Crítica: Ayobami y el nombre de los animales

Título: Ayobami y el nombre de los animales

Autora: Pilar López Ávila

Ilustradora: Mar Azabal

Editorial: Cuento de luz

Mejor Libro Ilustrado Infantil de 2018 según The New York Times y la Biblioteca Municipal de Nueva York

Ganador en los 2018 International Latino Book Awards

Medalla de Plata en los 2018 Moonbeam Children’s Book Awards

Por si los premios que acabo de escribir no fueran motivo suficiente para leer este libro, os voy a dar algunos más.

En primer lugar, quiero decir que subo este libro hoy, Día Mundial del Docente porque es una historia que, entre otros aspectos, habla de la importancia de la escuela, así que hoy era el día perfecto.

Ahora sí, voy a hablar de este maravilloso libro.

He de ser sincero y decir que no lo conocía hasta que supe que Pilar López Ávila iba a venir a Madrid y que yo tendría que presentarla (junto a otras cuatro autoras) con motivo del Calendario Solidario de Escritoras de Literatura Infantil y Juvenil 2022 (tengo pendiente subir entrada con información al respecto). Cuando vi el libro y todos los premios que había conseguido me entristeció muchísimo que un libro así, escrito por una autora nuestra, premiada en el extranjero, etc., etc., etc. no fuera conocidísimo aquí. Parece que hay que escribir en inglés para que nos demos cuenta de la importancia de un libro… ¡y aquí tenemos autores y autoras espectaculares!

Ni qué decir tiene que Pilar es un amor, que fue un placer presentarla y hablar con ella y, por supuesto, que es un placer leerla.

Álbum ilustrado con una historia breve, pero preciosa. Con unas ilustraciones muy originales. Con un mensaje potentísimo sobre la importancia de la escuela, de aprender, de las letras, las palabras, los nombres, el valor… Sobre la importancia de la lectura y la escritura. Con lo pesado que sabéis que soy con este tema, entended que me haya enamorado perdidamente de este libro. Qué historia más bonita para tratar ese tema con los y las peques y qué poco voy a tardar en compartirla con mis alumnos y alumnas.

Para rematarlo, lo tengo dedicado por la autora. Otra joya más para mis estanterías.

Lo que más me ha gustado: descubrirlo y, como he dicho, encontrar una historia preciosa y perfecta para que los niños se den cuenta (si no lo saben) de la importancia de aprender a leer.

Lo que menos me ha gustado: insisto en mi crítica. ¿Cómo un libro así es tan poco conocido en España?

¿Qué os parecen a vosotrxs los álbumes ilustrados? ¿Conocíais este libro? Si no es así, ¿lo buscaréis?

¡Un abrazo!

“En la escuela, Ayobami aprendió las letras.

A enlazarlas para formar sílabas.

A entrelazar las sílabas para formar palabras.

A mezclar palabras para formar frases.

Escuchó la música que nace de las palabras”.

Ayobami y el nombre de los animales, Pilar López Ávila

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Enredando voces con Andrea Reyes

La descubrí por casualidad (por una portada suya de un libro que leí).

Hablé con ella por otra casualidad (por ilustrar la Librería Taiga, donde hago el club de lectura infantil).

Por otra casualidad, descubrimos que vamos a «estar» juntos en un libro.

Ella es Andrea Reyes, una ilustradora maravillosa con la que he podido hablar sobre literatura e ilustración, aprovechando, también, que ha sido la encargada de hacer el corte para la Feria del Libro de Madrid de este año.

¿Os pasáis por la radio a escucharnos?

Las sirenas que siempre estarán juntas

No era mi intención hablar de este tema, pero los comentarios que he estado leyendo y los ataques hacia la persona de quien voy a hablar y hacia mí mismo me “obligan” a hacerlo.

Voy a hablar de un tema que, de forma incomprensible (al menos para mí), se ha convertido en un debate con una parte de las opiniones muy exageradas, muy agresivas y del todo absurdas.

Me refiero a la ilustración de las dos sirenas con el lema “Siempre juntas” que @madebycarol creó como homenaje y muestra de afecto ante al atroz crimen de Anna Y Olivia.

