Crítica: Los no amados

Título: Los no amados

Autora: Juan Cobos Wilkins

Editorial: Bartleby

Desde que descubrí a Juan Cobos Wilkins (tarde, sí, lo asumo), tengo claro que es uno de esos poetas que se van a quedar para siempre conmigo.

Lo supe al leer “Donde los ángeles se suicidan”, esa selección personal de su poesía, y lo he confirmado al terminar este “Los no amados”, su último poemario publicado, de la mano de Bartleby.

Cobos Wilkins es, sin duda, un poeta diferente, siendo este un adjetivo poco común y muy valorado en la poesía. Al menos, así lo creo yo. Más allá de inventos raros, de car en modas o de olvidar la poesía para intentar escribir poesía (como hacen muchos y muchas), el autor onubense ahonda en su propia poética, que es única, valiéndose de su imaginería personal para hablar del tema poético por excelencia (el amor) sin caer en lo ya dicho, en lo ya propuesto, en lo ya creado. Su dominio absoluto de la lírica, sumado a una originalidad poco común, hacen que este sea un libro preciso desde lo impreciso, profundo desde la levedad, sólido desde lo etéreo. Un libro tan arriesgado como acertado.

Porque no es fácil hablar del amor en poesía (y digo esto mientras yo mismo intento dar forma a un poemario de amor). Menos aún si se trata el amor desde tantas y tan opuestas aristas. Amor carnal, amor platónico, amor extinguido, amor recién iniciado, amor imposible, amor dañino, amor verdadero, amor de tantos tipos que, de este poemario podrían salir muchos más, así de amplio es este libro. Así de amplia es la poesía de Cobos Wilkins.

Tras un inicio más de duda ante el amor, más de reconocimiento, de lupa interior, el cuerpo central del libro busca en todos aquellos caminos por los que el amor transita para terminar con un único y estremecedor poema que, para mí, es ya uno de mis poemas preferidos. Ese In nomine me ha dejado completamente inerme. El ritmo que tiene es abrumador, todo lo que dice y, sobre todo, cómo lo dice es la muestra exacta de la grandiosidad de la poesía de Juan Cobos Wilkins

Como he dicho al principio, se ha convertido por méritos propios en uno de mis referentes, en un poeta a seguir, a quien leer, de quien aprender.

Por eso, os recomiendo leerlo si os gusta la poesía. Sabéis que no suelo hacer malas recomendaciones…

Lo que más me ha gustado: aunque el libro al completo me ha encantado, me quedo con ese último poema, con In nomine, un poema que leeré muy a menudo.

Lo que menos me ha gustado: ningún pero. Maravilla de libro.

“Escribes

en el nombre de todos los no amados,

y alguien llega a tu vida

y tú no estás”.

Juan Cobos Wilkins

Crítica: La tibia mano de mi hija

Título: La tibia mano de mi hija

Autora: Francisca Aguirre (selección de Raquel Ramírez de Arellano)

Editorial: Kalandraka

Ilustraciones: Guadalupe Grande

Quienes me conocéis sabéis que Francisca Aguirre es mi poeta favorita. Que la leo y releo y releo y no me canso. Que me sigue pellizcando como nadie cada vez que vuelvo a ella.

Por eso, todo aquello que ayude a que más gente la conozca y la lea es un motivo enorme de celebración. Por eso celebro que una editorial de la talla de Kalandraka haya editado este maravilloso libro que, además, cuenta con trabajos de la hija de Francisca y Félix Grande, Guadalupe Grande, una magnífica artista plástica, además de una excepcional poeta.

Se trata de una selección poética de la obra de la genial poeta alicantina, un posible inicio en su poesía para quienes aún no se hayan acercado a ella o un regalo para quienes encontramos en Aguirre una fuente de disfrute e inspiración casi inagotable.

Incluye poemas tan rotundos como “Frontera”, “Testigo de excepción” o “Los trescientos escalones”, entre otros, una muestra de ese “temblor” que diría Alberti y que es, para mí, la piedra de toque de la buena poesía.

Volver a Paca es, además, volver a la memoria, al recuerdo, al dolor atravesado hasta esa “vida mejor” de la que hablaba Guadalupe. Porque leer a Paca duele, sí, pero sana, reencuentra, recompone. Leer a Paca es comprender mejor el mundo, habitarlo mejor, ser mejores personas. Todo eso es capaz de hacer la poesía. Todo eso es capaz de hacer su poesía.

