Crítica: Joana

Título: Joana

Autor: Joan Margarit

Editorial: Fondo de Cultura Económica

Margarit, como a cualquier poeta de los grandes, hay que leerlo. 

Yo me acerqué a él, primero, leyendo algunos poemas sueltos. Desde ahí, ya supe que iba a ser poeta de referencia.

Después, vi “El poema y el muro”, el Imprescindibles de RTVE acerca de su vida y su obra, y confirmé que su poesía iba a gustarme tanto como su figura.

El primer libro completo suyo que leí fue “Animal de bosque”, una maravilla que escribió ya sabiendo que la muerte estaba cerca.

El segundo en el que me he sumergido ha sido este, que ya quise leer desde que vi el documental y que –me atrevo a decir– es uno de los poemarios más importantes de la poesía contemporánea.

Porque… vaya libro.

Por situaros a quienes no conozcáis a Margarit, Joana fue su hija, una hija que nació con una enfermedad rara y que murió con treinta años. Una hija a la que tanto su padre como su madre y sus hermanos adoraron y de la que aprendieron, día a día, mejorándolos como personas. Ya solo la historia merece la lectura, no me digáis que no.

Pero, además, qué poesía… Qué homenaje más bonito y qué forma más maravillosa de recordar a Joana, de compartirla con la humanidad, de celebrar su vida junto a su familia.

Es duro, porque el tema lo es, pero, a la vez, es tan, tan tierno… Es una manera tan preciosa de regalarnos esos sentimientos tan puros, ese dolor, ese nexo tan fuerte que los unía… Es tan sincero en cada uno de los versos que lo único que podemos hacer es secarnos esas lágrimas que, sin poder remediarlo, se nos escapan; releer aquellos poemas que se nos quedan clavados; abrazar el libro al terminarlo; y sentirnos muy agradecidos al poeta, a Margarit, por haber dejado constancia literaria de Joana.

La edición, además, es una delicia.

Por haceros partícipes, también, de la poesía de Margarit, comparto algunos de los versos que más me han gustado.

“Triste felicidad la de esta paz

mientras recuerdo que tú y yo teníamos

mañanas que guardaban nuestros ojos”.

“Tu despedida, ahora, es para siempre,

ya no podrás entrar ni salir nunca.

Aquella fe, ¿hoy debo abandonarla

solo porque dejó de ser verdad?

¿No podré estar contigo solo porque no estés?”.

“Son unos días de felicidad.

Con el viento sin techo, el mar tan frío.

El pueblo y su abandono. Ser feliz

siempre ha sido una cosa muy extraña”.

No comparto más porque, de verdad, os pido que, si os gusta la poesía, os hagáis con el libro. Es absolutamente maravilloso.

Lo que más me ha gustado: hacerme con un libro que quería desde hacía tiempo y que, además, sea en una edición tan bonita.

Lo que menos me ha gustado: nada que tenga que ver ni con el libro ni con Margarit, sino con algo que aparece en el libro como la sombra que es, como ese cáncer que envenena todo lo que toca. Ahí lo dejo.

¿Conocéis al autor? Si no es así, ¿buscaréis leer algo suyo?

¡Un abrazo!

“Hoy tus manos son todo su pasado:

hay treinta años de amor al fondo de tus palmas”.

Joan Margarit

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Crítica: País de nieve

Título: País de nieve

Autor: Yasunari Kawabata

Editorial: Austral

Ya sabéis lo que me gusta la literatura asiática y que, de vez en cuando, necesito leerla. Me ha vuelto a ocurrir.

El caso es que no era este el libro que iba a leer, sino “Mis días en la librería Morisaki”, de Satoshi Morisaki, pero me lo pidió un amigo y se lo tuve que dejar (siempre está bien ayudar a que los amigos lean más de lo que leen). Al menos, por suerte para mí, hace tiempo pasé por una librería y me hice con este Kawabata, un autor japonés al que (creí) tenía que leer. Resposó un tiempo en casa hasta que, aprovechando la ocasión, me puse con él.

