El discurso del odio: homofobia

Con la reciente noticia del eurodiputado húngaro de extrema derecha József Szájer en una orgía con otros hombres en Bruselas. Sin poder dejar de poner el acento en que su partido es abiertamente homófobo y que ha propuesto una enmienda en la Constitución para exigir que las adopciones de niños sean solo por parte de familias heterosexuales porque lo contrario «pone en peligro el sano desarrollo de los niños». Con partidos de ultraderecha que atentan contra derechos fundamentales y contra la propia naturaleza, en este caso, aflorando en países tan supuestamente progresistas como el nuestro. Con noticias muy recientes de palizas a parejas homosexuales en distintas ciudades españolas… Con todo eso, y con lo que tengo que dejarme en el tintero, quiero hacer una reflexión sobre ese discurso de odio contra los homosexuales que, aun estando en pleno siglo XXI, sigue existiendo.

Lo hago después de encontrar entre mis alumnos (de seis años) una naturalidad espectacular frente a la homosexualidad. Como se diría en Twitter: abro hilo.

Resulta que en el periodo semanal dedicado al «taller socioemocional«, esta semana decidí trabajar el amor, en su más amplio significado. Para ello, seleccioné varios cortos animados. En ellos se habla del amor a primera vista, del amor compartido, de amores que empiezan, de amores que acaban… Y, entre ellos, había uno de amor entre dos chicos.

Antes de comentar qué ocurrió, estaría muy bien que lo vierais (es precioso). Os dejo el enlace:

¿Ya lo habéis visto? Momento, entonces, para comentaros qué opinaron al respecto.

Después de ver todos los cortos, les pedí que los comentaran uno a uno. Cuando llegó el momento de comentar este, les pregunté si eso podía ocurrir en la vida real, y recibí un sonoro «¡nooooo!». Tengo que reconoceros que me asusté un poco, pero, como casi siempre, los niños (insisto, de seis años) me dieron una nueva lección. Les pregunté por qué pensaban que no podía ocurrir y, al preguntar a una de mis peques, me respondió: «hombre, Jorge, ¡los corazones no pueden salirse del cuerpo!». Insistí en lo que quería saber y pregunté si dos chicos o dos chicas podían enamorarse y ser novios o novias. TODOS y TODAS gritaron que sí.

Casi me los como, qué os voy a decir.

A lo que voy es, pensando en las palabras con las que inicio esta entrada, a la incomprensión de cómo puede haber sectores (más amplios de lo que pensamos) de la sociedad que siguen pensando que la homosexualidad es algo (por decirlo de una forma suave) peligroso cuando los niños (¡seis años!) tienen clarísimo que es algo sobre lo que ni siquiera hay una mínima duda. Si los niños, tan pequeños, saben perfectamente que dos chicos pueden quererse, del mismo modo que pueden hacerlo dos chicas, ¿en qué momento cabe ese discurso homófobo que sigue existiendo? ¿En qué momento a alguien le «cambia el chip» para pensar que ser homosexual está mal, hay que perseguirlo, agredir a homosexuales, intentar legislar contra sus derechos, que son, ni más ni menos, que los mismos que tienen los heterosexuales?

Me temo que todo cambia en el momento en que hay homofobia incrustada en la política y en los políticos (aunque luego intenten huir de orgías homosexuales bajando por cañerías), en los medios, en chascarrillos, «bromas», chistes, conversaciones de bar, en «cuñadismos».

Que no cuenten conmigo.

Desde mi posición de maestro, seguiré educando desde el respeto, la igualdad y la aceptación de «lo diferente» (entendido como lo menos habitual, sin que sea peyorativo). Porque mi moral me obliga a hacerlo y porque, como maestro, estoy obligado a hacerlo, tal y como ya expliqué en la entrada que escribí sobre el pin parental:

https://jorgepozosoriano.com/2020/01/21/el-pin-parental/

Y, para acabar, lo único que puedo deciros es que, como me ocurre casi a diario, los niños y niñas me demuestran que tienen más verdad en sus corazoncitos que muchos adultos. Eso, y que nunca me cansaré de aprender de ellos, porque, también, a pesar de su corta edad, son mis maestros.

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