Crítica: Musa insumisa

Título: Musa insumisa

Autora: Manuel Francisco Reina

Editorial: Valparaíso

Premio Provincia de Guadalajara “José Antonio Ochaíta” 2022

Siempre que Manuel Francisco Reina publica libro nuevo es un acontecimiento, especialmente (si me lo permitís) si se trata de poesía.

Esta Musa insumisa no es menos, por mucho que llegara después de todo un Premio Jaime Gil de Biedmacon ese librazo que es Servido en frío. De hecho, este poemario también va con premio, además de con una imagen de cubierta, a cargo de Javier Cámara Sánchez Seco, que es una preciosidad y todo un acierto.

Es este un libro diferente. Un libro en el que se percibe el universo lírico de Reina, pero, quizá, con un punto más de sofisticación que lo elevan a un nivel distinto, que lo destacan por encima de otros poemarios del autor en ese sentido.

Puede que lo más curioso del libro y lo que hacen que se distinga de otros es todo el tiempo durante el que se ha ido escribiendo, ni más ni menos que veinticinco años. Como comprenderéis, en tanto tiempo se ha escrito, reescrito, ampliado, desechado, corregido, incluido, eliminado… Veinticinco años dan, además, para vivir mucho, para evolucionar tanto a nivel personal como a nivel poético, y eso se puede apreciar en el recorrido que supone la lectura.

El tema es otro de los puntos clave. La libertad. ¿Existirá concepto más amplio que este? Libertad desde su opuesto, desde la jaula con la que comienza el primer poema, pasando por distintas patrias –reales o metafóricas–, por fronteras, por límites, paisajes, destierros… por el amor, por el dolor, por el recuerdo. En definitiva, por todos los momentos vitales en los que sentirse libre es casi el único objetivo, la meta final, el compromiso.

“No es un libro fácil”, me avisó el propio autor cuando supo que lo estaba leyendo. Y no, no lo es, pero nadie quiere que la poesía sea fácil. Porque no entraña una dificultad extrema, sino que requiere de una mayor concentración, de una mayor capacidad de abstracción, de una implicación con la lectura más próxima, más profusa. Solo así seremos capaces de absorber todo aquello que Reina nos entrega en sus poemas, en ese largo periodo vital de escritura, en ese compromiso absoluto con la poesía, con la verdad, con la libertad más palpable que existe, que no es otra que nos hace vivir sin yugos ni ataduras, aquella que nos concede la ligereza necesaria para caminar sin cadenas, aquella que nos permite ser.

Un poemario, como todos los publicados por Manuel Francisco Reina, que guardar cerca, que releer, que abrazar siempre que se quiera dar respuesta a la sempiterna pregunta de para qué sirve la poesía: para ser libres.

Lo que más me ha gustado: hay un poema que me gusta muchísimo y que tengo recitado por aquí: Ara belli. Maravilloso. Eso y algo que siempre me ha encantado de los libros de Reina, las citas que se incluyen, que son una delicia.

Lo que menos me ha gustado: sería incapaz de destacar algo negativo de la poesía de Manuel Francisco Reina.

“La risa es tan solo una trinchera”.

Manuel Francisco Reina

Sobre ‘Hogares impropios’

Quienes me sigáis por redes, leáis mi blog o me hayáis escuchado hablar sobre literatura y poesía en alguna charla, entrevista, recital o en las entrevistas que hago en Radio off the record (que retomamos ya en breve), sabréis cuál es mi opinión sobre el mercado editorial actual y, de forma más específica, sobre la poesía actual.

Siempre he sido lector de poesía y siempre he escrito poesía, desde muy pequeño, porque pronto supe que era algo que me llamaba, algo que estaba en mí y que, algún día, aprendería y haría con cierta soltura.

Recuerdo leer, de niño, a Miguel Hernández, a Machado, a Lorca, a Gloria Fuertes… Y escuchar cómo mis padres me leían algunos poemas. Del mismo modo, recuerdo escribirle un poema a mi madre con rimas propias de mi edad como uno de los primeros textos escritos por mí de los que tengo recuerdo (en cuanto pueda, subiré el poema a las redes, para que veáis mis orígenes, jeje). Como he dicho en algunas ocasiones, ya desde bien pequeño, poesía, poesía y poesía.

Con el tiempo seguí escribiendo algunos versos, sobre todo impulsado por el concurso de mi instituto, el Felipe II de Moratalaz, con un equipo de profesores y profesoras de lengua maravilloso y de quienes guardo muy buen recuerdo (Isabel, Carmen, Pilar, Trini, Alicia…), siguiendo en contacto aún con alguna de ellas, que siguen mi carrera como escritor. Si no recuerdo mal, aunque sí recibí algún premio con mis poemas, nunca gané el concurso salvo en una ocasión, aunque fue con un relato. Lo que sí sé es que ese aliciente me hizo seguir buscando esa voz que seguía diciéndome que escribiera poesía.

