Crítica: Mi padre y su museo

Título: Mi padre y su museo

Autor: Marina Tsvietáieva

Editorial: Acantilado

Conocer la vida familiar y, por tanto, personal de aquellos a quienes se admira siempre aporta una visión más profunda de su obra. Si, además, la forma de conocerla es a través de una literatura tan potente como la de Marina Tsvietáieva, aún es mucho mejor.

Conocí a esta autora gracias a mi siempre buen consejero de poesía. “Lee a la Tsvietáieva y a la Ajmátova, te van a encantar”. Y así hice. Es más, compré un libro de con poemas de ambas, “El canto y la ceniza”, y lo voy leyendo poco a poco. Aunque la estructura de esta poesía rusa me resulta bastante diferente a la poesíaescrita en español, son dos poetas espectaculares, reconocidas como las dos grandes poetas rusas del siglo XX.

Por esa razón, tuve que hacerme con este “Mi padre y su museo”, tan maravillosamente editado por una de mis editoriales favoritísimas: Acantilado (¿se puede editar más bonito?).

Ingreso hospitalario por medio, me lo he leído en un par de ratos. Es un libro muy breve (78 páginas) en el que Marina Tsvietáieva nos presenta a su padre, Iván Tsvietáiev, y toda su vida a través de la creación del Museo de Bellas Artes de Moscú (actual Museo Pushkin). Y qué forma más preciosa de hablar de él, qué lenguaje, cuánta poesía cabe en un texto que no es poético y que, además, se basa en unos cuantos relatos cortos.

Siempre he tenido claro que un buen poeta puede ser buen novelista (algo que no es tan fácil de conseguir a la inversa), y esta es una prueba más de que alguien que escribe poesía como lo hace Marina Tsvietáievaes muy capaz de escribir prosa de una forma sublime, valiéndose de toda su fuerza poética, como es el caso.

Una muy buena lectura que he hecho entre mis ahora mismo habituales lecturas orientales (a las que volveré en seguida), y una forma estupenda de conocer mejor a esta autora tan importante en la literatura universal. Muy, muy recomendado.

Mención especial para la traductora, Selma Ancira (me han dado un tirón de orejas por no citarla y añado estas palabras para arreglarlo). Si bien Marina Tsviétaieva tiene toda la literatura del mundo en sus manos, es, del mismo modo, muy valioso el trabajo de quien traduce su lenguaje al castellano.

Dicho esto, ahí voy con mi análisis.

Puntos fuertes:

El lenguaje: con lo que me gusta la poesía y lo complicado que es encontrar un lenguaje poético en prosa que no canse ni dé evidencias de ese “quiero y no puedo” que aparece en tantas ocasiones, encontrar una lectura así de agradable es un regalo.

La edición: no voy a descubrir a estas alturas que Acantilado es una de las grandes editoriales del panorama nacional actual. Saben muy bien qué editan, a quién editan y cómo editan, y aciertan siempre en esas decisiones. Este libro es una preciosidad tanto por fuera como por dentro, algo que siempre se agradece. 

La historia rusa: aunque la brevedad de los relatos no da para profundizar demasiado, sí hay un buen reflejo de cómo era la sociedad rusa de la época, sus costumbres, su forma de vida, su manera de ser. Curioso como soy, me pica un poco leer algo más sobre esa parte de la historia.

La cultura: aunque hay un personaje que fue real (como todos los que aparecen) que se quejaba de que se construyeran museos y no escuelas, laboratorios o maternidades (necesarias, también, obviamente), qué suerte que hayan existido en la historia personas como Iván Tsvietáiev, que dieran casi su vida por apostar por la creación de museos y el auge de la cultura.

Lo que más me ha gustado: que es un libro conciso, breve, con lo justo para saber más sobre la autora y, en este caso, su padre (y su familia), además de, como ya he dicho, el lenguaje tan cuidado esta poeta rusa.

Lo que menos me ha gustado: que ahora me han entrado unas ganas terribles de leer “Mi madre y la música”, donde Marina Tsvietáieva habla de su madre. Me tendré que hacer con él… 

Mi sensación final es que me hace muy feliz descubrir que no solo se edita lo que va a vender, sino que hay editoriales independientes que siguen apostando por la calidad. La tarea de Acantilado es absolutamente necesaria para que podamos seguir acercándonos a maestros y maestras de la literatura, para que no nos despeguemos de los grandes escritores y escritoras, para que podamos aprender de quienes han dejado escritas tantas palabras que merecen ser leídas.  

“Todos han muerto ya, y yo debo contarlo”.

Marina Tsvietáieva, Mi padre y su museo

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