuerza que adquirían los abrazos de los amigos y amigas. Las fiestas en casas. Los primeros tragos. Los primeros miedos. Las primeras veces. Los primeros siempres, aunque fueran perecederos.

Y, así, en ese paso de sabernos pequeños a creernos grandes, nos hacemos adultos. Y, también, creedme si os digo que he vuelto a mi primera etapa de adultez (¿la adultez tiene etapas?) una y mil veces mientras leía. La universidad. Cómo las relaciones cobran otro sentido. Cómo queremos huir del nido, aunque no nos atrevamos. Cómo pensamos que podemos con todo mientras nos tiemblan las canillas. Las decisiones. Cómo empezamos a comprender de verdad lo que es el sufrimiento en las desilusiones, las traiciones y, sobre todo, en las pérdidas. Incluso, casualidad, he revivido mi Erasmus en la misma ciudad donde la hace la protagonista: Florencia.

Marta, la protagonista, me ha gustado. Mucho. Pero, del mismo modo, me ha gustado muchísimo Belaundia Fu, su amiga imaginaria y narradora en una segunda persona que es una primerísima persona. Y, sobre todo, me he enamorado de la abuela y me he emocionado con un homenaje tan bonito sobre el papel de las abuelas. Yo perdí a las dos hace ya mucho (demasiado), y las he recordado gracias a esos actos, a esas conversaciones, a esa complicidad. Y, también, perdí a mi madre hace ya casi seis años (mucho más que demasiado) y, aunque no fuera abuela en la definición, lo era en la acción, en su forma de ser, de cuidar, de comprender y de querer. Y sí, Marta Jiménez afirma que es un regalo haber compartido veintidós años con la abuela, y me parece un buen punto de vista. Tanto que, aunque me parezca horrible haber podido disfrutar de mi madre solo veintinueve años, leer esa frase consuela, aunque sea un poco.

Dicho esto (como si fuera poco), voy con lo que más y lo que menos me ha gustado del libro.

Lo que más me ha gustado: está claro, ¿no? Revivirme. Haber podido recuperar tantos momentos que, al fin y al cabo, me han hecho ser quien soy y estar donde me encuentro. Saberme en todas esas vivencias, reconocerme, abrazarme, comprenderme mejor. Gracias por eso, Marta.

Lo que menos me ha gustado: creo que la razón podría ser, precisamente, que es un libro con un lenguaje muy poético y plagado de recursos propios de la poesía, pero ha habido algunas estructuras que se me han hecho un poco repetitivas. Es lo único que puedo decir como algo que me haya gustado un poco menos. 

Mi sensación final es que estoy muy agradecido a Marta por escribirlo, a Casa del Libro por regalármelo y a Laura Riñón por decirme que no lo dejara. Porque me ha reconfortado mucho esta historia. Porque ese reflejo de mí mismo en el agua de una piscina lo he revivido tantas veces en mi vida real (muchas, muchas horas en piscinas) que me ha encantado asomarme, de nuevo, a él, a mí, a nosotros. Y porque, aunque me duela (mucho) siempre me gusta recordar a mi madre, porque ella fue Belaundia, Anuncia, Martín, Gabriel y todas las personas que lograron que mi vida, al menos la que llega hasta hoy, haya estado repleta de momentos que merece la pena vivir una y mil veces. 

“Vejez, divino tesoro. La juventud la tiene cualquiera”.

Marta Jiménez Serrano, Los nombres propios

Crítica: El columpio de Madame Brochet

Título: El columpio de Madame Brochet

Autor: Beatriz Osés

Ilustrador: Emilio Urberuaga

Editorial: Edebé

Sigo conociendo más y mejor a Beatriz Osés y, cuanto más la conozco, más me gusta.

Y no solo me refiero a seguir leyendo libros suyos, que me encanta, sino, también, a haberla conocido en persona por fin gracias al Club de Lectura Infantil que organizo en la Librería Taiga y de seguir estrechando los lazos de la amistad que ya nos unen.

Hay que reconocer que, entre mucho sinsentido, las redes sociales nos traen, de vez en cuando, regalos en forma de personas, como ha sido el caso de Beatriz.

Este libro, que fue un regalo que me hizo, con dedicatoria incluida, ha sido una delicia. Si bien, en lo que se refiere a narrativa, me inicié en la pluma de Beatriz con “Benjamin Wilson y el caso de la mano maléfica” y me gustó mucho, esta historia, en mi opinión, la supera.

Me parece mucho más completa, absolutamente redonda, como un círculo anudado en los extremos. También me parece más divertida, más original, más entretenida y, en definitiva, mucho más libro. No en vano, fue finalista del Premio Edebé en 2016 y del Premio Nacional en 2018. Desde luego, es un libro que lo merece.

Mientras lo leía, se me iba formando una sonrisilla al pensar en algo que he confirmado nada más leer la última palabra y que le he comentado a Beatriz en seguida: si me dijeran que se ha descubierto una historia inédita de un autor que me encanta y me hubieran dado este libro para que lo leyera, no habría duda. Habría pensado que es una historia escrita por Roald Dahl.

Puede que suene atrevido. Roald Dahl es mucho Roald Dahl. Pero lo cierto es que, manteniendo el estilo ya muy reconocible para mí de Beatriz Osés, he descubierto muchos de los rasgos del genial escritor galés. Elhumor (a raudales); el protagonismo absoluto de los niños; la maldad de los adultos, especialmente de los padres; la pizca de magia… Muy en la línea de las mejores historias de Dahl, lo cual tiene un mérito inconmensurable, como os podréis imaginar.