Me ha gustado, sí. No creo que vaya a descubrir yo la calidad literaria de Kawabata, pero he de decir que se me ha hecho un poco largo, y eso que es una historia más bien breve. Toda esa lentitud, esa pausa, ese transcurrir sin prisas de la literatura japonesa que tanto aprecio, aquí se me ha atragantado un poco. Quizá porque pasa poco, demasiado poco. Quizá porque ninguno de los dos personajes me ha parecido tan potente como para entrar de lleno en la historia. No lo tengo del todo claro, pero solo puedo decir que me ha gustado, sin más.

Lo bueno es que, como me ocurre casi siempre que leo libros que ocurren en otros lugares, me he ido un tiempo (mentalmente, por desgracia) a ese país de nieve, a esa estación nevada donde las geishas dan sentido al frío. Ese viaje sí ha merecido la pena.

Lo que más me ha gustado: además del viaje, que me ha servido a la perfección para saciar esa sed asiático que sufro de vez en cuando.

Lo que menos me ha gustado: las páginas que me han sobrado. Seguramente, si hubiera sido una historia más breve, me habría gustado muchísimo más.

–Todo se rompe en pequeños fragmentos –respondió Shimamura, pensativo.

–Hasta la propia vida, y a no tardar –completó Komako.

País de nieve, Yasunari Kawabata

Crítica: Lo que saben los erizos

Título: Lo que sabe los erizos

Autora: Beatriz Osés

Ilustradora: Miguel Ángel Díez

Editorial: Kalandraka (Colección Orihuela)

Cuando en mi nuevo cole me pidieron libros de poesía infantil para tener en la biblioteca y poder trabajar algo mejor la poesía con los alumnos y alumnas, lo tuve claro: Colección Orihuela de Kalandraka.

Ya lo he dicho en varias ocasiones porque creo que lo merece, pero es una colección fundamental a cargo de una editorial imprescindible. Por la selección de autores y autoras. Por las ilustraciones. Por la edición. Por todo.

Este “Lo que saben los erizos”, de mi querida y admirada Beatriz Osés, aún no lo tenía, así que aproveché que una compañera se enamoró de él, hicimos un nuevo pedido para profes y me hice con él. Aprovechando que Beatriz vino al colegio a charlas de poesía y literatura con 1º, 2º y 6º de primaria (qué maravilla), también lo tengo dedicado, algo que siempre suma.

No cabe duda de que “la Osés” es una de las mejores escritoras nacionales de infantil y juvenil y, por supuesto, una poeta fantástica. Lo que supongo generará más debate es decidir cuál de sus tres poemarios publicados hasta la fecha es mejor y, supongo también, será cuestión de gustos. El que no duda tanto soy yo (que para eso tengo el gusto que tengo), y me quedo con este.

Me parece tan, tan, tan bonito, tan tierno, tan dulce… Un libro sobre la tristeza, sobre el llanto, sobre los problemas, ¡y para niños y niñas! Una preciosidad porque, además, como digo (aunque no haga falta decirlo), Beatriz Osés escribe una poesía maravillosa.

Lo que más me ha gustado: que se hable de una emoción tan habitual como la tristeza desde la poesía infantil.

Lo que menos me ha gustado: ¡que haya tardado tanto tiempo en leerlo y añadirlo a mi colección! Menos mal que ya le he puesto remedio…

¿Qué os parece a vosotrxs la poesía infantil? ¿Conocíais ala autora? Si no es así, ¿me haréis caso y buscaréis alguno de sus libros?

¡Un abrazo!

Azul

La niña se viste

con traje de niebla.

Se mira al espejo,

refleja tristeza.

Recoge una gota

redonda y pequeña,

pregunta en silencio:

“dime, ¿cuánto pesas?”.

Beatriz Osés

Crítica: Tiempo de espera

Título: Tiempo de espera

Autor: José Sarria

Editorial: Valparaíso

Me crucé con José Sarria en Granada, durante el Festival Internacional de Poesía de Granada del año pasado, en el local de la editorial Valparaíso. Yo sabía quién era, claro, y él, que salía de allí en el momento en que yo entraba, me saludó con una sonrisa. “Además de buen poeta, es un tipo educado”, pensé (siempre me han gustado las personas que sonríen al saludar y al despedirse). Dudo que él me conociera en ese momento, pues yo iba a ver por primera vez mi “Hogares impropios”, a tener, por primera vez, un libro de poesía mía entre las manos. Parecerá una tontería, pero, desde ese momento, José Sarria fue parte de esa vivencia mágica, pues su sonrisa precedió a la mía al ver lo bonito que había quedado mi libro.

