El autobombo en redes sociales

Ayer lancé una pregunta por Instagram para pedir la opinión sobre el autobombo que muchos autores hacen de sus libros en redes, un tema que me genera bastante animadversión.

La pregunta era sencilla. Tras un texto que decía “¿Hasta qué punto es bueno ser autor y no parar de hacerse autobombo en redes sociales?”, se abrían dos opciones: “beneficia” o “perjudica”. El resultado fue ajustado. 20 votos para el “beneficia” y 17 para el “perjudica”; un 54 y un 46% respectivamente.

He de decir que algunos de los que votaron el “beneficia”, me preguntaron después o me plantearon su opinión por mensaje directo y, tras escucharme (o leerme, más bien), me dijeron que, viéndolo así, habrían votado la otra opción.

El caso es que, después de ver cómo se ha votado y de conversar con algunas personas al respecto, este, el del autobombo, es un tema que me interesa mucho para debatir.

Entiendo que muchos autores pequeños y/ o autopublicados vean en las redes sociales (Instagram y Twitter, principalmente) la única vía para dar a conocer sus libros. Yo mismo, como autor pequeño, publicado por editoriales pequeñas y con una cuenta de Instagram pequeña, lo entiendo y acepto que, obviamente, quienes tenemos perfiles en redes sociales destinados a tal fin, debemos emplearlos para llegar a más gente.

Hasta ahí, puedo asumir cierto autobombo, aunque a mí me cuesta mucho hablar de mis libros, por no hablar de promocionarlos o argumentar por qué la gente los tiene que leer sí o sí.

Lo que no soporto es ver a determinados autores y autoras, con mayor o menor nombre (porque este hábito no ocupa solo a cuentas minúsculas de autores muy poco conocidos), subir publicaciones y publicaciones, historias e historias de sus libros. Meterme en una cuenta de autor y ver dieciocho historias seguidas con sus libros. Mirar el feed de una autora y no ver más que sus libros por todas partes. Si a eso le sumamos, como ocurre a veces, frases del tipo “no podrás dejar de leer esta historia”; “un libro que te va atrapar desde la primera página” o “es un libro que tienes que leer” (entre otras muchas flores tiradas hacia uno mismo), qué queréis que os diga, me hace huir de la cuenta, del autor o la autora y del libro. Porque, sí, alabar el trabajo de uno mismo con frases de uno mismo sobre el libro de uno mismo queda un poquito feo. Al menos, así lo creo yo.

En una cuenta de autor tienen que estar sus libros, por supuesto. Es necesario ver alguno de sus textos, algunas pinceladas de su escritura, pero todo, pienso, con un poco de mesura. Tirando de dichos castellanos, sería eso de “lo poco gusta y lo mucho cansa”, no sé si me entendéis.

Ha habido un poco de confusión con la encuesta entre perfiles de poetas o de personas que escriben frases, llamémoslas, de motivación, o de amor o reflexiones (que, para mí, ya sabéis, no son poesía, pero ese es otro debate). No me refiero a esa exposición. Por supuesto, si una cuenta está dedicada a volcar poemas o ese tipo de textos, hay que subirlos, porque es lo que se busca con esa cuenta y lo que se quiere encontrar (eso sí, quizá también sería bueno colgar textos de otros autores que nos gusten, poemas que no sean de nuestra autoría y queramos compartir y otro tipo de publicaciones), pero mi pregunta no iba ahí, sino a todo lo que he comentado con anterioridad.

Puede que yo sea más tímido en ese aspecto de poner mi obra por las nubes. O que sea más vergonzoso. O más humilde. O un poco de todo. Pero no veréis en mis redes un autobombo como el que critico en esta entrada y, si lo hiciera algún día, exigidme que vuelva a poner los pies sobre la tierra. Os lo pido por favor. Si alguna vez me veis decir “hola, este es mi nuevo libro y es maravilloso, y os va a encantar, y os lo tenéis que leer porque está lleno de ingredientes geniales y blablabá” o si veis que no paro de subir publicaciones de mis libros con ese tipo de mensajes, paradme los pies. No soportaría ser así.

“La humildad no es pensar menos de ti mismo, es pensar menos en ti mismo”.

C. S. Lewis

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Resquemor en “bookstagram”

Ayer, el periódico “La vanguardia” incluía un artículo titulado “El postureo lector o aquellos que fingen que les gustan los libros” y, por lo que he podido ver en distintas redes sociales, no ha sentado demasiado bien a la comunidad “bookstagram” (para quienes no lo sepáis, cuentas de Instagram dedicadas a hablar de libros). 

Me he encontrado con ataques feroces a dicho artículo desde bastantes cuentas y, para contrastar una opinión con las otras, he buscado en prensa para leerlo.

Os lo dejo aquí, por si queréis hacer lo mismo:

https://www.lavanguardia.com/cribeo/cultura/20210117/6182109/postureo-lector-fingen-les-gustan-libros.html

De forma resumida, lo que afirman en el artículo es que hay cuentas en Instagram que se dedican a hablar de libros por postureo, por quedar bien, por sumarse a la moda o por pensar que leer los puede situar en un plano intelectual superior (hecho, este último, que se suele pensar sin que sea del todo cierto, por otra parte).

¿De qué se quejan algunos “bookstagrammers” y (por lo que he visto) algunos autores y autoras? Voy al lío…

Se quejan de que el artículo solo critica esa parte de las redes sociales y de los “bookstagrammers” en vez de hablar de que, en España, se lee. No es verdad. De hecho, el artículo empieza hablando de cómo una gran parte de la sociedad española ha leído más que nunca durante el confinamiento, aunque las librerías estuvieran cerradas.

Quienes se han ofendido dicen, también, que se podrían haber volcado los esfuerzos y el espacio en prensa para hablar de las bondades de la lectura en lugar de embarrar un determinado sector de “bookstagram”. Tampoco es verdad. El artículo habla del privilegio que supone leer, de que conseguir disfrutar de la lectura aporta múltiples beneficios y de que “leer un libro es un escape fabuloso para relajarse y desconectar” (cito, literalmente). Llega, incluso, y como colofón, a hablar de la lectura como una terapia emocional a la altura de la meditación. 

Quizás estos dos aspectos no sean suficientes, pero no se puede decir que el artículo solo intente desprestigiar a quienes (según la redacción) dudosamente tienen una mínima autoridad para hablar de libros y que no diga nada sobre los beneficios de leer o de los hábitos lectores porque, sencillamente, no es cierto.

¿Qué queda, entonces, de esas quejas que he podido leer? ¿De dónde sale tanto enfado? 

Si no me equivoco, lo que más ha cabreado a estas personas es el hecho de que el artículo pone el acento en un par de puntos que todos conocemos, pero que no muchos sabemos o queremos admitir.

