Crítica: Ventanas

Título: Ventanas

Autor: Paloma González Rubio

Editorial: Anaya

Desde que conozco a Paloma, tengo varias certezas sobre ella, entre las que destaco dos: es buena persona y es buena escritora.

Lo primero lo supe desde siempre, más aún cuando me llegó por parte de una persona a la que adoro, ni más ni menos que Beatriz Osés. En cuanto a lo segundo, si bien ya había leído algo, he tenido que esperar (más de la cuenta, sí) a leer un libro suyo para asegurarlo con la boca bien grande.

Y qué bien escribe… Qué corrección, qué limpieza, qué perfección en cada frase… Leer a Paloma González Rubio es sinónimo de calidad (no, no siempre ocurre), pero, además, leerla es ir, también, más allá de las típicas historias que se encuentran con facilidad en la literatura juvenil. Porque los temas que trata Paloma duelen porque son reales; porque hablan de personas desamparadas que existen en realidad; porque nos traen el horror que muchas personas experimentan durante su vida, ya sea por guerras, como es el caso de este libro, o por cualquier otro motivo. Y claro que otros temas tienen que tratarse en literatura juvenil, solo faltaba, pero me encanta que haya autores y autoras que nos regalan esos otros temas menos “comerciales” y permiten que los jóvenes (y los no tan jóvenes) puedan descubrir, también, esa parte menos amable de la humanidad. Paloma es una de esas autoras, y se me viene a la cabeza otra autora que me tiene enamorado como Chiki Fabregat. No os la perdáis, tampoco.

Este “Ventanas” es un libro duro, sí. Difícil, diría yo, pero precisamente por eso, por la dureza, porque está tan bien narrado que es imposible no empatizar con sus personajes, sufrir por y con ellos, querer meternos en la historia para poder ayudarlos. Además, sabiendo que la guerra sigue existiendo (algo que me alucina y me espanta, eso de no aprender de los errores del pasado, de matarnos los unos a los otros) y que la tenemos tan cerca, ¿cómo no pensar en todos esos niños que sufren por ella?

Quizá, si muchos jóvenes leyeran estas historias donde la guerra se ve como lo que realmente es, sin motivaciones ni argumentaciones a favor, la sociedad de mañana trataría de impedir que nuevos combates continúen desgastando el mundo.

Gracias, Paloma, por regalarnos esta historia tan dura como real.

Lo que más me ha gustado: además de leer, por fin, a Paloma, eso que os digo, descubrir libros juveniles menos “alegres”, pero tan, tan necesarios.

Lo que menos me ha gustado: saber que, como casi todo en la literatura, esta historia ocurre, esos niños ocurren.

“Es el resplandor de un fuego que calienta”.

Ventanas, Paloma González Rubio

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Crítica: La puerta de las estrellas

Título: La puerta de las estrellas

Autor: Ingvild H. Roshøi

Editorial: Galaxia Gutenberg

He leído este libro por dos razones: la primera, por ver que lo recomendaba en redes alguien de quien me fío (o me fiaba, no sé, últimamente soy más selectivo con las personas a las que le dedico tiempo); la segunda, porque el día que fui a conocer la preciosa librería La Fabulosa, lo vi allí, sobre un estante, tan bonito, que me hice con él.

Y lo he leído en nada (es una historia muy breve) y me ha gustado, sí, pero no todo lo que esperaba. Es un relato bonito, sencillo, con una buena dosis de ternura, muy apropiado para fechas navideñas, con tres personajes muy bien creados, pero la terminé y pensé “bueno, sin más, no va a ser un libro que se me quede dentro mucho tiempo”.

Es cierto que, ahora que la novela me atrae cada vez menos, me vino bien leer algo así, más ligero y que no requiere tanta concentración, y no puedo decir que sea un mal libro. En el fondo, quizá mi opinión venga –una vez más– de las malditas expectativas. Pensé que me iba a encantar y no ha sido así, pero sí hay gente de la que me sigo fiando mucho en cuanto a las lecturas que hacen a las que sí les ha gustado mucho, así que tampoco quiero que mi opinión os lleve a pensar que no es un buen libro, porque sí lo es.

