Crítica: El cofre de Nadie

Título: El cofre de Nadie

Autor: Chiki Fabregat

Editorial: SM

Premio Gran Angular 2021

Desde que vi la noticia de las ganadoras de El Barco de Vapor (mi querida Beatriz Osés, con su fantástica y divertida novela “Un bosque en el aire”, de la que os dejo el enlace a la reseña: https://jorgepozosoriano.com/2021/05/11/2016/ ) y de Gran Angular, con este “El cofre de nadie”, de Chiki Fabregat, supe que iban a ser dos libros que me iban a encantar.

Y no me he equivocado.

Sí, he tardado más de la cuenta en acércame a Nadia, la protagonista de la novela de Chiki, pero lo importante es que ya he llegado. Aproveché que la iba a conocer y a presentar el sábado pasado con motivo del Calendario Solidario de Escritoras de Literatura Infantil y Juvenil en Librería Taiga de Madrid y lo he leído. Y me ha encantado. Me han encantado. Chiki es estupenda y esta novela es una maravilla. Y hay que leerla. Y es genial que se premie este tipo de historias, con este tipo de personajes, con este tipo de relaciones, con la vida caminando por todas las aristas posibles, no solo por las más frecuentes (aunque no, por ello, más normales).

Que Chiki tiene talento no es necesario decirlo, aunque no está de más valorar que sigue habiendo buenas escritoras entre esos libros que no escriben escritoras ni escritores y copan las listas de ventas por motivos muy distintos a la calidad. Pero, además, en esa tarde que compartimos (y por lo que me cuentan de ella), es buena persona. Eso, en los tiempos que corren, vale doble. Porque es un amor, no puedo decir otra cosa.

La historia es genial desde el principio. Los personajes son reales, con actitudes reales, conversacionesreales (maravilla de conversaciones), con relaciones reales, problemas reales… ¡Qué difícil es encontrar esto en un libro! Y la forma de escribir de Chiki es… (imaginad emoticono con los ojos de corazón). He tenido la sensación constante de estar ahí, junto al resto de personajes, formando parte de su historia, conversando con ellos y ellas, preocupándome por lo que les ocurría, porque yo también estaba viviendo lo que les pasaba. Me ha pasado con muy, muy pocos libros, y, al final, es uno de los mayores logros que se pueden conseguir como escritor, como escritora. No puedo hacer más que darle la enhorabuena a Chiki y a SM por premiar esta historia.

Temas raciales, temas lgtbi, temas familiares, de amistad, de juventud… Sin estar metidos con calzador, como ocurre a veces, solo para “cubrir expediente”. No. Todo es absolutamente creíble, todo es tan real como lo es la vida. Y todo es precioso. ¿Se nota lo que me ha gustado el libro?

Lo voy a recomendar siempre que pueda, porque me parece uno de esos libros que los adolescentes tienen que leer. Me ha recordado, en ese sentido, a “La edad de la ira”, de Nando López. Libros de verdad, auténticos, de personas geniales. Libros necesarios escritos por personas necesarias.

Lo que más me ha gustado: últimamente me repito en esta frase, pero, además de lo que me ha encantado la novela (todo lo que he escrito antes), sobre todo eso que tiene para sentirte dentro de la historia, me quedo con haber conocido a Chiki. Me quedo con ella.

Lo que menos me ha gustado: no le cambiaría ni una sola coma. Es un libro perfecto, en todos los sentidos.

¿Conocéis a la autora? Si no es así, ¿buscaréis leer algo suyo?

¡Un abrazo!

“Para compartir información hace falta mucha menos confianza que para compartir un silencio”.

El cofre de Nadie, Chiki Fabregat

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Crítica: Un bosque en el aire

Título: Un bosque en el aire

Autor: Beatriz Osés

Ilustradora: Luna Pan

Editorial: SM, “Premio El Barco de Vapor”

Qué grata sorpresa me llevé cuando supe que el “Premio El Barco de Vapor” 2021 iba, por segunda vez, a manos de mi querida amiga Beatriz Osés.

Cuando hablé con ella le dije lo que pienso, que es lo mismo que voy a decir por aquí: qué bien que se premie a autores que, además de escribir bien (ya sabéis que esto no siempre ocurre; lo de ser escritor y escribir bien, digo), son gente humilde, generosa y sencilla.

