Crítica: El castillo de arena

Título: El castillo de arena

Autora: Seicho Matsumoto

Editorial: Libros del Asteroide

Cuarto libro que leo de Seicho Matsumoto y ya puedo asegurar que es uno de mis escritores favoritos de novela negra.

Es el más extenso de los cuatro que ha publicado Libros del Asteroide (qué labor más necesaria la de estas librerías independientes), pero, muy lejos de lo que podría parecer, no se hace lento ni pesado. Todo lo contrario, la historia transcurre con la pausa característica del autor japonés, pero no puedes parar de leer.

Es tan complicado escribir una novela negra en la que todo esté tan bien hilado, en la que todo ocurra de una forma tan fluida, en la que todo encaje tan a la perfección.

Un muerto. Un policía. Ningún sospechoso. Japón. Matsumoto no necesita nada más para atraparnos en la lectura al mismo tiempo que nos muestra cómo era el Japón de su época, algo de su gastronomía, del arte, de la sociedad, de la cultura. Un paisaje del país oriental maravilloso mientras se da búsqueda al culpable.

No puedo decir mucho más de lo que he dicho en las reseñas de los otros libros que he leído suyos, y sumo este último a mi lista de recomendaciones. Ahora que la novela negra de calidad dudosa se ha puesto tan de moda (no me hagáis dar nombres), siempre es bueno saber que una editorial del prestigio y el buen hacer de Libros del Asteroide está dispuesta a traernos a estos maestros.

Lo que más me ha gustado: tanto el inspector Imanishi como su esposa son dos personajes que me han encantado.

Lo que menos me ha gustado: que, de momento, tendré que esperar hasta que vuelvan a publicar más Matsumotos en español…

“Cuando el joven guardafrenos alumbró con la linterna debajo del séptimo y último vagón, se quedó inmóvil, petrificado”.

Seicho Matsumoto

Crítica: Gwyneth

Título: Gwyneth

Autor: Daniel Lorente y Carolina Gilbert

Ilustraciones: Sebastiá Serra

Editorial: Edelvives

Premio Ala Delta 2023

Me hice con Gwyneth en la entrega de los Premios Edelvives, junto con Verano en el asteroide, que ya leí y reseñé en su momento: https://jorgepozosoriano.com/2024/05/31/critica-verano-en-el-asteroide/ .

He tardado en leerlo, además de por el aluvión de lecturas pendientes que siempre tengo, porque quería esperar a leerlo en el momento perfecto, que era la navidad, así que esperé y, la verdad, ha sido un acierto.

Uno de los muchos motivos por los que sigo leyendo literatura infantil es por la nobleza de algunas de sus historias, por la delicadeza, por la ternura. Y Gwyneth tiene mucho de eso. Es una historia de esas que te acogen, que te dan la mano, que te reconfortan. Una historia navideña con mucho amor, con magia, con personajes entrañables y varios mensajes muy potentes y muy bien tratados, como el amor familiar, la bondad o la empatía, aunque, quizá, el mensaje más importante sea la aceptación, eso que ya tendría que haberse superado hace tiempo, pero que (no hay más que mirar, por ejemplo, a la polémica con Lalachús) sigue siendo un problema porque siguen existiendo personas que se creen con el derecho a insultar a los demás por cualquier diferencia. Algo absurdo, sí, pero, por desgracia, contra lo que aún hay que luchar.

Por ese, entre otros motivos, historias como la de Gwynteh son tan importantes. Porque hay que seguir educando en valores desde la infancia para que los mensajes de odio que acabarán llegando a los oídos de los peques sean rechazados desde la primera palabra.

