Crítica: Las ballenas de 52 hercios

Título: Las ballenas de 52 hercios

Autor: Sanoko Machida

Editorial: Hermida Editores

Premio de los Libreros de Japón

Que la literatura asiática me fascina no es nada nueva. Que tuve mi momento de “fiebre asiática lectora” en la que solo leía literatura de escritoras asiáticas (creo recordar que solo leí un Murakami y que el resto eran mujeres) ya lo he contado varias veces. Y la fiebre, ya se sabe, vuelve de vez en cuando, aunque sea en ráfagas fugaces.

Eso es lo que pasó aquí, que me dio un leve brote de fiebre.

El libro, como otras tantas veces, me estaba esperando. Fue en Taiga, antes de ver la presentación que hizo allí Guillermo Borao de “La sastrería de Scaramuzzelli”. Me paseé por las estanterías y allí estaba, mirándome (literal, como si tuviera ojos), esperando a que lo agarrara y diera buena cuenta de él. Incluso me pareció escucharle decir que lo leyera pronto y, por supuesto, que lo reseñara.

Y yo, ya sabéis, cuando los libros piden… voy con todo. Qué flojo soy…

Fuera bromas, el libro sí estaba en Taiga, con la cubierta bien visible, con ese precioso amarillo, el nombre claramente japonés de la autora, con ese título tan magnético, con el apoyo de ese premio de los libreros japoneses… ¿Qué iba a hacer?

Tuve que dejar en espera los setecientos cuarenta y tres mil quinientos doce libros pendientes que tengo, pero lo he leído en unos pocos días. Menos mal que los largos trayectos en metro al trabajo puedo hacerlos leyendo y se me pasan en un suspiro.

Y qué bonito. Qué duro. Qué sutil. Qué manera tan elegante de narrar unos hechos tan grises. Porque la esencia del libro (al menos, en mi opinión) es la soledad a la que algunas personas se ven (nos vemos) empujadas algunas veces a vernos, sentirnos y/o querernos solos; esas vivencias que nos hacen una heridatan profunda que nos ahogamos en ellas y no logramos alcanzar sus bordes; esos surcos que nos agrietan la piel hasta convertirla en un desierto. Todo contado como solo saben hacer los autores japoneses. Y en toda esa tristeza, en todo ese dolor, en todo ese sufrimiento… el lenguaje, la armonía de las palabras, la esperanza en los pequeños detalles, en esas pocas personas que nunca fallan, en la fe en uno mismo.

A la voz de Sonoko Machida no le pasa como a las ballenas de las que habla, esas cuyas voces no pueden ser percibidas. Su voz es potente, seductora, atraviesa cualquier océano que se le ponga por medio.

Me ha encantado, no puedo decir otra cosa. Me encanta volver a la literatura oriental de vez en cuando y descubrir nuevas joyas, como esta.

Lo que más me ha gustado: viajar, como ocurre cuando se leen buenas historias que ocurren en lugares extraños. Y recordar. También recordar. 

Lo que menos me ha gustado: aquí tengo que mencionar dos puntos. Uno mío, personal, y otro ajeno a mí. El mío es que, entre los nombres y las fórmulas de cortesía japonesas, me he perdido un poco algunas veces. La que no tiene que ver conmigo es que he encontrado demasiados errores ortotipográficos (acentuación, puntuación, perífrasis verbales mal usadas, imperativos mal construidos, varios errores con las rayas en los diálogos…). No puedo evitar que me salga la vena de corrector y se me van los ojos a los fallos. No es que el libro esté plagado de fallos, pero sí hay más de los que pueden pasar como erratas.

“Aquella culpabilidad iba y venía como el oleaje”.

Las ballenas de 52 hectáreas, Sonoko Machida

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Crítica: Territorio de luz

Título: Territorio de luz

Autor: Yuko Tsushima

Editorial: Impedimenta

Este libro me interesó desde la primera vez que lo vi. En este periodo oriental en el que estoy como lector, fui a la preciosa librería “Amapolas en octubre”, le expliqué a Laura lo que buscaba y me dio este libro y “Kitchen”, de Banana Yoshimoto (que leí y reseñé hace poco). Me fui de allí tan contento, qué os voy a decir. Es rara la vez que Laura no acierta.

Además, Impedimenta es una de esas editoriales que siempre me llaman la atención. Ediciones bonitas de títulos y autores muy interesantes. Normal que no me pudiera resistir.

Empiezo diciendo que este libro ha cumplido la principal función que le pedí: seguir dejándome entrar en la literatura oriental. Japón. Soledad. Relaciones complicadas y casi en la distancia. Y es un buen libro. Y la pluma de Tsushima es, por algo, una de las más respetadas en la literatura japonesa. Pero (¿se veía ya que venía un “pero”?) no me ha terminado de encantar.

No sé si ha sido porque esperaba que ocurriera algo que no ocurre. Que los saltos en el tiempo tan frecuentes me han descolocado más de la cuenta, sacándome, en ocasiones, de la lectura. El caso es que, al terminarlo, me ha dejado un poso escaso y me ha llevado a hacerme dos preguntas. La primera, “¿y así es como acaba?” La segunda, “¿cuál es la historia?”

En un resumen muy simple, “Territorio de luz” es la historia de una mujer que vive en Tokio con su hija pequeña después de separarse de su marido. Puede que yo sea algo más exigente, pero es que esa es la historia. No hay más. Algunos personajes muy secundarios de los que apenas me acuerdo. Situaciones algo duras en cuanto a la forma de relacionarse la protagonista con el resto, incluso su hija. Y, sí, aborda temas como la soledad, el rechazo de una parte de la sociedad hacia una mujer separada y la forma en que cría a su hija, la importancia de los refugios… Pero, no sé, no me ha aportado mucho, si os soy sincero.

Puede ser, también, que todos los libros que he leído en esta fiebre oriental me han gustado tanto que este se me ha quedado un poco corto. Quizá sea cosa de las expectativas.

Dicho esto, ahí voy con mi análisis.

Puntos fuertes:

La dureza: no esperaba que fuera un libro tan duro, sobre todo en esa relación materno-filial, y eso sí me ha impactado (aunque, ahora mismo, no es lo que más me apetece leer).

Las descripciones: sin ser espectaculares, están bien construidas, y eso es algo que siempre agradezco. 

Tokio: viajar a Japón, aunque sea a través de la literatura, es un placer muy agradable.

Lo que más me ha gustado: el descubrimiento de autores orientales que no había leído hasta ahora y la continuidad en esta inmersión que estoy haciendo en su literatura.

Lo que menos me ha gustado: además de lo que he descrito en el cuerpo de la reseña, hay algo que me ha “molestado” un poco. En la contracubierta se indica que Margaret Drabble (novelista y crítica literaria inglesa) afirmó que esta historia era “equiparable a cualquier obra de Virginia Woolf”, y, me vais a perdonar, pero… 

Mi sensación final es que no es un libro que vaya a recordar más de lo necesario. Estoy muy contento por haberlo leído y he disfrutado durante una buena parte de la lectura. Hay momentos en los que el lenguaje me ha gustado mucho. Pero, si tengo que elegir o recomendar libros de autores orientales, no creo que este sea uno de ellos. 

“Yo quería afinar su capacidad para percibir la felicidad”.

Yuko Tsushima, Territorio de luz