Contar algo de la trama tampoco tendría mucho sentido, así que solo diré, además de lo que ya he dicho, que es una buena opción para leer en un ratito de este tiempo frío, con mantita y té, puede que alguna galletita. Estoy seguro de que, de hacerlo así (y no en el metro, como yo lo hice), se disfrutará mucho más.

Lo que más me ha gustado: la brevedad, que me viene muy bien últimamente. La edición es preciosa, así que eso también suma.

Lo que menos me ha gustado: lo que ya he apuntado, que lo esperaba tan, tan, tan bonito que me he quedado un poco a medias.

“Las normas están para incumplirlas”.

La puerta de las estrellas, Ingvild H. Roshøi

Crítica: Servido en frío

Título: Servido en frío

Autor: Manuel Francisco Reina

Editorial: Visor

XXXII Premio de Poesía Jaime Gil de Biedma

Es cada vez más agradable encontrar poemarios premiados que merezcan dichos premios. Y lo digo sin querer entrar en más detalles…

Antes de hablar de este libro, hay que saber que es un libro “paralelo” a El fiel de la balanza, publicado por Cuadernos del Laberinto y cuya reseña en mi blog podéis leer aquí: https://jorgepozosoriano.com/2021/03/24/critica-el-fiel-de-la-balanza/ . Si aquel, que es poesía en prosa (y no prosa poética, cuidado), ya era un grito feroz en contra de las injusticias, de los desequilibrios (en varias de sus acepciones), de la traición y la perfidia, este otro, en verso, remata la faena. No sé si se puede decir que lo completa, porque El fiel de la balanza es un libro muy completo, pero sí es cierto que lo hace más redondo, que cierra el círculo con doble hilo, que son dos poemarios que se dan la mano para dar carpetazo a una historia de desamor tan real que duele al leerla, del mismo modo que es dolorosa de escribir.

Reina, que no tiene nada que demostrar a estas alturas, se hace con uno de los premios poéticos más prestigiosos del panorama nacional, editando, además, en una editorial del peso de Visor y con una imagen de cubierta ni más ni menos que creada por Alberti. Maestro y discípulo uniendo fuerzas para ofrecernos un poemario que es, sin duda, de los mejores del año; amigos que se reencuentran, cómo no, en la poesía.

Quienes estamos acostumbrados al lenguaje poético de Manuel Francisco lo vemos claramente en estos versos. Esta poesía suya, más actual (sin olvidar la tradición y con un dominio absoluto de la métrica, del ritmo y del lenguaje), más personal, más visceral es, en mi opinión, su mejor poesía. Ya sabéis de mi manía de enamorarme de los poemarios que me hacen un poco de daño, y este, que conozco desde hace ya mucho tiempo, me ha encantado.

Esta vez no voy a dejar por aquí algunos versos de distintos poemas, sino que voy a compartir un poema breve que he leído ya unas mil veces porque me parece maravilloso, por si os animáis a haceros con el libro y leerlo completo. Sobra decir, aunque vaya a hacerlo, que es un poemario que hay que tener sí o sí.

PATIENTIA

De toda tempestad en nuestra vida,

no hay náufrago que encuentre escapatoria

luchando contra el mar y su elemento,

Titán para el que somos una gota.

Yo alcanzo cada costa cotidiana

dejándome llevar por la tormenta

sobre el mástil partido de mis planes,

y vadeo huracanes casi ileso.

No sé vosotros, pero yo leo ese poema y me muero un poquito…

Lo que más me ha gustado: del libro no puedo decir nada más que insistir en que es una brutalidad, pero sí voy a añadir que me ha gustado mucho, muchísimo, que se le concediera un reconocimiento tan justo y tan servido en frío como el Gil de Biedma. Justicia poética, lo llaman algunos. 

Lo que menos me ha gustado: que no estés leyéndolo ya mismo, así que, corre, ponle remedio.

¿Conocéis al autor? Si no es así, ¿buscaréis leer algo suyo?

¡Un abrazo!

“Tal vez es la justicia la que se sirve en frío”.

Manuel Francisco Reina, Servido en frío

Crítica: Agua y jabón. Apuntes sobre elegancia involuntaria.