Leed a Francisca Aguirre, será un regalo que os hará más grandes. 

Lo que más me ha gustado: la unión de los poemas de Francisca y los collages de Guadalupe es todo un acierto, así que, como ya he hablado en muchas ocasiones de lo que me encanta la poesía de Aguirre, quiero remarcar lo preciosa que es esta edición de Kalandraka.

Lo que menos me ha gustado: que siempre se me queda corto leer a Francisca Aguirre y quiero más (aunque he de decir que es una muy buena selección poética).

“Eres como un oráculo que no cree en el futuro”.

Francisca Aguirre

Crítica: Luz en retirada

Título: Luz en retirada

Autora: Álex Reyes

Editorial: Valparaíso

IX Premio Valparaíso de Poesía

Álex Reyes dice (me dijo a mí, al menos) que no es poeta. Que él es novelista (que, vale, también lo es), pero que no es poeta.

Me lo dice mientras nos ponemos cuerpo físico en la Feria del Libro de Madrid, mientras me dedica este poemario que es su “Luz en retirada”, y yo, obviamente, no me lo creo.

Me gusta, eso sí, la humildad (que no es fingida, esas cosas se notan), me gusta la calma cuando habla, su gesto tímido que es una evidencia más de que he hecho bien en no creer lo que me dice sobre lo de ser poeta.

Después, leo su novela “Lo que no podré vivir” https://jorgepozosoriano.com/2024/09/18/critica-lo-que-no-podre-vivir/ , y compruebo que sí, que es novelista, que ahí no me ha mentido.

Luego, leo su poemario. Y me enamoro. Porque, en ese breve espacio de tiempo que compartimos, me mostró al poeta que es. Un poeta sencillo. Un poeta valiente. Un poeta humilde. Un poeta de verdad.

Este libro es un paso firme en la tierra (en La Tierra). Una deuda saldada. Una promesa cumplida. Es un grito arropado por el paso del tiempo, por la madurez, por ese olvido sin remedio por el que el dolor se acaba tamizando. Es un llanto que se comparte, amplificado por la fuerza de la poesía.

Es uno de esos libros que te dejan un nudo en la garganta, pero que lees con orgullo, con ese pensamiento de orgullo por quien ha sido capaz de volcar el dolor en papel, de emplear la forma de lo poético para tratar de dar belleza a lo horrible, para que la oscuridad del mundo no nos acabe devorando.

La poesía de Reyes es tan cruda como su prosa, igual de cercana, de desnuda, de humana. No hay poemaque nos haga caer en la indiferencia, porque cada uno de ellos nos arrastra a vivir las vivencias de quien los ha escrito, nos hermana, y eso, amigos y amigas, esa es la grandeza de la poesía: sentirnos del mismo modo que quien la escribe, aunque no hayamos vivido lo que nos cuenta.

El caso es que le tengo que perdonar esa mentira de que no es poeta, no tenérselo en cuenta, porque descubrirlo así, como el poeta que es, ha sido un regalo que no quería perderme.

Lo que más me ha gustado: podría citar varios, pero vale con decir tan solo que hay muchos poemas que me han hecho detenerme al terminarlos, respirar, y volver a leerlos.

Lo que menos me ha gustado: que quiero leer más poesía de Álex Reyes, pero no sé cuándo podré, con eso de que él es novelista…

“Cómo hacer para olvidarme

cómo

de esta agonía,

de estas pobres ganas de darte

un amanecer de luz quebrada”.

Álex Reyes

Crítica: Donde los ángeles se suicidan

Título: Donde los ángeles se suicidan

Autora: Juan Cobos Wilkins

Editorial: La Isla de Siltolá

Hacía tiempo que leer a un poeta nuevo para mí no me volaba la cabeza como lo ha hecho leer a Juan Cobos Wilkins.

Lo leí por recomendación de mi siempre fiable Manuel Francisco Reina. “Creo que te puede gustar”, me dijo, y rápido me hice con esta antología de la obra del poeta onubense que, para más inri, lleva ese título, “Donde los ángeles se suicidan”, porque es una muestra de los poemas en los que hablado de los ángeles.