Pero, no, no solo recomiendo este libro por eso. Lo he disfrutado muchísimo. Los personajes, la ambientación, la magia… Es una historia de las bonitas de verdad, con todo en su sitio y, sí, también, muy bien escrita. Siempre que leo literatura infantil (como cuando la escribo) pienso en mis alumnos de 6-8 años, en si les podría gustar, en si la comprenderían, si la disfrutarían, si les hiciera querer seguir leyendo. Con Gwyneth tengo claro que sí, y no tardaré en compartir algunos fragmentos en clase, porque me parece algo precioso (y muy valioso) enseñar desde la literatura, hacer todo lo posible por que los y las peques adquieran el gusto por la lectura lo antes posible y de la manera más natural que se pueda. Y me aprovecho de mi posición de maestro-escritor, sí, pero lo hago porque veo que funciona, y eso me encanta.

Conclusión: qué bueno que existan estas historias y autores como Daniel y Carolina, y qué bueno que existan editoriales como Edelvives, que apoyan estas historias y a estos autores, además, con un premio de la talla del “Ala delta”.

Mención especial, también, para las ilustraciones de Sebastià Serra, que son una preciosidad.

Lo que más me ha gustado: cobijarme en la literatura infantil durante un tiempo, un lugar siempre seguro.

Lo que menos me ha gustado: la idea de que siga siendo necesario combatir tanto mensaje de odio.

“Lo diferente siempre es especial”.

Daniel Lorente y Carolina Gilbert

Crítica: Las Islas Cómplices

Título: Las Islas Cómplices

Autora: Manuel Francisco Reina

Editorial: El toro celeste

Nadie pone en duda que Manuel Francisco Reina, por trayectoria, por obra, por premios, por calidad o por la razón que sea, es uno de los poetas contemporáneos más importantes, uno de los (pocos) llamados a trascender.

Con este “Las Islas Cómplices”, que no es un libro nuevo, sino una reedición de un libro que ya se publicó en su momento (maravilla de editorial, que se ha propuesto recuperar este tipo de libros descatalogados) y que ahora reaparece en esta preciosa edición a la que ya nos tiene acostumbrados El toro celeste (hay que mencionar la imagen, bellísima, del artista segoviano Luis Moro).

Cualquier poemario de Reina es, ya sabéis, un regalo. Cierto es que es un regalo leerlo en cualquier género, pero lo de su poesía (en mi opinión) es una locura. Son unos cuantos los poemarios que tiene publicados (en un primer vistazo, cuento quince en mi estantería), y no hay ninguno que deje indiferente. Este, en concreto, que, como digo, llega para una segunda vida, aparece, creo, en un muy buen momento. Digo esto porque los últimos poemarios de Manuel Francisco, “Musa insumisa”, “Servido en frío” y “El fiel de la balanza” tocan otros temas más (vamos a decir) ásperos. El desamor, la traición, la envidia, la deslealtad, las crisis, el dolor, la desafección… y aquí, en estas islas de complicidad, existe todo lo contrario, respira todo lo opuesto: el amor, la felicidad compartida, la ilusión, la esperanza.

Un libro de un momento vital ya pasado hace muchos años, pero que regresa a la vida del autor y a las de todos quienes lo leemos para hacernos partícipes de un viaje, el de las relaciones amorosas, con todo lo que implican, recordándonos, también, que el paso del tiempo erosiona el dolor hasta suavizarlo lo suficiente como para quedarnos con lo bonito, con lo vivido, con lo aprendido, con el recuerdo. Elegir esa memoria sana en detrimento de la que nos hiere es un ejercicio complicado, pero enormemente inteligente, y esto es lo que percibimos con esta reedición tan acertada en el tiempo.

Quizá el amor llame al amor. Quizá la esperanza llame a la esperanza. Quizá la ilusión hace que uno puedo volver a ilusionarse. Lo que sí está claro es que la poesía llama a la poesía, que leer a un poeta de la talla de Manuel Francisco Reina no solo es un gozo asegurado, sino un aprendizaje, y aprender, en estos tiempos en los que estamos rodeados de expertos en nada, es otro de esos ejercicios que nos diferencian del resto, lo único que puede hacernos crecer, el camino –sí, más largo– que nos conducirá a un jardín en el que no haya solo espejos. 

