El tercer sacramento

Título: El tercer sacramento

Autora: Ana Blandiana 

Editorial: Visor

Ana Blandiana es una de las grandes damas actuales de la poesía, eso no se le escapa a nadie.

Tuve el gusto de que Casa del Libro me invitara a un acto con ella y, la verdad, a pesar de escucharla en su idioma, el rumano, y tener que esperar a que la traductora nos hiciera comprender, fue un lujo compartir ese tiempo con ella.

Habló de Rumanía, de la dictadura de Ceausescu, de cómo todo eso influyó en su poesía. Leyó poemas con esa voz que te rompe, aunque no entiendas ni una palabra (así de poderosa es la poesía). Nos atrapó a todos los asistentes y nos regaló un momento de esos que se recuerdan siempre.

Con un lirismo apabullante, la autora rumana se llena (nos llena) de preguntas sobre la condición humana(¿Qué sabemos?/¿A quién conocemos?), indaga sobre los pasos que vamos dando a lo largo de la vida. Duda y, en consecuencia, nos hace dudar. Se plantea interrogantes a sí misma, nos los plantea a los lectores, lo hace, incluso, a entidades superiores (¿Qué culpa? ¿Qué traición? ¿Qué falta?)

Es este libro un camino que recorre la nostalgia, la sentimentalidad, el sufrimiento, la incomprensión… Temas tan humanos que todos hemos transitado en algún momento, haciendo que estos poemas de Blandiana nos atraviesen con toda la fuerza con que fueron escritos.

Si os gusta la poesía, creo que es de obligado cumplimiento leer a esta autora, ganadora del Premio Princesa de Asturias de las Letras en 2024 y cuyo nombre siempre suena para ganar el Nobel de Literatura (sería más merecido que el último entregado, por ejemplo, aunque ese es otro tema). Si os gusta la poesía, acercaos a Ana Blandiana y disfrutad de sus versos. Es, simplemente, maravillosa.

Lo que más me ha gustado: como su poesía me ha encantado siempre, me quedo con haber podido hablar un ratito con ella (traductora mediante), decirle que los poetas españoles estábamos muy pendientes de su poesía y escuchar de ella que eso era un honor y que siga escribiendo, además de tener tres libros suyos dedicados.

Lo que menos me ha gustado: no poder entenderla cuando habla en rumano, porque su voz y su forma de hablar son una delicia.

“Atardece sobre mí,

tal como yo atardezco”.

Ana Blandiana

Crítica: La tibia mano de mi hija

Título: La tibia mano de mi hija

Autora: Francisca Aguirre (selección de Raquel Ramírez de Arellano)

Editorial: Kalandraka

Ilustraciones: Guadalupe Grande

Quienes me conocéis sabéis que Francisca Aguirre es mi poeta favorita. Que la leo y releo y releo y no me canso. Que me sigue pellizcando como nadie cada vez que vuelvo a ella.

Por eso, todo aquello que ayude a que más gente la conozca y la lea es un motivo enorme de celebración. Por eso celebro que una editorial de la talla de Kalandraka haya editado este maravilloso libro que, además, cuenta con trabajos de la hija de Francisca y Félix Grande, Guadalupe Grande, una magnífica artista plástica, además de una excepcional poeta.

Se trata de una selección poética de la obra de la genial poeta alicantina, un posible inicio en su poesía para quienes aún no se hayan acercado a ella o un regalo para quienes encontramos en Aguirre una fuente de disfrute e inspiración casi inagotable.

Incluye poemas tan rotundos como “Frontera”, “Testigo de excepción” o “Los trescientos escalones”, entre otros, una muestra de ese “temblor” que diría Alberti y que es, para mí, la piedra de toque de la buena poesía.

Volver a Paca es, además, volver a la memoria, al recuerdo, al dolor atravesado hasta esa “vida mejor” de la que hablaba Guadalupe. Porque leer a Paca duele, sí, pero sana, reencuentra, recompone. Leer a Paca es comprender mejor el mundo, habitarlo mejor, ser mejores personas. Todo eso es capaz de hacer la poesía. Todo eso es capaz de hacer su poesía.

Leed a Francisca Aguirre, será un regalo que os hará más grandes. 

