Crítica: Servido en frío

Título: Servido en frío

Autor: Manuel Francisco Reina

Editorial: Visor

XXXII Premio de Poesía Jaime Gil de Biedma

Es cada vez más agradable encontrar poemarios premiados que merezcan dichos premios. Y lo digo sin querer entrar en más detalles…

Antes de hablar de este libro, hay que saber que es un libro “paralelo” a El fiel de la balanza, publicado por Cuadernos del Laberinto y cuya reseña en mi blog podéis leer aquí: https://jorgepozosoriano.com/2021/03/24/critica-el-fiel-de-la-balanza/ . Si aquel, que es poesía en prosa (y no prosa poética, cuidado), ya era un grito feroz en contra de las injusticias, de los desequilibrios (en varias de sus acepciones), de la traición y la perfidia, este otro, en verso, remata la faena. No sé si se puede decir que lo completa, porque El fiel de la balanza es un libro muy completo, pero sí es cierto que lo hace más redondo, que cierra el círculo con doble hilo, que son dos poemarios que se dan la mano para dar carpetazo a una historia de desamor tan real que duele al leerla, del mismo modo que es dolorosa de escribir.

Reina, que no tiene nada que demostrar a estas alturas, se hace con uno de los premios poéticos más prestigiosos del panorama nacional, editando, además, en una editorial del peso de Visor y con una imagen de cubierta ni más ni menos que creada por Alberti. Maestro y discípulo uniendo fuerzas para ofrecernos un poemario que es, sin duda, de los mejores del año; amigos que se reencuentran, cómo no, en la poesía.

Quienes estamos acostumbrados al lenguaje poético de Manuel Francisco lo vemos claramente en estos versos. Esta poesía suya, más actual (sin olvidar la tradición y con un dominio absoluto de la métrica, del ritmo y del lenguaje), más personal, más visceral es, en mi opinión, su mejor poesía. Ya sabéis de mi manía de enamorarme de los poemarios que me hacen un poco de daño, y este, que conozco desde hace ya mucho tiempo, me ha encantado.

Esta vez no voy a dejar por aquí algunos versos de distintos poemas, sino que voy a compartir un poema breve que he leído ya unas mil veces porque me parece maravilloso, por si os animáis a haceros con el libro y leerlo completo. Sobra decir, aunque vaya a hacerlo, que es un poemario que hay que tener sí o sí.

PATIENTIA

De toda tempestad en nuestra vida,

no hay náufrago que encuentre escapatoria

luchando contra el mar y su elemento,

Titán para el que somos una gota.

Yo alcanzo cada costa cotidiana

dejándome llevar por la tormenta

sobre el mástil partido de mis planes,

y vadeo huracanes casi ileso.

No sé vosotros, pero yo leo ese poema y me muero un poquito…

Lo que más me ha gustado: del libro no puedo decir nada más que insistir en que es una brutalidad, pero sí voy a añadir que me ha gustado mucho, muchísimo, que se le concediera un reconocimiento tan justo y tan servido en frío como el Gil de Biedma. Justicia poética, lo llaman algunos. 

Lo que menos me ha gustado: que no estés leyéndolo ya mismo, así que, corre, ponle remedio.

¿Conocéis al autor? Si no es así, ¿buscaréis leer algo suyo?

¡Un abrazo!

“Tal vez es la justicia la que se sirve en frío”.

Manuel Francisco Reina, Servido en frío

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Sobre ‘Hogares impropios’

Quienes me sigáis por redes, leáis mi blog o me hayáis escuchado hablar sobre literatura y poesía en alguna charla, entrevista, recital o en las entrevistas que hago en Radio off the record (que retomamos ya en breve), sabréis cuál es mi opinión sobre el mercado editorial actual y, de forma más específica, sobre la poesía actual.

Siempre he sido lector de poesía y siempre he escrito poesía, desde muy pequeño, porque pronto supe que era algo que me llamaba, algo que estaba en mí y que, algún día, aprendería y haría con cierta soltura.

Recuerdo leer, de niño, a Miguel Hernández, a Machado, a Lorca, a Gloria Fuertes… Y escuchar cómo mis padres me leían algunos poemas. Del mismo modo, recuerdo escribirle un poema a mi madre con rimas propias de mi edad como uno de los primeros textos escritos por mí de los que tengo recuerdo (en cuanto pueda, subiré el poema a las redes, para que veáis mis orígenes, jeje). Como he dicho en algunas ocasiones, ya desde bien pequeño, poesía, poesía y poesía.