Leed a Manuel Francisco Reina. Disfrutadlo. Aprended. Quizá, quién sabe, en vuestros jardines también florezca alguna rosa.

Lo que más me ha gustado: podría decir infinidad de cosas, pero creo que diré que hay algunos poemas, como Santa Lucía, Camarote 7137 o La cruz de hematites (por nombrar algunos) que son para leer casi a diario.

Lo que menos me ha gustado: que no lo leáis. Eso no me gustaría nada.

“Mi corazón como un diamante busca el tuyo”.

Manuel Francisco Reina

Crítica: Comadrejas

Título: Comadrejas

Autor: Alejandro Pedregosa

Editorial: Cuatro lunas (Kalandraka)

Conocí Kalandraka y a Alejandro Pedregosa por el mismo motivo: la poesía infantil y el Premio Internacional Ciudad de Orihuela de Poesía para Niñas y Niños, que Alejandro ganó en 2020 con su libro Álbum de familia, que reseñé hace tiempo https://jorgepozosoriano.com/2022/09/13/critica-album-de-familia/

Después de leer este libro, tengo la misma sensación tanto para la editorial como para el autor: ambos son mucho más que eso, y digo esto consciente de que “eso” es ya muchísimo, pero, sí, los dos son mucho más.

Kalandraka es uno de esos sellos con los que siempre se acierta. Cuidadosos, cercanos, serios, con un catálogo impresionante y unas ediciones para enamorarse. Sí es cierto que el catálogo infantil es el más extenso y que es una maravilla, pero también cuentan con otros sellos y otras colecciones en las que se alejan de ese público y nos regalan a los adultos joyas como esta que hoy os traigo.

Y aquí es donde hablo de Alejandro Pedregosa, que es, por lo que he comprobado, un autor todoterreno que te escribe un poemario infantil precioso, semblanzas sobre figuras como María Moliner o como Carmen de Burgos o este novelón que es de lo mejor que he leído este año.

Comadrejas es una novela ambientada en ese episodio tan atroz de nuestra historia reciente, la II Guerra Mundial, y los escenarios pasan por esos campos de concentración que siguen dando escalofríos y, en la distancia, un pueblo andaluz que tampoco pasa por su mejor momento. Dolor. Incomprensión. Maldad. Barbarie. Y, al mismo tiempo, esperanza, amor, humanidad y memoria. Porque es un libro duro, hiriente, de esos que acaban dejándote un sabor amargo al pensar en que lo que cuenta no es ficción, sino que ocurrió, no hace tanto tiempo, no tan lejos; pero, a la vez, es una historia donde poder anclar durante un tiempo y saborear la belleza que, a pesar de todo, se respira a lo largo de sus páginas. Aquí cobran especial importancia los personajes porque, rodeados de esos animales que no dudaron en hacer el mal de las formas más deshumanizadas, también existe Juana, también existen Jules y Marcel y también hay otros cuyos nombres no daré por no arruinaros la historia, pero que son quienes te ayudan a no perder del todo la fe en la bondad humana.

Es una novela escrita por un buen poeta, y eso (nunca me cansaré de decirlo) es sinónimo de novela bien escrita, cuidada, acertada en el lenguaje, rigurosa con la belleza al ser escrita.

Todo eso es “Comadrejas”, un abrazo a la memoria, a la bondad y al amor en un momento negro y descarnado. Un homenaje a todas las víctimas del nazismo. Una obra de justicia para quienes no la tuvieron. Un libro sobre la ilusión y la esperanza, esas cuerdas a las que agarrarse en los peores momentos.

Leedla. Lloradla. Disfrutadla. Podéis creerme, es una novela excepcional.

Lo que más me ha gustado: podría decir tantas cosas… pero creo que voy a quedarme con Juana. Qué personaje más abrumadoramente precioso.

Lo que menos me ha gustado: como me pasa con estas historias, pensar en que todo lo que cuenta fue verdad.