Ya había leído algo de su poesía, pero ha sido este “Tiempo de espera” el primer libro suyo que he leído. Y, sin haber leído ningún otro, creo que tenía que ser justo así. 

Me llega este poemario en un momento en el que hago todo lo posible por acumular tiempo vivido, por saber cultivar la espera, por buscar paciencia, calma, sosiego, paz. Y este libro es justo eso. Un cúmulo de instantes tan pequeños como imprescindibles, tan sutiles como ceremoniosos, tan impredecibles como ciertos.

Sarria nos agarra la mano y nos muestra sus claves para atesorar todo aquello que importa, lo que siempre queda adherido al recuerdo, lo que da forma a la forma que vamos adquiriendo según vivimos y según cómo vivimos.

Un canto a descubrir la belleza en cada mirada, en cada caricia, en lugares que son nuestros por derecho, que nos pertenecen porque nos han abrazado alguna vez y nos han hecho sentir indestructibles.

Una duda abierta y ofrecida al lector con la hospitalidad de un poeta que sonríe al saludar y al despedirse, que entrega su palabra como quien abre su casa al amigo de siempre. Un saber compartido con la humanidad con olor a café y a especias. Una vuelta al primer brote, al primer eco, a la esencia de la que todos partimos.

Un libro que es un regalo de uno de los poetas a los que el tiempo no envejece, sino que agiganta.

Un libro donde esperar al tiempo con el corazón lleno de memoria.

Lo que más me ha gustado: volver a mis orígenes gracias al viaje a la infancia que el libro propone y, por conexión, esa última parte donde Sarria lanza preguntas para que busquemos respuestas en todo aquello que recordamos.

Lo que menos me ha gustado: sin que sea algo que me disguste (es más, es algo que siempre agradezco cuando leo poesía), ese pellizco al revivir ausencias, al saberme un poco más solo que antes, un poco más frágil, un poco más expuesto al dolor. GRACIAS.

¿Conocéis al autor? Si no es así, ¿buscaréis leer algo suyo?

¡Un abrazo!

“¿Por qué lo llaman olvido si su nombre verdadero es herida?”.

José Sarria

Crítica: La manzana de Eris

Título: La manzana de Eris

Autor: Marina Casado

Editorial: Cuadernos del laberinto

Colección Estrella Negra

Leer narrativa escrita por poetas aporta –si viene de buenos o buenas poetas– seguridad a la hora de saber que se va a tratar de un libro, como poco, bien escrito. Sabiendo como sé desde siempre que Marina Casado es una muy buena poeta, supe que esta ‘Manzana de Eris’ iba a ser uno de esos casos. Y lo ha sido, como no podía ser de otra forma.

Ese es un debate que a veces mantengo con otros escritores, el de si es más fácil encontrar a buenos narradores que escriban buena poesía o buenos poetas que escriban buena narrativa. La postura que siempre defiendo es que, en mi opinión, es más sencillo lo segundo. Sé de muchos narradores muy buenos que se lanzan a escribir poesía con resultados más que cuestionables. Sin embargo, conozco también muchos casos de buenos y buenas poetas que escriben muy buena narrativa, como la propia Marina, Manuel Francisco ReinaRafael SolerElsa López o Antonio Hernández. El oficio que la poesía requiere es un muy buen aliado para escribir cualquier tipo de texto, siempre, eso sí, que hagamos el trabajo que va asociado a escribir géneros distintos. No por ser buen poeta se es buen narrador, pero sí es más probable que así ocurra (insisto, en mi opinión).

Debates aparte, este es un libro muy esperado tanto por la autora como por sus lectores. Con una base poética incuestionable –además de una novela juvenil y varios ensayos–, Marina publica por primera vez narrativa para adultos, y lo hace con novela negra y de la mano de una editorial como Cuadernos del laberinto, que es garantía de trabajo bien hecho. El resultado es una historia muy interesante y muy bien editada, simbiosis, esta, no tan fácil de encontrar hoy en día.

