El autobombo en redes sociales

Ayer lancé una pregunta por Instagram para pedir la opinión sobre el autobombo que muchos autores hacen de sus libros en redes, un tema que me genera bastante animadversión.

La pregunta era sencilla. Tras un texto que decía “¿Hasta qué punto es bueno ser autor y no parar de hacerse autobombo en redes sociales?”, se abrían dos opciones: “beneficia” o “perjudica”. El resultado fue ajustado. 20 votos para el “beneficia” y 17 para el “perjudica”; un 54 y un 46% respectivamente.

He de decir que algunos de los que votaron el “beneficia”, me preguntaron después o me plantearon su opinión por mensaje directo y, tras escucharme (o leerme, más bien), me dijeron que, viéndolo así, habrían votado la otra opción.

El caso es que, después de ver cómo se ha votado y de conversar con algunas personas al respecto, este, el del autobombo, es un tema que me interesa mucho para debatir.

Entiendo que muchos autores pequeños y/ o autopublicados vean en las redes sociales (Instagram y Twitter, principalmente) la única vía para dar a conocer sus libros. Yo mismo, como autor pequeño, publicado por editoriales pequeñas y con una cuenta de Instagram pequeña, lo entiendo y acepto que, obviamente, quienes tenemos perfiles en redes sociales destinados a tal fin, debemos emplearlos para llegar a más gente.

Hasta ahí, puedo asumir cierto autobombo, aunque a mí me cuesta mucho hablar de mis libros, por no hablar de promocionarlos o argumentar por qué la gente los tiene que leer sí o sí.

Lo que no soporto es ver a determinados autores y autoras, con mayor o menor nombre (porque este hábito no ocupa solo a cuentas minúsculas de autores muy poco conocidos), subir publicaciones y publicaciones, historias e historias de sus libros. Meterme en una cuenta de autor y ver dieciocho historias seguidas con sus libros. Mirar el feed de una autora y no ver más que sus libros por todas partes. Si a eso le sumamos, como ocurre a veces, frases del tipo “no podrás dejar de leer esta historia”; “un libro que te va atrapar desde la primera página” o “es un libro que tienes que leer” (entre otras muchas flores tiradas hacia uno mismo), qué queréis que os diga, me hace huir de la cuenta, del autor o la autora y del libro. Porque, sí, alabar el trabajo de uno mismo con frases de uno mismo sobre el libro de uno mismo queda un poquito feo. Al menos, así lo creo yo.

En una cuenta de autor tienen que estar sus libros, por supuesto. Es necesario ver alguno de sus textos, algunas pinceladas de su escritura, pero todo, pienso, con un poco de mesura. Tirando de dichos castellanos, sería eso de “lo poco gusta y lo mucho cansa”, no sé si me entendéis.

Ha habido un poco de confusión con la encuesta entre perfiles de poetas o de personas que escriben frases, llamémoslas, de motivación, o de amor o reflexiones (que, para mí, ya sabéis, no son poesía, pero ese es otro debate). No me refiero a esa exposición. Por supuesto, si una cuenta está dedicada a volcar poemas o ese tipo de textos, hay que subirlos, porque es lo que se busca con esa cuenta y lo que se quiere encontrar (eso sí, quizá también sería bueno colgar textos de otros autores que nos gusten, poemas que no sean de nuestra autoría y queramos compartir y otro tipo de publicaciones), pero mi pregunta no iba ahí, sino a todo lo que he comentado con anterioridad.

Puede que yo sea más tímido en ese aspecto de poner mi obra por las nubes. O que sea más vergonzoso. O más humilde. O un poco de todo. Pero no veréis en mis redes un autobombo como el que critico en esta entrada y, si lo hiciera algún día, exigidme que vuelva a poner los pies sobre la tierra. Os lo pido por favor. Si alguna vez me veis decir “hola, este es mi nuevo libro y es maravilloso, y os va a encantar, y os lo tenéis que leer porque está lleno de ingredientes geniales y blablabá” o si veis que no paro de subir publicaciones de mis libros con ese tipo de mensajes, paradme los pies. No soportaría ser así.