“Me digo que acaso sea eso el optimismo. Disfrazar la realidad para ponerla siempre de tu lado”.

Alejandro Pedregosa

Crítica: Los no amados

Título: Los no amados

Autora: Juan Cobos Wilkins

Editorial: Bartleby

Desde que descubrí a Juan Cobos Wilkins (tarde, sí, lo asumo), tengo claro que es uno de esos poetas que se van a quedar para siempre conmigo.

Lo supe al leer “Donde los ángeles se suicidan”, esa selección personal de su poesía, y lo he confirmado al terminar este “Los no amados”, su último poemario publicado, de la mano de Bartleby.

Cobos Wilkins es, sin duda, un poeta diferente, siendo este un adjetivo poco común y muy valorado en la poesía. Al menos, así lo creo yo. Más allá de inventos raros, de car en modas o de olvidar la poesía para intentar escribir poesía (como hacen muchos y muchas), el autor onubense ahonda en su propia poética, que es única, valiéndose de su imaginería personal para hablar del tema poético por excelencia (el amor) sin caer en lo ya dicho, en lo ya propuesto, en lo ya creado. Su dominio absoluto de la lírica, sumado a una originalidad poco común, hacen que este sea un libro preciso desde lo impreciso, profundo desde la levedad, sólido desde lo etéreo. Un libro tan arriesgado como acertado.

Porque no es fácil hablar del amor en poesía (y digo esto mientras yo mismo intento dar forma a un poemario de amor). Menos aún si se trata el amor desde tantas y tan opuestas aristas. Amor carnal, amor platónico, amor extinguido, amor recién iniciado, amor imposible, amor dañino, amor verdadero, amor de tantos tipos que, de este poemario podrían salir muchos más, así de amplio es este libro. Así de amplia es la poesía de Cobos Wilkins.

Tras un inicio más de duda ante el amor, más de reconocimiento, de lupa interior, el cuerpo central del libro busca en todos aquellos caminos por los que el amor transita para terminar con un único y estremecedor poema que, para mí, es ya uno de mis poemas preferidos. Ese In nomine me ha dejado completamente inerme. El ritmo que tiene es abrumador, todo lo que dice y, sobre todo, cómo lo dice es la muestra exacta de la grandiosidad de la poesía de Juan Cobos Wilkins

Como he dicho al principio, se ha convertido por méritos propios en uno de mis referentes, en un poeta a seguir, a quien leer, de quien aprender.

Por eso, os recomiendo leerlo si os gusta la poesía. Sabéis que no suelo hacer malas recomendaciones…

Lo que más me ha gustado: aunque el libro al completo me ha encantado, me quedo con ese último poema, con In nomine, un poema que leeré muy a menudo.

Lo que menos me ha gustado: ningún pero. Maravilla de libro.

“Escribes

en el nombre de todos los no amados,

y alguien llega a tu vida

y tú no estás”.

Juan Cobos Wilkins

Crítica: La tibia mano de mi hija

Título: La tibia mano de mi hija

Autora: Francisca Aguirre (selección de Raquel Ramírez de Arellano)

Editorial: Kalandraka

Ilustraciones: Guadalupe Grande

Quienes me conocéis sabéis que Francisca Aguirre es mi poeta favorita. Que la leo y releo y releo y no me canso. Que me sigue pellizcando como nadie cada vez que vuelvo a ella.

Por eso, todo aquello que ayude a que más gente la conozca y la lea es un motivo enorme de celebración. Por eso celebro que una editorial de la talla de Kalandraka haya editado este maravilloso libro que, además, cuenta con trabajos de la hija de Francisca y Félix Grande, Guadalupe Grande, una magnífica artista plástica, además de una excepcional poeta.

Se trata de una selección poética de la obra de la genial poeta alicantina, un posible inicio en su poesía para quienes aún no se hayan acercado a ella o un regalo para quienes encontramos en Aguirre una fuente de disfrute e inspiración casi inagotable.