Siempre digo que un buen libro infantil o juvenil tiene que ser capaz de gustar, también, al público adulto. Al menos en mi caso, Madame Brochet me ha enamorado de principio a fin, por lo que estoy segurísimo de que les encantará a los más peques.

De nuevo, las ilustraciones vienen de la maravillosa mano de Emilio Urberuaga, mejorando aún más este libro.

Una historia más que va a la lista de recomendaciones para mis alumnos.

Lo que más me ha gustado: ya que he leído casi todo de Roald Dahl, ha sido un regalazo poder revivir esas lecturas que tanto disfruté, sabiendo, además, que estaba leyendo a una amiga como Beatriz.

Lo que menos me ha gustado: ni una coma le cambiaría. Es una historia de diez.

¿Conocíais a la autora? A los que no, ¿creéis que lo haréis algún día?

Gracias y un abrazo para todos.

“¡Después de tantos años, su deseo se había cumplido al fin!”.

Beatriz Osés en “El columpio de Madame Brochet”.

Crítica: Mexicana

Título: Mexicana

Autor: Manuel Arroyo-Stephens

Editorial: Acantilado

Acantilado siempre acierta con sus títulos. Es un verdadero lujo saber que, aun en estos tiempos, sigue habiendo editoriales que apuestan por la calidad de lo que publican. Si a esa certeza le sumamos lo bien que editan (aún no he visto ningún libro suyo ni mal editado ni poco atractivo en lo estético).

Este “Mexicana” me llamó la atención sin saber muy bien por qué. No sabía de qué trataba ni conocía al autor (personaje con una biografía muy, muy interesante, por cierto), pero leí unas pocas palabras de la contra y supe que quería leerlo: 

“Homenaje personalísimo a México y su abrumadora capital, a su pasado y su presente, a sus sabores, olores y colores, a sus cielos, tierras y mares, y, sobre todo, a sus personajes, propios y adoptivos, con quienes el autor tuvo la suerte de cruzarse durante los años que vivió entre México y España”.

Esta presentación, sumado a una portada tan preciosa y a saber, como digo, que Acantilado nunca defrauda, me hicieron querer leerlo. Y lo leí. Y no me equivoqué ni un poco en mi sospecha de que sería una muy buena lectura, y afirmo que lo es por varias razones.

Porque México es un país fascinante que me muero por descubrir, y con este libro se está en México. Los lugares, las costumbres, la gastronomía, el habla (cualquiera diría que el autor no vivió toda su vida en México), la fauna… Es impresionante la capacidad descriptiva de Manuel Arroyo-Stephens, de quitarse el sombrero.

Porque el lenguaje es ese lenguaje que sabéis que me gusta tanto. Un lenguaje cuidado, poético, estudiado. Siempre he creído que los autores latinoamericanos cuidan más el castellano que nosotros mismos y, aunque el autor de “Mexicana” nació en Bilbao, su estilo, al menos en este libro, es más cercano a ese otro lado del océano. Y, en mi opinión, es todo un acierto. Os pongo por aquí una pequeña muestra, porque son fragmentos de una belleza extraordinaria:

“Por muy luminoso que sea, el mar siempre es triste. Hay algo en él que recuerda a la muerte, que de algún modo la hace presente. Su inmensidad es pretenciosa, resulta excesiva. Cuando uno mira el mar más de quince minutos siente que piensa algo profundo”.

“Me quema ahora el recuerdo. ¿Cómo iba a saber hasta qué punto esta memoria reciente iba a llenarlo todo, sin dejar sitio al reposo ni al sueño? Debí haberlo previsto, y en parte lo hice. Por eso el intento, quizá para ti desconcertante y contradictorio, por defenderme de ti, por defenderte de mí. Ese culto continuo al pudor y a la distancia. Hacer y sentir como si no se hiciese ni se sintiese nada”.

¿No os parece un lenguaje precioso?

También es buena lectura porque los personajes son casi magnéticos. Desde aquellos que son “simples” lugareños, amigos del autor o producto de su literatura, a esos que se redescubren gracias a su memoria. Ocurre con la gran Chavela Vargas, redescubierta y traída a España por el propio Arroyo-Stephens (os dije que su biografía era muy interesante), y a quien he querido acercarme para conocer mejor su vida y su música; y ocurre con Manuel Ulacia Altolaguirre, poeta y nieto de Manuel Altolaguirre.

Otro punto que me ha encantado es que aparezca Madrid. Ya he dicho en varias ocasiones que me hace muy feliz ver mi ciudad en los libros que leo.

Hablaría mucho más sobre la belleza y la rotundidad de este libro. De lo que lo he disfrutado. De la facilidad con la que a vertido una buena parte de México en mi sangre, el hambre de comida mexicana que me ha dado, incluso la necesidad de brindar con tequila. Y todo, amigos y amigas, a través de la lectura. De estas ciento seis páginas con música de mariachis y boleros; con ruido de cantina y tormenta; con aroma a totopos y picante.

Qué inmensidad se siente cuando te encuentras con un buen libro. 

Aquí os quiero contar el cambio que he decidido hacer en mis reseñas. Llevo varias en las que me doy cuenta que, al hablar de puntos fuertes, me repito, pues ya los he dejado claros al hablar del libro. Por ese motivo, a partir de ahora solo incluiré lo que más y lo que menos me ha gustado.

Lo que más me ha gustado: la sensación real de haber estado en todas las localizaciones de las que habla el libro, de haberme sentido mexicano mientras leía, de haber sentido la necesidad (como veis en la foto) de comer comida mexicana; haberme empapado de la cultura del país azteca. Que un libro pueda conseguir todo eso es una gran parte de la magia de la literatura.