El primero, que el postureo reina en la sociedad de hoy en día. Es más, me atrevería a decir que lo hace en prácticamente todos los campos y, por supuesto, de manera especial en Instagram. Quien no lo afirme, miente. Ojo, que no lo digo como algo negativo. Es bastante sencillo de entender, creo. No es necesario ni siquiera pensar en Instagram. Pensemos en las cámaras de fotos analógicas (si las recordáis) o en las digitales. ¿Alguien ha pensado alguna vez en hacer una foto sin preocuparse de que quedara bonita? Desde que la fotografía existe, corrijo, desde que cualquier forma de representación de la realidad existe, cualquiera que quisiera retratarla con un pincel, un bloque de mármol o una cámara de fotos, ha intentado hacerlo lo mejor posible. Voy a poner algunos ejemplos. “Naturaleza muerta con biblia”, de Van Gogh; “Lectura abandonada”, de Valloton; “El librero”, de Arcimboldo (de ¡1566!); o “Libro transformándose en mujer desnuda”, de Dalí. En todas estas obras aparecen libros como objetos decorativos. ¿Es malo? No. ¿Es criticable? En absoluto. ¿Es “postureo”? Si entendemos “postureo” como querer hacer una representación de la realidad lo más bonita posible, usando libros o cualquier otro objeto que se nos antoje, sí. Pero, insisto, no creo que haya nada malo en eso. Por retomar el inicio de este punto, postureo ha habido y lo habrá siempre. Lo que critica el artículo no es eso, sino la absurdez a la que los seres humanos hemos llegado de primar la apariencia por encima de todo y, en el caso de los libros (y como vengo denunciando desde hace ya mucho tiempo), el hecho irrefutable de que la cantidad (de seguidores) es mucho más importante que la calidad (de dichos libros).

El segundo, que se ha metido en el mismo saco a toda la comunidad “bookstagram” y se ha dicho que todos los que tengan cuentas dedicadas a los libros solo lo hacen por postureo, que nadie se lee los libros y que ni siquiera les gustan. Pero (siento decirlo), una vez más, no es verdad. El artículo afirma que una “inmensa mayoría” de personas a las que se pregunte nos dirá que le encanta leer y que esa afirmación puede, o bien ser verdad, o bien tratarse de “un curioso fenómeno: el postureo literario”. Y, ¡no nos engañemos! ¡Claro que hay gente así! Y, si la hay en la vida real y la descubrimos en conversaciones reales, ¿cómo no la va a haber en Instagram? Por supuesto que la hay, pero, del mismo modo que hay cuentas de moda en las que los y las influencers compran los últimos modelos, se hacen las fotos y los devuelven, o del mismo modo que cuentas que hablan de diversos temas son un auténtico fraude. Existen. Claro que existen. E, insisto, quien diga que eso no es así, está mintiendo.

¿Nadie conoce casos de cuentas que reseñan libros que ni se han leído porque las editoriales se los mandan gratis? ¿Nadie conoce a famosos que nada tienen que ver con la literatura que recomiendan libros solo por intereses económicos o diversos arreglos? ¿Nadie reseña tan solo o muchos más libros de aquellos autores que tienen más tirón para obtener mayor visibilidad, aunque no les gusten esos libros o autores o ni haya leído una sola página? ¿Soy el único que podría dar una lista inmensa de nombres?

Del mismo modo, ¿nadie conoce autores pésimos que copan las listas de ventas solo por lo fuertes que son sus cuentas o las de sus parejas en Instagram? ¿Eso no nos molesta? ¿No lo denunciamos? ¿No lo criticamos?

Antes de que me echéis a los leones, quiero dejar claro que no pienso que toda la gente sea así ni que haya personas que sean así todo el rato. Si lo pensara, no estaría en Instagram, os lo puedo asegurar. Gracias a Instagram y, en particular, a las cuentas dedicadas a la literatura, he conocido a personas maravillosas con cuentas maravillosas que se esfuerzan mucho por fomentar la lectura, dar a conocer a autores nuevos, libros que les gustan, recomendaciones… ¡Son la inmensa mayoría! He podido contactar y llegar a tener cierta confianza a lectores interesados en lo que escribo y, es más, entablar cierta amistad con autores a los que admiro, como Raquel Lanseros, Pedro Mañas o Beatriz Osés. Y eso es algo que solo “bookstagram” puede conseguir. Al igual que yo pienso así, veo de forma muy clara esa misma idea en el artículo tan ciegamente criticado, solo que, al igual que los periodistas que lo han escrito, veo la realidad, veo el sinsentido y, como creo que tendríamos que hacer más a menudo, lo critico cuando tengo ocasión.

Si os soy sincero, no entiendo tanto resquemor, enfado ni tanta pompa ante una opinión como la vertida en este periódico. Yo tengo una pequeña cuenta dedicada, en parte, a los libros en la que invierto un determinado tiempo y para la que me ocurro las publicaciones lo que quiero y puedo y no me ha dolido dicho artículo ni un poquito. Ni siquiera me he dado por aludido, vaya. Y, puedo ir más allá, me he alegrado al ver que en prensa nacional se habla de todas estas estupideces a las que estamos llegando desde que las redes sociales, los seguidores y los likes son quienes marcan la calidad de cualquier producto.

No nos hagamos los ofendidos si estamos contentos con nuestras cuentas y si sabemos que no somos parte de ese “postureo literario”. Creo que hacerlo no ayuda. Lo que ayudaría a que no se ponga en duda que usar la red social reina del postureo (con permiso de Tik-Tok) para hacer algo tan positivo como la animación a la lectura es algo maravilloso es, como hace el artículo, reconocer a esas personas y no prestarles la más mínima atención.

Solo así, quiero creer, daremos más fuerza y más sentido a una comunidad creada por lectores y escritores para lectores y escritores tan genial como “bookstagram”.

«La estupidez no tiene fronteras, pero al estúpido hay que ponerle límites».

Albert Einstein

Curso escolar 2020-2021

Como muchos veríais ayer (domingo, 16 de agosto), El País Semanal puso en portada “El desafío de los profesores ante la pandemia”. Un reportaje que ahonda en cómo fue el final del curso pasado desde el confinamiento hasta su final y en cómo algunos docentes vemos, con mucha preocupación, cómo puede ser este que está casi al caer.

Es un reportaje bastante amplio en el que se tocan muchos temas importantes, pero, como había que repartir el tiempo y el espacio entre todos los que participamos, se me quedaron algunos puntos que tratar. Por eso, esta entrada.