Creo que ya es sabido por todos y todas que estoy algo obsesionado con los ángeles, que los veo por todas partes, que me persiguen y que, además de haber basado en ellos mi poemario “Alas para los ángeles”, siguen estando muy presentes en la poesía que continúo escribiendo. Por eso, además de por otros muchos motivos, leer estos poemas de Cobos Wilkins me ha abierto el cerebro en dos. 

Sabéis también que me cuesta encontrar a poetas de mi edad o más jóvenes que me encanten, quitando algunos ejemplos que ya he ido reseñando por aquí. No me cuesta admitir que me identifico mucho más con poetas de generaciones pasadas. Siempre hablo de lo importante que son para mí Francisca AguirreÁngela Figuera AymerichAntonio HernándezAlbertiCernudaElsa LópezMargarit o el propio Manuel Francisco Reina, más joven que los anteriores, pero también con una poesía, digamos, menos “pretendiendo-ser-moderna”, mucho más asentada en la tradición poética contemporánea. A esta lista añado desde ya a Juan Cobos Wilkins, y lo añado para siempre.

Me ha gustado muchísimo su forma de hacer poesía, la multitud de imágenes con una originalidad muy poco frecuente, ese ritmo frenético, ese empleo tan acertado de los recursos poéticos y, obviamente, esa temática angelical que me tiene obsesionado.

He tenido que parar en varias ocasiones, detenerme para paladear como merecían algunos poemas, volver a leerlos, sonreír, estremecerme, amar determinados versos o poemas… Síntomas todos de lo que he disfrutado esta lectura.

Hay amor, hay desamor, hay infancia, hay memoria, hay ángeles, hay fe, hay desesperanza, hay duda… Y hay mucha, muchísima poesía, muchísimo oficio, muchísimo poso, muchísimo talento.

Siento muy dentro un amor más grande aún por la poesía después de haber descubierto la de este autor que no dudo en situar a la altura de los poetas españoles contemporáneos más grandes y que se convierte en uno de mis favoritos. Cuánta felicidad me regala la poesía siempre…

Lo que más me ha gustado: todo, todo, todo. Ha sido uno de los libros de poesía que más me han impactado en (me atrevería a decir) mi vida. Necesito leer la obra completa de Cobos Wilkins ya…

Lo que menos me ha gustado: además de no haberlo leído antes, comprobar que hay algunos libros suyos muy difíciles (por no decir imposibles) de encontrar, como “Espejo de príncipes rebeldes”, que me encantaría tener.

“y aún sobrevivir a lo que amo”.

Juan Cobos Wilkins

Crítica: La suerte de encontrar una caracola

Título: La suerte de encontrar una caracola

Autora: Juan Carlos Martín Ramos

Editorial: Iglú

Ilustraciones: Rosa Ureña

Si es verdad eso que dicen de que las buenas personas hacen mejor lo que hacen, Juan Carlos Martín Ramos es el mejor ejemplo para poder afirmarlo.

Lo conocí cuando vino (junto a su inseparable Lurdes, que es otro amor de persona) a hacer una animación a la lectura a mi colegio. Había leído algunos de sus libros (este no es el único poemario infantil que tiene publicado, investigad, porque son maravilla todos), pero no lo conocí en persona hasta ese día, pero me quedé enamorado de él y de Lurdes desde el primer segundo.

La animación a la lectura fue lo mejor que he visto en mucho tiempo. Recitaron, hicieron títeres, cantaron, tocaron la guitarra… y todo con un gusto, con un cariño y con una ternura que (y no miento) lloré de emoción. A los y las peques les encantó, por supuesto. Acercarlos a la literatura, especialmente a la poesía, siempre es algo que me hace muy feliz, y ese momento fue una vivencia que se nos quedó para siempre.

Aunque mi amor por ellos ya era irrevocable, aumentó más aún cuando se presentaron en la caseta de la Feria del Libro de Madrid en la que estaba firmando, se llevaron mi último poemario y me regalaron esta preciosidad que hoy comparto con vosotros y vosotras.

Dicho esto, que es más bien para presentar a Juan Carlos como persona, paso al poeta, porque también hay mucho que decir al respecto.

El mundo poético de este autor es tan rico y está tan bien asentado en él que leer su poesía siempre es una delicia. Es original, es tierno, es cercano, es dulce… es un pedazo de poeta que, además, y como decía al principio, hace todo mejor porque es una persona con un corazón gigante. Y, quizá, si tiene que ver con adultos eso puede importar menos, pero hablando de niños y niñas, creedme, esa condición suma muchísimo.