Muchísimas personas (muchas más que las que están en esa opinión exagerada, agresiva y absurda), entre las que me incluyo, compartimos la imagen cuando se supo el desenlace del caso.

Lo hicimos (al menos, yo lo hice) porque la noticia nos destrozó y porque esa imagen, y así lo dije en la publicación de su autora, aportaba dulzura a unos hechos tan monstruosos.

A partir de ahí, he leído de todo.

Que el crimen no tiene nada de dulce (¿en serio alguien entiende que se describe el crimen como dulce?).

Que es oportunista.

Que busca lucrarse con una tragedia (lucrarse, ¿con qué?).

Que edulcora el crimen, lo vuelve romántico, que las niñas no son sirenas, que ellas no querrían haber sufrido este desenlace… 

Que la madre no podría soportar ver a sus hijas como dos sirenas, como dos seres propios de la fantasía. Quizá prefiriera imaginárselas como en realidad ha ocurrido… (Es de locos el argumento, en serio).

De verdad, se nos va de las manos.

Qué forma más innecesaria de buscarle tres pies al gato, de polemizar y de atacar a una artista que, desde su creatividad, su talento y su afecto, ha querido poner una nota de color a un suceso tan gris.

¿Alguien me puede explicar de dónde nacen esos comentarios tan dañinos?

Nadie puso el grito en el cielo con los millones de “pececitos” que inundaron las redes con aquel otro crimen que no sacudió hace años. No se dijo que eran de mal gusto, que quienes lo compartimos éramos poco más que cómplices del asesinato, que estaban fuera de lugar, que un dibujo no tenía sentido, que el niño no era un pez…

No he visto a nadie tachar de oportunistas, por ejemplo, a los integrantes de “La oreja de Van Gogh” ni a su canción “Jueves”, que cuenta una historia de amor en los trenes del 11-M, donde murieron casi 200 personas (¿os acordáis? “Si fuera más guapa y un poco más lista. Si fuera especial, si fuera de revista”). No se les preguntó cómo eran capaces de hablar de amor en una tragedia semejante. No se les criticó que quisieran aportar su arte y su música para homenajear a las víctimas.

Tampoco vi quejas ni insultos hacia quienes pegaron en sus ventanas millones de arcoíris cuando la pandemia en la que aún estamos se llevaba por delante a 300, 400 o 500 y hasta más de 800 personas diarias. Nadie argumentó que un arcoíris es un símbolo de alegría y buena suerte y que no tenía cabida en un momento tan horrible.

Insisto, ¿alguien me explica de dónde sale tanto odio en este caso de las sirenas?

Puestos así, dejemos de llevar flores a los muertos, porque las flores son coloridas, rebosan vida y nadie quiere flores cuando está hundido.

Puestos así, no hagamos nada por tratar de encontrar la forma de quitarnos de encima un poco de sufrimiento.

Puestos así, sigamos usando las redes, en lugar de para hacer red como sinónimo de comunidad, para escupir odio.

La violencia nunca se venció con más violencia.

El arte, desde el principio de los tiempos, ha servido y sirve para expresarnos, para encauzar el dolor y el sufrimiento, para acompañar, para sanar.

Escribo esta entrada para zanjar el tema aquí.

Quien no entienda mi opinión, que vuelva al inicio y la lea de nuevo.

Gracias a todas esas personas desinteresadas y talentosas que emplean su creatividad para hacer cosas bonitas, a pesar de tener que enfrentarse, como ha sido el caso, a ese vómito inherente a las redes sociales.

Esto es todo lo que tengo que decir.

“Es mi deber expresar los sufrimientos de las personas, los sufrimientos que nunca terminan y que son tan grandes como las montañas”.

Käthe Kollwitz

Enredando voces con Iván Alfaro

No todo en la literatura son las letras. Sobre todo, me atrevo a decir, en la literatura infantil.

En unos libros que se ofrecen a los más peques, lo visual cobra una importancia tremenda.