“La humildad no es pensar menos de ti mismo, es pensar menos en ti mismo”.

C. S. Lewis

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Entrevista en El Generacional

No puedo dejar de insistir en la de momentos bonitos que siempre me ha traído la poesía.

Esta entrevista, en la que hablo como siempre lo he hecho sobre este género que tanto me fascina, además de hablar sobre el proceso de escritura, mi trayecto como escritor, la educación o mis otros libros, es uno más de esos momentos que tanto disfruto.

Gracias a William Alexander González Guevara por contactarme y recibir con tanto cariño mis palabras y gracias, también, a El Generacional, por acoger a la cultura entre sus páginas.

Os dejo con el enlace para que podáis leerla:

Enredando voces con Nando López

De Nando López podríamos decir muchas cosas (y todas buenas).

Podríamos decir que es muy buen escritor (y nos quedaríamos cortos, porque es uno de los autores nacionales actuales más importantes).

Podríamos decir que es muy buen dramaturgo (y seríamos cautos, su trayectoria así lo demuestra).

Podríamos decir que es un tío comprometido (y sería poco, porque está comprometido, al 300%, con el colectivo lgtbi, por ejemplo).

Y podríamos decir que es un tío majísimo (y, de nuevo, seríamos poco generosos).

Para comprobarlo, no tenéis más que escuchar la fantástica entrevista que le hice en Radio Off the Record (fantástica por lo que cuenta y por cómo lo cuenta).

Es un poco más larga de lo habitual, pero merece la pena escucharla.

Entrevistas en Radio Off The Record

Aunque ya lo he anunciado en mis redes sociales, me faltaba contarlo por aquí y no quiero dejar pasar más tiempo.

Estar de baja tanto tiempo (y no haberlo estado nunca antes) me llevó a buscar todos los medios posibles para no aburrirme, para aprovechar el tiempo y para intentar no caer en esa sensación tan horrible del confinamiento.

Pensé qué podría hacer para que estos casi cuatro meses no se convirtieran en tiempo perdido, y lo cierto es que puede que se me haya ido un poco de las manos.

Así, a modo de lista de la compra, os resumo todos los fregados en los que me he metido:

He escrito un poemario (para adultos).

He escrito una pequeña novela infantil.

He leído una barbaridad (ya casi he llegado al propósito que me propuse en Goodreads y no hemos llegado ni al quinto mes).

He hecho un curso de «Boot Camp Google Educador Level 1», de (dicen) veinte horas.

Estoy haciendo el curso «El blog en la enseñanza», de (dicen) cuarenta horas.

Estoy haciendo el curso «El taller de escritura: de la teoría a la práctica en el aula», de (dicen) setenta horas.

Me encargo del Club de Lectura Infantil de la Librería Taiga, con un inicio precioso acompañado de Beatriz Osés.

He firmado dos contratos editoriales (uno, para «La hija del soplador de vidrio», novela de la que ya os he hablado; otro, para una serie infantil de, por ahora, cinco libros de la que ya os hablaré cuando se acerque el momento de la publicación, aún algo lejano).

Me han hecho embajador de Casa del Libro.

Y, por último (de momento, y si no me olvido de nada), he empezado el proyecto que apunto en el título de la entrada y que me hace muy, muy, muy feliz: he empezado a grabar podcasts con entrevistas a gente relacionada con la literatura (porque escriben, porque editan, porque venden, porque leen, porque ilustran…) de la mano de Radio Off The Record.