Con el tiempo seguí escribiendo algunos versos, sobre todo impulsado por el concurso de mi instituto, el Felipe II de Moratalaz, con un equipo de profesores y profesoras de lengua maravilloso y de quienes guardo muy buen recuerdo (Isabel, Carmen, Pilar, Trini, Alicia…), siguiendo en contacto aún con alguna de ellas, que siguen mi carrera como escritor. Si no recuerdo mal, aunque sí recibí algún premio con mis poemas, nunca gané el concurso salvo en una ocasión, aunque fue con un relato. Lo que sí sé es que ese aliciente me hizo seguir buscando esa voz que seguía diciéndome que escribiera poesía.

Después, aunque siempre he ido escribiendo algunos textos, la poesía quedó algo apartada mientras me sacaba las dos carreras, trabajaba, pasaba un año en Florencia, dos en Londres y, sobre todo, mientras empezaba a publicar mis libros de cuentos y la novela de fantasía juvenil. Un periodo largo en el que escribí muy, muy poca poesía y en el que tampoco leí demasiada.

El siguiente momento importante para mi yo poético fue, sin duda, el confinamiento. Aquella locura que nos tocó vivir y ante la cual cada uno tuvo que buscar la forma de no perder la cabeza supuso, para quienes realizamos alguna labor creativa y tuvimos la fuerza suficiente, un empujón al vacío. Entre otros entretenimientos, me lancé a publicar un poema al día por Instagram, y lo mantuve durante muchos, muchos días. Hoy, los leo y, sinceramente, tan solo salvaría algunos versos y algunas imágenes, aunque tendría que meter tijera y sutura en todos ellos. Eso sí, como ejercicio de escritura poética fue brutal, porque me obligué a explorar(me), a observar(me) y a crear(me) a través de la poesía. Como aprendizaje fue un paso fundamental.

En esta época escribí un poemario adulto (el primero que he cerrado estando conforme, aunque es algo peculiar) que sigue en un cajón y del que ya os hablaré cuando le llegue el momento y, también, algunos poemarios infantiles que, por el momento, no encuentran su lugar.

En los últimos años había leído más poesía de lo habitual, pero fue aquí cuando me hice un lector voraz de versos. Tengo que destacar, una vez más, el papel fundamental de mi maestro, Manuel Francisco Reina, que, por suerte para mí, fue despiadado con mi poesía, me guio sin dirigirme, me iluminó sin cegarme con su luz; y, además, viendo cómo iba siendo esa voz poética mía que ya empezaba a vislumbrarse, me recomendó infinidad de poetas y poemarios que podrían ser, como lo ha sido siempre él, un aprendizaje. Leí a Francisca Aguirre, a Ángela Figuera Aymerich, a Elsa López, a Guadalupe Grande, a Alberti, a Blas de Otero, a Antonio Hernández, a Gamoneda, a Rilke, a Gioconda Belli, a Raquel Lanseros… A un montón de poetas que, sí, fueron maestros desde el papel y la tinta.

También, cómo no, quise profundizar en la filosofía y, según el tema del que tuviera pensado escribir, leí a Ortega y Gasset, a Cicerón, a María Zambrano, a Hannah Arendt… Qué necesaria es la filosofía. Cuánto se aprende de ella.

Con todo esto que cuento, mi voz poética se hizo una realidad. Por fin, con treinta y cinco años, me encontré. Y, por suerte, con esa misma edad, me encontraron.

En este 2021 tan horrible para mí en todo menos en lo literario, por fin, pude decir (no sin cierto pudor aún) que soy poeta.

En otro momento duro en mi vida, una baja por diversas enfermedades, me agarré a la poesía como mi mayor aliada, y, en esos meses nació “Escrito bajo las uñas”, el poemario con el que, como sabéis, gané el XV Premio Internacional de Poesía Antonio Galami primer reconocimiento como poeta. En este mismo año, la editorial Cuadernos del Laberinto me incluyó en esa preciosa antología de poesía breve que es “Laberinto breve de la imaginación”, rodeado de poetas a quienes leo y admiro.

En estos complicados años (y, ya, por fin, os hablo de “Hogares impropios”), mientras leía a poetas que me cortaban la respiración, vi que hay una corriente que ha tomado mucha (demasiada) fuerza en la poesía actual. Es un hecho (y hay que reconocerlo) que se está escribiendo algo que pretende ser poesía sin parecérsele apenasInfluencers, youtubers, cantantes, actores, actrices, famosos y famosas se han lanzado, con el beneplácito y el símbolo del euro en los ojos de determinadas editoriales, a escribir eso que yo llamo pseudopoesía, esas frases de azucarillo, esos textos misterwonderfulizados y creados a golpe de tabulador sin calidad, sin estudio, sin respeto y con muy poca calidad. Podría escribir muchos ejemplos y dar muchos nombres, pero os dejo esa tarea como entretenimiento. Al ver, horrorizado, esta tendencia me lancé a escribir algunos poemitas más como desahogo que como otra cosa, criticando esta situación. Al principio, los reuní bajo el título “La fe del converso”, aunque tampoco les hice demasiado caso. Los escribí, me desahogué, los olvidé.