Después, aunque siempre he ido escribiendo algunos textos, la poesía quedó algo apartada mientras me sacaba las dos carreras, trabajaba, pasaba un año en Florencia, dos en Londres y, sobre todo, mientras empezaba a publicar mis libros de cuentos y la novela de fantasía juvenil. Un periodo largo en el que escribí muy, muy poca poesía y en el que tampoco leí demasiada.

El siguiente momento importante para mi yo poético fue, sin duda, el confinamiento. Aquella locura que nos tocó vivir y ante la cual cada uno tuvo que buscar la forma de no perder la cabeza supuso, para quienes realizamos alguna labor creativa y tuvimos la fuerza suficiente, un empujón al vacío. Entre otros entretenimientos, me lancé a publicar un poema al día por Instagram, y lo mantuve durante muchos, muchos días. Hoy, los leo y, sinceramente, tan solo salvaría algunos versos y algunas imágenes, aunque tendría que meter tijera y sutura en todos ellos. Eso sí, como ejercicio de escritura poética fue brutal, porque me obligué a explorar(me), a observar(me) y a crear(me) a través de la poesía. Como aprendizaje fue un paso fundamental.

En esta época escribí un poemario adulto (el primero que he cerrado estando conforme, aunque es algo peculiar) que sigue en un cajón y del que ya os hablaré cuando le llegue el momento y, también, algunos poemarios infantiles que, por el momento, no encuentran su lugar.

En los últimos años había leído más poesía de lo habitual, pero fue aquí cuando me hice un lector voraz de versos. Tengo que destacar, una vez más, el papel fundamental de mi maestro, Manuel Francisco Reina, que, por suerte para mí, fue despiadado con mi poesía, me guio sin dirigirme, me iluminó sin cegarme con su luz; y, además, viendo cómo iba siendo esa voz poética mía que ya empezaba a vislumbrarse, me recomendó infinidad de poetas y poemarios que podrían ser, como lo ha sido siempre él, un aprendizaje. Leí a Francisca Aguirre, a Ángela Figuera Aymerich, a Elsa López, a Guadalupe Grande, a Alberti, a Blas de Otero, a Antonio Hernández, a Gamoneda, a Rilke, a Gioconda Belli, a Raquel Lanseros… A un montón de poetas que, sí, fueron maestros desde el papel y la tinta.

También, cómo no, quise profundizar en la filosofía y, según el tema del que tuviera pensado escribir, leí a Ortega y Gasset, a Cicerón, a María Zambrano, a Hannah Arendt… Qué necesaria es la filosofía. Cuánto se aprende de ella.

Con todo esto que cuento, mi voz poética se hizo una realidad. Por fin, con treinta y cinco años, me encontré. Y, por suerte, con esa misma edad, me encontraron.

En este 2021 tan horrible para mí en todo menos en lo literario, por fin, pude decir (no sin cierto pudor aún) que soy poeta.

En otro momento duro en mi vida, una baja por diversas enfermedades, me agarré a la poesía como mi mayor aliada, y, en esos meses nació “Escrito bajo las uñas”, el poemario con el que, como sabéis, gané el XV Premio Internacional de Poesía Antonio Galami primer reconocimiento como poeta. En este mismo año, la editorial Cuadernos del Laberinto me incluyó en esa preciosa antología de poesía breve que es “Laberinto breve de la imaginación”, rodeado de poetas a quienes leo y admiro.

En estos complicados años (y, ya, por fin, os hablo de “Hogares impropios”), mientras leía a poetas que me cortaban la respiración, vi que hay una corriente que ha tomado mucha (demasiada) fuerza en la poesía actual. Es un hecho (y hay que reconocerlo) que se está escribiendo algo que pretende ser poesía sin parecérsele apenasInfluencers, youtubers, cantantes, actores, actrices, famosos y famosas se han lanzado, con el beneplácito y el símbolo del euro en los ojos de determinadas editoriales, a escribir eso que yo llamo pseudopoesía, esas frases de azucarillo, esos textos misterwonderfulizados y creados a golpe de tabulador sin calidad, sin estudio, sin respeto y con muy poca calidad. Podría escribir muchos ejemplos y dar muchos nombres, pero os dejo esa tarea como entretenimiento. Al ver, horrorizado, esta tendencia me lancé a escribir algunos poemitas más como desahogo que como otra cosa, criticando esta situación. Al principio, los reuní bajo el título “La fe del converso”, aunque tampoco les hice demasiado caso. Los escribí, me desahogué, los olvidé.

