Despedida a Antonio Hernández

Nos ha dejado Antonio Hernández.

Maestro de una generación ya casi desaparecida, deja un vacío inmenso en la literatura nacional, en nuestra cultura, en los corazones de quienes hemos tenido la inmensa suerte de conocerlo y de (no podía ser de otra forma) admirarlo y quererlo.

Poeta enorme, dos veces Premio Nacional de la Crítica y Premio Nacional de Poesía con ese monumento poético que es su “Nueva York después de muerto”, de lectura obligada para todos los que nos pensemos poetas.

Antonio fue una persona siempre comprometida con la justicia, con la solidaridad, con el respeto. Un adelantado a su tiempo que siempre tuvo lugar en su pecho para quienes no encobraban cobijo. Un ser excepcional sin que, hoy, el mundo es un poco más frío.

Su nombre va a estar siempre ligado a mi poesía, pues me leyó y avaló mis libros con su apoyo firme y absolutamente desinteresado. Este hecho es y será mi mayor orgullo, y llevaré el nombre de Antonio Hernández cosido a la voz durante toda mi vida, una vida a la que, con su muerte, le arrancan un pedazo.

Tu literatura y tu poesía quedarán en nuestra historia.

Tu sonrisa y tu cariño serán luz en mi camino. 

Descansa en paz, queridísimo Antonio. 

Adiós en Arcos

Si no lo expliqué bien, vuelvo a decirlo.
Cuando me muera quiero que me quemen
y arrojen mis cenizas por la Peña de Arcos.
De esa manera iré a parar al río
donde bañé mi infancia y juventud
purificándolas de mis muchos errores.
Algún vencejo o algún alcaraván
me acogerá en sus alas. Incluso algún jilguero
o un dulce chamariz al picar en las frutas
del Llano de las Huertas
añadirá a su canto algún secreto mío,
su inédita sustancia. Y será el canto suave
al que apenas la vida me dio opción.
Nada de preces, nada de misereres.
Quiero que se haga todo con discreta ternura.
Y si alguien no quiere reprimir un sollozo
que piense cómo todo, hasta la primavera,
contiene su naufragio, y que tendré la suerte
del aire que se integra en la belleza de Arcos
con naturalidad, anónimo. Y eterno.

Crítica: Últimos poemas de amor

Título: Últimos poemas de amor

Autora: Elsa López

Editorial: Hiperión

Elsa López (y esto es un hecho objetivo) es una de las mejores poetas nacionales que tenemos.

Yo siempre lo he sabido, pero, cuanto más la leo, más sé que estoy en lo cierto.

Estos “Últimos poemas de amor”, su último poemario, es también mi última lectura suya después de haberla leído casi por completo, y, una vez más, se me queda enganchado.

Me llegó, además, en el momento perfecto, cuando yo estaba escribiendo (creo que por primera vez) poesía de amor, así que, como os imaginaréis, ha sido una muy buena fuente de inspiración.

Es, además, una manera diferente de escribir poesía de amor, porque, aunque nace en los labios de la poeta, la voz es la del amado, intercambiando los papeles para ser la propia Elsa quien lee unos versos sobre el amor que por ella sienten, un amor que, si bien ha escrito con sus dedos, se dirige a sí misma al mismo tiempo que lo dirige hacia su compañero.

Puede resultar complicado de entender (de hecho, releyendo el párrafo anterior, me ha quedado como un trabalenguas, pero no pienso cambiarlo), pero creedme si os digo que leer estos poemas en esa forma en la que Elsa los ha escrito es una auténtica delicia.

Yo, un desenamorado crónico, un poeta más bien de lo trágico que de lo ceremonioso, he sentido con esta lectura que no todo está perdido, que existe amor en el mundo y en la poesía contemporánea de calidad, que quizá, algún día, yo mismo publique un poemario de amor. Y, si esto ocurre, será en parte (junto a otros y otras “culpables”) gracias a Elsa López, a su poesía y a su amor.