Para quienes no lo leyerais, si os interesa, os dejo el enlace:

https://elpais.com/elpais/2020/08/11/eps/1597146268_131560.html 

También por si no podéis acceder al reportaje escrito por tema de suscripciones, os dejo en enlace de YouTube al vídeo:

En primer lugar, que quede claro que no va a ser una entrada con colores políticos. De la política (y de los políticos) tengo mi opinión y me decanto hacia un lado, obviamente, pero mi intención con esta reflexión no es enfrentar a bandos de un color con los del otro. Además, como en este tema ni el gobierno central ni los autonómicos (de quienes depende la educación) han estado a la altura, no tendría mucho sentido debatir sobre quién lo está haciendo peor o quién tiene más responsabilidades.

También quiero dejar claro que ese desafío que da nombre al titular no nos atañe solo a los profesores. Tal y como les digo a mis familias en las reuniones al inicio de cada curso, la educación no tiene sentido si no se hace en equipo: centros escolares y familias; así que el desafío, tal y como se vio de marzo a junio, también es para ellas. Si voy más allá, y creo que es algo evidente, tampoco es solo un tema de profesores y familias. Nuestro trabajo se ha visto frente a un reto enorme no solo por el hecho de cómo afrontar esta situación (como ha ocurrido en, prácticamente, todos los sectores), sino porque trabajamos con niños que (disculpad la obviedad) “pertenecen” a unas familias y porque esas familias tienen unos trabajos y necesitan del tiempo en que sus hijos están en el colegio para desempeñarlos. Y ese, el de las complicaciones para la conciliación, ha sido (y será) uno de los grandes problemas que hemos enfrentado y enfrentaremos.

Antes de hablar un poco sobre cómo veo, con la información que tengo, el próximo curso, quiero hacer algo más de hincapié en lo que ya dije en el reportaje. Quienes conocen cómo trabajo (en primer lugar, mis alumnos y alumnas, sus familias y mis compañeros y compañeras) saben muy bien la forma en que entiendo la educación en edades tan tempranas (salvo nuevas noticias, suelo cubrir casi la totalidad de mi horario en primero y segundo de primaria). Por eso, saben que mi máxima preocupación cuando los colegios cerraron fue la estabilidad emocional de mis peques y de “mis” familias. En eso me volqué, movido, también, por mi colegio, que, con sus aciertos y sus errores, sí vio claro que lo emocional era lo más importante. Nunca me preocupó demasiado que se perdieran ciertos contenidos, que no pudiéramos terminar los libros (ese es otro tema con el que me alargaría bastante más) o que algunos conocimientos teóricos no llegaran de la mejor forma posible. Nada de eso es insalvable en estas edades. Lo emocional sí puede serlo. Yo siempre educo desde el cariño, desde el abrazo, desde la igualdad y el respeto, desde la ayuda en la gestión de las emociones… Desde el grupo. Eso es, para mí, lo más importante de la primaria (sobre todo, de los primeros cursos) y eso fue, precisamente, lo que más perdieron al no poder acudir al cole.

Por suerte, los y las peques nos han dado a todos y todas una lección enorme y me alegró mucho ver que estaban llevando la situación casi mejor que nosotros y nosotras. He de decir, también, que las familias del grupo que dejé en junio han estado de diez, volcadas en esa estabilidad emocional de sus hijos e hijas, haciendo malabares para que realizaran las tareas, superando la altura a la que siempre estuvieron. Esto no quita que las familias se hayan estresado, se hayan desesperado, se hayan frustrado, agobiado, enfadado… Su papel de padres, trabajadores (algunos y algunas) y “profes de apoyo” era muy complicado, por eso hablo de que el desafío es, también, para las familias.

Dicho todo esto (y no pensaba enrollarme tanto), hoy, a día 17 de agosto de 2020, comparto con vosotros y vosotras mis impresiones para la vuelta al cole que tan en boca de todos puso El Corte Inglés con esa brillante (apréciese el sarcasmo) campaña publicitaria (eso sí, si lo que buscaban era eso, estar en boca de todos, se habrán felicitado).

Lo primero que tengo que decir es que cada vez es más evidente que la educación, en España, importa lo justo. Se oye hablar (sin cesar) del ocio nocturno, del turismo, de si se puede o no se puede fumar en terrazas (ojalá lo prohíban, pero para siempre), de las residencias de mayores, de eventos deportivos, de aforos en bares, restaurantes y espectáculos varios… ¿Qué pasa con la vuelta al cole? Si no hubiera sido por esa campaña de El Corte Inglés, quizá no se habría hablado nada. E, insisto, estamos a 17 de agosto.

¿Nadie está preocupado? Y, lo que es peor, ¿nadie está ocupado en ello?

Desde el Ministerio de Educación lo único que se aporta es, básicamente, que cada comunidad autónoma se las apañe como pueda, para lo que da unas recomendaciones bastante vagas y para las que no era necesario ni redactar un documento, además de ser, en ocasiones, bastante complicadas (si no imposibles) de implementar. Lavado de manos, mascarilla, primar la educación al aire libre (¿?), ventilar los espacios, escalonar las entradas y los patios, evitar el contacto y, atención, garantizar una distancia en clase de metro y medio. No sé cuántos colegios han visto, pero que me expliquen cuántas aulas admiten a veinticinco (o más) niños y niñas separadas por un metro y medio. Porque, sí, se propuso bajar las ratios (algo fundamental, en mi opinión, no solo en tiempos de pandemia, aunque esta situación lo ponga aún más en evidencia), pero las comunidades pusieron el grito en el cielo con esa frase tan repetida por los políticos cuando se refieren a educación: “no hay dinero”.

Desde las consejerías de educación de las distintas comunidades autónomas, la pelota pasa a estar en los centros educativos. No sé si habéis visto que ha habido algunos equipos directivos que han dimitido en bloque al verse superados por una situación que no tendría que depender única y exclusivamente de ellos, tal y como ocurre. Organizar espacios. Retorcer horarios. Establecer todas las medidas que puedan (mamparas, geles, mascarillas, cartelería…). Reubicar a profesores. Y todo, por supuesto, por el mismo precio.

En Madrid, que es la comunidad en la que trabajo, os cuento las propuestas para la vuelta al cole, sacadas de la Consejería de Educación y Juventud (citaré literalmente).

“El inicio de curso se hará con normalidad si la situación sanitaria lo permite”.

¿Cómo os quedáis? “Con normalidad”. ¿Qué normalidad? “Si la situación sanitaria lo permite”. La misma situación que nos deja unas cifras de contagiados bestiales, con focos por todas partes, con hospitales que ya empiezan a colapsar (este, el de la sanidad en Madrid, es otro tema que también tiene lo suyo), con nuevas medidas casi a diario para limitar los contactos y los posibles contagios, con grupos de personas manifestándose en la Plaza de Colón, sin mascarilla, al grito de «¡libertad!» y de «bote, bote, bote, aquí no hay rebrote»… ¿De verdad creen que esta situación sanitaria va a permitir un inicio de curso con normalidad? Han tenido que cerrar campamentos de verano con grupos muy reducidos y uno o dos monitores… ¿De verdad piensan que no va a pasar lo mismo cuando colegios que, como el mío, tienen seiscientos alumnos y unos cuantos profes solo en primaria? ¿De verdad alguien piensa que estamos en esa situación?