Marina nos regala una historia de investigación periodística sobre algo tan real como la existencia de empresas poco fiables que, sin embargo, gracias a las redes sociales, a una buena campaña de marketing y a la desesperación de algunas personas, venden humo como si estuvieran vendiendo el elixir de la juventud, sin importarles los problemas de salud, física y emocional, que puedan derivar de productos con escasa o nula evidencia científica o médica.

Y, como decía al principio, qué bien escrita está. Y qué interesante es, qué trepidante, cómo engancha. Y qué gusto poder seguir descubriendo nuevas facetas de Marina, porque, en este libro, está la Marina poeta (y que no deje de estar nunca), pero, sobre todo, están la Marina periodista, la Marina narradora y la Marina persona. Y eso, qué queréis que os diga, es un lujo, porque Marina, en cualquiera de sus versiones, es una maravilla.

Si os gusta la novela de investigación, con finales de capítulo que te obligan a seguir leyendo, con personajes tan bien creados que no esperas prácticamente de sus actuaciones, con un lenguaje cuidado, con su dosis exacta de lenguaje poético, entretenido, vertiginoso… leed esta Manzana de Eris, leed a Marina. Yo la he disfrutado muchísimo.

Lo que más me ha gustado: eso mismo de lo que hablo, poder seguir conociendo más y mejor a Marina, como persona y como escritora, además del hecho de que, de verdad os lo digo, el libro te atrapa desde la primera página.

Lo que menos me ha gustado: que se lea más a autores nacionales bestseller de novela negra que no escriben ni la mitad de bien.

“La amistad es una inocente sobrevaloración, un pulso perdido con la finitud”.

La manzana de Eris, Marina Casado

Crítica: Ventanas

Título: Ventanas

Autor: Paloma González Rubio

Editorial: Anaya

Desde que conozco a Paloma, tengo varias certezas sobre ella, entre las que destaco dos: es buena persona y es buena escritora.

Lo primero lo supe desde siempre, más aún cuando me llegó por parte de una persona a la que adoro, ni más ni menos que Beatriz Osés. En cuanto a lo segundo, si bien ya había leído algo, he tenido que esperar (más de la cuenta, sí) a leer un libro suyo para asegurarlo con la boca bien grande.

Y qué bien escribe… Qué corrección, qué limpieza, qué perfección en cada frase… Leer a Paloma González Rubio es sinónimo de calidad (no, no siempre ocurre), pero, además, leerla es ir, también, más allá de las típicas historias que se encuentran con facilidad en la literatura juvenil. Porque los temas que trata Paloma duelen porque son reales; porque hablan de personas desamparadas que existen en realidad; porque nos traen el horror que muchas personas experimentan durante su vida, ya sea por guerras, como es el caso de este libro, o por cualquier otro motivo. Y claro que otros temas tienen que tratarse en literatura juvenil, solo faltaba, pero me encanta que haya autores y autoras que nos regalan esos otros temas menos “comerciales” y permiten que los jóvenes (y los no tan jóvenes) puedan descubrir, también, esa parte menos amable de la humanidad. Paloma es una de esas autoras, y se me viene a la cabeza otra autora que me tiene enamorado como Chiki Fabregat. No os la perdáis, tampoco.

Este “Ventanas” es un libro duro, sí. Difícil, diría yo, pero precisamente por eso, por la dureza, porque está tan bien narrado que es imposible no empatizar con sus personajes, sufrir por y con ellos, querer meternos en la historia para poder ayudarlos. Además, sabiendo que la guerra sigue existiendo (algo que me alucina y me espanta, eso de no aprender de los errores del pasado, de matarnos los unos a los otros) y que la tenemos tan cerca, ¿cómo no pensar en todos esos niños que sufren por ella?

Quizá, si muchos jóvenes leyeran estas historias donde la guerra se ve como lo que realmente es, sin motivaciones ni argumentaciones a favor, la sociedad de mañana trataría de impedir que nuevos combates continúen desgastando el mundo.