Incluye poemas tan rotundos como “Frontera”, “Testigo de excepción” o “Los trescientos escalones”, entre otros, una muestra de ese “temblor” que diría Alberti y que es, para mí, la piedra de toque de la buena poesía.

Volver a Paca es, además, volver a la memoria, al recuerdo, al dolor atravesado hasta esa “vida mejor” de la que hablaba Guadalupe. Porque leer a Paca duele, sí, pero sana, reencuentra, recompone. Leer a Paca es comprender mejor el mundo, habitarlo mejor, ser mejores personas. Todo eso es capaz de hacer la poesía. Todo eso es capaz de hacer su poesía.

Leed a Francisca Aguirre, será un regalo que os hará más grandes. 

Lo que más me ha gustado: la unión de los poemas de Francisca y los collages de Guadalupe es todo un acierto, así que, como ya he hablado en muchas ocasiones de lo que me encanta la poesía de Aguirre, quiero remarcar lo preciosa que es esta edición de Kalandraka.

Lo que menos me ha gustado: que siempre se me queda corto leer a Francisca Aguirre y quiero más (aunque he de decir que es una muy buena selección poética).

“Eres como un oráculo que no cree en el futuro”.

Francisca Aguirre

Crítica: El tiempo regalado

Título: El tiempo regalado. Un ensayo sobre la espera

Autor: Andrea Köhler

Editorial: Libros del Asteroide

Me pasa, como creo que ya he comentado alguna vez, que hay determinadas editoriales que llaman mi atención en las estanterías, como es el caso de Libros del Asteroide.

Me ocurrió con este libro al terminar de disfrutar de la presentación de “Ballenas invisibles”, el preciosísimo ensayo de Paula Díaz Altozano (que os recomiendo muchísimo). Estaba en un estante de La Mistral, con ese diseño tan conocido, con, además, este color tan maravilloso. Y con ese título, con tiempo regalado, con espera, términos muy en mi forma de afrontar la vida desde hace algunos años.

Me hice con él, claro, y lo he leído y… no me ha encantado.

Está bien, es una lectura agradable, tiene partes bonitas, pero no sé si porque esperaba más, porque la estructura es un tanto peculiar o porque ha sido mi primera lectura después de haberme tenido que leer siete novelas en siete días por el premio de narrativa en el que he sido jurado, pero se me ha hecho un poco pesado y no ha sido uno de esos libros (de este tipo) que me han enamorado.

Tampoco puedo decir que no me haya gustado y, aunque no tanto como esperaba, he disfrutado la lectura. Eso sí, creo que hay otros ensayos que tratan este tema (como el propio de Paula que cito antes) mejor resueltos.

Lo que más me ha gustado: volver a leer por gusto y no por obligación.

Lo que menos me ha gustado: esa “decepción” al esperar que me encantara.

“Pues la espera es lo imaginario del amor, y el anhelo, la esencia de la imaginación”.

Andrea Köhler

Crítica: Ballenas invisibles

Título: Ballenas invisibles

Autor: Paula Díaz Altozano

Editorial: Barlin Libros 

Leer a amigos tiene un cierto riesgo, sobre todo cuando son amigos (amiga, en este caso) tan cercanos. Tiene el riesgo de que no nos llegue, de que encontremos errores, de que la lectura no sea todo lo satisfactoria que nos hubiera gustado. Y, en esos casos, pues se crea alguna situación incómoda.

También es verdad que hay amigos (amiga) de quienes te fías casi a ciegas, también en lo literario. Este es uno de esos casos. Que Paula escribe bien, bonito, no lo duda nadie. Y lo ha vuelto a demostrar con este precioso ensayo (no solo) sobre ballenas.

Sabía que Paula estaba escribiendo este libro desde hacía tiempo. Sabía de su pasión por las ballenas. Sabía que su poesía me gustaba (tengo pendiente reseñarla, sí). Lo que no sabía, por mucho que lo sospechase, es que este ensayo me iba a gustar tantísimo.