Tras esta propuesta brillante, siguen tres posibles escenarios, con sus correspondientes medidas:

Escenario I: Presencialidad y medidas extraordinarias de higiene.

En este escenario (para el que ni siquiera dan las condiciones qué implicarían olvidarnos de esa “normalidad” salvo por un banal “según la evolución de la pandemia”), todo lo que se plantea para primaria es: grupos estables de convivencia (léase “encaje imposible de bolillos”) y “se incentivará el uso de plataformas educativas, materiales digitales y dispositivos electrónicos con el fin de consolidar la transformación digital”. Ya está. Sí, sí, eso es todo. Ni siquiera merece la pena hablar de la brecha digital…

Escenario II: Semipresencialidad.

Para que se dé este escenario sí son más claros (sarcasmo, de nuevo). “Se plantea en caso de un empeoramiento de la evolución de la crisis del Covid-19, respecto de la situación actual”. Qué concisión, qué clarificador, qué útil… Aquí también hay más medidas (me sigo centrando solo en primaria), y os van a encantar:

Reducción de los grupos según dos criterios: distancia de metro y medio y convivencia estable de veinte alumnos (léase “tetris imposible y encaje de bolillos aún más imposible»). Para rematar su brillante plan, añaden una “organización en espacios alternativos en el centro o espacios municipales” (sin información alguna al respecto de esos espacios municipales) y “flexibilizar horarios y materias”. ¿Alguien me explica qué pasa con los centros que no dispongan de espacios suficientes y cómo se van a reducir los grupos sin esos espacios y sin más docentes? ¿De verdad nadie ve que están planteando un imposible? Contar con espacios que no se tienen, con personal que no se va a tener y con una flexibilización de horarios y materias complicadísima y que implicaría, además, que las familias también tuvieran que flexibilizar sus horarios es, simplemente, un absurdo.

Escenario III: Confinamiento.

Como estarán tan contentos con lo bien que han actuado durante el primer confinamiento (o mucho cambia todo o será el primero de varios), tan solo hablan de “teletrabajo”, “centro tres días abiertos tras el confinamiento” y “conectividad y dispositivos de alumnos/alternativas”. Vamos, que la pelota sigue en el tejado de la voluntad y disposición de los centros educativos y sus equipos directivos y docentes, porque la consejería no aporta NADA. Para comentar lo planteado para primaria en este último escenario, sus planteamientos son “clases diarias en línea y deberes” y “flexibilidad en currículos y horarios”. Todo esto, por supuesto, en manos de los profes. ¿Cómo iban ellos a perder tiempo diseñando nuevos currículos adaptados a esta nueva situación o pensando en soluciones? Mucho mejor decir “que los centros hagan todo lo que puedan, bajo su responsabilidad”, ¿no os parece?

Eso es todo lo que las autoridades educativas aportan a nivel nacional y a nivel de Comunidad de Madrid. ¿Tenéis todos y todas la impresión de que eso y nada es lo mismo, o lo pienso yo solo? ¿Tenéis todos y todas la impresión de que septiembre va a ser un caos absoluto, o lo pienso yo solo? ¿Tenéis todos y todas la impresión de que van a ir cerrando un centro tras otro nada más empezar el curso, o lo pienso yo solo? ¿Tenéis todos y todas la impresión de que no van a hacer nada más, de que seguirán improvisando y trasladando toda la responsabilidad a los centros escolares, o lo pienso yo solo?

De verdad, la solución (teniendo en cuenta la complicación de la situación que vivimos y que la solución perfecta no existe) es muy sencilla: recursos. Recursos en forma de nuevos espacios para poder disminuir las ratios. Recursos en forma de contratación de docentes para ocuparse de esos nuevos grupos y poder garantizar, así, esa creación de “grupos estables de convivencia”. Recursos en forma de tecnología, porque ni todos los centros ni todos los docentes ni todas las familias tienen igualdad de condiciones y, si el sistema educativo no es capaz de igualar esas diferencias… ¿para qué sirve? Pero, imagino, sabéis la respuesta, ¿verdad? “No hay dinero”.

Ahora, os pregunto, ¿conocíais esta información? Porque hay que escarbar un poquito para encontrarla… No, amigos y amigas, la educación no tiene la importancia que tendría que tener. Nunca la ha tenido y, o mucho cambia todo, nunca la tendrá.

Mientras tanto, yo sigo preocupado por cómo será todo; por cuánto se verán perjudicados y perjudicadas los y las peques, sobre todo en lo emocional; en cómo de alto será el grito de esa parte de la sociedad que entiende la escolaridad como la única forma en la que “deshacerse” de sus hijos e hijas durante el tiempo necesario; en cómo de alto será el grito de las empresas que sigan obcecadas en que la presencialidad es imprescindible cuando no lo es; en cuántas serán las excusas y contradicciones de las autoridades educativas; y, entre otras muchas preocupaciones, en cuánto tardarán los centros educativos, como los hospitales, en colapsar. Han tenido desde marzo, con todo el verano incluido, para dejar todo bien atado. Ahora entrarán las prisas y no dará tiempo a organizar un nuevo curso que viene con curvas…

Por lo pronto, me quedan dos semanas para terminar de relajarme, para seguir liberándome del estrés acumulado, para retomar energías, porque las necesitaré. Porque, sí, los profes hemos trabajado, y mucho. Nos hemos dejado la piel y los nervios para que las carencias educativas y emocionales fueran las mínimas, además de volcarnos en ser un apoyo para unas familias (con razón) desbordadas. Y nos hemos estresado. Mucho. En mi caso, un lumbago, un cuadro leve de ansiedad, algo de insomnio y unas semanas con hipertensión lo evidencian.

Para terminar, solo puedo enviar ánimos para todos y todas. Por supuesto, a la comunidad educativa (compis, estamos solos), pero, también, al resto de sectores (la idea de esta entrada no es anteponer mi trabajo a todos los demás), que, de igual modo, han sufrido y sufren las consecuencias devastadoras de este horror. Y, también, a las familias con hijos o hijas en edad escolar. Como siempre les dije a mis familias, aunque no existe la receta perfecta, todo será más sencillo con empatía, con comprensión y con colaboración.

Nota:

Reportaje: Guillermo Abril

Vídeo: Jaime Casal

Fotografías: Sofía Moro

“La educación es lo que sobrevive cuando todo lo demás se ha olvidado”.