Es una reseña breve, sí, pero poco más se puede decir de una poeta de tanta altura.

Tan solo pediros que la leáis, que hagáis por saber cómo es, porque (y esto es también un hecho objetivo e irrefutable) es una persona excepcional.

Lo que más me ha gustado: pues, sí, a pesar de que cada vez creo menos en el amor, me ha gustado mucho saber que hay una pequeña llama que siempre se mantiene viva.

Lo que menos me ha gustado: no poder recibirlo directamente de manos de Elsa, con su abrazo.

“No hubo un tiempo mejor y lo sabíamos”.

Elsa López

Crítica: Ha callado el silencio

Título: Ha callado el silencio

Autora: Jesús Orea

Editorial: Valparaíso

Jesús Orea, a quien conocí hace bastante poco, siempre se presenta con la humildad que lo caracteriza, afirmando que no es poeta, “no como vosotros” dice si se ve rodeado de quienes él sí considera poetas, con un cierto pudor al entregarte su poemario después de habértelo dedicado.

En algo de eso, coincido con él. No es un poeta. Es un amante confeso de la poesía y de los poetas. Un estudioso. Un lector voraz. Un admirador del lenguaje, de la palabra, del verso. Y, sí, aquí entramos (entro) en contradicción conmigo mismo y con él. Porque, si una persona que lee poesía con esa voracidad –incluso (me consta) leyendo el mismo poemario varias veces para sacarle todo el jugo–, que la respeta, que la abraza, que la estudia, que la disfruta y que, al final, termina escribiéndola… ¿no es, al fin y al cabo, un poeta?

Después de contradecirme para afirmarme, para afirmar a Jesús Orea y a su poesía, este “Ha callado el silencio” es, por suerte, un grito atronador en la calma, un manifiesto actual de tiempos pasados, un homenaje a los maestros desde la voz de este nuevo (ya no tanto) siglo. Y lo es –tenía que ser así– desde el propio magisterio de Orea, desde todas esas horas de lectura que han dejado el poso poético necesario, desde el amor por un género que le ha regalado tanto tiempo de disfrute. 

Y, quizá sin quererlo, con este libro, Orea se ha convertido en el poeta que, probablemente, nunca pretendió ser. Cierto es que no es su primer acercamiento a la poesía, pero creo acertar cuando digo que este es, en realidad (y sin serlo), su primer poemario. Y qué buen poemario.

Es arriesgado en la forma, controvertido en los temas (“Viagra azul para noches / sin sábanas de blanco satén”), acertado en el fondo. Plagado de citas de escritores fundamentales como Manuel AltolaguirreFernando QuiñonesAntonio HernándezElliotCelaya o Alberti (qué importante leer poesía de poetas que sí son poetas), Jesús Orea nos habla del amor, del paso del tiempo, de la muerte… Juega con el lenguaje, nos lleva de viaje, nos sacude, nos invita a compartir la vida, su vida, la de escritor, la de amante, la de padre, la de hermano, la de abuelo… la de poeta.

Y quienes lo leemos no podemos más que aceptar esa invitación, viajar con él, disfrutar de su poesía con la misma felicidad que él ha disfrutado la nuestra.

Eso y felicitarlo. Porque un libro como el suyo no es fácil de escribir (sé lo que me digo). Porque lanzarse al vacío de la poesía es una decisión sin vuelta atrás y produce una sensación de vértigo que ya jamás nos abandona.

Por eso, querido Jesús, poeta, te agradezco, además de tu cariño, este regalo que nos has hecho.

Lo que más me ha gustado: constatar cómo el amor por la poesía, el respeto, la admiración hacia quienes lo han hecho mucho mejor que nosotros (además de, no nos engañemos, una pizca de talento) puede llevar a una construcción tan bella como esta.