En el tiempo que llevo ya entrando en este mundillo, ya sea desde lo que escribo o las redes, y voy conociendo a más escritores, hay algo que suele repetirse casi siempre: quienes mejor escriben son los más agradables, los más cercanos, los más humildes y los más majos. Esta constante la tengo más que comprobada con Beatriz Osés. Y este premio lo pone aún más de relieve.

Por suerte, justo el día siguiente a la rueda de prensa que confirmaba este premio (además del “Premio Gran Angular” para Chiki Fabregat por “El cofre de Nadie”), compartí el Club de Lectura de la Librería Taiga de Madrid con Pedro Mañas (otro autor que encaja en esa descripción que hacía antes, además de haber ganado, también, el “Premio El Barco de vapor” con “La vida secreta de Rebecca Paradise”) y con la propia Beatriz Osés. Se empeñó en regalarme el libro y dedicármelo. Ahora mismo, escribiéndolo, creo que he debido de ser la primera persona a la que Beatriz ha dedicado este libro… ¡Qué honor más grande!

El libro es una preciosidad. De lectura cómoda, con un lenguaje sencillo y actual, muy divertido, con unos personajes tan peculiares como bien definidos (uno de los rasgos, en mi opinión, más característicos de la literatura de Beatriz Osés), con mucho humor y con varios mensajes muy potentes: el cuidado de la naturaleza, los problemas de la despoblación y los peligros del materialismo y el uso abusivo de las nuevas tecnologías. Sin que la historia tenga olor a “moralina”, sin hacerlo ni evidente ni excesivo. Vamos, que todo está en su justa medida. Además, incluir haikus (preciosos) y regalarnos otro tipo de conocimientos sobre árboles, refranes y más curiosidades es un acierto.

Para redondear el libro, las ilustraciones de Luna Pan son una preciosidad. 

La edición y el formato del libro son, también, perfectas.

Es una joya, la verdad. 

Y yo me alegro muchísimo por Beatriz, porque se lo merece.

Publico esta entrada a una hora de que le entreguen el premio y estoy tan contento como si me lo estuvieran dando a mí.

Solo me queda desear que, algún día, pueda ganar este premio, porque es uno de mis mayores retos como escritor…

Lo que más me ha gustado: diría tantas cosas… Podría hablar del mensaje, de los personajes, de los haikus, del humor… Pero creo que, aun habiéndome encantado todo eso, me quedo con la felicidad que me da saber que este tipo de premios se da a autores de la talla de Beatriz. 

Lo que menos me ha gustado: por decir una cosa (por absurda que sea), diré que lo que menos me ha gustado ha sido no ganar el premio yo, porque, sí, me presenté. Pero, insisto, feliz por saber que lo ha ganado Beatriz Osés.

¿Conocíais a la autora? A los que no, ¿creéis que lo haréis algún día?

Gracias y un abrazo para todos.

“En el cerezo

amanecen las flores,

blancas de nieve”.

Beatriz Osés en “Un bosque en el aire”.

Segundo club de lectura infantil en Librería Taiga Madrid

Día muy especial ayer en Librería Taiga Madrid.

Segundo club de lectura infantil que hacemos juntos y cómo estaba la librería… ¡A reventar!

Y eso que se daban todas las condiciones, incluso, para haberlo tenido que cancelar…

Yo sigo con lumbago, por lo que mandé a mi versión robótica y tuve que responder con un sencillo “es que me duele mucho la espalda” a las mil veces que me preguntaron: “¿por qué andas tan raro?”

El primer autor que estuvo con nosotros, Pedro Mañas, está con ciática, y el pobre no solo vino y lo hizo fenomenal, sino que se hartó a dedicar libros a todos los fans de “Anna Kadabra”“Princesas Dragón”“Cazapesadillas” y demás y, por extensión, fans de él. Qué gusto fue desvirtualizarlo, al fin; confirmar lo que ya tenía claro: que es un tío majísimo, cercano, humilde y sencillo (además de un pedazo de escritor); y escucharlo recitar uno de mis poemas favoritos escritos por él: “Comida basura”, de su precioso poemario “Ciudad laberinto”, ganador del “Ciudad de Orihuela” con Kalandraka. Mil millones de gracias, Pedro.