Título: Agua y jabón. Apuntes sobre elegancia involuntaria

Autor: Marta D. Riezu

Editorial: Anagrama

Hacía tiempo que no empezaba una reseña así, peri tengo que hacerlo…

MA-RA-VI-LLA.

Qué preciosidad de libro, cuántas conexiones tan brutales, qué forma más preciosa de volver a la infancia, qué cantidad de anécdotas tan interesantes, qué manera de verme reflejado en tantos momentos… ¿Cómo me ha podido llegar este libro justo en este momento? Gracias al club de lectura que organiza mi queridísima María y que junta de vez en cuando a apasionados de la lectura, como lo es Mara D. Riezu.

Porque estoy justo en esos momentos que la autora pone en alza. En el momento de la pausa, del sosiego, de la tranquilidad (“Desde que cumplí los treinta, mi palabra favorita es tranquilidad”), del silencio, del cobijo, de la lectura y la música… de disfrutar esas pequeñas cosas que antes, por ir más allá, no me permitía el lujo de abrazar.

Y el tema de la madre ya… pues eso, que no he podido conectar más con ese tema. Por poneros un par de ejemplos sobre lo que Marta D. Riezu dice sobre su madre y sobre las madres:

“No hay nada menos ella que un cementerio”.

Y, citando a André Maurois: “Gracias a él (al amor materno) uno sabe que el mundo no es por completo hostil, que hay seres en quienes puede tenerse una confianza plena. Es una inmensa ventaja moral haber comenzado así la vida. Los optimistas que a pesar de las desgracias conservan hasta el fin su fe fueron, por lo general, educados por una buena madre”.

Y yo, recordando a mi madre, qué queréis que os diga, me derrito.

Y este es el libro que Marta nos ofrece. Un compendio de vivencias, pensamientos, opiniones, anécdotas, curiosidades, recuerdos, consejos… Un estante con todos esos compartimentos regado, además, con una muy buena dosis de humor y un montón de referencias literarias, artísticas, arquitectónicas, cinematográficas o del mundo de la moda que te empujan a querer saber más, conocer más, aprender más…

Una joya a la que volver para disfrutar de nuevo de todo lo que hay en sus páginas, para volver a nosotros mismos, a nuestra esencia, a la raíz, al origen, al útero.

Una preciosidad que, como digo, releeré y que, también, recomendaré y regalaré, porque es una delicia.

Lo que más me ha gustado: el retorno a mi infancia, a mi niñez, a mis recuerdos, a mi madre… 

Lo que menos me ha gustado: tan solo un par de comentarios políticos que, en mi opinión, no eran necesarios y me han chirriado un poco. Solo eso. El resto, un diez.

“El silencio es encontrar a ciegas el pecho de la madre”.

Marta D. RIezu

Crítica: Las ballenas de 52 hercios

Título: Las ballenas de 52 hercios

Autor: Sanoko Machida

Editorial: Hermida Editores

Premio de los Libreros de Japón

Que la literatura asiática me fascina no es nada nueva. Que tuve mi momento de “fiebre asiática lectora” en la que solo leía literatura de escritoras asiáticas (creo recordar que solo leí un Murakami y que el resto eran mujeres) ya lo he contado varias veces. Y la fiebre, ya se sabe, vuelve de vez en cuando, aunque sea en ráfagas fugaces.

Eso es lo que pasó aquí, que me dio un leve brote de fiebre.

El libro, como otras tantas veces, me estaba esperando. Fue en Taiga, antes de ver la presentación que hizo allí Guillermo Borao de “La sastrería de Scaramuzzelli”. Me paseé por las estanterías y allí estaba, mirándome (literal, como si tuviera ojos), esperando a que lo agarrara y diera buena cuenta de él. Incluso me pareció escucharle decir que lo leyera pronto y, por supuesto, que lo reseñara.

Y yo, ya sabéis, cuando los libros piden… voy con todo. Qué flojo soy…

Fuera bromas, el libro sí estaba en Taiga, con la cubierta bien visible, con ese precioso amarillo, el nombre claramente japonés de la autora, con ese título tan magnético, con el apoyo de ese premio de los libreros japoneses… ¿Qué iba a hacer?