Lo que menos me ha gustado: diría que saber que Orea ha llegado a la poesía más tarde de lo deseado, pero casi siempre pienso que todo llega a su debido tiempo.

“Adiós no es suficiente para irse”.

Jesús Orea

Crítica: Las locas piedras de Alejandra

Título: Las locas piedras de Alejandra

Autora: Eduardo Herrera Baullosa

Editorial: Poéticas

Premio Provincia de Guadalajara de Poesía 2023 “José Antonio Ochaíta”

Eduardo Herrera Baullosa es, en mi opinión, el mejor poeta cubano del momento.

Lo descubrí con su genial “Welcome to mí”, un libro que me sorprendió para bien por su apuesta por la originalidad, y este nuevo libro (merecedor, por unanimidad, del Premio Provincia de Guadalajara de Poesía 2023 “José Antonio Ochaíta”) es el apuntalamiento de un estilo, el de Herrera Baullosa, plenamente identificable.

La idea es un acierto absoluto. Una “conversación” entre el poeta cubano y una de figuras más importantes de la poesía universal, la argentina Alejandra Pizarnik. Un diálogo poético en el que se tratan temas como la infancia, el dolor, la pérdida de los seres queridos, el suicidio, la locura, la familia… Son poemas breves, todos precedidos de exergos (citas) de Pizarnik, unos poemas que responden, a través de las propias inquietudes del autor, a las inquietudes de Alejandra.

Esta estructura supone un reto para el lector, pues no es suficiente con leer y comprender a Herrera Baullosa, sino que también hay que hacerlo con la Pizarnik. Es casi necesario detenerse tras cada poema, pensarlo, tratar de introducirnos en la mente de cada uno de ellos, buscando esa conexión casi espiritual entre ambos poetas. Cada poema pide un ejercicio de comprensión doble, de exploración de esas dos vías que nos llevan, no obstante, al mismo destino.

Y nada es gratuito en este libro. El trabajo que hay detrás de cada poema es la evidencia de que Eduardo Herrera Baullosa es uno de los poetas más relevantes del panorama poético hispanoamericano. Que la suya es una corriente que aúna si propio estilo con el del anclaje en la tradición poética, al estudio, a la búsqueda de una voz desde la escucha activa de las voces que dan forma a la humanidad desde la poesía.

Un poemario necesario de un poeta necesario con el que la editorial Poéticas se estrena en la publicación de poetas vivos, estreno que, con Herrera Baullosa, es el mejor posible.

Lo que más me ha gustado: dejadme que “me olvide” de todo lo que me gusta el libro para decir que para mí también ha sido un honor y una alegría inmensa haber escrito el que ha sido mi primer prólogo. Ser parte de este libro es motivo de orgullo para mí, así que, permitidme que diga que me ha gustado muchísimo hacerlo.

Lo que menos me ha gustado: que Eduardo no viva en España, porque compartir vida con él es un regalo.

Expulsado del cuerpo corro peligro

Eduardo Herrera Baullosa

Crítica: La mujer de la arena

Título: La mujer de la arena

Autora: Kobo Abe

Editorial: Siruela

Una de mis costumbres cuando viajo a cualquier lugar es entrar en una librería y llevarme un libro. Este “La mujer de la arena” lo encontré en “La república de las letras”, una preciosa librería en Córdoba, el día que presenté allí mi “Escrito bajo las uñas”.

También es costumbre, de vez en cuando, leer literatura asiática, así que esa fue una de las razones por las que esta fue mi elección.

Abe es uno de los autores japoneses más importantes de los últimos tiempos y, además, esta es su obra más conocida, por lo que era complicado no acertar.

Y el libro me ha gustado, sí. Tengo claro que ocupa el lugar que merece como “una de las obras maestras de la literatura japonesa del siglo XX”, como reza la contracubierta. Es original, transmite una sensación de angustia tan real que es fácil hacerla propia, está perfectamente escrito, cumple con su misión… peeeeeeero (sí, esta vez sí hay un pero) me he aburrido en algunos momentos y la parte intermedia se me ha terminado haciendo un poco bola. 