Este libro (¿de verdad he dicho todo eso sin empezar aún a hablar del libro?) es un homenaje al mar. A los mapas, los piratas, las sirenas, los mensajes en botellas, los mapas, los buzos… Pero, como es habitual en la poética de Martín Ramos, también es un homenaje a los libros, a la memoria, a los recuerdos de infancia, a la poesía. Es un viaje hacia las historias que nos contaban de pequeños, hacia personajes (inventados o reales) que son parte de nuestras vidas, hacia esas lecturas que nunca olvidaremos. Un viaje, además, en el que las ilustraciones de Rosa Ureña añaden el color necesario, aportan más luz aún.

Poemas llenos de niñez, de ilusión, de juego, de risa, de música y de amor, ingredientes que no faltan en la genial receta poética de este escritor que tanto me gusta y que (estoy seguro) tanto os gustará descubrir.

Cuánto bien hace la buena poesía.

Lo que más me ha gustado: aunque el libro es un 10, diré que me gusta mucho saber que ha sido un regalo, que me lo regaló con su sonrisa y su abrazo y con una dedicatoria preciosa. ¡Gracias!

Lo que menos me ha gustado: haber tardado tanto en descubrirlo, porque ya es uno de mis autores imprescindibles.

“Para que se duerma el mar, el mar, el mar,

dibuja un faro en la noche

un barco que va a pescar

los sueños del horizonte”.

Juan Carlos Martín Ramos

Crítica: Ha callado el silencio

Título: Ha callado el silencio

Autora: Jesús Orea

Editorial: Valparaíso

Jesús Orea, a quien conocí hace bastante poco, siempre se presenta con la humildad que lo caracteriza, afirmando que no es poeta, “no como vosotros” dice si se ve rodeado de quienes él sí considera poetas, con un cierto pudor al entregarte su poemario después de habértelo dedicado.

En algo de eso, coincido con él. No es un poeta. Es un amante confeso de la poesía y de los poetas. Un estudioso. Un lector voraz. Un admirador del lenguaje, de la palabra, del verso. Y, sí, aquí entramos (entro) en contradicción conmigo mismo y con él. Porque, si una persona que lee poesía con esa voracidad –incluso (me consta) leyendo el mismo poemario varias veces para sacarle todo el jugo–, que la respeta, que la abraza, que la estudia, que la disfruta y que, al final, termina escribiéndola… ¿no es, al fin y al cabo, un poeta?

Después de contradecirme para afirmarme, para afirmar a Jesús Orea y a su poesía, este “Ha callado el silencio” es, por suerte, un grito atronador en la calma, un manifiesto actual de tiempos pasados, un homenaje a los maestros desde la voz de este nuevo (ya no tanto) siglo. Y lo es –tenía que ser así– desde el propio magisterio de Orea, desde todas esas horas de lectura que han dejado el poso poético necesario, desde el amor por un género que le ha regalado tanto tiempo de disfrute. 

Y, quizá sin quererlo, con este libro, Orea se ha convertido en el poeta que, probablemente, nunca pretendió ser. Cierto es que no es su primer acercamiento a la poesía, pero creo acertar cuando digo que este es, en realidad (y sin serlo), su primer poemario. Y qué buen poemario.

Es arriesgado en la forma, controvertido en los temas (“Viagra azul para noches / sin sábanas de blanco satén”), acertado en el fondo. Plagado de citas de escritores fundamentales como Manuel AltolaguirreFernando QuiñonesAntonio HernándezElliotCelaya o Alberti (qué importante leer poesía de poetas que sí son poetas), Jesús Orea nos habla del amor, del paso del tiempo, de la muerte… Juega con el lenguaje, nos lleva de viaje, nos sacude, nos invita a compartir la vida, su vida, la de escritor, la de amante, la de padre, la de hermano, la de abuelo… la de poeta.

Y quienes lo leemos no podemos más que aceptar esa invitación, viajar con él, disfrutar de su poesía con la misma felicidad que él ha disfrutado la nuestra.

Eso y felicitarlo. Porque un libro como el suyo no es fácil de escribir (sé lo que me digo). Porque lanzarse al vacío de la poesía es una decisión sin vuelta atrás y produce una sensación de vértigo que ya jamás nos abandona.

Por eso, querido Jesús, poeta, te agradezco, además de tu cariño, este regalo que nos has hecho.