Si seguís el blog, sabréis que, de vez en cuando, me salgo de la poesía y de las novelas para leer algún ensayo. A veces necesito conectar con la realidad también a través de los libros, y es en esos momentos en los que busco algún ensayo, a ser posible sobre la naturaleza. Es una forma de respirar algo más de oxígeno, de escapar del ruido, de ralentizar las pulsaciones. Al menos, a mí me funciona.

 Este libro lo ha conseguido con creces. Junto a Paula, he viajado a las Canarias, a Islandia, a Perú, a las Azores. He visto el azul de las aguas de Canadá, del Cantábrico, de Japón y las Galápagos. He sido tripulante en el Pequod (Moby Dick es, por cierto, mi eterno libro pendiente). He adquirido un conocimiento mucho más grande del que tenía en todo lo referente a las ballenas, a sus especies, a sus formas de vida, a su historia, a su presencia en el mundo. Y, no solo eso, también he aprendido sobre el esfuerzo, sobre el arte de la espera, sobre la esperanza, los sueños perseguidos, la perseverancia, sobre caminar al ritmo adecuado, porque, en eso (y no solo en ballenas), Paula es experta.

Ha sido un gusto gigantesco leer un libro tan precioso con el orgullo de pensar “lo ha escrito una amiga mía”. Y sabéis que soy muy (muy) sincero con mis reseñas. Es un libro, de verdad os lo digo, maravilloso. Con una alternancia perfecta entre anécdotas personales, historia, biología, ballenas, viajes, curiosidades, literatura, arte… Un impecable trabajo de documentación, de estudio, de lectura que se nota en cada palabra escrita. Todo eso, sumado al lenguaje preciso y precioso de Paula, hacen de esta lectura un regalo para quienes apreciamos el trabajo bien hecho, el talento, el cuidado a la hora de emplear la palabra para contar una historia.

Paula Díaz Altozano ha conseguido conmoverme; me ha hecho desear tener tiempo libre (y, últimamente, eso me suena a utopía) para poder leer este, su último libro publicado; me ha obsequiado con (y no estoy exagerando) una de mis mejores lecturas en este ya casi finalizado 2024.

Qué bonito es contar con personas tan talentosas y que, además, tengan buen corazón.

Qué bonito es comprobar que algunos aspectos invisibles, como las ballenas que parecen esconderse, salen a la superficie para cautivarnos con su belleza.

Qué bonito es leer cuando lo que se lee es tan bonito.

Lo que más me ha gustado: justo eso, el proceso de ir leyendo un libro que me ha encantado con la alegría de saber que la autora es amiga mía.

Lo que menos me ha gustado: algunos errores de maquetación en los que hay palabras mal separadas a final de renglón.

“Basta un charco para atisbar un océano”.

Paula Díaz Altozano

Crítica: El mago de Oz

Título: El mago de Oz

Autor: Lyman Frank Baum

Editorial: Gribaudo

Ilustraciones: W. W. Denslow

El mago de Oz es (era) uno de esos libros pendientes que seguían acumulando polvo, junto a otros tantos. “Ya lo leeré”. “Ahora no me apetece”. “Seguro que en algún momento”. Pues, bien, por fin puedo decir que lo he leído y os confirmo que sí, que me ha gustado mucho. Uno de los clásicos imprescindibles de la literatura infantil y juvenil, sin duda.

He de decir que me ha recordado mucho a Alicia en el País de las Maravillas. Una historia en la que una niña, acompañada por gente peculiar, recorre un lugar desconocido para volver a casa. Personajes fantásticos, fantasía, algo de magia, aprendizajes… Publicados más o menos en la misma época, este tipo de literatura tenía un público cada vez mayor, por lo que es normal que surgieran algunas de las novelas para niños y jóvenes más importantes de la literatura universal (se nota que este fue el tema que me tocó en la oposición… jeje).