Lo que más me ha gustado: la unión de los poemas de Francisca y los collages de Guadalupe es todo un acierto, así que, como ya he hablado en muchas ocasiones de lo que me encanta la poesía de Aguirre, quiero remarcar lo preciosa que es esta edición de Kalandraka.

Lo que menos me ha gustado: que siempre se me queda corto leer a Francisca Aguirre y quiero más (aunque he de decir que es una muy buena selección poética).

“Eres como un oráculo que no cree en el futuro”.

Francisca Aguirre

Crítica: Últimos poemas de amor

Título: Últimos poemas de amor

Autora: Elsa López

Editorial: Hiperión

Elsa López (y esto es un hecho objetivo) es una de las mejores poetas nacionales que tenemos.

Yo siempre lo he sabido, pero, cuanto más la leo, más sé que estoy en lo cierto.

Estos “Últimos poemas de amor”, su último poemario, es también mi última lectura suya después de haberla leído casi por completo, y, una vez más, se me queda enganchado.

Me llegó, además, en el momento perfecto, cuando yo estaba escribiendo (creo que por primera vez) poesía de amor, así que, como os imaginaréis, ha sido una muy buena fuente de inspiración.

Es, además, una manera diferente de escribir poesía de amor, porque, aunque nace en los labios de la poeta, la voz es la del amado, intercambiando los papeles para ser la propia Elsa quien lee unos versos sobre el amor que por ella sienten, un amor que, si bien ha escrito con sus dedos, se dirige a sí misma al mismo tiempo que lo dirige hacia su compañero.

Puede resultar complicado de entender (de hecho, releyendo el párrafo anterior, me ha quedado como un trabalenguas, pero no pienso cambiarlo), pero creedme si os digo que leer estos poemas en esa forma en la que Elsa los ha escrito es una auténtica delicia.

Yo, un desenamorado crónico, un poeta más bien de lo trágico que de lo ceremonioso, he sentido con esta lectura que no todo está perdido, que existe amor en el mundo y en la poesía contemporánea de calidad, que quizá, algún día, yo mismo publique un poemario de amor. Y, si esto ocurre, será en parte (junto a otros y otras “culpables”) gracias a Elsa López, a su poesía y a su amor.

Es una reseña breve, sí, pero poco más se puede decir de una poeta de tanta altura.

Tan solo pediros que la leáis, que hagáis por saber cómo es, porque (y esto es también un hecho objetivo e irrefutable) es una persona excepcional.

Lo que más me ha gustado: pues, sí, a pesar de que cada vez creo menos en el amor, me ha gustado mucho saber que hay una pequeña llama que siempre se mantiene viva.

Lo que menos me ha gustado: no poder recibirlo directamente de manos de Elsa, con su abrazo.

“No hubo un tiempo mejor y lo sabíamos”.

Elsa López

Crítica: El sol y las otras estrellas

Título: El sol y las otras estrellas

Autora: Raquel Lanseros

Editorial: Visor

XXVI Premio de Poesía Generación del 27

Si alguna vez me habéis escuchado hablar de poesía, es muy probable que me escucharais decir que la poesía de amorme interesa más bien poco. Al menos, que no me interesa tanto como la poesía de las pérdidas, del dolor, de la duda. También he podido decir que no acostumbro a escribir poesía de amor, que soy más del desamor.

Pues… este libro me ha vuelto loco de lo que me ha gustado y, sí, he escrito poesía de amor; pero es que Raquel Lanseros es una de esas (pocas) poetas capaces de todo, y por ella, por este libro y por una conversación con ella sobre el amor (y por razones obvias), me he atrevido a escribir, de momento, un poema amoroso.

¿Qué no es capaz de conseguir la poesía?

En cuanto a este libro, me ha gustado absolutamente todo. Desde un detalle en principio poco importante, como coincidir en que “La noche estrellada” que embellece la cubierta es mi cuadro favorito y, también, el cuadro favorito de la madre de Raquel. Pero este motivo, obviamente, es lo de menos.

Lo importante es toda la poesía que hay en este poemario. Toda la tradición. Toda la sapiencia de una de las mejores poetas actuales en nuestra lengua (no admito dudas). De una poeta cuya trayectoria es ya una poética única, sostenida no solo por la maestría de quien la escribe, sino por todo el conocimiento que atesora, por toda la lectura que alberga, por toda la sensibilidad que la configura.