Poco después vi que la Universidad Carlos III sacaba un premio de poesía en el que solo pedían 300 versos, así que revisé lo que tenía en cajones, encontré estos poemas, los retoqué algo y di forma a un poemario, ya bajo el título de “Hogares impropios”, que aparece en uno de los poemas. No lo gané. Eso sí, supe que tenía que mejorarlo y seguir intentando hacer algo con este poemario.

El siguiente paso fue ver que había otro premio donde podría encajar y que me valía por fechas, el Premio Provincia de Guadalajara de Poesía José Antonio Ochaíta. Eso sí, pedían un poemario de 500 a 1000 versos, casi el doble de lo que yo tenía, como mínimo. Me puse manos a la obra.

Retoqué lo que tenía. Eliminé algunos poemas. Leí (leí mucho). Escribí poemas nuevos. Leí (leí mucho más). Me exploré, me observé, creé… Y, en algo menos de 700 versos, “Hogares impropios” se cerró. Lo presenté al premio… y lo gané.

Y fui feliz. Muy feliz. Por el premio, por supuesto, por el reconocimiento que supone, porque es un nuevo empujón que me invita a seguir escribiendo poesía y, también, porque valida esta crítica que llevo tanto tiempo haciendo sobre esa corriente de poesía que no es poesía, de poetas que no son poetas, de esta evidente puesta en valor de la calidad (de seguidores y, por lo tanto, de ventas) ante la calidad, que importa cada vez menos y que nos ha llevado a un punto en el que ya ni se esconde.

El poemario, con un poema introductorio, se divide entres partes. “La voz poética”, que pretende ser un homenaje a la poesía de verdad, a los poetas de verdad; “La palabra que se recuerda”, que es una crítica a esa pseudopoesía actual; y “Ciegos para siempre”, que habla de las consecuencias de desabrazar a la poesía de verdad por abrazar esa nueva forma de escribir que ni siquiera considero poesía.

El premio lo recojo el 14 de enero en Guadalajara. Estoy viendo cuál es la mejor forma de que se publique, ya que las bases dan la opción a hacerlo con una editorial tradicional, en acuerdo con la Diputación. Saldrá, seguro. Lo compartiremos. Me muero de ganas.

Premio José Antonio Ochaíta de Poesía 2021

Aunque ya lo he compartido por Instagram, Twitter y Facebook, me quedaba contar por aquí que, sí, acabo de ganar el Premio José Antonio Ochaíta de Poesía 2021, el galardón poético incluido en los Premios Provincia de Guadalajara.

En un año muy (muy) complicado en cuanto a la salud y a diversos temas laborales y personales y que termino de la peor forma posible para empezar 2022 (casi seguro) en un quirófano (vesícula), no miento si digo que, una vez más, me ha salvado la poesía.

Porque fue a la poesía a lo que me agarré en el confinamiento, escribiendo poemas y compartiéndolos por redes, obligándome a escribir y a leer, lo que siempre ayuda para aprender más y mejor.

Porque fue a la poesía a lo que me agarré en mi baja médica de casi seis meses, dando forma al poemario «Escrito bajo las uñas», con el que gané el XV Premio Internacional de Poesía Antonio Gala este mismo año.

Porque, en este año, he leído mucha, mucha, mucha poesía y he ido a bastantes eventos poéticos, conociendo y escuchando a poetas de la talla de Antonio Gamoneda, Manuel Francisco Reina, Gioconda Belli, Raquel Lanseros, Marina Casado, Javier Lostalé, Antonio Hernández, Fernando Beltrán, Rafael Soler, Eduardo Herrera Baulloso y un largo, muy largo etcétera.

Porque me han invitado a leer poemas míos en algún recital, y compartirlos es una sensación maravillosa.

Porque he pasado a formar parte del grupo poético Los Bardos, junto a Marina Casado, Alberto Guirao, Julia L. Arnaiz, Alicia Louzao, Andrés París, Francisco Raposo, Eric Sanabria y Olira Blesa, y ha sido una noticia que me ha alegrado mucho.

Porque lo remato con este nuevo premio que ha llegado de forma inesperada y en un momento personal muy triste, por lo que he tenido que agarrarme a él para encontrar algo de alegría.

«Hogares impropios», un poemario del que hablaré en otra entrada que publicaré pronto y que ha supuesto un nuevo reconocimiento, un nuevo «sí» ante las dudas de si lo que escribo puede ocupar un lugar chiquitito en el universo poético, una razón más para seguir escribiendo aquello que más disfruto y que más me llena: POESÍA.

Como siempre, gracias eternas a los que estáis, a los que me apoyáis, a los que me leéis y a los que me ayudáis a seguir, poquito a poco, creciendo como escritor.