Siempre me ha gustado mucho la radio y, aunque sea maestro, mi primera carrera fue Publicidad y RR.PP., por lo que soy licenciado en comunicación, aunque no sea periodista. Me gusta esa calidez, esa cercanía, esa comodidad que ofrecen las voces radiofónicas. Por eso, aproveché la posibilidad de grabar podcasts para iniciar esta serie de entrevistas y le pedí a Miryam, responsable de la radio, unirme a su equipo. La respuesta fue inmediata y, la verdad, no podría haber tenido más suerte, porque me ha acogido con los brazos abiertos y es una maestra genial.

Para no enrollarme más, os dejo el enlace con la primera entrevista. No había nadie más oportuno para iniciarme en esta aventura que quien es, en mi opinión, el mejor poeta nacional que tenemos ahora mismo. Una de las personas más cultas, íntegras, humildes y buenas que, por suerte, tengo en mi vida. Alguien a quien me unen casi veinte años de amistad y a quien no considero un amigo, sino un hermano. Y, sí, quien es mi maestro en mi versión poética (menudo lujo). Hablo, como muchos ya sabréis, de Manuel Francisco Reina. En la entrevista (que espero escuchéis) nos habla de literatura, de poesía, de cultura… Y, tal y como le pedí (y pediré a mis invitados e invitadas), nos leyó un poema de su último (y maravilloso) poemario, «El fiel de la balanza», y, también, un poema de otra de mis poetas preferidas, Raquel Lanseros.

Feliz de estar donde estoy y con quien estoy.

Feliz de estar con vosotros.

Espero que os guste.

Crítica: Contar es escuchar

Título: Contar es escuchar

Autor: Ursula K. Le guin

Editorial: Círculo de Tiza

Sin ninguna duda, el ensayo es el género que menos he leído en toda mi vida. Suenan a denso, ¿verdad?  A la verborrea incontenida de quien los escribe, a lección, a estudio, a “tochazo”. Un poco lo son, creo. Para escribir un ensayo hay que saber mucho del tema sobre el que se escribe, además de saber escribir bien (quizá, por eso, los famosos y los influencers no escriben ensayos, porque no saben mucho de ningún tema). Y, como se sabe mucho de algo, se escribe mucho sobre ese algo, se le da muchas vueltas, se da una opinión muy trabajada y firme. En definitiva, hay que estar muy interesado en un tema en concreto para leer un ensayo acerca de ese tema.

Esa, que el tema me interesa mucho, es la razón por la que mis ojos se fueron directos a este libro en cuanto lo vi el día que entré por primera vez en “Amapolas en octubre”, una preciosa librería en Madrid de la que me enamoré a primera vista. Bueno, en realidad, una de las dos razones. El subtítulo del libro es “Sobre la escritura, la lectura, la imaginación”. Me interesa. Mucho. El segundo motivo es quién lo firma. Ursula K. Le Guin, una de las reinas de la fantasía y la ciencia ficción, una eminencia, una maestraConclusión: comprado y devorado.

Lo compré en un momento en que estaba leyendo varios libros (leyendo más bien poco, todo sea dicho), y se coló con tal fuerza que casi me lo termino en unos pocos días. Entonces, la vuelta al cole me hizo (como casi siempre) leer menos, así que lo dejé algo aparcado hasta que mi cuerpo y mi mente se han vuelto a acostumbrar al día a día y, por fin, lo pude retomar y rematarlo.

Qué MARAVILLA de libro. Qué MARAVILLA de autora.

Se trata de una colección de textos de la autora, desde ponenciasconferenciascharlas y artículos hastameditaciones, en los que nos da su opinión y nos cuenta su experiencia sobre la escritura y la lectura. Qué lección sobre la profesión de escritor nos da en un momento donde la escritura está tan denostada. Qué forma de darle la importancia que requiere, el trato que necesita, la categoría que nunca debió perder… “Los escritores son profesionales en una era en que el capitalismo aspira a ser el árbitro de la calidad” (sí, no os voy a engañar, me ha encantado ver que lo que llevo ya un tiempo denunciando, también es denunciado por una autora de la talla de Ursula K. Le Guin).