Gracias, Paloma, por regalarnos esta historia tan dura como real.

Lo que más me ha gustado: además de leer, por fin, a Paloma, eso que os digo, descubrir libros juveniles menos “alegres”, pero tan, tan necesarios.

Lo que menos me ha gustado: saber que, como casi todo en la literatura, esta historia ocurre, esos niños ocurren.

“Es el resplandor de un fuego que calienta”.

Ventanas, Paloma González Rubio

Crítica: La puerta de las estrellas

Título: La puerta de las estrellas

Autor: Ingvild H. Roshøi

Editorial: Galaxia Gutenberg

He leído este libro por dos razones: la primera, por ver que lo recomendaba en redes alguien de quien me fío (o me fiaba, no sé, últimamente soy más selectivo con las personas a las que le dedico tiempo); la segunda, porque el día que fui a conocer la preciosa librería La Fabulosa, lo vi allí, sobre un estante, tan bonito, que me hice con él.

Y lo he leído en nada (es una historia muy breve) y me ha gustado, sí, pero no todo lo que esperaba. Es un relato bonito, sencillo, con una buena dosis de ternura, muy apropiado para fechas navideñas, con tres personajes muy bien creados, pero la terminé y pensé “bueno, sin más, no va a ser un libro que se me quede dentro mucho tiempo”.

Es cierto que, ahora que la novela me atrae cada vez menos, me vino bien leer algo así, más ligero y que no requiere tanta concentración, y no puedo decir que sea un mal libro. En el fondo, quizá mi opinión venga –una vez más– de las malditas expectativas. Pensé que me iba a encantar y no ha sido así, pero sí hay gente de la que me sigo fiando mucho en cuanto a las lecturas que hacen a las que sí les ha gustado mucho, así que tampoco quiero que mi opinión os lleve a pensar que no es un buen libro, porque sí lo es.

Contar algo de la trama tampoco tendría mucho sentido, así que solo diré, además de lo que ya he dicho, que es una buena opción para leer en un ratito de este tiempo frío, con mantita y té, puede que alguna galletita. Estoy seguro de que, de hacerlo así (y no en el metro, como yo lo hice), se disfrutará mucho más.

Lo que más me ha gustado: la brevedad, que me viene muy bien últimamente. La edición es preciosa, así que eso también suma.

Lo que menos me ha gustado: lo que ya he apuntado, que lo esperaba tan, tan, tan bonito que me he quedado un poco a medias.

“Las normas están para incumplirlas”.

La puerta de las estrellas, Ingvild H. Roshøi

Crítica: Servido en frío

Título: Servido en frío

Autor: Manuel Francisco Reina

Editorial: Visor

XXXII Premio de Poesía Jaime Gil de Biedma

Es cada vez más agradable encontrar poemarios premiados que merezcan dichos premios. Y lo digo sin querer entrar en más detalles…

Antes de hablar de este libro, hay que saber que es un libro “paralelo” a El fiel de la balanza, publicado por Cuadernos del Laberinto y cuya reseña en mi blog podéis leer aquí: https://jorgepozosoriano.com/2021/03/24/critica-el-fiel-de-la-balanza/ . Si aquel, que es poesía en prosa (y no prosa poética, cuidado), ya era un grito feroz en contra de las injusticias, de los desequilibrios (en varias de sus acepciones), de la traición y la perfidia, este otro, en verso, remata la faena. No sé si se puede decir que lo completa, porque El fiel de la balanza es un libro muy completo, pero sí es cierto que lo hace más redondo, que cierra el círculo con doble hilo, que son dos poemarios que se dan la mano para dar carpetazo a una historia de desamor tan real que duele al leerla, del mismo modo que es dolorosa de escribir.

Reina, que no tiene nada que demostrar a estas alturas, se hace con uno de los premios poéticos más prestigiosos del panorama nacional, editando, además, en una editorial del peso de Visor y con una imagen de cubierta ni más ni menos que creada por Alberti. Maestro y discípulo uniendo fuerzas para ofrecernos un poemario que es, sin duda, de los mejores del año; amigos que se reencuentran, cómo no, en la poesía.

