Crítica: Soy una nuez

Título: Soy una nuez

Autor: Beatriz Osés

Ilustrador: Jordi Sempere

Editorial: Edebé “Premio Edebé de Literatura Infantil 2018”

Leer a Beatriz Osés es sinónimo de encontrar una literatura infantil para todos los públicos, además de una ternura tan universal como suya propia, tan necesaria como, muchas veces, difícil de encontrar.

De todo lo que he leído suyo, puede que esta haya sido la historia que más me ha gustado, y eso es mucho decir, porque me encanta todo lo que escribe. 

Será, quizá, porque la historia me ha tocado por dentro, traspasando mi piel para llegar a las vísceras con un tema, por desgracia, que sigue siendo motivo de debate: la igualdad de los seres humanos, independientemente de cualquier diferencia.

Me alucina y me horroriza seguir, en los tiempos que corren, escuchando argumentos racistas y xenófobos, aunque sea contra menores. Aunque, claro, si esos argumentos caben en la esfera política, en un congreso o una asamblea (como la de Madrid, sin ir más lejos) y se permiten y se blanquean, ¿qué esperamos encontrar?

Por eso, contra el odio y el “garrulismo”, siempre debe estar enfrente la cultura. La literatura. Los libros. Y este libro, aunque se recomiende a mayores de ocho años, tendría que ser leído por aquellos que apuntan con sus dedos y sus palabras llenas de odio a los más vulnerables, a los que menos tienen, a los que más necesitan de nosotros.

Porque Omar (o Nuez) representa a la perfección a todos esos seres humanos (porque, por mucho epíteto que usemos, son eso, seres humanos) que lo tienen todo perdido y, por lo tanto, ya no tienen nada más que perder. Y se juegan la vida, y llenan los mares de cadáveres, y solo esperan un tanto de humanidad.

Esa página donde Omar cuenta el inicio de su historia (el texto que aparece, también, en la contracubierta y que tuve la suerte de escuchar en la voz de Beatriz en uno de nuestros encuentros literarios) es de una belleza y crudeza abrumadoras. Tanto es así que lo quiero compartir por aquí y, en lugar de una cita breve al final, terminaré con esa introducción a un personaje que ya se ha quedado conmigo para siempre.

Bien por Edebé al premiar esta historia valiente y fundamental. 

Maravilloso por Beatriz, por querer contar una historia como esta. 

Además, las ilustraciones de Jordi Sempere son preciosas. 

Lo que más me ha gustado: puede que me quede con este texto. Leedlo y entenderéis por qué. 

Lo que menos me ha gustado: que este tipo de historias sigan siendo necesarias, porque eso indica que no estamos evolucionando, sino que estamos en plena involución.

¿Conocíais a la autora? A los que no, ¿creéis que lo haréis algún día?

Gracias y un abrazo para todos.

“Me llamo Omar y soy una nuez. Mi padre era jardinero y mi madre olía a canela. A los dos se los comió el mar poco antes de llegar a la playa. Los vi desaparecer mientras flotaba en aquella cáscara de nuez junto a otros desconocidos. De los tres, solo yo llevaba un pequeño salvavidas con mi nombre. Lo había escrito mi madre con un rotulador desgastado para que no lo olvidara nunca”.

Beatriz Osés en “Soy una nuez”.

Anuncio publicitario

Día Mundial Contra la LGTBIfobia

Hoy, 17 de mayo, es el “Día Mundial Contra la LGTBIfobia” y, una vez más con este tema, creo que es mi obligación escribir al respecto.

Ocurrirá, como siempre ocurre, que habrá quien diga que estas “celebraciones” o “conmemoraciones” no tienen sentido o que son injustas, ya que no existe el “Día Mundial Contra la Heterofobia”, del mismo modo que no existe el “Día del Orgullo Heterosexual”.

Bastaría responder desde la obviedad, pero parece que no es suficiente.

Y no es suficiente, precisamente, porque aún es necesario poner el acento en estos días.

Porque sigue habiendo (y en aumento) agresiones lgtbifóbicas.

Porque sigue habiendo países donde no ser heterosexual es delito y está, incluso, penado con la muerte.

Porque no se está poniendo en entredicho que los profesores adoctrinemos en la heterosexualidad, sino que les digamos a nuestros alumnos y alumnas que ser bi, gay o trans es tan natural como ser hetero. No vaya a ser que, algún día, la sociedad lo entienda y podamos olvidarnos de reivindicaciones.

Porque nadie se ha sentido ofendido, insultado, vejado, agredido o asesinado por ser heterosexual, pero sigue ocurriendo todo eso con quienes no lo somos.

Por todos estos motivos, hoy, desde esta pequeña plataforma que son mis redes sociales y mi blog, grito que “no” a la homofobia, a la bifobia y a la transfobia; grito “no” a la intolerancia; grito “no” a la desigualdad; grito “no” al odio.