Es una historia que ocurre en un único lugar, con (salvo momentos muy concretos) solo dos personajes, y uno de ellos apenas habla. Con esos dos puntos, ya suena algo aburrido, no me digáis que no. Además, si le sumamos que hay arena, arena, arena, arena y mucha, mucha, mucha arena y que se habla muchísimo de la arena y que todo se debe a la arena y que siempre hay arena y más arena… Pues, eso, que teniendo claro que el objetivo del libro (en mi opinión, trasladar esa angustia existencial al lector) se cumple a la perfección, algunas páginas menos habrían ayudado a que la lectura, además, fuera más trepidante, tuviera algo más de ritmo.

Dicho esto, me sigue maravillando cómo los y las escritores del continente asiático son capaces de expresar con precisión de cirujanos el interior del ser humano, sus miedos, sus preocupaciones, sus tabús, su comportamiento… En este libro, el personaje principal se encuentra ante una situación tan absurda y complicada al mismo tiempo que acaba por actuar de una forma absolutamente desquiciada. Tan al borde del abismo lo sitúa Abe que su proceder es delirante, le obliga a adoptar una manera de explorarse tan extrema que nos empuja también a nosotros al desasosiego. 

Y la historia fluye, aunque algo lenta en mi opinión.

Y la trama encaja.

Y el final es exactamente el que tenía que ser.

Y ahí lo dejo, porque, si queréis saber más, tendréis que leerlo (sí, lo recomiendo, a pesar de ese pero).

Lo que más me ha gustado: de todo maestro se aprende, y es lo que he intentado hacer con esta lectura.

Lo que menos me ha gustado: esas partes más aburridas y, sí, algunas toneladas de arena.

“La derrota viene solo cuando uno cree que está perdido”.

Kobo Abe

Crítica: Verano en el asteroide

Título: Verano en el asteroide

Autora: Manuel López Gallego

Editorial: Edelvives

XXIII Premio Alandar

La semana pasada tuve el gusto de ir a los Premios Edelvives, en el Espacio Delicias de Madrid.

Ya sabéis que me gusta mucho leer literatura infantil y juvenil y, la verdad, últimamente, entre el trabajo y la poesía, la tenía bastante olvidad. Por suerte, al terminar el acto nos entregaron una bolsa con este Premio Alandar y con el Premio Ala Delta, de literatura infantil.

Por casualidades de la vida, resulta que este libro tiene sus cimientos en “El principito” y, sobre todo, en su autor, Antoine de Saint-Exupéry. Aunque no he leído nada aparte de “El principito” (que es, como sabéis, uno de mis libros favoritísimos y con el que siento una conexión enorme), la figura de Saint-Exupéry siempre me ha interesado mucho, y en este libro se habla muchísimo de su historia, de su biografía, de curiosidades, de sus libros… Vamos, todo un acierto que me ha hecho disfrutar muchísimo de la lectura.

Apoyado en esa historia, y con citas de libros de Saint-Exupéry al inicio de cada capítulo, el protagonista avanza en su periplo vital hasta obtener su lugar en el mundo. Con una familia desestructurada, un ambiente en el colegio y en el barrio que no ayudan y una personalidad por formarse, Horacio encuentra su espacio en un lugar lleno de referencias al su autor favorito, lejos de aquello que le complica la vida.

En este libro se habla de la superación personal, de atravesar el divorcio de los padres, el egoísmo y la inmadurez de un padre que no supera sus traumas, del acoso (permitidme que, como siempre hago, no le añada el “escolar”), de los sueños, de ese periodo tan complicado en nuestra existencia que es nuestra adolescencia, dándonos algunas pistas sobre cómo poder lidiar con ella.