El sol y las otras estrellas” habla del amor, sí, pero no solo de ese amor idílico que causó tantos versos en otras épocas, sino al amor como concepto, como término extenso, conformado por múltiples ramificaciones que llegan a casi todas partes. El amor de pareja, el amor entre madres, padres e hijos e hijas, entre abuelos y abuelas y nietos y nietas, el amor por el mundo, por la humanidad, por la vida. Y habla de todo ese amor desde su propio conocimiento (“quien lo probó lo sabe”), desde su experiencia, desde su vivencia, desde su corazón.

Y qué bonito es, amigos y amigas, disfrutar de la felicidad de las personas a las que se quiere. En un mundo cada vez más egoísta, cada vez más individualista, cada vez menos humano, es casi una obligación agarrarse a la felicidad con todas nuestras fuerzas cada vez que se cruza en nuestro camino, abrazarla mientras se quede cerca. Igual de importante es (sobre todo para los y las poetas) compartir esa felicidad, ese amor, cantarlo, hacer todo lo posible por expandirlo, por ampliar sus márgenes hasta que estos nos queden tan lejos que nos sea imposible salir de esos lugares felices. “Cantar, cantar, cantar es lo que importa”, que escribió la también gaditana Pilar Paz Pasamar. Porque el silencio nunca es cómplice de la sonrisa, y hoy día cuesta tanto sonreír que más nos vale gritarlo tan fuerte como podamos.

Raquel Lanseros, una vez más, nos regala un poemario con oficio, con grandeza de espíritu, con generosidad desprendida. Nos invita al amor, al suyo, al nuestro, al de la memoria y al del presente. Nos ofrece un río de posibilidades que fluye a través de nosotros. Nos hace cómplices de ese “amor que mueve el sol y las otras estrellas”

Lo que más me ha gustado: volver al amor, sin lugar a ninguna duda.

Lo que menos me ha gustado: con lo que me cuesta dar con poesía de amor que me guste… ¡se me ha hecho corto!

Qué tristeza más triste tiene la alegría.

Raquel Lanseros

Crítica: Libro mediterráneo de los muertos

Título: Libro mediterráneo de los muertos

Autora: María Ángeles Pérez López

Editorial: Pre-textos

IV Premio Internacional de Poesía Margarita Hierro

Desde luego, nadie puede decir que María Ángeles Pérez López (acabo de ser consciente de que sus dos nombres y sus dos apellidos van tildados) no es una buena poeta. O que se quede con lo sencillo de la poesía. O que no conozca bien el lenguaje. 

De hecho, si tuviera que describirla como poeta, lo haría diciendo que es una experta en lenguaje, una escritora que sabe a la perfección el orden de las palabras, que no las escribe, sino que las va posando delicadamente una tras otra, consciente de que esa, y no una distinta, es la que corresponde.

Luego, claro está, sabe escribir poesía (no, no todos los poetas saben), conoce la tradición poética y la urde como las hilanderas hacen con cada hebra de tejido, nos atrae hacia sus versos con la sutilidad de las sirenas.

Conocí su poesía con su maravilloso Incendio mineral, libro a través del cual también la conocí a ella, siempre agradable, siempre pausada, siempre sonriente (qué bueno es constatar que las personas a las que admiramos por su obra también merecen admiración por su forma de ser), y ya “me la quedo” para seguirla de cerca.

También en poesía en prosa (sabéis lo poco que me gusta el cariz que se le ha dado al término de prosa poética), María Ángeles nos invita a un recorrido por el exilio, por el éxodo, por la desraización, por el abandono, por el dolor, por la desolación. Lo hace, además, en una eterna reflexión que nos hace, también, caer en ella, imbricarnos a ella, dudar con sus dudas, sentir como propias sus inquietudes. ¿No es eso, al fin y al cabo, lo que consigue la buena poesía?

Para redondear aún más el poemario, Pérez López disecciona el lenguaje con la misma precisión que lo hace con la humanidad. 

Un libro que es toda la poesía, toda la tradición, todo el lenguaje, toda la humanidad

Lo que más me ha gustado: leer poesía diferente a la que estoy más habituado a leer y bebérmela, con todo el mar que hay en este libro.