«Odio la palabra homofobia. No es una fobia. Usted no tiene miedo. Usted es un imbécil».

Morgan Freeman

El discurso del odio: machismo

Ayer mismo me enteré de que, a propuesta de Vox, y con la connivencia de Partido Popular y Ciudadanos, se va a proceder a eliminar un mural del Club Deportivo Municipal Concepción por su “mensaje político”.

Os preguntaréis, ¿qué mensaje político? El mensaje que puede leerse en dicho mural es el siguiente: “Las capacidades no dependen de tu género”. Qué mensaje más peligroso, ¿verdad? Cualquiera que lo lea tendrá que cerrar los ojos, apartar la mirada o soportar el miedo que un mensaje así supone. Por no hablar de los niños y niñas que puedan verlo. Qué horrible sería que, desde edades muy tempranas (es un polideportivo enorme con un montón de actividades infantiles), entendieran que pueden ser lo que quieran ser, sin importancia de su género. No me extraña que haya un sector de la política y la sociedad que quieran borrarlo. Yo leo ese mensaje acompañado de las imágenes de esas mujeres que tanto bien le han hecho al mundo y me pongo a temblar…

¿Qué carajo tiene esta gentuza en la cabeza para no soportar la igualdad? ¿Qué daño les hace? ¿Qué miedo les da? Quizá me equivoque en las preguntas. Otras más apropiadas serían, ¿qué complejos ocultan? ¿Cómo de machistas son? ¿Cuánto queda en sus pieles del fascismo que amordazaba y atenazaba todas las libertades?

Señores, señoras, estamos en 2.021. 2.021. ¿Cuánto quiere retroceder esta gente? ¿Hasta dónde nos quieren arrastrar con su odio?

En el mural en cuestión, por el que he pasado mil veces porque vivo muy cerca, se realizó en 2.018, votado por los vecinos del barrio. En ese momento, desde la Junta Municipal de Ciudad Lineal, se celebró este mural, bajo el lema de “La unión hace la fuerza”, dentro de la iniciativa “Compartiendo muros”. Además del mensaje comentado al inicio, pueden verse los rostros de mujeres como la artista Frida Khalo, la cosmonauta Valentina Tereshkova, la activista y Premio Nobel de la Paz Rigoberta Menchú, la humanista y poeta Luisa Sánchez Saornil, la filósofa y activista Angela Davis, la escritora Chimamanda Ngozi o la cantante Nina Simone, entre otras. Mujeres, todas ellas, sin las cuales el mundo habría girado a una velocidad mucho menor. Como el acto de valentía y antirracista de Rosa Parks, también incluida en dicho mural.

Esta gente que vota a favor de eliminar la igualdad de género de todos los sitios posibles es la misma que se niega a eliminar los vestigios del franquismo, agarrados con uñas y dientes a argumentos tan peregrinos como que “la gente ya no está a esas cosas” o que hay “muchísimas prioridades” antes que sacar al franquismo de las calles y plazas de nuestro país.

Me pregunto, aunque creo saber la respuesta, cómo enseña esta gente a sus hijos e hijas. Si fueron capaces de incluir en la agenda política y social el sinsentido del “Pin parental” con claros tintes homófobos. Si siguen negando la violencia machista. Si no celebran los actos convocados por los distintos organismos públicos en relación con el rechazo de esa violencia y a favor de la igualdad y el respeto. Si vuelcan sus esfuerzos en eliminar un mural que únicamente habla de igualdad y potencia el mensaje de que cualquiera puede llegar tan lejos como quiera. ¿Qué les dicen a sus hijos e hijas? ¿Que hay que vivir odiando al diferente? ¿Que las personas que no sean heterosexuales no merecen tener los mismos derechos que los que sí lo son? ¿Que las niñas solo podrán dedicarse a empleos de niñas y los niños, a los de niños (si es que eso tiene algún sentido)? ¿Que odien, odien y odien? ¿Qué tipo de padres son? ¿Qué tipo de personas están educando, si es que a eso se le puede llamar educación?

Del mismo modo, a quienes blanquean a esta gente, ya sea desde los medios, desde las redes sociales o con sus votos, os pregunto, ¿es este el mundo que queréis? ¿Un mundo de odio, de desigualdad, de machismo, de fascismo, de falta de respeto, de homofobia, de racismo? ¿Esto es lo que queréis para vuestros hijos e hijas? De verdad, hacéoslo mirar, porque tenéis un problema, y es un problema muy grave.