Burrhus Frederic Skinner

Crítica: Poemas elegidos (Concha Méndez)

Título: Poemas elegidos

Autor: Concha Méndez

Editorial: Somos libros

Poesía, poesía y poesía. Para cuando necesito recrearme en la belleza del lenguaje, en la artesanía de las palabras. Para cuando mi lenguaje y mis palabras se me atascan y necesito seguir esas miguitas de pan que lancé algún día y se escondieron. Para cuando necesito leer, pero algo que me calme, que me temple, que me llene. Poesía. En estos días tan raros, donde el miedo, el estrés y la incertidumbre han sido el pan nuestro de cada día: poesía.

En cuanto la librería de mi casa abrió, me lancé a hacer un pedido de poemarios que os iré mostrando poco a poco (ya visteis la antología poética de Alfonsina Storni, os dejo el enlace debajo de este párrafo), y este fue uno de los que pedí.

https://jorgepozosoriano.com/2020/06/02/critica-antologia-poetica-alfonsina-storni/

Se trata de una colección de poemas de esta maravillosa autora, aderezada con fotografías de manuscritos, cartas, fotografías… Un trocito de la propia Concha Méndez gracias al cual la conocemos algo mejor, y, creedme, merece la pena conocerla.

En todo lo anterior, genial. Además, la edición del libro es una preciosidad (a pesar de que la pulcritud del blanco no admite mucho manoseo). Pero, en mi opinión, tiene una pega muy grande.

Con todo lo que ha escrito Concha Méndez; con su trayectoria y sus influencias (Lorca o Alberti, ni más ni menos); su importancia en la historia literaria; su calidad poética… ¿solo veintinueve poemas? Se me ha quedado muy, muy corto y, en cierto modo, todo ese acercamiento a la vida de la autora a través de otro tipo de documentos, no creo que sea suficiente para hacer lo propio a través de su poesía. La colección se estructura en sus distintos poemarios, sobre los que hay algo de información (año, tema, estilo…), y hay algunos libros de los que solo se incluye un poema. Difícil de ver esa evolución de la autora en tan solo un poema, ¿no creéis?

Dicho esto, voy con mi análisis con lo que más y lo que menos me ha gustado del libro.

Puntos fuertes:

La edición: cuidada con mimo, llena de detalles preciosos (como el marcapáginas de tela incorporado. Un libro, en lo físico, muy, muy bonito.

Lo “extra”: todo el material incluido es una pasada y me ha encantado recrearme en esas cartas, fotografías y demás. Leer algunos de los poemas de Concha con su propia letra es una auténtica delicia.

Conocer mejor a la autora: que una mujer de su época rodeada de tantos nombres importantes como sus amigos Lorca, Alberti o Cernuda, su novio Buñuel o su marido Manuel Altolaguirre brille (mucho) con luz propia es un meritazo. Una de las Sinsombrero, poeta espectacular, adelantada a su tiempo… Una mujer a quien tenemos que estar agradecidos.

Lo que más me ha gustado: es una pena que, tratándose de Concha Méndez, lo que más me guste es la edición del libro. Por supuesto que sus poemas son brutales (aunque falten muchos por incluir), pero me lo terminé en poquísimo tiempo y la sensación no fue la de “qué pedazo de poemario”, sino de “¿ya está?”. Veintinueve poemas me saben a muy, muy poco.

Lo que menos me ha gustado: creo que está claro, así que no voy a insistir en la escasez de poemas. No me gustan las antologías que incluyen poemas sin ton ni son y que tienen tres mil quinientas páginas, pero tampoco me parece de recibo poder leer solo unos poquitos poemas, si os soy sincero.

¿Conocéis a la autora? Si no es así, ¿buscaréis leer algo suyo?

¡Un abrazo!

“No es mi envoltura, no,

ésta que veis tan torpe,

que me cubre los huesos.

Mi verdadero traje

es el que llevo dentro,

sudario imperceptible

sobre un cuerpo sin alma,

tal como quise ser”.

 “Poema”, Concha Méndez

Crítica: La delicadeza

Título: La delicadeza

Autor: David Foenkinos

Editorial: Seix Barral

Tercero de los cuatro libros que, de momento, me ha dejado mi vecina María. Qué bien lee esta chica… jeje.

Creo que ha entendido a la perfección qué libros me pueden gustar, porque, sí, este también me ha gustado. Es una historia distinta, menos original, podríamos decir, más “de pasar el rato”, pero es justamente eso lo que necesito en estos momentos: pasar el rato. En ese sentido, a cumplido su función a la perfección.

Es, básicamente, una historia sobre el amor. No es una novela romántica (ya sabéis que no soy lector de romántica), sino una novela en la que se habla del amor como una forma de relacionarnos con los demás, como un sentimiento que puede dirigir nuestras vidas, con todo lo bueno y todo lo malo que implica. No es una novela llena de amor, en la que solo importa el amor, en la que el amor lo puede todo (hasta lo que no tendría que consentirse nunca), en la que se repiten una vez más todos los clichés de muchas de esas novelas románticas que (y esto es cosa mía) tanta pereza me dan.

No me ha parecido un libro espectacular, no es un libro de esos que terminas agradecido al universo por haberlo puesto en tus manos, pero sí es una buena novela con una buena historia, con muchas ideas y frases que he ido anotando porque me han gustado mucho y con una estructura, eso sí, muy, muy original.

Dicho esto, paso a mi análisis:

Puntos fuertes:

La estructura: además de los capítulos en sí, el autor va intercalando otros capítulos en los que da datos que tienen que ver con la historia, pero de una forma muy particular. Desde definiciones del diccionario a datos históricos, reflexiones, curiosidades… La verdad es que me ha parecido muy original y refrescante.

La forma en que se acerca al amor: no es un secreto que no puedo con la típica historia de “chica buena y tímida se enamora de chico malo e imposible; el chico la desprecia de todas las maneras posibles; la chica lo aguanta todo; la chica pierde esa timidez; el chico se enamora de ella y se vuelve bueno. No las soporto, lo siento. Ya hablé de ella en esta entrada del blog:

https://jorgepozosoriano.com/2019/08/17/el-amor-y-los-arcos-evolutivos/

Esta historia no es así. Se habla de algunas aristas del amor de una forma real, cotidiana, creíble… Un acierto, en mi opinión.

La ligereza: como he dicho en la introducción, no es una novela que requiera un nivel de concentración pleno, y me ha llegado justo en el momento en que más necesito leer libros así. No entendáis “ligereza” con “simpleza”. Es un libro bueno que está muy bien escrito.