Lo que menos me ha gustado: por decir algo, encontrarme un “éstos” así, con tilde. 

Mi sensación final es que sigo pensando que las editoriales como Acantilado son absolutamente necesarias. Lo son por estar fuera de modas, de no pensar solo en cuántos libros podrán vender (cantidad), sino en la calidad de lo que publican. Sin estas editoriales, estoy seguro, nos quedaríamos sin conocer historias maravillosas de autores maravillosos, como es el caso de esta. Gracias.  

“México es el país donde todo es lo mismo, solo que es distinto”.

Manuel Arroyo-Stephens, Mexicana

Crítica: El amante

Título: El amante

Autor: Marguerite Duras

Editorial: Austral Mini

Uno de los regalos que la literatura y las redes me han traído ha sido la amistad virtual con Kim Thúy. Ella fue quien me recomendó, entre otros, este libro. Lo hizo porque le dije que me estaba enamorando de Vietnam y Marguerite Duras, nacida en Saigón, en la antigua Indochina Francesa, podría hacerme viajar por esas tierras tan atrayentes.

Fui a la librería y encargué esta edición, sencilla y muy barata, que, seguramente, no sea la mejor que hay, aunque me alegro de haber elegido esta.

Lo primero que tengo que decir es que no me ha parecido gran cosa.

No sé si se debe a que no me ha gustado, sin más; a que esperaba mucho más; o a que mi “momento oriental” está llegando a su fin, pero, no. No me ha gustado.

Es cierto que es una historia que tiene un argumento atractivo y que, por supuesto, las localizaciones son maravillosas, pero hay varios aspectos que han supuesto que me haya resultado una lectura algo pesada y que, en definitiva, no sea un libro que me haya gustado mucho.

Lo peor de todo, y creo que es algo bastante significativo, es que, para ser un libro tan corto, se me ha hecho muy largo. Apenas 129 páginas en formato bolsillo y me ha costado mucho leerlo…

Durante la lectura, además de que es una historia de la que no puede sacarse mucho, he tenido la sensación de que se quedaba a medias entre la literatura oriental y la occidental. Me explico. Por lo poco que he leído a autores orientales, es un rasgo común en muchos de ellos y ellas escribir con frases cortas, sencillas, pero muy bien cuidadas. No incluir ninguna palabra que no sea absolutamente necesaria. Estructurar los libros en párrafos cortos y detallados. Aquí, esa estructura se da (o se intenta), pero no consigue el mismo resultado. Al menos, no lo ha conseguido conmigo.

Es una historia, desde mi punto de vista, lenta, repetitiva, aburrida en muchas partes, con saltos que sacan de la lectura… Y me da mucha pena, la verdad, porque lo empecé con muchísimas ganas, pero se ha ido desinflando hasta que he terminado leyéndolo en diagonal para terminarlo lo antes posible.

Además, se suma que la traducción no es muy allá (lo barato, al final, ya se sabe). Además de varias erratas, el leísmo termina por hacer daño en los ojos. Es tan evidente que, en la misma frase, se usa “le” como el masculino de “la”, lo cual es siempre es un error. Si el femenino es “la”, el masculino será siempre “lo”. Y si, por el contrario, el uso correcto es “le”, lo es para ambos géneros. Como ejemplo, este fragmento del libro:

“Sabía que la miraba. Ella también le miraba […]. Y después, al final, ya no le vio”.

Aunque haya casos y dialectos en lo que el leísmo se acepta, no me parece muy apropiado que un escritor o traductor tengan tal confusión. Llamadme exigente…

Dicho esto, ahí voy con mi análisis.

Puntos fuertes:

La localización: países tan bonitos como Vietnam siempre merecen la pena ser leídos, aunque creo que podría haberse descrito de una forma mucho mejor.

La extensión: visto que se me ha hecho una lectura muy larga, lo cierto es que agradezco que tenga una extensión tan breve. 

Lo que más me ha gustado: leer algo de una autora a la que quería conocer, a pesar de que este primer contacto no haya sido como esperaba.

Lo que menos me ha gustado: tal y como he dicho, cuando una lectura tan breve se hace tan larga… 

Mi sensación final es que, por el momento, Marguerite Duras no será una autora a la que vuelva a leer. Tendré que volver a leer más literatura oriental (aún me queda uno de Kim Thúy sin leer) para ver si sigo en esa “fiebre” oriental o si ya se ha acabado hasta nuevo aviso. Aun así, como siempre, me gusta leer a nuevos autores de los que poder opinar. 

“Nunca he escrito creyendo hacerlo, nunca he amado creyendo amar, nunca he hecho nada salvo esperar delante de la puerta cerrada”.

Marguerite Duras, El amante

Crítica: Mãn

Título: Mãn

Autor: Kim Thúy

Editorial: Periférica

Hay amores que crecen con el paso de tiempo y con la insistencia, y eso es lo que me pasa con Kim Thúy y con Periférica.

Mi idilio con esta editorial no es tan reciente. Todo lo que he leído suyo me ha encantado, y sigo pensando que es una forma de editar casi perfecta. Libros bonitos, en la misma línea, con ese rojo tan atrayente, cómodos, ligeros… Me encantan, qué os voy a decir.