Lo que más me ha gustado: constatar cómo el amor por la poesía, el respeto, la admiración hacia quienes lo han hecho mucho mejor que nosotros (además de, no nos engañemos, una pizca de talento) puede llevar a una construcción tan bella como esta.

Lo que menos me ha gustado: diría que saber que Orea ha llegado a la poesía más tarde de lo deseado, pero casi siempre pienso que todo llega a su debido tiempo.

“Adiós no es suficiente para irse”.

Jesús Orea

Crítica: Las locas piedras de Alejandra

Título: Las locas piedras de Alejandra

Autora: Eduardo Herrera Baullosa

Editorial: Poéticas

Premio Provincia de Guadalajara de Poesía 2023 “José Antonio Ochaíta”

Eduardo Herrera Baullosa es, en mi opinión, el mejor poeta cubano del momento.

Lo descubrí con su genial “Welcome to mí”, un libro que me sorprendió para bien por su apuesta por la originalidad, y este nuevo libro (merecedor, por unanimidad, del Premio Provincia de Guadalajara de Poesía 2023 “José Antonio Ochaíta”) es el apuntalamiento de un estilo, el de Herrera Baullosa, plenamente identificable.

La idea es un acierto absoluto. Una “conversación” entre el poeta cubano y una de figuras más importantes de la poesía universal, la argentina Alejandra Pizarnik. Un diálogo poético en el que se tratan temas como la infancia, el dolor, la pérdida de los seres queridos, el suicidio, la locura, la familia… Son poemas breves, todos precedidos de exergos (citas) de Pizarnik, unos poemas que responden, a través de las propias inquietudes del autor, a las inquietudes de Alejandra.

Esta estructura supone un reto para el lector, pues no es suficiente con leer y comprender a Herrera Baullosa, sino que también hay que hacerlo con la Pizarnik. Es casi necesario detenerse tras cada poema, pensarlo, tratar de introducirnos en la mente de cada uno de ellos, buscando esa conexión casi espiritual entre ambos poetas. Cada poema pide un ejercicio de comprensión doble, de exploración de esas dos vías que nos llevan, no obstante, al mismo destino.

Y nada es gratuito en este libro. El trabajo que hay detrás de cada poema es la evidencia de que Eduardo Herrera Baullosa es uno de los poetas más relevantes del panorama poético hispanoamericano. Que la suya es una corriente que aúna si propio estilo con el del anclaje en la tradición poética, al estudio, a la búsqueda de una voz desde la escucha activa de las voces que dan forma a la humanidad desde la poesía.

Un poemario necesario de un poeta necesario con el que la editorial Poéticas se estrena en la publicación de poetas vivos, estreno que, con Herrera Baullosa, es el mejor posible.

Lo que más me ha gustado: dejadme que “me olvide” de todo lo que me gusta el libro para decir que para mí también ha sido un honor y una alegría inmensa haber escrito el que ha sido mi primer prólogo. Ser parte de este libro es motivo de orgullo para mí, así que, permitidme que diga que me ha gustado muchísimo hacerlo.

Lo que menos me ha gustado: que Eduardo no viva en España, porque compartir vida con él es un regalo.

Expulsado del cuerpo corro peligro

Eduardo Herrera Baullosa

Crítica: El sol y las otras estrellas

Título: El sol y las otras estrellas

Autora: Raquel Lanseros

Editorial: Visor

XXVI Premio de Poesía Generación del 27

Si alguna vez me habéis escuchado hablar de poesía, es muy probable que me escucharais decir que la poesía de amorme interesa más bien poco. Al menos, que no me interesa tanto como la poesía de las pérdidas, del dolor, de la duda. También he podido decir que no acostumbro a escribir poesía de amor, que soy más del desamor.

Pues… este libro me ha vuelto loco de lo que me ha gustado y, sí, he escrito poesía de amor; pero es que Raquel Lanseros es una de esas (pocas) poetas capaces de todo, y por ella, por este libro y por una conversación con ella sobre el amor (y por razones obvias), me he atrevido a escribir, de momento, un poema amoroso.

¿Qué no es capaz de conseguir la poesía?

En cuanto a este libro, me ha gustado absolutamente todo. Desde un detalle en principio poco importante, como coincidir en que “La noche estrellada” que embellece la cubierta es mi cuadro favorito y, también, el cuadro favorito de la madre de Raquel. Pero este motivo, obviamente, es lo de menos.