Quienes estamos acostumbrados al lenguaje poético de Manuel Francisco lo vemos claramente en estos versos. Esta poesía suya, más actual (sin olvidar la tradición y con un dominio absoluto de la métrica, del ritmo y del lenguaje), más personal, más visceral es, en mi opinión, su mejor poesía. Ya sabéis de mi manía de enamorarme de los poemarios que me hacen un poco de daño, y este, que conozco desde hace ya mucho tiempo, me ha encantado.

Esta vez no voy a dejar por aquí algunos versos de distintos poemas, sino que voy a compartir un poema breve que he leído ya unas mil veces porque me parece maravilloso, por si os animáis a haceros con el libro y leerlo completo. Sobra decir, aunque vaya a hacerlo, que es un poemario que hay que tener sí o sí.

PATIENTIA

De toda tempestad en nuestra vida,

no hay náufrago que encuentre escapatoria

luchando contra el mar y su elemento,

Titán para el que somos una gota.

Yo alcanzo cada costa cotidiana

dejándome llevar por la tormenta

sobre el mástil partido de mis planes,

y vadeo huracanes casi ileso.

No sé vosotros, pero yo leo ese poema y me muero un poquito…

Lo que más me ha gustado: del libro no puedo decir nada más que insistir en que es una brutalidad, pero sí voy a añadir que me ha gustado mucho, muchísimo, que se le concediera un reconocimiento tan justo y tan servido en frío como el Gil de Biedma. Justicia poética, lo llaman algunos. 

Lo que menos me ha gustado: que no estés leyéndolo ya mismo, así que, corre, ponle remedio.

¿Conocéis al autor? Si no es así, ¿buscaréis leer algo suyo?

¡Un abrazo!

“Tal vez es la justicia la que se sirve en frío”.

Manuel Francisco Reina, Servido en frío

Crítica: Agua y jabón. Apuntes sobre elegancia involuntaria.

Título: Agua y jabón. Apuntes sobre elegancia involuntaria

Autor: Marta D. Riezu

Editorial: Anagrama

Hacía tiempo que no empezaba una reseña así, peri tengo que hacerlo…

MA-RA-VI-LLA.

Qué preciosidad de libro, cuántas conexiones tan brutales, qué forma más preciosa de volver a la infancia, qué cantidad de anécdotas tan interesantes, qué manera de verme reflejado en tantos momentos… ¿Cómo me ha podido llegar este libro justo en este momento? Gracias al club de lectura que organiza mi queridísima María y que junta de vez en cuando a apasionados de la lectura, como lo es Mara D. Riezu.

Porque estoy justo en esos momentos que la autora pone en alza. En el momento de la pausa, del sosiego, de la tranquilidad (“Desde que cumplí los treinta, mi palabra favorita es tranquilidad”), del silencio, del cobijo, de la lectura y la música… de disfrutar esas pequeñas cosas que antes, por ir más allá, no me permitía el lujo de abrazar.

Y el tema de la madre ya… pues eso, que no he podido conectar más con ese tema. Por poneros un par de ejemplos sobre lo que Marta D. Riezu dice sobre su madre y sobre las madres:

“No hay nada menos ella que un cementerio”.

Y, citando a André Maurois: “Gracias a él (al amor materno) uno sabe que el mundo no es por completo hostil, que hay seres en quienes puede tenerse una confianza plena. Es una inmensa ventaja moral haber comenzado así la vida. Los optimistas que a pesar de las desgracias conservan hasta el fin su fe fueron, por lo general, educados por una buena madre”.

Y yo, recordando a mi madre, qué queréis que os diga, me derrito.

Y este es el libro que Marta nos ofrece. Un compendio de vivencias, pensamientos, opiniones, anécdotas, curiosidades, recuerdos, consejos… Un estante con todos esos compartimentos regado, además, con una muy buena dosis de humor y un montón de referencias literarias, artísticas, arquitectónicas, cinematográficas o del mundo de la moda que te empujan a querer saber más, conocer más, aprender más…

Una joya a la que volver para disfrutar de nuevo de todo lo que hay en sus páginas, para volver a nosotros mismos, a nuestra esencia, a la raíz, al origen, al útero.

Una preciosidad que, como digo, releeré y que, también, recomendaré y regalaré, porque es una delicia.