Ahí es donde entran los y las ilustradores e ilustradoras

Son quienes ponen el color, la luz, el reflejo de las palabras de los autores. Qué tarea más maravillosa…

En esta nueva entrevista, en este nuevo “Enredando voces”, en Radio Off the Record, he querido conversar con uno de los ilustradores a los que más admiro: Iván Alfaro.

Lo conocí por las redes sociales y, al instante, me enamoré de su trabajo. No sé si os pasará lo mismo que me pasó a mí, pero, en cuanto vi cómo ilustraba, pensé que eran las ilustraciones de un niño con la maestría de un adulto. Y me ocurrió eso por la ternura, por la inocencia, por el amor que se ve en todo lo que hace.

No voy a aburriros más con mis letras.

Esta vez, el tiempo es para Iván. Para sus colores. Para su inocencia. Para su magia.

Espero que disfrutéis escuchando el podcast.

«Pink sofa conversations»

Después de un año con más de 15.500 visitas al blog (gracias, gracias, gracias), empiezo este 2021 sin la idea que a veces he tenido de dejar de usarlo, que alguna vez ha rondado mi cabeza. Es tiempo, algunos dicen que los blogs están desfasados… Pero la verdad es que a mí me gusta esa independencia que mantiene con las redes sociales (quizá por el “desfase”), su funcionamiento sin algoritmos que te posicionen mejor o peor (aunque algo habrá) y, sobre todo, porque puedo escribir todo lo que quiera.

Si lo habéis leído, sabéis que, básicamente, escribo sobre dos temas: libros (que reseño, a mi manera) y educación. Y así seguirá siendo, porque son los dos ámbitos que más me interesan y en los que, creo, puedo hablar con la autoridad que me da dedicarme a esos dos mundos.

Dicho esto, hoy traigo algo que me hace mucha ilusión. Conozco a Alicia desde hace ya muchos años a raíz de su hermana. Las adoro a las dos, qué os voy a decir. Nos unen muchos hilos y, por desgracia, uno que nos ha marcado bastante a los tres y que ahora veréis.

Alicia, entre otras muchas cosas, es artista. Solo tenéis que ver sus perfiles en redes ( @clangdesign_ )o su web http://www.clangdesign.com para comprobar sus trabajos. Original al máximo, trabajadora como pocas… No puedo decir más que a mí me encanta todo lo que hace y que todos los éxitos que le lleguen son más que merecidos.

Hace unos años (unos seis o alguno más), mientras yo vivía en Londres, se me ocurrieron tres pequeñas historias que escribí del tirón en cuanto la inspiración se hizo palpable. Sus títulos son: “A la sombra de un gigante”“La chica con ojos de espejo” y “El último baile”. Las tres tienen una estética parecida tanto en la temática como en el lenguaje. Los tres tratan de la tristeza, pero desde la esperanza. Los tres con un lenguaje serio, pero muy simbólico y poético.

No se me ocurrió ninguna otra persona mejor para ilustrar esas historias que Ali (yo no había publicado nada aún), así que se lo propuse… Y el trabajo que hizo fue justo lo que necesitaban mis letras. De ahí nacieron tres álbumes ilustrados que, espero (esperamos) puedan ver la luz algún día (editoriales de España, dadles una oportunidad).

La historia la cuento en esta entrevista que me hace Ali (y que es el motivo de este post), aunque en inglés.

En resumen, yo escribí “El último baile” como regalo para mi madre. Ella era mi fan número uno, mi primera lectora siempre… Y pensé que, con lo que nos echábamos de menos, le gustaría leer una historia que hablara del inmenso cariño que siempre nos tuvimos y de todo lo que yo, como hijo suyo, quería decirle: el inconmensurable amor que tenía y tengo por ella, y cómo fue perfecta en su papel de madre.

La escribí, Ali la ilustró, unos amigos lo imprimieron, lo pusieron precioso y, el día de su cumpleaños, se lo llevaron a casa (yo seguía en Londres). Me dijo que fue “el mejor regalo que le habían hecho en la vida”. Yo no podía estar más contento.

A los pocos meses (algo más de tres), sin que nadie lo esperara, mi madre murió. En aquella noche que recuerdo a ráfagas, y en la que sentí todo el dolor del mundo envolviéndome, recuero que esa historia me vino a la cabeza y que, incluso, se la leí a un amigo, llorando a tempestades. 