Sabéis que no soy muy fan de los best-sellers, pero sí lo soy de los long-sellers, como es el caso. Que un libro venda mucho en un momento concreto (por motivos, casi siempre, muy distintos a los literarios) tiene poco mérito; pero que un libro venda a lo largo de los años (El mago de Oz se publicó en 1900) y se sigue publicando en ediciones tan bonitas como la de Gribaudo (con las ilustraciones originales y un póster incluido) dice mucho de un libro. Es cierto que las películas ayudan mucho a la popularidad, pero los libros siguen ahí, y eso es de admirar.

Lo bueno de estas historias (uno de los puntos buenos) es que da igual que las conozcamos, que sepamos lo que pasa, porque es tan buena literatura y suponen una lectura tan agradable que el resto no importa. Además, en los tiempos que corren, que niños y niñas puedan leer sobre valores como la importancia de la amistad, el amor propio, la perseverancia o la autoaceptación siempre es positivo, y este libro está repleto de todo eso.

Es divertido, tierno, mágico, ameno, tiene mensajes muy buenos, las ilustraciones son preciosas, los personajes son geniales, hay brujas (¡pensad en Wicked!), animales que hablan… ¿Qué más se le puede pedir a una historia?

Por lo pronto, voy a buscar la película para volver a verla, además de ir pensando en ver Wicked en el cine (el musical en Londres me encantó).

Lo que más me ha gustado: leerlo por fin después de tantos años, además de hacerlo en una edición tan cuidada como esta.

Lo que menos me ha gustado: ¡que se me ha pasado rapidísimo!

“Es más fácil lograr lo que uno desea si se dirige en la dirección correcta”.

Lyman Frank Baum

Crítica: La clase de griego

Título: La clase de griego

Autora: Han Kang

Editorial: Random House

Tuve este libro hace tiempo en las manos. Fue uno de esos libros que te llaman desde los estantes de una librería. Literatura asiática, además. Lo tenía todo para que me lo llevara, pero, por algún motivo, no lo hice. 

Ahora, sí, he de reconocer que lo he leído al ganar Han Kang el Premio Nobel de Literatura. Y, sí, también reconozco que lo he leído sugestionado por ese hecho.

Desde esa sugestión, puedo decir que el libro me ha gustado, pero no me ha encantado. Puedo decir que la escritura de Kang me gusta, pero no me ha encantado. Puedo decir que la historia me ha gustado, pero no me ha encantado.

Sin embargo, puedo también decir que no he podido evitar leerlo con las mismas preguntas dando vueltas en mi cabeza constantemente: “¿Merece algo tan inmenso como un Premio Nobel?”; “¿De verdad no hay nadie más a quien dárselo?” (Se me ocurren unos cuantos nombres).

Estoy casi seguro de que, si lo hubiera leído antes, me habría gustado más. Creo que no me habría vuelto loco, también os lo digo. Porque tiene algunos detalles que me han hecho tropezar un poco con la historia. Por el modo de intercalar narradores, de jugar con el tiempo, no he podido seguirla de una forma, digamos, limpia. Incluso ha habido algunas partes que me han aburrido un poco, aunque el final me ha devuelto a una lectura agradable y me ha permitido conectar más.

Conclusión, que no tengo del todo claro de qué opinar de este libro ni de la autora (leeré “La vegetariana”, a ver qué pasa), porque, como digo, sin encantarme, me ha gustado, pero ahora mismo, con esta única lectura, mi sensación es que, para Nobel, pues… no.

Lo que más me ha gustado: haberlo leído y poder opinar, aunque me da cierta rabia no haberlo leído antes.

Lo que menos me ha gustado: ¿vale decir que, quizá, todos esos nombres que creo merecen el Nobel desde hace ya muchos años y siguen sin ganarlo?

“Los fragmentos de la memoria se mueven y crean formas”.

Han Kang