Un muy buen libro, la verdad. Entretenido, bien escrito, con algo de intriga, con un personaje de los que se recuerdan y con mucho, mucho Saint-Exupéry.

Lo que más me ha gustado: la historia me ha gustado, pero (no podía ser de otra forma) me quedo con el acierto de incluir a Saint-Exupéry casi como un personaje más.

Lo que menos me ha gustado: ver cómo muchos (¿demasiados?) libros juveniles se valen del acoso como punto de partida. Me parece perfecto que se hable de un problema que existe, pero creo que se está abusando un poco…

“El mayor bien de un hombre es la paz”.

Manuel López Gallego

Crítica: El sol y las otras estrellas

Título: El sol y las otras estrellas

Autora: Raquel Lanseros

Editorial: Visor

XXVI Premio de Poesía Generación del 27

Si alguna vez me habéis escuchado hablar de poesía, es muy probable que me escucharais decir que la poesía de amorme interesa más bien poco. Al menos, que no me interesa tanto como la poesía de las pérdidas, del dolor, de la duda. También he podido decir que no acostumbro a escribir poesía de amor, que soy más del desamor.

Pues… este libro me ha vuelto loco de lo que me ha gustado y, sí, he escrito poesía de amor; pero es que Raquel Lanseros es una de esas (pocas) poetas capaces de todo, y por ella, por este libro y por una conversación con ella sobre el amor (y por razones obvias), me he atrevido a escribir, de momento, un poema amoroso.

¿Qué no es capaz de conseguir la poesía?

En cuanto a este libro, me ha gustado absolutamente todo. Desde un detalle en principio poco importante, como coincidir en que “La noche estrellada” que embellece la cubierta es mi cuadro favorito y, también, el cuadro favorito de la madre de Raquel. Pero este motivo, obviamente, es lo de menos.

Lo importante es toda la poesía que hay en este poemario. Toda la tradición. Toda la sapiencia de una de las mejores poetas actuales en nuestra lengua (no admito dudas). De una poeta cuya trayectoria es ya una poética única, sostenida no solo por la maestría de quien la escribe, sino por todo el conocimiento que atesora, por toda la lectura que alberga, por toda la sensibilidad que la configura.

El sol y las otras estrellas” habla del amor, sí, pero no solo de ese amor idílico que causó tantos versos en otras épocas, sino al amor como concepto, como término extenso, conformado por múltiples ramificaciones que llegan a casi todas partes. El amor de pareja, el amor entre madres, padres e hijos e hijas, entre abuelos y abuelas y nietos y nietas, el amor por el mundo, por la humanidad, por la vida. Y habla de todo ese amor desde su propio conocimiento (“quien lo probó lo sabe”), desde su experiencia, desde su vivencia, desde su corazón.

Y qué bonito es, amigos y amigas, disfrutar de la felicidad de las personas a las que se quiere. En un mundo cada vez más egoísta, cada vez más individualista, cada vez menos humano, es casi una obligación agarrarse a la felicidad con todas nuestras fuerzas cada vez que se cruza en nuestro camino, abrazarla mientras se quede cerca. Igual de importante es (sobre todo para los y las poetas) compartir esa felicidad, ese amor, cantarlo, hacer todo lo posible por expandirlo, por ampliar sus márgenes hasta que estos nos queden tan lejos que nos sea imposible salir de esos lugares felices. “Cantar, cantar, cantar es lo que importa”, que escribió la también gaditana Pilar Paz Pasamar. Porque el silencio nunca es cómplice de la sonrisa, y hoy día cuesta tanto sonreír que más nos vale gritarlo tan fuerte como podamos.

Raquel Lanseros, una vez más, nos regala un poemario con oficio, con grandeza de espíritu, con generosidad desprendida. Nos invita al amor, al suyo, al nuestro, al de la memoria y al del presente. Nos ofrece un río de posibilidades que fluye a través de nosotros. Nos hace cómplices de ese “amor que mueve el sol y las otras estrellas”

Lo que más me ha gustado: volver al amor, sin lugar a ninguna duda.