Lo que menos me ha gustado: no atreverme yo, por el momento, a escribir poesía en prosa (dadme tiempo…).

La tumba no es el mar, sino el lenguaje.

María Ángeles Pérez López

Cítrica: Demens

Título: Demens

Autora: Cristina Sanz Ruiz

Editorial: El toro celeste

XVI Premio Internacional de Poesía Antonio Gala

Demens, de Cristina Sanz Ruiz me interesa no solo por la poesía en sí, que también, sino porque es el libro que me sucede como ganador del Premio Antonio Gala, y eso me genera muchas ganas de leerlo.

El perfil de Cristina también es muy interesante. Escribe. Dibuja. Enseña. Investiga. Una todoterreno de las artes que nos regala su primer poemario con el Antonio Gala, lo mismo que me habría ocurrido a mí si no se hubiera publicado antes “Hogares impropios”, a pesar de que el premio José Antonio Ochaíta fuera posterior al Gala.

El tema también es atrayente. La memoria, o, quizá, mejor dicho, la desmemoria. Esa maldita enfermedadque se lleva lo más preciado de un ser humano: sus recuerdos, sus vivencias, su recorrido vital. Vivido, además, en primera persona, el testimonio de Cristina adquiere la validez de quien habla (o escribe) de lo que conoce, de lo que le ha marcado, de lo que le ha hecho sufrir.

El poemario es una andadura de la mano de Cristina y su madre, de su vida en común, de aquello que la enfermedad les dio y les fue quitando, un compendio de situaciones, objetos, conversaciones y gestos a los que la poeta se agarra para que el olvido no la devore también a ella.

Nosotros, los lectores, formamos parte de ese periplo atravesado desde el dolor hacia la alegría de lo vivido, de lo compartido, hacia el amor incomparable de una madre.

Este viaje se hace a través de una poesía bien elaborada, con una estructura muy original que sigue la Escala de Deterioro Global (GDS) y que nos arrastra con un lenguaje cuidado y cercano al mismo tiempo a vivir una enfermedad tan tremenda, que nos invita a vivir sin condiciones.

Lo que más me ha gustado: que Cristina ha conseguido eso que tanto me gusta cuando leo poesía, hacerme un poquito de daño, no permitirme salir indemne de la lectura.

Lo que menos me ha gustado: que aún no lo tengo dedicado, así que, a ver si puedo coincidir pronto con su autora y solucionamos este “problema”.

Lloro por las cosas que no recuerdas,

lloro a la madre que fuiste y ya no eres.

Cristina Sanz Ruiz

Crítica: Otros sabrán de mí

Título: Otros sabrán de mí

Autora: Marina Casado

Editorial: Fundación Valparaíso

Premio Paul Beckett de Poesía 2022

Marina Casado es, sin ninguna duda, una de las mejores poetas contemporáneas en castellano.

Con una obra poética lo suficientemente extensa como para hacer tal afirmación (sumada, además, a sus novelas y su obra ensayística), su poesía es ya muy reconocible, y eso, teniendo en cuenta su corta edad, es algo muy a tener en cuenta.

La calidad no puede ponerse en entredicho, pues Marina deja claro en cada uno de sus libros que es una poeta merecedora de premios que, como este Paul Becket –al que suma el Carmen Conde y el León Felipe–, evidencian que su voz poética sigue evolucionando, sigue creciendo con un dominio absoluto del ritmo, de la tradición, con la lectura y el estudio de otras voces que han sonado y suenan con la fuerza necesaria para sonar con maestría.

Los inviernos, las noches, la lluvia o el mar de Marina nos arrastran a su memoria, a su melancolía, pasando a formar parte de nuestro torrente sanguíneo, pues sus imágenes son tan universales que no solo permiten que nos apropiemos de ellas, sino que son esas imágenes las que se apropian de nosotros, golpeándonos, sacudiéndonos, empujándonos a esos momentos en los que la infancia era un velo blanco que no permitía que el dolor se nos acercase. Por eso leer a Marina Casado es tan bello como necesario, porque aquellos que hemos abrazado al dolor (y, ¿quién no lo ha hecho alguna vez?) podemos identificarnos, podemos encontrar en sus poemas aquello que se convierte en salvavidas. Porque eso es lo que hace la buena poesía, salvarnos en determinados momentos en los que nada más ayuda.