En cuanto a la autora, si con “Ru” https://jorgepozosoriano.com/2021/02/14/critica-ru/ descubrí a esta autora vietnamita (qué agradecido le estoy a esta fiebre oriental lectora) y pensé que leería más libros suyos, con “Mãn” lo he confirmado. Tengo algunas lecturas pendientes que me apetece mucho hacer (hoy mismo empezaré con “Territorio de luz”, de Yuko Tsushima), pero el tercer libro de Thúy, “Vy”, no tardará en llegar. Además, justo ayer, Periférica subió a su Instagram una publicación sobre esta maravillosa autora y anunciaron que, en septiembre, publicarán “Em”, su nueva novela. Sabéis quién se la leerá en cuanto salga, ¿verdad? (Por cierto, me encanta los títulos tan escuetos como cargados de significado, porque así es la literatura de Kim Thúy).

En esta novela se cuenta, de esa forma tan poética y cuidada de esta autora, la historia de “Mãn”, una inmigrante vietnamita en Canadá (como la propia Thúy) que encuentra su lugar en el mundo gracias a la amistad (qué personaje más bonito el de Julie), el amor (lo que me gusta encontrarme historias de amor reales y no las tan prefabricadas de muchos libros tan de moda) y, sobre todo, la cocina. Y, a través de la cocina, se nos muestra Vietnam, su Vietnam, sus sabores, olores, recuerdos, vivencias… Y qué forma tan bonita de viajar a Vietnam y al interior y a niñez de una autora como Thúy.

Una vez más, sin pretensiones. Con una pluma delicada y exacta, con un lenguaje medido al detalle, con una sencillez tan complicada de conseguir que casi no se encuentra en ninguna novela. 

La estructura, esta vez, es algo distinta. La historia se cuenta desde términos que aparecen en vietnamita y en español (muchos, relacionados con ingredientes y comidas) y a través de los cuales se estructura la vida de “Mãn”. Muy original y, en mi opinión, muy acertado.

Como habréis imaginado, sí. Una vez más… MA-RA-VI-LLA.

Dicho esto, ahí voy con mi análisis.

Puntos fuertes:

La delicadez: es muy difícil escribir prosa con tanta poesía y que no sea un error enorme. La poesía es poesía y la prosa, prosa. Mezclarlas, casi siempre (y a no ser que se tenga un dominio absoluto de ambas), supone un texto complicado de leer. No es el caso. Esta prosa tan poetizada de Kim Thúy es perfecta. Al menos, para mí, lector asiduo de poesía.

La estructura: una vez más, como he dicho, la estructura me parece un acierto. Leer pequeños fragmentos que van hilando una historia tan dulce como la de la protagonista ayuda a que la lectura sea tranquila, a que tenga la pausa necesaria para leer a esta autora, experta en esa pausa. 

El enamoramiento: lo puedo decir sin riesgo a equivocarme: Kim Thúy se ha convertido en una de mis escritoras favoritas. No tengo ninguna duda al respecto.

Vietnam: es un país que conozco muy poco, pero que siempre me ha fascinado. Por esa razón, encontrar tantos fragmentos de Vietnam en los libros de Thúy es un regalo que estoy disfrutando como un niño pequeño.

Lo que más me ha gustado: vuelvo a decir lo que dije al leer “Ru”: el lenguaje. No conozco muchos libros cuyo lenguaje me enamore de esta forma. Por decir algo distinto en cuanto a un aspecto que me ha gustado mucho, la forma en la que se trata la amistad y el amor me han encantado.

Lo que menos me ha gustado: imposible apuntar nada en este punto. Una auténtica delicia de lectura. 

Mi sensación final es esa que os digo. Kim Thúy ha llegado a mi vida para quedarse, y haré que llegue a la vida de más personas recomendándola y regalándola.  

“Me saludó con el entusiasmo de una arqueóloga que hubiese descubierto la huella del primer beso”.

Kim Thúy, Mãn

Título: Mãn

Autor: Kim Thúy

Editorial: Periférica

Hay amores que crecen con el paso de tiempo y con la insistencia, y eso es lo que me pasa con Kim Thúy y con Periférica.

Mi idilio con esta editorial no es tan reciente. Todo lo que he leído suyo me ha encantado, y sigo pensando que es una forma de editar casi perfecta. Libros bonitos, en la misma línea, con ese rojo tan atrayente, cómodos, ligeros… Me encantan, qué os voy a decir.

En cuanto a la autora, si con “Ru” https://jorgepozosoriano.com/2021/02/14/critica-ru/ descubrí a esta autora vietnamita (qué agradecido le estoy a esta fiebre oriental lectora) y pensé que leería más libros suyos, con “Mãn” lo he confirmado. Tengo algunas lecturas pendientes que me apetece mucho hacer (hoy mismo empezaré con “Territorio de luz”, de Yuko Tsushima), pero el tercer libro de Thúy, “Vy”, no tardará en llegar. Además, justo ayer, Periférica subió a su Instagram una publicación sobre esta maravillosa autora y anunciaron que, en septiembre, publicarán “Em”, su nueva novela. Sabéis quién se la leerá en cuanto salga, ¿verdad? (Por cierto, me encanta los títulos tan escuetos como cargados de significado, porque así es la literatura de Kim Thúy).

En esta novela se cuenta, de esa forma tan poética y cuidada de esta autora, la historia de “Mãn”, una inmigrante vietnamita en Canadá (como la propia Thúy) que encuentra su lugar en el mundo gracias a la amistad (qué personaje más bonito el de Julie), el amor (lo que me gusta encontrarme historias de amor reales y no las tan prefabricadas de muchos libros tan de moda) y, sobre todo, la cocina. Y, a través de la cocina, se nos muestra Vietnam, su Vietnam, sus sabores, olores, recuerdos, vivencias… Y qué forma tan bonita de viajar a Vietnam y al interior y a niñez de una autora como Thúy.