La segunda autora, Beatriz Osés, había tenido una caída y tampoco se encontraba muy allá. En la librería ya tiene su grupo de admiradores (¿quién dice que los niños no leen?), y aprovechamos la ocasión, además de para hablar del libro en cuestión, el primero de la saga “Erik Vogler”, editado por Edebé, para celebrar con ella su reciente (y merecidísimo) “Premio El Barco de Vapor” por el libro “Un bosque en el aire”, ya sabéis, con SM. Nos hizo una promesa que estamos deseando ver cumplida, pero es secreto… Gracias, Beatriz, por tu amistad y tu generosidad siempre.

Vamos, que parecíamos tres ancianos hablando de literatura infantil y juvenil

Pero los tres, además de mis amigas de Taiga (gracias por este espacio que me ofrecéis), acabamos felices. Agotados, sí, pero muy felices. Porque nos encantan los libros y, al menos en mi caso, porque me encantan los peques (y tuve visita especial incluida que casi me hace llorar).

Una tarde maravillosa, qué os voy a decir…

“Para los niños trabajamos porque los niños son los que saben querer, porque los niños son la esperanza del mundo”.

José Martí

Crítica: Niños raros

Título: Niños raros

Autor: Raúl Vacas

Ilustrador: Tomás Hijo

Editorial: SM, El Barco de Vapor

Cuando me puse a hacer la lista de lecturas recomendadas para mi cole antes de las vacaciones, el bueno de Pedro Mañas (de quien he reseñado varios libros, por si queréis echar un ojo) me recomendó, entre otros, este “Niños raros”. Como yo soy muy bien mandado (según de quién me venga el mandado), le hice caso y me lo compré.

Sabéis que adoro a Gloria Fuertes (más en su poesía adulta que en la infantil), pero en España tenemos bastantes autores que también escriben poemas para niños y que merece la pena leer. Os hablo de autores como el propio Pedro MañasMar Benegas (de quien reseñé su maravilloso “Bestiario”) o a quien os traigo hoy: Raúl Vacas. Además de otra de las grandes (creo que mi poeta favorita) como es Ángela Figuera Aymerich, con dos preciosos libros de poesía infantil prácticamente desconocidos (y que pronto reseñaré).

Este libro contiene muchos poemas sobre niños raros (la historia de cómo nació el poemario es muy curiosa). La Niña Alga, la Niña de Humo, la Niña Sombra, el Niño Frío, el Niño Díscolo o el Xilofoniño, cada uno con su ilustración, que son una preciosidad.

Es un libro muy, muy, muy original y muy, muy, muy trabajado. Ya no solo por el tema y por esa creación de niños y niñas tan dispares, sino porque cada poema es distinto al anterior y usa ideas y recursos que son una pasada. Desde un poema (bastante largo, además) en el que todas las palabras (todas) empiezan por la “a” a otro cuyas últimas palabras son siempre esdrújulas, pasando por poemas con eco o con palabras a medias. De verdad, en cuanto a originalidad, he visto pocos poemarios iguales. Peeeeeero… Bueno, mejor lo dejo para mi análisis de puntos fuertes y menos fuertes.

Puntos fuertes:

La originalidad: vale, ya lo he dejado claro, pero, como comprenderéis, tenía que ir en el primer punto del análisis.

La maestría poética: me explico. Aunque parece absurdo decir que, para escribir poesía, hay que saber escribir poesía, hoy en día existe la idea de que cualquiera que escriba un par de frases haciendo un abuso del tabulador o escriba una dedicatoria “wonderfulizada”, es poeta. Y no. Ser poeta es algo muy serio. Ser poeta es algo muy complicado. Ser poeta no se consigue así como así. Si me apuráis, escribir poesía infantil tiene una complicación extra. No digo que sea más difícil que escribir para adultos, pero el público infantil es muy exigente y, para los niños y niñas, hay que tener un cuidado especial. Raúl Vacas demuestra que es poeta ya no solo por lo bien que están escritos sus poemas y la cantidad de recursos y figuras que utiliza, sino porque da una clase magistral de los tipos de estrofas en poesía. Hay sonetos, sonetillos, martinetes, octavillas italianas, redondillas, romances… Vamos, que no hay dos poemas iguales. ¿Os he dicho ya lo original que es?

