De nazis, comunistas y maricones

Os voy a contar lo que me ha pasado. Estaba (estoy) en casa, tranquilo, cuando me ha dado por mirar la prensa deportiva y me he encontrado con el titular de la fotografía:

“Primero me llamaron nazi, ahora comunista… y pronto dirán que soy maricón”.

Parad un momento. Dejad de continuar leyendo y volved a leer el titular de arriba. ¿No se os han puesto los pelos de punta? ¿No os ha dado una arcada? ¿No os indigna? ¿No os preocupa?

No voy a hablar de este señor (por llamarlo de alguna forma), pero sí de lo que mensajes así llevan asociados: una homofobia latente que, en pleno 2.020 sigue estando ahí.

Me pregunto, ¿qué tendrá que ver ser nazi con ser comunista y con ser “maricón”? Ya, para empezar, usar justo esa palabra dice mucho de quien la pronuncia, en un tono absolutamente despectivo, dañino, irrespetuoso, ofensivo, homófobo hasta el límite y que demuestra una incultura y, me lo vais a permitir, unaestupidez que roza lo simiesco. Bueno, me corrijo, hay simios con una inteligencia muy superior a personas como estas…

Ya hablé de este tema cuando escribí sobre el pin parental:

https://jorgepozosoriano.com/2020/01/21/el-pin-parental/

y, ahora, me veo en la necesidad de volver a hacerlo. Además, me ha venido a la mente una experiencia que yo mismo viví en mi segundo año de Magisterio, os cuento:

Al empezar la Mención Especial en Educación Física (la cual dejé tras ese año, como después comprenderéis), la primera asignatura fue “Expresión corporal”. Éramos un grupo bastante numeroso en el que había muchas personas a las que no conocíamos, porque éramos de distintas clases. La primera clase se basó en, siguiendo una música y unas directrices del “profesor” (sí, lo tengo que entrecomillar porque le tengo mucho respeto a esa palabra), movernos por el gimnasio, buscando expresarnos a través de nuestro cuerpo. Os imaginaréis que un poco de vergüenza nos dio, por lo que no es que expresáramos mucho… Al terminar, el “profesor” nos juntó con cara de circunstancia y nos dijo algo muy parecido a esto (no lo recuerdo palabra por palabra, pero casi):

“¿Qué os pasa? Casi no os habéis movido, y esto es expresión corporal. ¿Es que os da vergüenza algo? ¿Tenéis miedo de algo? ¿Acaso alguno es un asesino, un alcohólico, homosexual?”

Parad un momento. Dejad de continuar leyendo y volved a leer el párrafo de arriba. ¿No se os han puesto los pelos de punta? ¿No os ha dado una arcada? ¿No os indigna? ¿No os preocupa?

Un “profesor” de la Facultad de Educación, ¿eh? Después, a lo largo del curso, nos regaló otras muchas perlas homófobas, machistas, racistas… Un poco de todo, por hacer el kit completo. Yo me quejé, cómo no iba a hacerlo, pero nadie movió ni un solo dedo, como, me temo, ocurrirá con las declaraciones del futbolista de antes.

¿Tenemos que tolerar este tipo de comentarios? ¿No nos damos cuenta del daño que pueden hacer? ¿Por qué la gente que tiene un altavoz tan grande se dedica a lanzar mensajes de odio, y no lo contrario? ¿Es tan complicado respetar?

Yo, insisto, con mi pequeño altavoz como escritor y como maestro, gritaré todo lo alto que pueda que el odio no tiene cabida en el mundo. Que nadie puede menospreciar a nadie por su naturaleza, ya sea su color de piel, su orientación sexual o su procedencia. Que hay que respetar, por encima de todo, a las personas.

Quizás, algún día, se dejen de escuchar comentarios de este tipo. Quizás, algún día, se silencien los insultos racistas, homófobos, machistas y demás. Quizás, algún día…

“Rápidamente, entendió que el valor no depende de la fiereza, sino de la fuerza interior”.

De “Hip, un dragón especial”, cuento incluido en “Las bufandas de Lina y otros cuentos animalados”, Jorge Pozo Soriano

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