Poema de apertura y tres partes –Todo cuanto supeDestierros y Perpetuar la memoria– que nos invitan a conocer mejor a la poeta, quien nunca ha tenido reparos en mostrar su vulnerabilidad cuando escribe, que nos recibe en sus recuerdos y sus vivencias para facilitar ese abrazo entre autora y lectores.

Sigo pensando que su De las horas sin sol es una preciosidad de libro (quizá, también, por el tema que toca), pero este Otros sabrán de mí es uno de sus mejores poemarios. Serio, con una estructura incuestionable, con poemas que adquieren una universalidad desde lo íntimo, desde lo personal, desde la experiencia vivida y, afortunadamente para quienes leemos a Marina, compartida.

Lo que más me ha gustado: podría decir mil cosas que me han gustado, destacar varios poemas, pero, así tiene que ser, he de decir que lo que más me ha gustado es encontrarme un maravilloso poema, “Esta herida”, dedicado a mí. Además de que el poema es una preciosidad, ver mi nombre ahí me hizo una ilusión gigantesca y me llena de orgullo. Gracias, Marina.

Lo que menos me ha gustado: en lo literario, y soy sincero, no hay nada que pueda criticar, así que lo único cuestionable es el papel, pues un error en imprenta provocó que esta primera edición no saliera con el papel apropiado.

Y sin embargo, amo desesperadamente

esta herida en el pecho

que el tiempo me ha dejado.

Marina Casado

Crítica: La casa grande

Título: La casa grande

Autor: Rosana Acquaroni

Editorial: Bartleby Editores

Llegué a Rosana Acquaroni por esa maravillosa antología a cargo de Manuel Francisco Reina llamada “Mujeres de carne y verso”, una rosa de los vientos para ubicarse en lo mejor de la poesía escrita por mujeres en castellano que debería estar en todas las bibliotecas del mundo. Allí pude leer algunos poemas de “la Acquaroni” que ya me cautivaron, pero no ha sido hasta ahora cuando me he tomado en serio leerla con mayor detenimiento, con más pausa.

Yendo a una librería –como acostumbro a hacer– solo para ver la sección de poesía, la mirada de la Rosana niña de la cubierta (qué foto más preciosa) se clavó en mí, pidiéndome que la llevara conmigo. Y así hice. Y qué acierto. ¿Sabéis esos poemarios que te quiebran un poco los talones? ¿Esos como “Los trescientos escalones”, “Toco la tierra”, “La paternidad de Darth Vader”, “Travesía”, “El libro de Lilit”, «Welcome to mí» o “De las horas sin sol”? Ese es otro de esos libros. Otro que se va a mi lista de poemarios favoritos, de los que recomendaré siempre, de los que regalaré, a los que volveré una y otra vez.

Porque los buenos poemarios cuentan historias, nos incluyen en ella y nos hacen atravesar las vivencias de quienes los escriben. Y menuda historia hay en este libro. Y qué preciosidad de poemas para contarla. Qué regalo nos ofrece Rosana Acquaroni revelándonos este secreto familiar. Qué grande hay en la poesía, amigos y amigas, cuando la poesía es grande.

Por suerte, además, he tenido el inmenso honor de conocerla, de escuchar a Luis Rosales en su voz, de conversar un ratito con ella y de traerme el libro a casa con una dedicatoria que le suma aún más al libro. Ella fue, también, quien me dijo que escuchara el primer episodio del podcast “De eso no se habla”, titulado “Preguntan por ti”, en el que habla de esta historia de “La casa grande”, de la historia de su madre (historión) y del porqué de este libro.

¿Tengo que decir, de nuevo, la felicidad que le debo a la poesía?

Como acostumbro a hacer con los poemarios que leo, os dejo algunos versos como muestra, por si os animáis a haceros con el libro y leerlo completo (creedme, en esta ocasión, no hay riesgo de equivocación).

“De la casa grande

solo recuerdo aquel armario blanco

encallado en aquel largo pasillo

como en un río encajonado y pedregoso

Un útero vacío que no sangrase nunca

y alumbrara por dentro”.

“Y es así como encuentro la tibieza

de una madre que sangra en otra herida, 

que prende en otro cuerpo de mujer”.