Me pareció increíble que el último regalo que le hice a mi madre fuera ese y pensé (y pienso) que fue mi forma de despedirme de ella, que, con esa historia, le regalé la certeza de amor que merecía. Pensé (y pienso), también, que, si tuvo un par de segundos para pensar en mí cuando se estaba apagando, sería muy consciente de todo lo que la quise (y quiero) y de lo increíblemente feliz que fui todo el tiempo que compartimos.

Con los años, la vida nos dio otro golpe y la madre de Ali falleció

Y se cerró el círculo.

Y los dos estamos deseando que esta historia se publique para poder compartirla con el máximo de personas posibles. Porque creemos en esta historia y porque creemos que vosotrxs también lo haréis.

Y, ahora, os dejo el enlace a la entrevista (perdón por los errores con el inglés, que he visto algunos):

“Mamá, ¿me concedes este último baile?”

El último baile

Crítica: Ciudad laberinto

Título: Ciudad laberinto

Autor: Pedro Mañas

Editorial: Kalandraka (Colección Orihuela, Premio de Poesía para Niñas y Niños Ciudad de Orihuela 2009)

Como ya conocéis al autor, al menos por lo pesado que soy yo, no voy a hacer una reseña al uso, sino una especie de carta de agradecimiento, tanto a él como a la editorial, que también lo merece por su maravillosa labor, su perfecta edición y por este premio tan importante en el mundo de la poesía infantil.

Gracias, Pedro, por:

Gracias, Kalandraka, por:

No quiero alabar más a Pedro Mañas ni repetir lo muchísimo que me gusta leer todo lo que escribe porque, según me dice, le da un poco de apuro. Eso sí, si os gusta leer literatura infantil o la buscáis para peques que tengáis cerca, os garantizo como hago con pocos autores que os/les gustará.

Por hablar un poco del libro, se trata de una colección de poemas en la que diversos elementos de una ciudad son los protagonistas. Calles, plazas, mercados, alcantarillas, rascacielos, farolas… Con la maravillosa pluma poética y la originalidad de la poesía de Mr. Mañas. Me ha encantado, no puedo decir otra cosa.

Dicho esto, solo voy a decir dos poemas que son divertidísimos. Me han gustado muchísimo todos, pero quiero destacar estos dos porque, de verdad, me han hecho reírme un montón, igual que a mis alumnos.

Comida basura: un poema en el que Doña Rata y su marido se van a cenar al restaurante del basurero, iniciando un diálogo genial con el camarero. Os dejo un pequeño fragmento:

[…]

Y le pregunta el esposo:

“¿Y algo un poco más sabroso?”

“Tenemos salchicha rancia

con queso viejo y mohoso

recién traído de Francia

y que es muy apetitoso”.

Se vende todo: donde un vendedor que dice venderlo todo no tiene nada lo que necesita una clienta (y qué preciosidad lo que le pide). Coincide, además, que lleva la ilustración que más me ha gustado. Porque, sí, las ilustraciones, de mano de Silvina Socolovsky, son una preciosidad.

Por decir una sola cosa que no me ha gustado, justo el poema “Comida basura” no lleva ilustración… Me habría encantado ver ese “suculento” menú mientras leía sus versos. ¡Una pena!

Y poco más que añadir. Que me vuelve loco la poesía, como ya sabéis, incluida la infantil. Que me encanta leerla porque vuelvo a ser un niño. Que me encanta leérsela a mis niños y niñas y ver que lo disfrutan tanto. Que, si buscáis literatura infantil buena y bonita, buscad en el catálogo de Kalandraka ¡Ah! Y que leáis a Pedro Mañas, que es un fenómeno.

¿Qué os parece a vosotrxs la poesía infantil? ¿Conocíais a este autor? Si no es así, ¿me haréis caso y leeréis algo suyo?

¡Un abrazo!

“He pintado un mapa

sobre la solapa

de mi libreta.

Un mapa pequeño

de una ciudad grande

que no se está quieta”.

Ciudad Laberinto, Pedro Mañas