Es cierto que, en mi opinión, hay algunos textos menos interesantes o a los que he podido sacarles algo menos de provecho, pero hay otros que habría subrayado casi por completo (no suelo subrayar libros, pero me he quedado con muchas ganas de hacerlo con este). El final del libro, en “Sobre la escritura”, hay textos que, de verdad lo digo, tendrían que leer todos los escritores o quienes pretendan serlo. Esa parte, lo tengo claro, la leeré y releeré muchas veces más, porque es gracias a ideas así como más se aprende.

Dicho esto, ahí voy con mi análisis.

Puntos fuertes:

El aprendizaje: como escritor (o como proyecto de escritor) y como lector que soy, leer la experiencia de los más grandes en literatura acerca, precisamente, de escribir y leer es un aprendizaje que queda para siempre. Siempre me ha gustado enseñar (de ahí que sea profesor), pero también disfruto muchísimo aprendiendo, sobre todo si los maestros son MAESTROS con mayúsculas, como es el caso. Vuelvo a decir que todo aquel que escriba debería leer esa última parte de este libro.

Interesarme más aún por la autora: cuantos más nuevos “autores” leo, más me ratifico en mi gusto por los grandes autores. No quiero decir que no haya autores nuevos buenos, claro que los hay. Pero quienes han llegado a ser considerados los mejores autores no lo han hecho por moda, por fama ni por este afán absurdo por lo simple. Ursula K. Le Guin es quien es por méritos propios, y leerla siempre es una buena elección. Seguro que retomo sus “Historias de Terramar” en cuanto termine todo lo que tengo pendiente… 

Que se traduzcan y se traigan a España libros así: no sé si hay muchos libros de este tipo que yo no conozco, pero, si no es así, que traigan más. Ya sabéis que, aunque pueda leer en inglés y en italiano, me gusta mucho más hacerlo en castellano, así que, gracias a la editorial Círculo de Tiza por traernos esta joya.

Afianzarme en querer ser escritor: me sigue costando decir “soy escritor” (pocos me lo habréis escuchado decir). Y, sí, sigo diciendo “quiero ser escritor” aunque ya lo sea, al menos un poco. Libros como este me hacen querer serlo del todo, no solo ese poco. A eso me refiero.

Lo que más me ha gustado: acercarme a un género que apenas leo y bebérmelo. Una de mis mejores lecturas del año, sin duda, y un libro ya de referencia para siempre. 

Lo que menos me ha gustado: en este punto necesito hablar de dos aspectos que no me han gustado, a pesar de que me parezca un libro buenísimo y que nada tienen que ver con la calidad de los textos de la autora.

El primero es el cambio de título (esto es algo que me suele molestar bastante). El título original de este libro es “The wave in the mind” (“La ola en la mente”). Un título que, ya de por sí, me encanta y me gusta mucho más que “Contar es escuchar”. Pero es que, además, el título sale de una carta que escribe a una amiga, ni más ni menos, Virginia Woolf. Aúno las dos ideas. Ursula K. Le Guin, una escritora espectacular, titula su libro de ensayos sobre escritura, lectura e imaginación con palabras de Virginia Woolf, una de las escritoras más inmensas que existen en la historia. Un título con todo el sentido, literario al cien por cien, casi hipnótico. “Contar es escuchar” es un título obvio, nada literario y muy poco atrayente. La única razón que se me ocurre para este cambio es que se quisiera dejar claro lo que se iba a encontrar en el libro, pero, ¿hacía falta viniendo de quien viene y con un subtítulo como el que tiene? Sinceramente, no lo creo.

Lo segundo es la cantidad de errores ortotipográficos que tiene el libro. He perdido la cuenta de los errores de puntuación cuando hay un paréntesis o unas comillas (son muchísimos), además de otros como escribir “palabras claves” o erratas como escribir “volvió a hacerlo” en lugar de “volví a hacerlo” (esto, más comprensible, eso sí). Lo raro es que es la cuarta edición y esos errores siguen estando ahí, más que evidentes e hirientes. Una pena, porque la edición es bastante buena.