Lo que menos me ha gustado: con lo que me cuesta dar con poesía de amor que me guste… ¡se me ha hecho corto!

Qué tristeza más triste tiene la alegría.

Raquel Lanseros

Crítica: El silencio de la guerra

Título: El silencio de la guerra

Autora: Antonio Monegal

Editorial: Acantilado

Cada vez soy más de ensayo. Antes los leía muy de vez en cuando, pero ahora siento con mayor frecuencia la necesidad de esas lecturas en las que encontrar un aprendizaje, esas lecturas que no son solo para leer, sino para estudiar, para crecer en conocimientos.

Además, si el autor es Antonio Monegal, último Premio Nacional de Ensayo por su maravilloso “Como el aire que respiramos” (libro que leí y que, sin tener ni idea de por qué, no he reseñado), la lectura se vuelve aún más placentera.

También ha sido importante para elegir este libro mis ganas de saber más sobre las guerras, del porqué de las guerras (si es que hay porqués que valgan), de cómo afectan no solo a quienes participan en ellas, sino a la globalidad de la humanidad, a la memoria colectiva… a todo, en general.

Y este libro trata sobre todo eso y, además, habla de cómo se han representado las distintas guerras a través de todos los medios posibles (pintura, fotografía, cine, literatura…), cómo la guerra forma parte de la cultura, cómo su tratamiento (casi siempre sesgado) ha afectado al desarrollo de la sociedad. Lo hace con una innumerable lista de exposiciones, obras de arte, libros, películas, artículos periodísticos… Un maravilloso inventario de qué leer y qué ver para seguir aprendiendo sobre este apasionante tema (tengo apuntados no sé cuántos “ver esta película”, “buscar esta fotografía”, “leer este libro”). Como bien sabéis, me gustan muchísimo las lecturas que me llevan a otras lecturas. Me pasa con las citas en los poemarios y me pasa, también, con las referencias en los ensayos.

Por eso me ha gustado tantísimo este libro. Por eso, estoy seguro, seguiré leyendo todo lo que Monegal siga publicando. Por eso, el ensayo se está convirtiendo en un género cada vez más presente en mis estanterías.

Lo que más me ha gustado: que es muy probable que siga investigando para escribir un poemario sobre el tema de las guerras.

Lo que menos me ha gustado: saber que el motivo de este libro es el que es: la sinrazón de las guerras y todos los muertos que suponen.

“¿Qué es una guerra para los que no hemos vivido una en carne propia?”

Antonio Monegal

Crítica: Raíz dulce

Título: Raíz Dulce

Autora: Juan F. Rivero

Editorial: Candaya

Juan F. Rivero es uno de esos poetas a los que no se le puede perder la pista.

Lo conocí con su “Las hogueras azules” y la originalidad de la propuesta ya fue entonces un punto muy a favor para interesarme por su poesía.

Esa originalidad sigue estando muy presente en esta, su última propuesta, “Raíz dulce”.

Si tuviera que hablar del libro, y siendo sincero, me costaría un poco, porque no es un poemario, no es un libro de poesía en prosa, no es prosa poética, no es narración, no es un libro de reflexiones, no es un diario… y, sin embargo, es un poco de todas esas cosas, una mezcla de distintos tipos de texto que sí tienen algo en común: un lenguaje poético irrenunciable para Juan.

El origen también es algo muy a tener en cuenta. Hay veces en las que pensamos y repensamos sobre qué escribir, qué terreno ocupar con la poesía, cuál va a ser esa cuerda en la que vayamos tendiendo los poemas hasta que todo quede al aire. Juan F. Rivero ha encontrado en la muerte de una amiga el camino en el que ir posando sus pasos, el terreno donde sembrar todo lo que tenía que decir.