El final: después de decir que en “Una lectora nada común” el final era el que tenía que ser, tengo que decir exactamente lo mismo con este final. Tendréis que leerlo para descubrirlo…

Lo que más me ha gustado: que me ha traído recuerdos muy agradables en los que leí dos libros que me han recordado mucho a este: “La elegancia del erizo” (citado en este libro) y “Los ojos amarillos de los cocodrilos”. Dos libros de autoras francesas (como este) con historias similares. Ha sido un muy agradable reencuentro con esos momentos.

Lo que menos me ha gustado: este punto es algo personal. En la contraportada nos dicen que se conoce como “la novela de los diez premios”, porque ha ganado ese número de premios, además de ser finalista de los premios literarios franceses más grandes… Y, a ver, está bien, pero creo que se les ha ido un poco de las manos

Mi sensación final es que es una novela que os recomiendo si queréis leer una historia ligera, bien narrada, con momentos tiernos, duros, bonitos, complicados… No es brutal, pero está bastante bien.

“Quizás el dolor sea eso: una forma permanente de estar desarraigado de lo inmediato”.

La delicadeza

Crítica: La quinta víctima

Título: La quinta víctima

Autor: J. D. Barker

Editorial: Destino (Planeta)

Después de lo muchísimo que me gusto “El cuarto mono”, me moría de ganas por saber cómo continúa esta genial historia, así que lo he leído en cuanto he tenido ocasión.

https://jorgepozosoriano.com/2019/01/10/critica-el-cuarto-mono/

Sabéis que, de vez en cuando, me gusta un buen thriller, y J. D. Barker sabe cómo escribirlos, eso está claro (aunque no se le dé tanto bombo como a otros).

Eso sí, ni me ha gustado tanto como la primera parte ni me ha tenido tan ansioso por seguir leyendo. Esperemos que la tercera y definitiva entrega cumpla con las expectativas. Este acto intermedio me ha dejado, si os soy sincero, un poco frío.

Os dejo, como siempre, con mi análisis de puntos fuertes, lo que más me ha gustado y lo que menos, intentando no hacer spoilers para quien no haya leído la primera parte.

Puntos fuertes:

El villano: De esos que dan miedo y gustan a la vez; de los que están bien creados y son creíbles y comprendidos. Un punto muy a favor.

Los personajes: tanto los protagonistas como los secundarios, son personajes muy bien definidos.

La trama: para mantener al lector enganchado a lo largo de tantas páginas, ha de tratarse de una trama que lo merezca.

Lo que más me ha gustado: confirmar que J. D. Barker ha llegado a mi vida para quedarse. Que estaré pendiente de su carrera porque es un autor de referencia en la novela negra actual.

Lo que menos me ha gustado: como he dicho al principio, se me hecho mucho más lento y mucho menos vertiginoso que el primer libro. La historia continúa, los personajes se asientan y todo tiene sentido, pero no tiene el ritmo de “El cuarto mono”.

Por otra parte, y por muy aceptado que esté, el leísmo en la traducción es un punto que tampoco me ha gustado.

Mi sensación final es que el autor ha puesto todas las piezas en el tablero para hacer que nos quedemos pegados a las páginas de la tercera entrega en cuanto salga. Espero no equivocarme, porque estoy deseando saber cómo termina toda esta historia.

A los que lo habéis leído, ¿qué opinión tenéis? A los que no, ¿creéis que lo haréis algún día?

Gracias y un abrazo para todos.

“Muy pocas cosas en la vida son mejores cuando estás solo”.

D. Barker, en “La quinta víctima”.

Crítica: Sputnik, mi amor

Título: Sputnik, mi amor

Autor: Haruki Murakami

Editorial: Tusquets

Tercer libro que leo de Murakami y, sí, puedo confirmar que es uno de los autores que más me gusta leer. A veces, como ya he dicho varias veces, necesito ir a un valor seguro después de leer algunos libros que no me han terminado de gustar, y todo me hace pensar que el autor japonés va a ser uno de esos escritores que busque cuando necesite saber que voy a tener una buena lectura, que me voy a reencontrar con la buena literatura.

Lo cierto es que no sé cómo me hice con este libro. Lo cogí una tarde de casa de mi padre, pero no sé cómo llegó allí, si os soy sincero. No sé si lo compré después de leer “Kafka en la orilla” porque me gustó y se quedó ahí hasta ahora o si (ups), alguien me lo dejó y no lo he devuelto…

Yendo a lo importante. Me ha ENCANTADO. Qué gustazo ha sido leerlo. Qué lenguaje, qué historia tan bonita, qué personajes, qué conversaciones, qué viaje hacia uno mismo… De verdad os lo digo, una preciosidad.

Dicho esto, ahí voy con mi análisis.

Puntos fuertes:

El estilo: que Murakami escribe bien no es nada nuevo y no creo que haya nadie (le guste más o menos) pueda decir lo contrario. Qué dominio del lenguaje, qué metáforas más bien buscadas, qué lenguaje más poético… ¿A qué esperan para darle el Nobel?

Los personajes: tres (y algunos con poca relevancia). El narrador, un profesor joven de primaria (no recuerdo si se dice su nombre, pero, si es así, no debe de ser importante). Sumire, una joven que quiere ser novelista. Myû, una pianista reconvertida, por oblogación, en empresaria. Lo que ocurre entre ellos es… Es una pasada.

La esencia japonesa: esto también lo sabéis ya. Sabéis que la cultura (y la literatura) japonesa me atraen muchísimo, y esta historia es muy, muy japonesa.

El amor: no es un secreto que no soporto las manidísimas historias de la mayoría de libros de literatura romántica. Si quiero un amor de macarra descarado con chica buena y modosita que parece imposible, pero, tras vueltas y vueltas y vueltas, se enamoran perdidamente y son felices y se hartan de comer perdices, me pongo “Grease”. Al menos, disfrutaré de las canciones. Lo de aquí no es un amor de esos. Lo de aquí es un amor por descubrir; que se prohíbe a sí mismo; que se quiere cuando no se puede o se puede, pero no se quiere; que se pide; que se desea; que no se comprende… En definitiva, un amor que se cree y con el que, de una forma u otra, se conecta.

La extensión: me he quejado tantas veces de los libros que se hacen pesados por largos, por darle vueltas a lo mismo una y otra vez, por incluir páginas porque sí… Que encontrar una historia tan genial en poco más de doscientas páginas es un regalo.

Lo que más me ha gustado: que no he tenido la misma sensación que tengo con algunos libros, la de “leer para terminármelo”, sino que lo he leído porque quería leerlo. ¿No es eso lo que tendríamos que sentir con un libro?

Lo que menos me ha gustado: por ponerle un pero, diré que me han sobrado las referencias a intérpretes de piezas clásicas de la música. Me ha parecido que no servían para mucho y, sí, un poco pretenciosas.

Mi sensación final es que esto es lo que ocurre con los grandes autores. Murakami, en la literatura actual, es uno de los más grandes, y por eso defiendo siempre la fortaleza de los clásicos o los escritores como él. Porque siempre suponen una vuelta a la LITERATURA, con mayúsculas.