“Cuando abres los ojos 

todo se desvanece.

Has cumplido de pronto veinte años

y te han dejado sola,

en el instante mismo en que la vida

nos suelta de la mano

                                        para siempre”.

“Este es mi oro, madre,

un cuerpo de mujer hecho palabra,

cartomancia de pájaros e insectos

–su abanico de alas deslumbrantes–

señalando caminos.

Una vez me dijiste:

No hay edad suficiente para acallar la infancia.

Y mi espejo se empaña cada vez que te nombro”.

Venga, que alguien se atreva a decirme que no te estremece… 😉

Lo que más me ha gustado: todo. Sin peros. Sin quitar un solo espacio entre palabras. 

Lo que menos me ha gustado: que haga falta, a veces, vivir algo duro para que existan historias que contar.

¿Conocéis a la autora? Si no es así, ¿buscaréis leer algo suyo?

¡Un abrazo!

“Nada me pertenece.

Ni siquiera el olvido”.

Rosana Acquaroni, La casa grande

Crítica: Pepper Seed

Título: Pepper Seed

Autor: Malika Booker

Editorial: Valparaíso

Creo que no es la primera vez (ni creo que sea la última) que digo que es un hecho que me estoy perdiendo poesía de otros países por mi “manía” de leer poesía escrita en castellano. Sé que es así y sé que no debería serlo, pero no puedo luchar contra mis gustos. Al menos, no siempre.

El asunto cambia si pongo un poco de mi parte y “me fuerzo” a leer a poetas que escriben otros idiomas (a ser posible, que pueda leer tal y como los escriben) y si las traducciones son buenas, algo que Valparaísogarantiza siempre.

Llevo ya varios poemarios de autores y autoras que escriben en inglés y, la verdad, aunque no se ajustan a esos requisitos tan estrictos que tengo cuando leo poesía, hay que reconocer que son muy potentes, que está bien leer poemas diferentes a lo que se suele leer y, desde luego, que hay temáticas e imágenes que no dejan indiferente en libros como este “Pepper Seed”.

Porque es un libro crudo, como la vida de su autora. Un libro en el que se puede sentir el dolor, escuchar los gritos de desesperación, oler la sangre. Un libro que supone un escalofrío, una mueca de angustia, un alarido. Un libro que estremece.

Y a mí, como ya sabéis, me gusta que me duela la poesía. No me importa en absoluto esa poesía vacía de todo, es (en mi opinión) mal llamada “poesía de la experiencia”, porque no supone ninguna experimentación. La poesía tiene que ser aguja, tiene que ser puñal, tiene que incrustarse bajo la piel del lector. Si no, es otra cosa. Tendrá otro nombre. Pero –como siempre he defendido y defenderé– no es poesía.

En este libro se habla de maltrato, de machismo, de crueldad, de abusos, de violencia, de desamparo. Se habla de víctimas y de culpables, y de cómo las víctimas arrastran el dolor recibido durante toda su vida, durante cada verso, a través de los poemas. Porque la poesía es eso, un conductor de emociones, un vehículo en cuyo interior se vierte todo aquello que queremos hacer llegar a otras partes, sacar de nosotros, compartir, tratando de que sea más llevadero tanto para quienes la escribimos como para quienes puedan leernos.

Para abrir apetito, os dejo algunos de los versos que más me han gustado/impactado:

Del poema Salsa picante

Me dijeron que le separó las piernas y le dijo:

Voy a enseñarte que me robes, señorita.

Oí decir que sacó una cucharada de salsa de un cuenco blanco

y se la metió a la nieta en lo más hondo del coño.

Oí decir que se oyeron gritos en la casa durante todo el día.

Del poema Las hormigas rojan pican (algunos fragmentos)

Serás una puta como tu madre

me decía la abuela todo el tiempo

como si dijera buenos días.

[…]

Mi padre era todo para ella,

mi hermano, su mundo.

Sus hijas solo recibían insultos.

[…]

No puedo mencionar aquellas palabras clavadas para siempre,

no puedo hablar de los hombres bajo quienes permanecí indiferente,

tus palabras marcadas en la piel

de entre mis muslos, las piernas abiertas como una puta.

No me digáis que no golpean con una fuerza descomunal…

Dicho esto, voy con mi análisis con lo que más y lo que menos me ha gustado del libro.