Y lo ha hecho desde la memoria, desde el dolor, desde la añoranza… desde el amor. Porque, si hay un sentimiento que puede respirarse al leer este libro es precisamente ese, el del amor, un amor multiplicado, quizá, por ese recuerdo de una época cada vez más lejana a la que casi todos volvemos de vez en cuando para abrazarnos a sus momentos felices.

Un libro diferente, con mucha fuerza, con un trabajo minucioso en la búsqueda del lenguaje –y el formato– apropiado, un “rivero” en toda su esencia, un regalo.

Lo que más me ha gustado: los textos que sí son poemas, por razones obvias. 

Lo que menos me ha gustado: diría, quizá, que la parte de la conversación, pues me ha faltado, ahí, algo más de literatura.

La tristeza está aquí, ya tiene cuerpo, y las palabras merecen alimentar otras cosas”.

Juan F. Rivero

Crítica: El ángel de piedra

Título: El ángel de piedra

Autora: Margaret Laurence

Editorial: Libros del Asteroide

Varios fueron los motivos por los que me hice con este libro (algunos más serios que otros, como veréis). Que la editorial fuera Libros del Asteroide, una de mis favoritísimas. Que el título tuviera la palabra “ángel”, por mi obsesión angelical. Que no hubiera leído nada de la Margaret Laurence, una de las escritoras canadienses más importantes. El color azul, que me llamó desde el primer momento.

Unidas todas esas razones, os aseguro que, una vez más, no me equivoqué. Ha sido una muy buena lectura.

Sabéis que me gusta ir alternando lecturas. Hay veces en las que me apetece leer poesía. Otras, literatura infantil o juvenil. Otras, ensayo. Otras, algún libro más “ligero”. O literatura asiática o africana o vete tú a saber… A veces, también, necesito volver a los clásicos, a la seguridad de saber que, me vaya a gustar o no, va a ser un buen libro, una lectura que trasciende.

Eso es lo que me ha ocurrido con este clásico de la literatura canadiense. Que, aunque no pueda decir que me haya vuelto loco, he disfrutado la lectura por múltiples aspectos. Por lo extremadamente bien que está escrito. Por la creación de un personaje maravilloso como es su protagonista, Hagar Shipley (espectacular cómo llegas a conocerla). Por la forma de recrear la vida de una persona desde distintas perspectivas, alternando su presente con su pasado; conversaciones externas e internas; por la forma de compartir sus miedos, sus anhelos, sus recuerdos, la gestión de su avanzada edad… De todo lo que me ha gustado el libro, me quedo, sin duda, con eso. Con haber podido conocer a un personaje como este, porque es, en mi opinión, un personaje a la altura de otros fundamentales en la literatura universal.

Por lo demás, e insistiendo en que estoy muy contento de haber leído el libro, reconozco que me ha aburridoen algunos momentos, que me han sobrado algunas páginas, que algunos saltos en el tiempo me han descolocado un poco… pero que, a pesar de todo, querer saber más sobre Hagar Shipley ha podido con todo. Solo con eso, los momentos de aburrimiento o de querer avanzar rápido han valido la pena.

También me quedo con el lenguaje, muy poético en ocasiones, y con esas descripciones llenas de tanta belleza, como en estos casos:

“Las náuseas han empezado a abrazarme la garganta”.

“Las ramas de los cedros alzan su oscura e intrincada tracería como verjas sobre el fondo del cielo”.

“En la granja Shipley las piezas de maquinaria oxidada eran como cuerpos agonizando lentamente de insolación, con las costillas al sol”.

Si estas razones no os motivan a querer leerlo…

Lo que más me ha gustado: creo que ha quedado claro. Me quedo con Hagar Shipley.

Lo que menos me ha gustado: que se me ha hecho algo largo.

“La intimidad es un privilegio que no se concede a los viejos ni a los jóvenes”.

Margaret Laurence