Lo importante es toda la poesía que hay en este poemario. Toda la tradición. Toda la sapiencia de una de las mejores poetas actuales en nuestra lengua (no admito dudas). De una poeta cuya trayectoria es ya una poética única, sostenida no solo por la maestría de quien la escribe, sino por todo el conocimiento que atesora, por toda la lectura que alberga, por toda la sensibilidad que la configura.

El sol y las otras estrellas” habla del amor, sí, pero no solo de ese amor idílico que causó tantos versos en otras épocas, sino al amor como concepto, como término extenso, conformado por múltiples ramificaciones que llegan a casi todas partes. El amor de pareja, el amor entre madres, padres e hijos e hijas, entre abuelos y abuelas y nietos y nietas, el amor por el mundo, por la humanidad, por la vida. Y habla de todo ese amor desde su propio conocimiento (“quien lo probó lo sabe”), desde su experiencia, desde su vivencia, desde su corazón.

Y qué bonito es, amigos y amigas, disfrutar de la felicidad de las personas a las que se quiere. En un mundo cada vez más egoísta, cada vez más individualista, cada vez menos humano, es casi una obligación agarrarse a la felicidad con todas nuestras fuerzas cada vez que se cruza en nuestro camino, abrazarla mientras se quede cerca. Igual de importante es (sobre todo para los y las poetas) compartir esa felicidad, ese amor, cantarlo, hacer todo lo posible por expandirlo, por ampliar sus márgenes hasta que estos nos queden tan lejos que nos sea imposible salir de esos lugares felices. “Cantar, cantar, cantar es lo que importa”, que escribió la también gaditana Pilar Paz Pasamar. Porque el silencio nunca es cómplice de la sonrisa, y hoy día cuesta tanto sonreír que más nos vale gritarlo tan fuerte como podamos.

Raquel Lanseros, una vez más, nos regala un poemario con oficio, con grandeza de espíritu, con generosidad desprendida. Nos invita al amor, al suyo, al nuestro, al de la memoria y al del presente. Nos ofrece un río de posibilidades que fluye a través de nosotros. Nos hace cómplices de ese “amor que mueve el sol y las otras estrellas”

Lo que más me ha gustado: volver al amor, sin lugar a ninguna duda.

Lo que menos me ha gustado: con lo que me cuesta dar con poesía de amor que me guste… ¡se me ha hecho corto!

Qué tristeza más triste tiene la alegría.

Raquel Lanseros

Crítica: Raíz dulce

Título: Raíz Dulce

Autora: Juan F. Rivero

Editorial: Candaya

Juan F. Rivero es uno de esos poetas a los que no se le puede perder la pista.

Lo conocí con su “Las hogueras azules” y la originalidad de la propuesta ya fue entonces un punto muy a favor para interesarme por su poesía.

Esa originalidad sigue estando muy presente en esta, su última propuesta, “Raíz dulce”.

Si tuviera que hablar del libro, y siendo sincero, me costaría un poco, porque no es un poemario, no es un libro de poesía en prosa, no es prosa poética, no es narración, no es un libro de reflexiones, no es un diario… y, sin embargo, es un poco de todas esas cosas, una mezcla de distintos tipos de texto que sí tienen algo en común: un lenguaje poético irrenunciable para Juan.

El origen también es algo muy a tener en cuenta. Hay veces en las que pensamos y repensamos sobre qué escribir, qué terreno ocupar con la poesía, cuál va a ser esa cuerda en la que vayamos tendiendo los poemas hasta que todo quede al aire. Juan F. Rivero ha encontrado en la muerte de una amiga el camino en el que ir posando sus pasos, el terreno donde sembrar todo lo que tenía que decir.

Y lo ha hecho desde la memoria, desde el dolor, desde la añoranza… desde el amor. Porque, si hay un sentimiento que puede respirarse al leer este libro es precisamente ese, el del amor, un amor multiplicado, quizá, por ese recuerdo de una época cada vez más lejana a la que casi todos volvemos de vez en cuando para abrazarnos a sus momentos felices.

Un libro diferente, con mucha fuerza, con un trabajo minucioso en la búsqueda del lenguaje –y el formato– apropiado, un “rivero” en toda su esencia, un regalo.

Lo que más me ha gustado: los textos que sí son poemas, por razones obvias. 

