Crítica: Los ángeles de la ira

Título: Los ángeles de la ira

Autora: Juana Pinés

Editorial: Versátil

Premio Provincia de Guadalajara de Narrativa “Camilo José Cela” 2021

El año que gané el “José Antonio Ochaíta”, 2021, en poesía, Juana Pinés ganó con este libro en narrativa, haciéndose con el “Camilo José Cela”.

Coincidimos en el autobús que nos llevó a Cogolludo, al Palacio de los Duques de Medinaceli, donde se concedieron los premios, pero hablamos más bien poco.

Cuando gané el “Ciega de Manzanares”, Juana me escribió un mensaje por Instagram donde me preguntaba si me acordaba de ella y me decía que ella era (es) de Manzanares, así que el círculo se cerraba. Cruzamos varios mensajes y decidimos intercambiar algunos de nuestros libros por correos. Yo le envié mis dos poemarios publicados hasta la fecha (Escrito bajo las uñas y Hogares impropios) y ella, su poemario Es tuya la palabra y esta novela, Los ángeles de la ira.

Como últimamente no estoy leyendo mucha poesía (se me acumulan los libros, porque de comprar y recibir por varios sitios no paro), empecé por la novela. 

qué preciosidad de novela.

La historia, aunque dura (muy dura) es una delicia y está tan, tan, tan bien narrada, con tanta dulzura, con tanta delicadeza y con un cuidado del lenguaje propio de poetas que, a pesar de esa dureza, es imposible no contagiarse de ternura. Los personajes, tallados como si fueran figuras de bronce en manos de un escultor experto, hacen muy fácil que podamos identificarnos con ellos, quererlos, odiarlos, sentir hacia ellos lo que ocurre con las personas de carne y hueso. Del primero al último, qué personajes tan bien creados.

Por otra parte, ocurren con esta novela dos cosas fortuitas que han hecho que me gustara aún más.

La primera, a pocos meses ya de que se publiquen mis “Alas para los ángeles”, en el título del libro de Juana aparecen, también, esos ángeles, empeñados en seguir persiguiéndome.

La segunda (y más importante) es que el costumbrismo manchego de la novela ha hecho que recuerde mucho a mi abuela paterna (de Almagro, como mi padre), su forma de hablar, el encaje de bolillos, la cocina… y, de la misma forma, a mis tías, a quienes escuchaba mientras leía los diálogos, pues el acento de los personajes del libro y el de ellas debe de ser el mismo.

No sé a vosotros, pero a mí, cuando suceden estas conexiones, se me ilumina la cara. 

Qué maravilloso es leer. Qué maravillosa es la literatura.

De verdad os digo (sabéis que soy sincero cuando reseño) que es una muy buena novela, sin el eco de los grandes premios (en otras cosas distintas a la calidad de lo premiado), pero con una maestría en la elaboración de todos los aspectos necesarios en la narrativa y con una historia tan magnética que merece cada segundo invertido en su lectura. Hacedme caso.

Lo que más me ha gustado: podría hablar de la historia, de los personajes, del lenguaje… pero, la verdad, me quedo con esa conexión con mi abuela y mis tías, porque eso es único.

Lo que menos me ha gustado: el regusto amargo que queda al saber que puedan existir personas que hayan tenido que pasar por situaciones como la que se cuenta en el libro, porque es doloroso para todos los que hacemos de la empatía forma de vida.

“Y, una vez más, pensé en lo sola que a veces puede estar la soledad”.

Juana Pinés

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