“Por profunda y fatal que sea la pérdida, por importante que sea lo que nos han arrancado de las manos, aunque nos hayamos convertido en alguien completamente distinto y solo conservemos, de lo que antes éramos, una fina capa de piel, a pesar de todo, podemos continuar viviendo, así, en silencio”.

Haruki Murakami, Sputnik, mi amor

Crítica: Los imaginarios

Título: Los imaginarios

Autor: A. F. Harrold

Ilustradora: Emily Gravett

Editorial: Blackie Books

He de reconocer que compré este libro por un motivo: la recomendación de J. A. Bayona. “He tenido la suerte de descubrir de adulto el libro que me habría encantado leer de niño”, dice el director, así que… Me lancé. También ayudó que lo editara una editorial que me gusta bastante, como Blackie Books, y su bonita edición: tapa dura y muy llamativa.

El mundo de la imaginación, como sabéis, me interesa mucho. Como profesor, intento que mis peques la trabajen y fortalezcan todo lo que puedan. Como escritor, y esto es una obviedad, no sería nada sin ella, sin la imaginación. Por lo tanto, este libro, con ese título… tenía que llegar a mis manos.

Lo empecé a leer en cuanto lo compré, hace ya algunos meses y, sin embargo, lo dejé. No supe si no era el momento, si esperaba otra cosa… No quise leerlo a desgana, así que lo guardé hasta que las ganas llegaran. Y llegaron hace algunos días. Y lo he leído. Y no, no era el momento. No me ha terminado de gustar.

Es cierto que la idea me gusta. Me gusta que haya un libro sobre los amigos imaginarios (yo quise tener uno, pero no lo tuve; mi imaginación ya estaba lo suficientemente ocupada, supongo). Me gusta el mensajeque, muy en la línea del anterior libro que leí, Peter Pan, habla de eso de crecer, de convertirnos en adultos, de perder el espíritu infantil y, con él, parte de nuestra capacidad imaginativa. Pero… ay, no sé. Me he vuelto a aburrir, como con Peter. Es más, lo he terminado leyendo corriendo y en vertical… No sé si se me ha convertido en un problema esto de pensar que hay libros que serían mucho mejores con unas cuantas páginas menos… Me pasa bastante a menudo. Puede que sea algo mío, pero de verdad pienso que este libro, con muchas páginas menos (y con una parte central mucho menos larga y aburrida), sería un libro mucho mejor.

Dicho esto, paso a mi análisis habitual.

Puntos fuertes:

La idea: ya lo he dicho, pero ese tema sabéis que me gusta mucho. La imaginación de los niños (y de quienes seguimos siéndolo un poco) es siempre motivo de celebración.

Los amigos imaginarios: o, más bien, quienes los tienen. Yo no lo tuve, como decía, pero me parecen muy importantes para quienes sí los necesitan. Estoy seguro de que les restarán miedos, vergüenzas; les darán seguridad; potenciarán mucho su imaginación… Y el mensaje que se da en el libro, el de que esos niños o niñas no están locos ni locas, me parece el acertado.

Zinzan: mi personaje favorito. Un gato muy peculiar con unas funciones muy chulas. Todo un descubrimiento.

Lo que más me ha gustado: pensándolo con el libro recién terminado, creo que lo mejor ha sido que, en parte, he vuelto a mi niñez.

Lo que menos me ha gustado: el nudo de la historia. Qué largo se me ha hecho. Qué aburrido. Qué ganas de acabarlo pronto para leer el final, y eso que el final se ve claro desde el principio. ¿Es necesario escribir libros pensados para niños tan largos y con partes tan tediosas?

Como conclusión… Creo que ya lo he dicho con otros libros. Por temática, por las ilustraciones (muy bonitas), por los personajes… Es un libro para niños, pero no muy pequeños, por lo que he mencionado antes. Si tenemos un libro infantil, en mi opinión, tiene que cumplir algunas reglas. Por ejemplo, no hacerse largo. No aburrir. No alargar la historia como un chicle para incrementar el número de páginas. Insisto: este libro me habría parecido genial con la mitad de páginas.

A los que lo habéis leído, ¿qué opinión tenéis? A los que no, ¿creéis que lo haréis algún día?

Gracias y un abrazo para todos.

“Las fotografías son lo único que tenemos de algunas personas. Eso y nuestros reecuerdos”.

Los imaginarios, A. F. Harrold

Crítica: La librería del Señor Livingstone

Título: La librería del Señor Livingstone

Autor: Mónica Gutiérrez

Editorial: autopublicado

Sí, sí y sí. Me habéis pillado. Un libro más que he comprado por las mismas razones por las que compré otros como “El guardián de los objetos perdidos” o “La pequeña librería de los corazones solitarios”, entre otros: el título, por un lado, y la combinación de libros y Londres, por otra. Ya lo he dicho en otras ocasiones: dadme un libro sobre una librería en Londres y me lo voy a leer. 

Lo cierto es que no suele ser un error este instinto mío. Una vez más, es un libro que me ha gustado bastante y cuya lectura he disfrutado mucho. Parece que estas novelas “feelgood” (en palabras de la autora en este mismo libro “historias en las que apenas ocurre nada extraordinario, cuyos protagonistas no son grandes héroes. Historias en las que la felicidad se mide en pequeños momentos y se halla en los gestos más cotidianos…”) me gustan de vez en cuando. Eso sí, creo que también hay mucha culpa en que sean novelas “feelgood” con libros y Londres…

Dicho esto, ahí voy con el análisis…

Puntos fuertes:

El título: no hace falta que diga más. ¿No me digáis que no es un título que os encante?

La librería: Moonlight Books es una preciosidad. Sus suelos de madera, su rincón de los románticos, su escalera, su cúpula abierta al cielo… Sin duda, es un personaje más en la novela, y un personaje maravilloso.

Los personajes: como buena novela de su género, los personajes son entrañables desde todos los puntos posibles. Distintos en edad, procedencia y mil aspectos más, todos se unen en torno a ese amor por los libros y por la vida londinense (dos de mis grandes amores, ya sabéis).  Me han gustado todos, desde los protagonistas hasta los secundarios, y eso es algo complicado de lograr y todo un acierto de la autora.

Autopublicación: no hay ningún motivo por el que sea así, pero no suelo leer libros autopublicados. Este libro me ha demostrado que no hace falta una editorial para tener un libro bien escrito. Tiene algunas erratas y algunos errores, sí (como prácticamente todos los libros) y a mí, que soy muy pesado con ciertas cosas, me chirría tanto leísmo (por permitido que esté), pero es un libro bien escrito, con un lenguaje muy cuidado y bien editado. Es de agradecer, la verdad.