Lo que menos me ha gustado: diría, quizá, que la parte de la conversación, pues me ha faltado, ahí, algo más de literatura.

La tristeza está aquí, ya tiene cuerpo, y las palabras merecen alimentar otras cosas”.

Juan F. Rivero

Crítica: Matriz

Título: Matriz

Autora: Pedro J. Plaza

Editorial: Valparaíso

VIII Premio Valparaíso de Poesía

Premio Andalucía de la Crítica de Poesía

Conocí a Pedro en una llamada que, una tarde, me hizo, sin que yo tuviera su número ni supiera quién era. Se presentó y me contó que, desde ese año, la Editorial El Toro Celeste –que dirige– iba a editar los libros ganadores del Premio Antonio Gala de Poesía, empezando conmigo. Desde entonces, claro, es mi editor, y esa ya es una relación bastante estrecha.

Pero, además de editor (y de otras tantas cosas), es un poeta enorme, tal y como demuestra en esta, su primera obra publicada. De hecho, como veis, “Matriz” ha merecido no solo el Premio Valparaíso de Poesía, sino, ni más ni menos, el Premio Andalucía de la Crítica. Merecidos los dos premios, ya os lo digo. Merecidísimos.

Con el libro llevo desde la pasada Feria del Libro de Madrid, donde nos conocimos en persona, y lo tengo con una dedicatoria preciosa, desde entonces. Y, no, no lo he leído hasta ahora. Creo con firmeza que los libros eligen su momento para ser leídos (me pasa más aún con los libros de poesía), y este ha esperado casi un año hasta reclamarme el suyo. 

Qué deciros de esta “Matriz”… Con toda la poesía que he leído (y la que me queda por leer), puedo afirmar que es un libro diferente, separado de corrientes y modas, que se salta toda estructura posible para (así lo he sentido yo) darle la importancia a lo que en realidad importaba, a la historia, a la vivencia, al dolor, al sufrimiento. Porque el libro duele. Mucho. Muchísimo. Siempre se dicen frases del tipo “una madre es una madre”, “madre no hay más que una” o “como el amor de una madre, ninguno”; y, sí, somos muchos los afortunados que hemos contado con una madre a la altura de todas esas frases, pero, por desgracia, hay otros muchos que no. Y este es el caso de Pedro J. Plaza, quien no duda en sacar a la puerta de su casa todos los escombros vitales que ha ido acumulando a lo largo de los años, todas las vivencias que lo partieron en dos, todos los recuerdos que vuelven a abrir las cicatrices. Muchas de esas vivencias, muchos de esos recuerdos, vienen del mismo sitio, de la “matriz” entendida desde su etimología, desde la madre, la maternidad, matermatrix. Y duele leerlo, os lo aseguro, más aún a quienes conocemos y tenemos cariño a la persona que ha atravesado todo ese dolor.

Pero, amigos, amigas, esta es una de las razones por las que la poesía es imprescindible. Con todo el daño, con todo el sufrimiento, con todas las lágrimas, las heridas, las cicatrices… con todo el dolor, sin literatura, sin poesía, ¿qué quedaría? ¿Cómo nos sacaríamos toda esa negrura de dentro, ya sea como lectores o como escritores? Probablemente haya otros canales en los que volcar las lágrimas, pero quienes amamos la poesía sabemos que no hay ninguno tan poderoso.

Reconozco que me costó un poco habituarme a la forma de los poemas (yo, que soy tan de un tipo de estructura al leer y al escribir), pero, la verdad (y sabéis que no miento cuando reseño libros) es que me ha encantado. He tenido que hacer algunas pausas para asimilar el pinchazo, pero toda la crudeza de lo que se cuenta en este poemario se supera gracias a la capacidad amatoria de Pedro, a su resiliencia, a su perdón, a su crecimiento.

Un ejemplo de vida a través de la poesía. ¿Qué más le podemos pedir a un poemario?

Lo que más me ha gustado: que me haya gustado tanto, aunque se salga de “mi estilo”, haber encontrado tanta belleza en el dolor. 

Lo que menos me ha gustado: como siempre que leo un libro así, pensar en cómo pudo sentirse quien lo escribe. Es uno de los problemas de esta empatía mía…

“¿Cuál ha sido

el precio de tu familia y cuál ha sido, dime, la matriz

de nuestro desmadre?”.

Pedro J. Plaza