Una vez más, sin pretensiones. Con una pluma delicada y exacta, con un lenguaje medido al detalle, con una sencillez tan complicada de conseguir que casi no se encuentra en ninguna novela. 

La estructura, esta vez, es algo distinta. La historia se cuenta desde términos que aparecen en vietnamita y en español (muchos, relacionados con ingredientes y comidas) y a través de los cuales se estructura la vida de “Mãn”. Muy original y, en mi opinión, muy acertado.

Como habréis imaginado, sí. Una vez más… MA-RA-VI-LLA.

Dicho esto, ahí voy con mi análisis.

Puntos fuertes:

La delicadez: es muy difícil escribir prosa con tanta poesía y que no sea un error enorme. La poesía es poesía y la prosa, prosa. Mezclarlas, casi siempre (y a no ser que se tenga un dominio absoluto de ambas), supone un texto complicado de leer. No es el caso. Esta prosa tan poetizada de Kim Thúy es perfecta. Al menos, para mí, lector asiduo de poesía.

La estructura: una vez más, como he dicho, la estructura me parece un acierto. Leer pequeños fragmentos que van hilando una historia tan dulce como la de la protagonista ayuda a que la lectura sea tranquila, a que tenga la pausa necesaria para leer a esta autora, experta en esa pausa. 

El enamoramiento: lo puedo decir sin riesgo a equivocarme: Kim Thúy se ha convertido en una de mis escritoras favoritas. No tengo ninguna duda al respecto.

Vietnam: es un país que conozco muy poco, pero que siempre me ha fascinado. Por esa razón, encontrar tantos fragmentos de Vietnam en los libros de Thúy es un regalo que estoy disfrutando como un niño pequeño.

Lo que más me ha gustado: vuelvo a decir lo que dije al leer “Ru”: el lenguaje. No conozco muchos libros cuyo lenguaje me enamore de esta forma. Por decir algo distinto en cuanto a un aspecto que me ha gustado mucho, la forma en la que se trata la amistad y el amor me han encantado.

Lo que menos me ha gustado: imposible apuntar nada en este punto. Una auténtica delicia de lectura. 

Mi sensación final es esa que os digo. Kim Thúy ha llegado a mi vida para quedarse, y haré que llegue a la vida de más personas recomendándola y regalándola.  

“Me saludó con el entusiasmo de una arqueóloga que hubiese descubierto la huella del primer beso”.

Kim Thúy, Mãn

Crítica: Mi padre y su museo

Título: Mi padre y su museo

Autor: Marina Tsvietáieva

Editorial: Acantilado

Conocer la vida familiar y, por tanto, personal de aquellos a quienes se admira siempre aporta una visión más profunda de su obra. Si, además, la forma de conocerla es a través de una literatura tan potente como la de Marina Tsvietáieva, aún es mucho mejor.

Conocí a esta autora gracias a mi siempre buen consejero de poesía. “Lee a la Tsvietáieva y a la Ajmátova, te van a encantar”. Y así hice. Es más, compré un libro de con poemas de ambas, “El canto y la ceniza”, y lo voy leyendo poco a poco. Aunque la estructura de esta poesía rusa me resulta bastante diferente a la poesíaescrita en español, son dos poetas espectaculares, reconocidas como las dos grandes poetas rusas del siglo XX.

Por esa razón, tuve que hacerme con este “Mi padre y su museo”, tan maravillosamente editado por una de mis editoriales favoritísimas: Acantilado (¿se puede editar más bonito?).

Ingreso hospitalario por medio, me lo he leído en un par de ratos. Es un libro muy breve (78 páginas) en el que Marina Tsvietáieva nos presenta a su padre, Iván Tsvietáiev, y toda su vida a través de la creación del Museo de Bellas Artes de Moscú (actual Museo Pushkin). Y qué forma más preciosa de hablar de él, qué lenguaje, cuánta poesía cabe en un texto que no es poético y que, además, se basa en unos cuantos relatos cortos.

Siempre he tenido claro que un buen poeta puede ser buen novelista (algo que no es tan fácil de conseguir a la inversa), y esta es una prueba más de que alguien que escribe poesía como lo hace Marina Tsvietáievaes muy capaz de escribir prosa de una forma sublime, valiéndose de toda su fuerza poética, como es el caso.

Una muy buena lectura que he hecho entre mis ahora mismo habituales lecturas orientales (a las que volveré en seguida), y una forma estupenda de conocer mejor a esta autora tan importante en la literatura universal. Muy, muy recomendado.

Mención especial para la traductora, Selma Ancira (me han dado un tirón de orejas por no citarla y añado estas palabras para arreglarlo). Si bien Marina Tsviétaieva tiene toda la literatura del mundo en sus manos, es, del mismo modo, muy valioso el trabajo de quien traduce su lenguaje al castellano.

Dicho esto, ahí voy con mi análisis.

Puntos fuertes:

El lenguaje: con lo que me gusta la poesía y lo complicado que es encontrar un lenguaje poético en prosa que no canse ni dé evidencias de ese “quiero y no puedo” que aparece en tantas ocasiones, encontrar una lectura así de agradable es un regalo.

La edición: no voy a descubrir a estas alturas que Acantilado es una de las grandes editoriales del panorama nacional actual. Saben muy bien qué editan, a quién editan y cómo editan, y aciertan siempre en esas decisiones. Este libro es una preciosidad tanto por fuera como por dentro, algo que siempre se agradece. 

La historia rusa: aunque la brevedad de los relatos no da para profundizar demasiado, sí hay un buen reflejo de cómo era la sociedad rusa de la época, sus costumbres, su forma de vida, su manera de ser. Curioso como soy, me pica un poco leer algo más sobre esa parte de la historia.