Lo que más me ha gustado: el retorno a mi infancia, a mi niñez, a mis recuerdos, a mi madre… 

Lo que menos me ha gustado: tan solo un par de comentarios políticos que, en mi opinión, no eran necesarios y me han chirriado un poco. Solo eso. El resto, un diez.

“El silencio es encontrar a ciegas el pecho de la madre”.

Marta D. RIezu

Crítica: Las ballenas de 52 hercios

Título: Las ballenas de 52 hercios

Autor: Sanoko Machida

Editorial: Hermida Editores

Premio de los Libreros de Japón

Que la literatura asiática me fascina no es nada nueva. Que tuve mi momento de “fiebre asiática lectora” en la que solo leía literatura de escritoras asiáticas (creo recordar que solo leí un Murakami y que el resto eran mujeres) ya lo he contado varias veces. Y la fiebre, ya se sabe, vuelve de vez en cuando, aunque sea en ráfagas fugaces.

Eso es lo que pasó aquí, que me dio un leve brote de fiebre.

El libro, como otras tantas veces, me estaba esperando. Fue en Taiga, antes de ver la presentación que hizo allí Guillermo Borao de “La sastrería de Scaramuzzelli”. Me paseé por las estanterías y allí estaba, mirándome (literal, como si tuviera ojos), esperando a que lo agarrara y diera buena cuenta de él. Incluso me pareció escucharle decir que lo leyera pronto y, por supuesto, que lo reseñara.

Y yo, ya sabéis, cuando los libros piden… voy con todo. Qué flojo soy…

Fuera bromas, el libro sí estaba en Taiga, con la cubierta bien visible, con ese precioso amarillo, el nombre claramente japonés de la autora, con ese título tan magnético, con el apoyo de ese premio de los libreros japoneses… ¿Qué iba a hacer?

Tuve que dejar en espera los setecientos cuarenta y tres mil quinientos doce libros pendientes que tengo, pero lo he leído en unos pocos días. Menos mal que los largos trayectos en metro al trabajo puedo hacerlos leyendo y se me pasan en un suspiro.

Y qué bonito. Qué duro. Qué sutil. Qué manera tan elegante de narrar unos hechos tan grises. Porque la esencia del libro (al menos, en mi opinión) es la soledad a la que algunas personas se ven (nos vemos) empujadas algunas veces a vernos, sentirnos y/o querernos solos; esas vivencias que nos hacen una heridatan profunda que nos ahogamos en ellas y no logramos alcanzar sus bordes; esos surcos que nos agrietan la piel hasta convertirla en un desierto. Todo contado como solo saben hacer los autores japoneses. Y en toda esa tristeza, en todo ese dolor, en todo ese sufrimiento… el lenguaje, la armonía de las palabras, la esperanza en los pequeños detalles, en esas pocas personas que nunca fallan, en la fe en uno mismo.

A la voz de Sonoko Machida no le pasa como a las ballenas de las que habla, esas cuyas voces no pueden ser percibidas. Su voz es potente, seductora, atraviesa cualquier océano que se le ponga por medio.

Me ha encantado, no puedo decir otra cosa. Me encanta volver a la literatura oriental de vez en cuando y descubrir nuevas joyas, como esta.

Lo que más me ha gustado: viajar, como ocurre cuando se leen buenas historias que ocurren en lugares extraños. Y recordar. También recordar. 

Lo que menos me ha gustado: aquí tengo que mencionar dos puntos. Uno mío, personal, y otro ajeno a mí. El mío es que, entre los nombres y las fórmulas de cortesía japonesas, me he perdido un poco algunas veces. La que no tiene que ver conmigo es que he encontrado demasiados errores ortotipográficos (acentuación, puntuación, perífrasis verbales mal usadas, imperativos mal construidos, varios errores con las rayas en los diálogos…). No puedo evitar que me salga la vena de corrector y se me van los ojos a los fallos. No es que el libro esté plagado de fallos, pero sí hay más de los que pueden pasar como erratas.

“Aquella culpabilidad iba y venía como el oleaje”.

Las ballenas de 52 hectáreas, Sonoko Machida