Las ilustraciones: crear un grupo de niños raros requería sus respectivas ilustraciones. Además, de esas ilustraciones nacieron los poemas…

Lo que más me ha gustado: seguir descubriendo a poetas infantiles nacionales y a ilustradores que se merecen ser leídos y conocidos. Sabéis lo importante que es para mí la poesía y, además, la trabajo mucho con mis peques porque creo que tiene muchísimos beneficios. Poder seguir ampliando mi biblioteca personal de poemarios para niños y niñas es un regalo, así que solo puedo darle la bienvenida a libros así

Lo que menos me ha gustado: además de que el formato del libro no me parece el más atractivo para un libro así, ha habido algo que sí me ha chirriado un poco. En algunos poemas me ha parecido que tanta originalidad y tanto buscar hacer algo distinto ha dado lugar a versos o recursos un poco forzados y que no han terminado de encajarme. Creo que es un reto (conseguido) por parte del autor hacer poemas únicos que, probablemente, no existan en otros libros, pero hay ocasiones en las que hay cositas como metidas con calzador para adaptarse a esa originalidad. O esa es mi opinión, al menos. 

¿Qué os parece a vosotrxs la poesía infantil? ¿Conocíais a este autor? Si no es así, ¿leeréis algo suyo?

¡Un abrazo!

“Te regalo algún beso si esta noche me subes

varios metros y pico por encima del suelo”.

Niño Zancudo, Raúl Vacas

Mi intervención en la presentación de «Dame tiempo»

Hola a todxs,

Como muchas no pudisteis venir ayer a la presentación de «Dame tiempo» y sé que algunxs querrías haber ido, he pensado que voy a colgar por aquí mi intervención, así la puedo compartir con quienes quieran saber qué fue lo que dije.

Fue un acto muy bonito, rodeado de gente muy importante, en el que intenté aportar algo mío. Si os soy sincero, me fui a casa muy, muy contento.

Ya me diréis qué os parece 😉

«No me da tiempo. No llego. Estoy hasta arriba. Ahora no puedo. Quizá, mañana. No puedo más. Llego tarde. No me da la vida… ¿Os suenan estas frases? Yo digo alguna casi a diario, lleno de agobio y de impotencia, y las escucho casi más que un “¿cómo estás?” o un “buenos días”. ¿Qué estamos haciendo mal? ¿En qué nos estamos equivocando para que el tiempo nos devore a mordiscos? ¿Cómo permitimos que nuestra vida se rija por lo que queda para el fin de semana o para las vacaciones, aunque queden meses? ¿Tanto nos disgusta lo que hacemos? Nos dejamos vencer por la rutina, la apatía o el deber y no nos paramos a disfrutar de lo único que se escapa sin remedio: el tiempo. ¿Qué sería de nosotros si fuéramos quienes nos comiéramos al tiempo? No sé si os pasa lo mismo, pero yo tengo la impresión de que vamos tachando días en el calendario como quien escupe un hueso de aceituna. Ocupamos nuestras jornadas con obligaciones que nos saturan y nos impiden ser felices en el ahora, nos llevan a desear el tiempo de descanso como si nos fuera la vida en ello. Y, lo peor de todo, es que esas miles de obligaciones nos llevan a tener que ocupar las jornadas de nuestros niños. Creo que este es un hecho que todos los que estamos aquí conocemos. ¿Cuántas horas están nuestros niños “trabajando”? ¿Somos conscientes de que, a veces, sus jornadas son más largas que las nuestras?

Este libro trata de dos asuntos que siempre me han preocupado: el tiempo y los niños. Y yo estoy aquí por dos motivos: ser escritor y ser maestro. Si me lo permitís, voy a aprovecharme de mis dos vertientes para darle al tiempo de los niños la importancia que merece.

Lo primero, y más rápido, aunque luego volveré, es el tiempo. Si hay un tema que me obsesiona en lo literario es el tiempo. Alicia en el País de las Maravillas, Peter Pan, Momo… Qué tema, este del tiempo, qué importante es y cuánta literatura genera.

Como escritor, voy a leeros un capítulo de un libro que tengo escrito, aunque aún no está publicado (ojalá lo esté pronto). Es la historia de una niña a la que adoptan y que, en su camino desde el orfanato hasta su nuevo hogar, va pasando por distintas puertas de distintas casas en las que conoce a distintos personajes. Esta es la quinta y penúltima puerta con la que se encuentra, y esto es lo que ocurre.