La cultura: aunque hay un personaje que fue real (como todos los que aparecen) que se quejaba de que se construyeran museos y no escuelas, laboratorios o maternidades (necesarias, también, obviamente), qué suerte que hayan existido en la historia personas como Iván Tsvietáiev, que dieran casi su vida por apostar por la creación de museos y el auge de la cultura.

Lo que más me ha gustado: que es un libro conciso, breve, con lo justo para saber más sobre la autora y, en este caso, su padre (y su familia), además de, como ya he dicho, el lenguaje tan cuidado esta poeta rusa.

Lo que menos me ha gustado: que ahora me han entrado unas ganas terribles de leer “Mi madre y la música”, donde Marina Tsvietáieva habla de su madre. Me tendré que hacer con él… 

Mi sensación final es que me hace muy feliz descubrir que no solo se edita lo que va a vender, sino que hay editoriales independientes que siguen apostando por la calidad. La tarea de Acantilado es absolutamente necesaria para que podamos seguir acercándonos a maestros y maestras de la literatura, para que no nos despeguemos de los grandes escritores y escritoras, para que podamos aprender de quienes han dejado escritas tantas palabras que merecen ser leídas.  

“Todos han muerto ya, y yo debo contarlo”.

Marina Tsvietáieva, Mi padre y su museo

Crítica: Apostasía

Título: Apostasía

Autor: Antonio Díaz Mola 

Editorial: Pre-textos

Me vais a decir que siempre digo lo mismo, pero es la realidad. Si tengo que preguntarle a alguien sobre qué libros de poesía leer, ese es Manuel Francisco Reina. Y, si hay alguien que siempre acierta en las recomendaciones, es él. Precisamente porque sabe “un poquito” de poesía, me fío a ciegas. De hecho, una vez más, ha acertado de pleno.

Este poemario, “Apostasía”, ganador del XII Premio de Poesía Joven RNE-Fundación Montemadrid, es un muy buen poemario, al menos en mi humilde opinión. Y lo es porque, detrás de él, hay un muy buen poeta. Un poeta bastante joven, todo sea dicho. Pero no un poeta joven de los que abundan ahora y cuyos referentes son Mr. Wonderful y las frases de los azucarillos (ya sabéis que hago bastante referencia a estas dos fuentes de “literatura”), sino otros, como el propio Reina o, tal y como cita en algunos de sus versos, Catulo, Machado, Byron o Juan Ramón Jiménez. Y, ay, amigos y amigas, cuánto se nota siempre lo leído en lo escrito.

Estudiante de Filología Hispánica (cuánto se nota siempre lo estudiado en lo escrito), Antonio Díaz Mola nos trae un poemario personal, con un lenguaje muy cuidado, sencillo en la mayoría de sus versos (sencillo el lenguaje empleado), pero con un punto más de cultismo, de elaboración, de conocimiento. Para mí, un lenguaje muy bien medido y compensado. Su primer poemario publicado, y vaya forma de entrar en este mundo tan complicado. Con un premio más que merecido y, sobre todo, con una poesía de calidad, de emoción, de rasguño y de caricia. Además, estoy seguro, una poesía que llega desde el estudio, la lectura, la humildad y el respeto por el género. En definitiva, una mezcla de ingredientes muy bien seleccionados y cocinados con mano detallista y cuidadosa. 

No me cabe duda de que Díaz Mola dará mucho que hablar y ya os aseguro que leeré todo lo que escriba. Porque, sí, amigos y amigas, aquí hay un POETA.

Dicho esto, voy con mi análisis con lo que más y lo que menos me ha gustado del libro.

Puntos fuertes:

El “nacimiento”: me alegra, y me alegra mucho, ver que sí hay poetas jóvenes a quienes se puede llamar poetas. Antonio Díaz Mola lo es. Este libro es la prueba evidente. Y, además, es un tío muy majo, muy cercano, muy humilde y muy agradecido, y eso, como sabréis, no es lo habitual y es algo que siempre suma.

La “inclusión”: es una sorpresa descubrir a un autor y, después de leerlo, contactar por redes (algo bueno tienen) y crear cierta relación de amistad o, al menos, una unión en lo literario. Con Antonio, como me ha pasado con Raquel Lanseros, Pedro Mañas o Beatriz Osés, me quedo ya para siempre. ¿Será que ser buena gente suma a la hora de escribir bien?

El tema: a mí, que no me suele gustar nada la poesía mística, esta apostasía me ha parecido (disculpad el término), una bendición. Sin faltar al respeto de quien sí cree (solo faltaba), el poemario transcurre a lo largo de una puesta en duda de algunos dogmas cristianos, de ciertos imperativos y determinadas obligaciones. Muy bien escogido (el título, además, es una maravilla) y muy bien resuelto.

El premio: que se premie a un autor que no había publicado antes y comprobar que no ha sido por méritos ajenos ni digitales, sino por su propia valía, es muy de agradecer. Por premios así, seguimos teniendo la oportunidad de descubrir a nuevos poetas como el que nos ocupa.

La edición: no voy a descubrir nada nuevo, pero la edición de Pre-textos es una preciosidad. Ese color vino tinto y esa textura de la cubierta, sumado a un interior muy bien cuidado, nos regala un libro muy bonito por dentro y por fuera.

