Crítica: Raíz dulce

Título: Raíz Dulce

Autora: Juan F. Rivero

Editorial: Candaya

Juan F. Rivero es uno de esos poetas a los que no se le puede perder la pista.

Lo conocí con su “Las hogueras azules” y la originalidad de la propuesta ya fue entonces un punto muy a favor para interesarme por su poesía.

Esa originalidad sigue estando muy presente en esta, su última propuesta, “Raíz dulce”.

Si tuviera que hablar del libro, y siendo sincero, me costaría un poco, porque no es un poemario, no es un libro de poesía en prosa, no es prosa poética, no es narración, no es un libro de reflexiones, no es un diario… y, sin embargo, es un poco de todas esas cosas, una mezcla de distintos tipos de texto que sí tienen algo en común: un lenguaje poético irrenunciable para Juan.

El origen también es algo muy a tener en cuenta. Hay veces en las que pensamos y repensamos sobre qué escribir, qué terreno ocupar con la poesía, cuál va a ser esa cuerda en la que vayamos tendiendo los poemas hasta que todo quede al aire. Juan F. Rivero ha encontrado en la muerte de una amiga el camino en el que ir posando sus pasos, el terreno donde sembrar todo lo que tenía que decir.

Y lo ha hecho desde la memoria, desde el dolor, desde la añoranza… desde el amor. Porque, si hay un sentimiento que puede respirarse al leer este libro es precisamente ese, el del amor, un amor multiplicado, quizá, por ese recuerdo de una época cada vez más lejana a la que casi todos volvemos de vez en cuando para abrazarnos a sus momentos felices.

Un libro diferente, con mucha fuerza, con un trabajo minucioso en la búsqueda del lenguaje –y el formato– apropiado, un “rivero” en toda su esencia, un regalo.

Lo que más me ha gustado: los textos que sí son poemas, por razones obvias. 

Lo que menos me ha gustado: diría, quizá, que la parte de la conversación, pues me ha faltado, ahí, algo más de literatura.

La tristeza está aquí, ya tiene cuerpo, y las palabras merecen alimentar otras cosas”.

Juan F. Rivero

Cítrica: Demens

Título: Demens

Autora: Cristina Sanz Ruiz

Editorial: El toro celeste

XVI Premio Internacional de Poesía Antonio Gala

Demens, de Cristina Sanz Ruiz me interesa no solo por la poesía en sí, que también, sino porque es el libro que me sucede como ganador del Premio Antonio Gala, y eso me genera muchas ganas de leerlo.

El perfil de Cristina también es muy interesante. Escribe. Dibuja. Enseña. Investiga. Una todoterreno de las artes que nos regala su primer poemario con el Antonio Gala, lo mismo que me habría ocurrido a mí si no se hubiera publicado antes “Hogares impropios”, a pesar de que el premio José Antonio Ochaíta fuera posterior al Gala.

El tema también es atrayente. La memoria, o, quizá, mejor dicho, la desmemoria. Esa maldita enfermedadque se lleva lo más preciado de un ser humano: sus recuerdos, sus vivencias, su recorrido vital. Vivido, además, en primera persona, el testimonio de Cristina adquiere la validez de quien habla (o escribe) de lo que conoce, de lo que le ha marcado, de lo que le ha hecho sufrir.

El poemario es una andadura de la mano de Cristina y su madre, de su vida en común, de aquello que la enfermedad les dio y les fue quitando, un compendio de situaciones, objetos, conversaciones y gestos a los que la poeta se agarra para que el olvido no la devore también a ella.

Nosotros, los lectores, formamos parte de ese periplo atravesado desde el dolor hacia la alegría de lo vivido, de lo compartido, hacia el amor incomparable de una madre.

Este viaje se hace a través de una poesía bien elaborada, con una estructura muy original que sigue la Escala de Deterioro Global (GDS) y que nos arrastra con un lenguaje cuidado y cercano al mismo tiempo a vivir una enfermedad tan tremenda, que nos invita a vivir sin condiciones.

Lo que más me ha gustado: que Cristina ha conseguido eso que tanto me gusta cuando leo poesía, hacerme un poquito de daño, no permitirme salir indemne de la lectura.

Lo que menos me ha gustado: que aún no lo tengo dedicado, así que, a ver si puedo coincidir pronto con su autora y solucionamos este “problema”.

Lloro por las cosas que no recuerdas,

lloro a la madre que fuiste y ya no eres.

Cristina Sanz Ruiz

Lo mejor de ser profe/ The best thing of being a teacher

En los últimos días he recibido varios mensajes en forma de tarjeta, e-mail o de voz que han hecho que siga afianzándome en la idea de que cambiar toda mi vida para estudiar Magisterio ha sido una de las mejores decisiones que he tomado nunca.

No quiero enrollarme demasiado, tan solo diré que lo mejor que te puede ocurrir cuando eres profesor es que tus alumnos te recuerden. Si consigues eso, puedes estar más que satisfecho, pues significará que has hecho bien tu trabajo.

La semana pasada recibí dos mensajes que me hicieron sentirme muy orgulloso y estar muy feliz. Uno, de Vanessa, una alumna mía durante este curso que el próximo año irá a la universidad a estudiar español. Me regaló una taza y una tarjeta en la que me agradecía todo lo que he hecho por ella durante el curso y me decía que, sin mi ayuda, su español no sería ni la mitad de bueno. El otro, de la mamá de una de las alumnas que tuve durante mis últimas prácticas, diciéndome que su hija se acordaba mucho de mí y que había significado mucho para ella.

Qué os voy a decir, lloré con los dos mensajes. Pero lloré de felicidad. No me esperaba ninguno de los dos mensajes, y recibirlos me hizo pensar que he hecho bien mi trabajo y que algunos de mis alumnos se acordarán de mí porque les aporté algo importante. Y, con eso, soy FELIZ.

Gracias, Vanessa. Gracias, A, P y E (no he puesto vuestros nombres, por si lo preferíais así). Gracias por alegrarme la semana y por hacerme saber que estoy haciendo lo que realmente me gusta hacer: enseñar.

 “Si quieres aprender, enseña”.

Cicerón

During the last days I have received some messages in a card, an e-mail or by voice that have made me reassure that changing my whole life to become a teacher has been one of the best decisions that I have ever made.

I don’t want to talk too much; I just want to say that the best thing you can get when you are a teacher is that your pupils will remember you. If you get that, you can be more than satisfied, as it will mean that you have done your work in the best possible way.

Last week I received two messages that made me feel extremely proud and happy. One, from Vanessa, one of my students during this year who will study Spanish at uni. She gave me a mug and a card in which she thanked me for all that I have done for her and said that, without me, her Spanish wouldn’t be as good as it is now. The other one, from one of my students last year during my teaching practice’s mother, telling me that her daughter still remembers me and that I meant a lot for her.

What can I say? I just cried with both messages. But there were tears of happiness. I didn’t expect any of them, and they both made me think that I did my work well and that some of my students will remember me because I gave them something important. And, just because of that, I am HAPPY.

Thank you, Vanessa. Thank you, APilar and E (maybe you didn’t want me to write your names down, so I have just written your initials, just in case). Thanks for making my week and for letting me know that I am doing what I really want to do: teaching.

“If you want to learn, teach”.

Ciceron