Puede que esta entrada me reste seguidores tanto del blog como de las redes, y os digo algo: ojalá sea así. Ojalá, porque esa gente racista, machista, fascista y homófoba me sobra, así que, buen viaje a todos y todas. Os digo más. Todos los alumnos y alumnas que pasen por mis clases aprenderán que todos somos iguales, sin que importe el género, el color de piel, la sexualidad o la procedencia. Educaré, como siempre he hecho, en el respeto y la igualdad, porque esa es la única forma de que el mundo avance y de que toda esa gente, todos esos defensores del odio, no logren sus asquerosos propósitos de volver a esa época en la que la libertad era solo para unos pocos, una época que solo dejaremos atrás cuando la igualdad no sea motivo de debate.

Aquí queda mi opinión y, por si suma, mi apoyo a #muraldeigualdadnosetoca #elmuralsequeda 

La frase con la que acabo la entrada es obvia:

«Las capacidades no depende de tu género».

(Metéoslo bien en la cabeza)

El discurso del odio: homofobia

Con la reciente noticia del eurodiputado húngaro de extrema derecha József Szájer en una orgía con otros hombres en Bruselas. Sin poder dejar de poner el acento en que su partido es abiertamente homófobo y que ha propuesto una enmienda en la Constitución para exigir que las adopciones de niños sean solo por parte de familias heterosexuales porque lo contrario «pone en peligro el sano desarrollo de los niños». Con partidos de ultraderecha que atentan contra derechos fundamentales y contra la propia naturaleza, en este caso, aflorando en países tan supuestamente progresistas como el nuestro. Con noticias muy recientes de palizas a parejas homosexuales en distintas ciudades españolas… Con todo eso, y con lo que tengo que dejarme en el tintero, quiero hacer una reflexión sobre ese discurso de odio contra los homosexuales que, aun estando en pleno siglo XXI, sigue existiendo.

Lo hago después de encontrar entre mis alumnos (de seis años) una naturalidad espectacular frente a la homosexualidad. Como se diría en Twitter: abro hilo.

Resulta que en el periodo semanal dedicado al «taller socioemocional«, esta semana decidí trabajar el amor, en su más amplio significado. Para ello, seleccioné varios cortos animados. En ellos se habla del amor a primera vista, del amor compartido, de amores que empiezan, de amores que acaban… Y, entre ellos, había uno de amor entre dos chicos.

Antes de comentar qué ocurrió, estaría muy bien que lo vierais (es precioso). Os dejo el enlace:

¿Ya lo habéis visto? Momento, entonces, para comentaros qué opinaron al respecto.

Después de ver todos los cortos, les pedí que los comentaran uno a uno. Cuando llegó el momento de comentar este, les pregunté si eso podía ocurrir en la vida real, y recibí un sonoro «¡nooooo!». Tengo que reconoceros que me asusté un poco, pero, como casi siempre, los niños (insisto, de seis años) me dieron una nueva lección. Les pregunté por qué pensaban que no podía ocurrir y, al preguntar a una de mis peques, me respondió: «hombre, Jorge, ¡los corazones no pueden salirse del cuerpo!». Insistí en lo que quería saber y pregunté si dos chicos o dos chicas podían enamorarse y ser novios o novias. TODOS y TODAS gritaron que sí.

Casi me los como, qué os voy a decir.

A lo que voy es, pensando en las palabras con las que inicio esta entrada, a la incomprensión de cómo puede haber sectores (más amplios de lo que pensamos) de la sociedad que siguen pensando que la homosexualidad es algo (por decirlo de una forma suave) peligroso cuando los niños (¡seis años!) tienen clarísimo que es algo sobre lo que ni siquiera hay una mínima duda. Si los niños, tan pequeños, saben perfectamente que dos chicos pueden quererse, del mismo modo que pueden hacerlo dos chicas, ¿en qué momento cabe ese discurso homófobo que sigue existiendo? ¿En qué momento a alguien le «cambia el chip» para pensar que ser homosexual está mal, hay que perseguirlo, agredir a homosexuales, intentar legislar contra sus derechos, que son, ni más ni menos, que los mismos que tienen los heterosexuales?

Me temo que todo cambia en el momento en que hay homofobia incrustada en la política y en los políticos (aunque luego intenten huir de orgías homosexuales bajando por cañerías), en los medios, en chascarrillos, «bromas», chistes, conversaciones de bar, en «cuñadismos».

Que no cuenten conmigo.

Desde mi posición de maestro, seguiré educando desde el respeto, la igualdad y la aceptación de «lo diferente» (entendido como lo menos habitual, sin que sea peyorativo). Porque mi moral me obliga a hacerlo y porque, como maestro, estoy obligado a hacerlo, tal y como ya expliqué en la entrada que escribí sobre el pin parental:

https://jorgepozosoriano.com/2020/01/21/el-pin-parental/

Y, para acabar, lo único que puedo deciros es que, como me ocurre casi a diario, los niños y niñas me demuestran que tienen más verdad en sus corazoncitos que muchos adultos. Eso, y que nunca me cansaré de aprender de ellos, porque, también, a pesar de su corta edad, son mis maestros.