Lo que más me ha gustado: creo que me quedo con esa felicidad que me da que hay poetas jóvenes que beben de la tradición y los maestros y que escriben con mimo, oficio y humildad. Del mismo modo que critico a esos escritores “wonderfulizados”, creo que es obligación poner donde se merecen a autores como Antonio Díaz Mola. Os traigo algunos de los versos que más me han gustado:

De “Dios”:

“Todos los dioses siguen siendo iguales.

No han cambiado, no es tiempo de tal cosa

y cuentan el sermón desde la cima”.

De “Confesión”

“Tenemos una vida por delante

y, si me apuras,

una muerte constante en darnos calma”.

Si queréis conocer más, el libro es una MA-RA-VI-LLA (qué bien leo últimamente) y os recomiendo a todos haceros con él, ya me lo agradeceréis.

Lo que menos me ha gustado: la única pega que le pongo, por decir algo, es que no será un libro fácil de encontrar en librerías, que le costará mucho hacer buenas ventas porque no es un libro comercial ni lo ha escrito un autor mediático. Eso, ya sabéis, me da mucha rabia. Porque poemarios así tendrían que estar en las secciones de poesía del mayor número posible de librerías. 

¿Conocéis al autor? Si no es así, ¿buscaréis leer algo suyo?

¡Un abrazo!

“Ahí es donde imagino el principio

del lenguaje: querer nombrara el mundo

en un poema al filo del silencio”.

 “No habrá más paraíso que el paisaje”, Antonio Díaz Mola

Crítica: Kitchen, Banana Yoshimoto

Título: Kitchen

Autor: Banana Yoshimoto

Editorial: Tusquets

No sé por qué he tardado tanto en adentrarme más en la literatura oriental, pero, supongo, lo que cuenta es que, por fin, lo he hecho. Qué bien que no me he limitado solo a Murakami, porque estoy descubriendo verdaderas joyas.

Este “Kitchen” fue un regalo (otro) de Laura, la excepcional librera de “Amapolas en octubre” (escritora, también). Una mañana de paseo (una de las mejores medicinas que estoy auto-administrándome en esta etapa), quise hacerle una visita. “¿Qué te apetece”, me dijo. “ “Estoy completamente en modo oriental”, respondí. Me dio dos libros. “Territorio de luz”, de Yuko Tsushima (lo leeréen breve) y “Kitchen”. “Es maravilloso”, añadió. Como siempre, no lo dudé. Pocas libreras recomiendan tan bien como esta vendedora de amapolas y sueños. No me equivoqué. No se equivocó. Es absolutamente maravilloso.

El libro se compone de dos relatos. El primero, “Kitchen” es precioso y tiene tres protagonistas de los que es imposible no enamorarse. El segundo, “Moonlight shadow”, que no comprendí muy bien porque no fui consciente hasta que llevaba varias páginas de que el libro contenía dos relatos diferentes, lo es más aún. Más breve, más intenso y, sí, más precioso. Pocas veces un libro me ha emocionado hasta la lágrima, y este lo ha conseguido. También es verdad que toca un tema, el de la muerte de un ser querido, que me arrastra, pero qué bien lo trata. Qué forma más delicada tienen los autores orientales de hablar de la muerte. Un aprendizaje, desde luego.

Banana Yoshimoto no la conocía. Ya os digo que estoy empezando a interesarme más por descubrir autores orientales. Creo que la lectura, al menos para quienes leemos mucho, va por etapas. Que lo que disfrutábamos mucho hace unos meses no nos satisface tanto tiempo ahora. Que algo que no nos apetecía nada antes nos acaba obsesionando y buscamos leerlo todo lo posible. Que volvemos a eso que dejamos. Que dejamos eso a lo que habíamos vuelto. Yo soy muy de obedecerme en todo lo que puedo, y, si el cuerpo me pide literatura oriental, es justo lo que le voy a dar.

Por el momento, he leído, del tirón, a Aki Shimazaki, a Kim Thúy y a Banana Yoshimoto, y tengo esperando el que mencioné antes de Yuko Tsushima y otro de Thúy (autora vietnamita que me enamoró desde la primera palabra suya que leí). Y seguiré en esta línea hasta que se me rasguen los ojos, porque me está encantando.

Dicho esto, ahí voy con mi análisis.

Puntos fuertes:

El tema: no es un secreto que me gusta leer sobre la tristeza, sobre el dolor, sobre la muerte… Sobre temas que me sacudan, que me emocionen, que me hielen. La forma en que tienen los autores orientales de tratar la muerte es única. Lo bonito que escriben, el estilo tan cuidado que tienen y esa cultura que tanto me atrae hacen que sea sano leerlos, casi terapéutico. Para mí, lo ha sido. He visto a mi madre en cada página que he leído, y eso es un auténtico regalo.

La extensión: también estoy en un momento en el que no me apetece leer libros demasiado extensos. La extensión de estos dos relatos es perfecta. Casi son fábulas. Justo lo que necesitaba. 

La esencia japonesa: esto también lo sabéis ya. Sabéis que la cultura (y la literatura) japonesa me atraen muchísimo, y esta historia es muy, muy japonesa.

El lenguaje: como los buenos autores japoneses, Banana Yoshimito hace un uso precioso del lenguaje. Cuidado en las descripciones y en los diálogos. Poético. Genial.

La puntuación: esto puede ser algo un tanto trivial para algunos, pero yo soy muy, muy, muy pesado con la puntuación al escribir. Sobre todo, con las comas. Y esta traducción está muy bien puntuada, con todas las comas en su sitio, y eso me hace muy feliz.

Lo que más me ha gustado: claramente, haber podido revivir a mi madre a lo largo de todo el relato “Moonlight shadow”, para mí, mucho más potente que el propio “Kitchen”, que da título al libro. Qué regalo más bonito…

Lo que menos me ha gustado: por decir algo, el formato. No me gusta mucho leer en bolsillo, y es una edición funcional, pero nada bonita. 