Poco después vi que la Universidad Carlos III sacaba un premio de poesía en el que solo pedían 300 versos, así que revisé lo que tenía en cajones, encontré estos poemas, los retoqué algo y di forma a un poemario, ya bajo el título de “Hogares impropios”, que aparece en uno de los poemas. No lo gané. Eso sí, supe que tenía que mejorarlo y seguir intentando hacer algo con este poemario.

El siguiente paso fue ver que había otro premio donde podría encajar y que me valía por fechas, el Premio Provincia de Guadalajara de Poesía José Antonio Ochaíta. Eso sí, pedían un poemario de 500 a 1000 versos, casi el doble de lo que yo tenía, como mínimo. Me puse manos a la obra.

Retoqué lo que tenía. Eliminé algunos poemas. Leí (leí mucho). Escribí poemas nuevos. Leí (leí mucho más). Me exploré, me observé, creé… Y, en algo menos de 700 versos, “Hogares impropios” se cerró. Lo presenté al premio… y lo gané.

Y fui feliz. Muy feliz. Por el premio, por supuesto, por el reconocimiento que supone, porque es un nuevo empujón que me invita a seguir escribiendo poesía y, también, porque valida esta crítica que llevo tanto tiempo haciendo sobre esa corriente de poesía que no es poesía, de poetas que no son poetas, de esta evidente puesta en valor de la calidad (de seguidores y, por lo tanto, de ventas) ante la calidad, que importa cada vez menos y que nos ha llevado a un punto en el que ya ni se esconde.

El poemario, con un poema introductorio, se divide entres partes. “La voz poética”, que pretende ser un homenaje a la poesía de verdad, a los poetas de verdad; “La palabra que se recuerda”, que es una crítica a esa pseudopoesía actual; y “Ciegos para siempre”, que habla de las consecuencias de desabrazar a la poesía de verdad por abrazar esa nueva forma de escribir que ni siquiera considero poesía.

El premio lo recojo el 14 de enero en Guadalajara. Estoy viendo cuál es la mejor forma de que se publique, ya que las bases dan la opción a hacerlo con una editorial tradicional, en acuerdo con la Diputación. Saldrá, seguro. Lo compartiremos. Me muero de ganas.

Premio José Antonio Ochaíta de Poesía 2021

Aunque ya lo he compartido por Instagram, Twitter y Facebook, me quedaba contar por aquí que, sí, acabo de ganar el Premio José Antonio Ochaíta de Poesía 2021, el galardón poético incluido en los Premios Provincia de Guadalajara.

En un año muy (muy) complicado en cuanto a la salud y a diversos temas laborales y personales y que termino de la peor forma posible para empezar 2022 (casi seguro) en un quirófano (vesícula), no miento si digo que, una vez más, me ha salvado la poesía.

Porque fue a la poesía a lo que me agarré en el confinamiento, escribiendo poemas y compartiéndolos por redes, obligándome a escribir y a leer, lo que siempre ayuda para aprender más y mejor.

Porque fue a la poesía a lo que me agarré en mi baja médica de casi seis meses, dando forma al poemario «Escrito bajo las uñas», con el que gané el XV Premio Internacional de Poesía Antonio Gala este mismo año.

Porque, en este año, he leído mucha, mucha, mucha poesía y he ido a bastantes eventos poéticos, conociendo y escuchando a poetas de la talla de Antonio Gamoneda, Manuel Francisco Reina, Gioconda Belli, Raquel Lanseros, Marina Casado, Javier Lostalé, Antonio Hernández, Fernando Beltrán, Rafael Soler, Eduardo Herrera Baulloso y un largo, muy largo etcétera.

Porque me han invitado a leer poemas míos en algún recital, y compartirlos es una sensación maravillosa.

Porque he pasado a formar parte del grupo poético Los Bardos, junto a Marina Casado, Alberto Guirao, Julia L. Arnaiz, Alicia Louzao, Andrés París, Francisco Raposo, Eric Sanabria y Olira Blesa, y ha sido una noticia que me ha alegrado mucho.

Porque lo remato con este nuevo premio que ha llegado de forma inesperada y en un momento personal muy triste, por lo que he tenido que agarrarme a él para encontrar algo de alegría.

«Hogares impropios», un poemario del que hablaré en otra entrada que publicaré pronto y que ha supuesto un nuevo reconocimiento, un nuevo «sí» ante las dudas de si lo que escribo puede ocupar un lugar chiquitito en el universo poético, una razón más para seguir escribiendo aquello que más disfruto y que más me llena: POESÍA.

Como siempre, gracias eternas a los que estáis, a los que me apoyáis, a los que me leéis y a los que me ayudáis a seguir, poquito a poco, creciendo como escritor.