Lo que más me ha gustado: la facilidad con la que todo ese dolor ha sabido llegarme, cómo he podido ser protagonista de todo ese sufrimiento, comprenderlo para, sin hacerlo propio, apiadarme de él.

Lo que menos me ha gustado: quizá un poco denso para tratar temas tan duros, pero solo es un quizá… 

¿Conocéis a la autora? Si no es así, ¿buscaréis leer algo suyo?

¡Un abrazo!

“Estoy al borde de este acantilado esperando que

los huesos

se levanten y reclamen sus nombres”.

 Fragmento de “Saltadores”, Malika Booker

Crítica: Incendio mineral

Título: Incendio mineral

Autor: María Ángeles Pérez López

Editorial: Vaso roto

Premio Nacional de la Crítica 2021

Estoy leyendo muy poco este verano, entre unas cosas y otras, pero, como siempre, la poesía marca la excepción.

Mientras sigo leyendo una amplia antología de Ángel González, he podido disfrutar de este incendio que María Ángeles Pérez López provocó con cada verso. Y qué placer sentir esas llamas en las pupilas al leer estos poemas en prosa

Me hice con el libro en la Feria del Libro de Madrid, aprovechando que, después, pude escuchar a la propia María Ángeles en una charla con más poetas cuyo anfitrión fue mi querido Rafael Soler. Suerte, también, la de poder cruzar unas palabras con ella al final del acto, regalarle mis “Hogares impropios” y recibir de ella una preciosa dedicatoria que fue un regalo. Ay, la poesía y los/las poetas…

Este libro, ganador del Premio Nacional de la Crítica (ahí es nada), es una suerte de viaje en el pasado (no solo de la autora, también del nuestro) a través de elementos que se convierten en origen, en raíz, en núcleo de nuestra existencia. Todo arde en ese lento trascurrir vital por el que todos deambulamos –muchas veces sin mapas ni brújulas–, en esos momentos en los que buscamos las respuestas que no somos capaces de encontrar, las razones de por qué nuestras huellas quedan en unos lugares y no en otros. Pérez López nos desgrana algunos de esos secretos a través del propio fuego, de los árboles, de los animales, de la naturaleza en su globalidad absoluta. Nos empuja a tiempos pasados, primigenios, donde el envoltorio no era tan pomposo como para no ver ni siquiera lo que hay en nosotros. Este libro es un aprendizaje, un viaje hacia la desnudez humana, la asunción de que somos, al fin y al cabo, solo aquello que somos.

Es, como he dicho, un libro de poemas en prosa (detesto la expresión de “prosa poética”, lo siento), y a mí, que siempre he sido más de poemas en verso, me ha encantado. Aun siendo poemas largos de lo que suele gustarme, son tan precisos que los he disfrutado mucho más de lo que ya esperaba (que era bastante, por otra parte). Es brutal el uso tan exacto del lenguaje de María Ángeles, su búsqueda constante de la palabra justa, esa concatenación del léxico que la lleva a escribir unos poemas casi circulares. Una maravilla, qué queréis que os diga.

Hay algunos poemas, como “Todo lo recubre piel humana” que he tenido que leer varias veces porque son… para morirse. Os dejo algunas partes de este poema, para que sepáis de lo que hablo:

“Cuando giran los cuerpos en sus piedras molares entregan la proporción áurea de su propio agotamiento, las toxinas que enfermaron en los bronquios, la dermis desgastada a causa de ese tránsito: el que va de lo orgánico a lo mineral, el que envía a través de las venas una tumultuosa proliferación de eritrocitos para que en el espesor calcáreo se abran cauces de sangre liberada”.

“Pero también en los barrios de Madrid o Palencia es piel humana la primera que arde y se estremece. No importa que parezca lo contrario”.

Y, así, dejaría por aquí un montón de fragmentos más, pero creo que es mejor que sean vuestros propios ojos los que los descubran en el libro, que, sí, por supuesto, recomiendo que busquéis y leáis.

¿Conocéis a la autora? Si no es así, ¿buscaréis leer algo suyo?

¡Un abrazo!

“Cuando llega la noche y tengo miedo, reconozco en mi nuca la correa con la que estoy atada al apellido”.

María Ángeles Pérez López, Incendio mineral