Mi sensación final es que, como ya he dicho, es una lectura necesaria para los escritores. Se lo recomendaría, también, a aquellos que se las dan de escritores sin serlo, sin haber leído un libro en toda su vida y sin saber escribir. Y a quienes amen la literatura, a esos y esas también os lo recomiendo. Mucho. Merece el tiempo invertido

“Para escribir una historia tienes que confiar en ti mismo, tienes que confiar en la historia y tienes que confiar en el lector”.

Ursula K. Le Guin

¿Y si Instagram no tuviera tantos «likes»?

Acabo de leer que Instagram se está planteando ocultar el número de «likes» que reciben nuestras fotos y que, de hecho, lo están ensayando en Canadá y, lo digo desde el principio, me parece todo un acierto. Es más, yo ocultaría, también, el número de seguidores.

Sabéis que he escrito varias entradas criticando, precisamente, la locura que las redes sociales han causado en mercados como el editorial. Es justo esa obsesión por conseguir «likes» la que ha llevado a cientos de niños a enviar fotos sin ropa (el tema del uso de redes sociales por menores es otro asunto que me enerva bastante, por otra parte) y a que la policía haya tenido que intervenir, pues era una mina de oro para pederastas. Esto es llevarlo un poco al extremo, sí, pero no olvidéis que es algo real, que está ocurriendo, que es tan evidente como palpable y triste.

Los psicólogos llevan tiempo advirtiendo de los peligros que la búsqueda de relevancia en redes conlleva, y esta situación se ha visto multiplicada por mil con la aparición de Instagram. Ojo, a mí es una red social que me encanta, pero creo que se nos ha ido de las manos por completo.

Sé que hay muchos detractores de esta posible decisión que opinan que Instagram está justo para eso; que no serviría para frenar esa carrera hacia ser «influencers«; pero hay otros muchos que dicen que sería algo muy positivo, ya que podríamos centrarnos en el contenido real, y no en el que los «likes» nos dicen que tiene que gustarnos, además de no tener que obsesionarnos con subir contenido a todas horas por el simple hecho de que, si no lo hacemos, no llegaremos a ser importantes en las redes. Por otra parte, hay quienes critican esta iniciativa argumentando que sería un problema para el marketing de influencias... Qué queréis que os diga. Para mí, justo esa crítica es la que más me asegura que es la opción más acertada. Hacer creer a tantos niños y jóvenes que solo con ser famosos en redes les va a llevar a vivir como quieran es un grave error y una irresponsabilidad. Dejar en manos de gente inexperta cuyo único mérito es tener un perfil lleno de seguidores y «likes» el éxito de determinadas marcas y/ o productos es, desde mi punto de vista, muy tóxico. Sobre todo, como ya he dicho varias veces, cuando esos productos son los libros. Dejemos de dar prioridad a todo lo que escribe gente que no sabe escribir más que un breve texto que acompaña a sus fotos o su nube de etiquetas. Dejemos de leer los libros que los «likes» nos dicen que tenemos que leer, aunque no sirvan ni para calzar una mesa coja. Dejemos de regalar éxito en lo literario a quienes se pliegan a la tiranía de las redes sociales. Volvamos a leer a escritores, aunque no salgan en la tele ni tengan cien mil seguidores. Volvamos a buscar nuestras próximas lecturas en los canales que siempre funcionaron (librerías, bibliotecas, medios especializados, en nuestros amigos lectores…). Volvamos, amigos, a poner a los libros en el lugar que siempre les ha correspondido. Volvamos, en definitiva, a recuperar la cordura que nunca debimos dejar olvidada.

«En la sociedad, el hombre sensato es el primero que cede siempre. Por eso, los más sabios son dirigidos por los más necios y extravagantes».

Jean de la Bruyère