Mi sensación final es que estoy encantado de poder disfrutar de estos autores tan lejanos en lo físico como en lo cultural, pero tan próximos en lo poético y lo literario. A ver lo que me dura esta “fiebre”, pero, el tiempo que dure, leeré y leeré libros que vengan de ellos y ellas, porque es una MA-RA-VI-LLA

“Mi manera de actuar, al enamorarme, siempre ha sido la misma: atravesar un sitio corriendo muy deprisa”.

Banana Yoshimoto, Kitchen

Crítica: Ru

Título: Ru

Autor: Kim Thúy

Editorial: Periférica

¿Estoy enamorado de Periférica? Sí. ¿Estoy enamorado de la literatura oriental? También. ¿Me he enamorado perdidamente de Kim Thúy y voy a leer todo lo que escriba? Sin duda.

Así que, sí. De nuevo… MA-RA-VI-LLA.

Cuánto me gusta cuando mi intuición acierta con un libro… Este lo compré “de rebote”. Fui en busca de “Hozuki, la librería de Mitsuko” (ya sabéis lo que me encantó) y, mirando y mirando, apareció esta preciosidad. Vale que los ojos se me suelen ir a las editoriales que me gustan y que el rojo de Periférica es muy atrayente, pero tuve otros tantos en las manos y, saber nada de este libro, me decanté por él. Y qué acierto, amigos y amigas. Qué gran acierto.

La forma de escribir de Kim Thúy (mi primera incursión en la literatura vietnamita) es espectacular. Directa. Perfectamente estructurada dentro de su peculiar desestructuración. Y, sobre todo, tan, tan, tan poética que se te va agarrando a las venas para estrujarlas, abrazarlas, acariciarlas, arañarlas… Tan poética que te hace sentir todo lo que se propone como si lo estuvieras viviendo en primera persona. Qué difícil es que la “incursión” de un género en otro funcione, pero qué bonito es cuando lo consigue. Enamorado de la poesía, como bien sabéis, este híbrido (quizá, sin pretenderlo) entre lo novelado y lo poético es una verdadera delicia.

Para que os hagáis una idea (aunque he compartido algunos fragmentos en Instagram), os dejo el tercer párrafo de esta historia:

“Nací a la sombra de esos cielos adornados con fuegos artificiales, decorados con guirnaldas luminosas, recorridos por cohetes y bengalas. Mi nacimiento tenía la misión de reemplazar las vidas perdidas. Mi vida tenía el deber de continuar la de mi madre”.

¿No os parece de una belleza extraordinaria?

Como digo, no había leído aún a autores vietnamitas, pero ya os aseguro que buscaré leer a muchos más. Por lo pronto, todo lo que encuentre de Thúy lo voy a leer, empezando por “Ma” (me lo ha traído San Valentín), una historia que me llama muchísimo la atención. Qué poder tiene la literatura, que te hace viajar en la distancia, enamorarte de un país o una cultura sin conocerlas más que de lejos, querer saber más sobre eso que acabas de conocer de una forma tan etérea como pura. Ay, qué feliz soy cuando leo una buena historia…

Dicho esto, ahí voy con mi análisis.

Puntos fuertes:

El lenguaje: con una forma tan preciosa de narrar, la autora es capaz de hablarnos de la guerra, de la muerte, de la prostitución, del horror y de otros temas dolorosos con una delicadeza tan cuidada que resulta, incluso, agradable. Entendedme. El dolor está, y lo narra de forma cruda, pero está tan bien contado que resulta casi dulce, aunque nos atrape la tristeza. Esa es la magia de la buena literatura.

La estructura: narrado en primera persona, con fragmentos cortos (nunca más de un par de páginas) que nos permiten respirar entre las distintas vivencias que se cuentan, la lectura es muy cómoda, muy agradable y muy satisfactoria. Puede parecer que la autora escribe a saltos, que no sigue un hilo centímetro a centímetro, pero el hilo sigue, aunque tengamos que ir tirando de él para mantenerlo firme. En mi opinión, una estructura perfecta (y difícil de conseguir). 

El descubrimiento: en este momento lector en la que estoy de acercamiento a la literatura oriental, me hace muy feliz salir de Japón (que es lo que había leído hasta ahora), “visitar” nuevos países y descubrir a otros autores y autoras, como Kim Thúy, de quienes no quiera soltarme.

La historia: la historia de este libro es la historia de la autora. Su vida. Su viaje. Su sangre, sus heridas, sus sonrisas y sus lágrimas. Y, amigos, qué historia más bonita…

Lo que más me ha gustado: me ha gustado absolutamente todo, pero, si tengo que destacar algo, sería el lenguaje. Encontrar un lenguaje tan poético en una novela que encaje tan bien y que sea tan humano es un lujo. Un diez, sin duda.

Lo que menos me ha gustado: no le puedo poner ni un pero. Es, en mi opinión, un libro sobresaliente. Único. Incomparable. 

Mi sensación final es que lo leeré más veces, aunque sea algunos fragmentos. Esa estructura tan particular y ese lenguaje que me ha enamorado dan esa facilidad e invitan a hacerlo. Y esto no suele ocurrir con las novelas, pero esta no es una novela al uso. Sino una poesía hecha novela. Lo recomendaré, lo regalaré y, como digo, lo releeré. Qué feliz me ha hecho este descubrimiento. 

“La vida es un combate donde la tristeza implica la derrota”.

Kim Thúy, Ru