(No voy a subir aquí el capítulo, a ver si alguna editorial se lanza a publicarlo y lo podéis leer prontito).

Lo segundo, y lo esencial en este libro, son los niños. Esto ya lo saben quienes me conocen, pero yo dejé de trabajar en comunicación, que era para lo que había estudiado, y me lancé de nuevo a la universidad para hacerme profesor. Por los niños, en un porcentaje muy alto, y, también, precisamente, por emplear mi tiempo en algo que me hiciera feliz y donde pudiera regalar parte de mi felicidad. Ha sido la mejor decisión de mi vida, eso lo tengo claro.

Aprovechando esa posición mía privilegiada, y sabiendo que estaría sentado en esta mesa, les hice a mis alumnos de segundo de primaria una pregunta:

¿Qué les pedirías a tus padres?

Os voy a leer algunas de las respuestas.

Salir más a montar en bici. Salir al campo. Que hagamos los deberes juntos. Que hiciesen manualidades conmigo. Hacer más juegos con ellos. Viajar juntos. Dibujar con ellos. Ir al cine con mi mamá. Que pasáramos más tardes juntos.

No parecen peticiones inalcanzables, ¿verdad?

Yo no soy padre y no sé si lo seré, pero tengo muchos alumnos a los que trato casi como si fueran mis hijos. Esos niños son supervivientes. Resisten días repletos de actividades no porque quieran hacerlas, sino porque tienen que hacerlas. ¿Dónde van a estar, si no? Soy profesor, sí, de primaria. Y veo cómo, por las tardes, los niños están agotados. Algunos, incluso, se duermen en los pupitres o te miran con ojos ojerosos cuando retoman las clases. Hay tardes en las que casi tengo que hacer el pino-puente con las orejas para que sean de provecho, porque muchos de mis niños no aguantan ya más explicaciones ni más tareas. Después, extraescolares. O clases particulares. O un poco de todo. Al final, los niños parecen ser las piezas de un puzle que se descoloca a diario y que hay que encajar en nuestras rutinas u obligaciones para poder coexistir. Y, después, cuando estamos con ellos, no estamos. Nos molestan. Nos reclaman, y no estamos dispuestos a desaprovechar nuestro tiempo de descanso. Ese tiempo por el que vivimos (¿cuándo llegará el fin de semana? ¿cuándo, las vacaciones? ¿cuándo acabará esta infernal jornada?). Los niños sí son capaces de comerse el tiempo, sin empacharse nunca. “Si hay  alguien que sabe emplear el tiempo, vivir el tiempo, son los niños”, dice Javier Urra en su prólogo. ¿Será esa, quizá, la clave? ¿Tendremos que “peterpanizarnos” para que el tiempo no se ponga el disfraz de cocodrilo y nos persiga para devorarnos a dentelladas? Para empezar, lo que sí creo necesario es que no convirtamos en capitanes Garfio a nuestros pequeños. Ni en hombres grises, ansiosos por el tiempo de los demás. Ni en conejos blancos que siempre van corriendo porque llegan tarde a todas partes. Dejémosles ser “peterpanes”. O “alicias”. O “momos”. Dejemos, simplemente, que puedan ser».

Jorge Pozo Soriano

Presentación «Dame tiempo»

Muy buenas a todxs,

Escribo esta entrada solo para invitaros a la presentación del libro «Dame tiempo», el próximo martes. 3 de diciembre, a las 19.00. El acto tendrá lugar en la Asociación de la Prensa, en el número 98 de la calle Claudio Coello, en Madrid.

Estaré en la mesa de presentación junto a distintas personalidades y es todo un honor y un premio para mí, así que, como comprenderéis, estoy muy contento 🙂

Se trata de un libro con veinticinco cuentos de distintos autores, incluido uno mío, e ilustrado por Marta Marbán de Frutos en el que el tiempo es un personaje más. El tiempo y lo que la falta de tiempo que pasamos con los peques conlleva. Además, los fines son benéficos y lo recaudado irá a Unicef, Aldeas Infantiles y Mensajeros de la Paz.

Seguro que será un acto precioso en el que hablaremos de temas muy interesantes para todo el que quiera acompañarnos (y a mí me haría muy feliz veros por allí).

Os dejo la información en la imagen, para que anotéis la fecha.

¡Gracias y un abrazo!