Las referencias a otros libros: a muchísimos libros, algo que, ya sabéis, siempre me gusta encontrar en un libro.

Londres: cuando fui a Londres por primera vez (de visita, con dieciséis años) me enamoré por completo. Volví al año siguiente (un día cada año, no os penséis que pasé meses allí) supe que tendría que vivir allí una temporada. Al llegar dispuesto a pasar un año allí (en 2013), pensé que sería un año como mucho, que no era una ciudad para más. Alargué mi estancia allí un año más, un año en el que me enamoré por completo (amor del de verdad) y, aunque me tuve que volver por la muerte de mi madre, supe que me equivocaba. Que no era una ciudad para un año. Que podría vivir allí para siempre y sería muy, muy feliz. Hoy en día pienso que volveré a vivir allí, al menos una temporada. Os cuento esto porque tal es mi amor por esa ciudad que solo el hecho de leer una buena novela que ocurra allí y que la trate bien, me hace estar allí en la distancia, y eso es uno de los mejores regalos que alguien puede hacerme (gracias, Mónica).

Lo que más me ha gustado: sin desmerecer a la historia y a sus personajes, que me han encantado, no puedo evitar decir que lo mejor de leer este libro, para mí, ha sido ese “viaje” a Londres. Me he visto allí, y os lo digo de verdad. Por Holborn, por el British Museum, por la City, por Covent Garden… Ay (acabo de suspirar, os lo prometo), mi Londres… ¡Cuánto lo echo de menos!

Lo que menos me ha gustado: creo que no es un libro del que pueda decir “esto no me ha gustado”, la verdad. Hay pequeñas cositas que no me han encantado, pero no como para afirmar que sea algo que el libro tenga y no me guste. Por lo tanto, voy a decir que, aunque me contradiga, lo que menos me ha gustado deriva de lo que más me ha gustado: quiero ir a Londres YA. Vamos, que la autora me ha dado aún más necesidad de volver… XD

Mi sensación final es que el libro ha cumplido todas mis expectativas. El último libro de este estilo que leí ( https://jorgepozosoriano.com/2019/04/07/critica-la-pequena-libreria-de-los-corazones-solitarios/ ) no me terminó de gustar del todo, y afronté el inicio de este con un “bueno, a ver qué me trae”. Me ha traído una lectura amena, divertida, llena de curiosidades, bien escrita, alegre… Perfecta para estos días, qué os voy a decir.

Os lo recomiendo, sí. Si os gustan las novelas “feelgood” con libros y Londres, como a mí, esta es un diez.

 

“Había empezado a comprender que la felicidad surge de los brotes más pequeños e inesperados”.

 “La librería del Señor Livingstone”

De nazis, comunistas y maricones

Os voy a contar lo que me ha pasado. Estaba (estoy) en casa, tranquilo, cuando me ha dado por mirar la prensa deportiva y me he encontrado con el titular de la fotografía:

“Primero me llamaron nazi, ahora comunista… y pronto dirán que soy maricón”.

Parad un momento. Dejad de continuar leyendo y volved a leer el titular de arriba. ¿No se os han puesto los pelos de punta? ¿No os ha dado una arcada? ¿No os indigna? ¿No os preocupa?

No voy a hablar de este señor (por llamarlo de alguna forma), pero sí de lo que mensajes así llevan asociados: una homofobia latente que, en pleno 2.020 sigue estando ahí.

Me pregunto, ¿qué tendrá que ver ser nazi con ser comunista y con ser “maricón”? Ya, para empezar, usar justo esa palabra dice mucho de quien la pronuncia, en un tono absolutamente despectivo, dañino, irrespetuoso, ofensivo, homófobo hasta el límite y que demuestra una incultura y, me lo vais a permitir, unaestupidez que roza lo simiesco. Bueno, me corrijo, hay simios con una inteligencia muy superior a personas como estas…

Ya hablé de este tema cuando escribí sobre el pin parental:

https://jorgepozosoriano.com/2020/01/21/el-pin-parental/

y, ahora, me veo en la necesidad de volver a hacerlo. Además, me ha venido a la mente una experiencia que yo mismo viví en mi segundo año de Magisterio, os cuento:

Al empezar la Mención Especial en Educación Física (la cual dejé tras ese año, como después comprenderéis), la primera asignatura fue “Expresión corporal”. Éramos un grupo bastante numeroso en el que había muchas personas a las que no conocíamos, porque éramos de distintas clases. La primera clase se basó en, siguiendo una música y unas directrices del “profesor” (sí, lo tengo que entrecomillar porque le tengo mucho respeto a esa palabra), movernos por el gimnasio, buscando expresarnos a través de nuestro cuerpo. Os imaginaréis que un poco de vergüenza nos dio, por lo que no es que expresáramos mucho… Al terminar, el “profesor” nos juntó con cara de circunstancia y nos dijo algo muy parecido a esto (no lo recuerdo palabra por palabra, pero casi):

“¿Qué os pasa? Casi no os habéis movido, y esto es expresión corporal. ¿Es que os da vergüenza algo? ¿Tenéis miedo de algo? ¿Acaso alguno es un asesino, un alcohólico, homosexual?”

Parad un momento. Dejad de continuar leyendo y volved a leer el párrafo de arriba. ¿No se os han puesto los pelos de punta? ¿No os ha dado una arcada? ¿No os indigna? ¿No os preocupa?

Un “profesor” de la Facultad de Educación, ¿eh? Después, a lo largo del curso, nos regaló otras muchas perlas homófobas, machistas, racistas… Un poco de todo, por hacer el kit completo. Yo me quejé, cómo no iba a hacerlo, pero nadie movió ni un solo dedo, como, me temo, ocurrirá con las declaraciones del futbolista de antes.

¿Tenemos que tolerar este tipo de comentarios? ¿No nos damos cuenta del daño que pueden hacer? ¿Por qué la gente que tiene un altavoz tan grande se dedica a lanzar mensajes de odio, y no lo contrario? ¿Es tan complicado respetar?

Yo, insisto, con mi pequeño altavoz como escritor y como maestro, gritaré todo lo alto que pueda que el odio no tiene cabida en el mundo. Que nadie puede menospreciar a nadie por su naturaleza, ya sea su color de piel, su orientación sexual o su procedencia. Que hay que respetar, por encima de todo, a las personas.

Quizás, algún día, se dejen de escuchar comentarios de este tipo. Quizás, algún día, se silencien los insultos racistas, homófobos, machistas y demás. Quizás, algún día…

“Rápidamente, entendió que el valor no depende de la fiereza, sino de la fuerza interior”.

De “Hip, un dragón especial”, cuento incluido en “Las bufandas de Lina y otros cuentos animalados”, Jorge Pozo Soriano