Tuve que dejar en espera los setecientos cuarenta y tres mil quinientos doce libros pendientes que tengo, pero lo he leído en unos pocos días. Menos mal que los largos trayectos en metro al trabajo puedo hacerlos leyendo y se me pasan en un suspiro.

Y qué bonito. Qué duro. Qué sutil. Qué manera tan elegante de narrar unos hechos tan grises. Porque la esencia del libro (al menos, en mi opinión) es la soledad a la que algunas personas se ven (nos vemos) empujadas algunas veces a vernos, sentirnos y/o querernos solos; esas vivencias que nos hacen una heridatan profunda que nos ahogamos en ellas y no logramos alcanzar sus bordes; esos surcos que nos agrietan la piel hasta convertirla en un desierto. Todo contado como solo saben hacer los autores japoneses. Y en toda esa tristeza, en todo ese dolor, en todo ese sufrimiento… el lenguaje, la armonía de las palabras, la esperanza en los pequeños detalles, en esas pocas personas que nunca fallan, en la fe en uno mismo.

A la voz de Sonoko Machida no le pasa como a las ballenas de las que habla, esas cuyas voces no pueden ser percibidas. Su voz es potente, seductora, atraviesa cualquier océano que se le ponga por medio.

Me ha encantado, no puedo decir otra cosa. Me encanta volver a la literatura oriental de vez en cuando y descubrir nuevas joyas, como esta.

Lo que más me ha gustado: viajar, como ocurre cuando se leen buenas historias que ocurren en lugares extraños. Y recordar. También recordar. 

Lo que menos me ha gustado: aquí tengo que mencionar dos puntos. Uno mío, personal, y otro ajeno a mí. El mío es que, entre los nombres y las fórmulas de cortesía japonesas, me he perdido un poco algunas veces. La que no tiene que ver conmigo es que he encontrado demasiados errores ortotipográficos (acentuación, puntuación, perífrasis verbales mal usadas, imperativos mal construidos, varios errores con las rayas en los diálogos…). No puedo evitar que me salga la vena de corrector y se me van los ojos a los fallos. No es que el libro esté plagado de fallos, pero sí hay más de los que pueden pasar como erratas.

“Aquella culpabilidad iba y venía como el oleaje”.

Las ballenas de 52 hectáreas, Sonoko Machida

Crítica: Desde el azul del mundo

Título: Desde el azul del mundo

Autor: Andrés París

Editorial: Alhulia

II Premio Internacional de Poesía Joven “José Antonio Santano”

Qué bonito es ver crecer, en lo poético, a personas a las que se quiere. Qué bonito ver, en la sonrisa de Andrés, la felicidad por haber logrado encontrarse, situarse y compartirse como poeta que ya se reconoce del todo en sus versos, que se enorgullece de ellos, que comenta, con su ilusión tan desbordante, que ahora sí, que ahora es él.

Y todo esto ocurre porque, de forma evidente, este no es ya el poemario de un poeta joven buscando su voz, sino el libro que presenta en sociedad la voz definitiva de Andrés París, su voz cuidada, armoniosa y, sí, su voz científica. Porque Andrés no podría elegir un mundo o el otro. Andrés los une, los imbrica, los enlaza con mimo hasta que el resultado es una simbiosis única que se plasma poema a poema.

Y el resultado es maravilloso.

Y este es un poemario muy especial, no solo por lo que ya he dicho, sino porque viene con premio bajo el brazo, un premio merecido para un poeta que lo merece todo, por escribir bien y por su forma de ser.

Un lenguaje cuidado. Un tema, el del amor, que no es tan habitual en un poemario que merezca la pena, que no caiga en los tópicos de siempre. Unas imágenes poco frecuentes por esa dualidad humanística-científica. Una edición, además, muy bonita que ayuda, cómo no, a que este libro sea más redondo aún. Un prólogode Marina Casado que es una preciosidad y que nos hace comprender mejor la poética de París.

Enhorabuena, Andrés, por evidenciar con este libro que el camino recorrido era el correcto, que los pasos los has ido dando en la dirección adecuada, que llegarás, como lo estás haciendo, al lugar que te corresponde.

Para que conozcáis un poco más la poesía de Andrés París, os dejo algunos versos.

Del poema “Antes”:

“El beso fue

el primer átomo”.

Del poema “Dos árboles”:

“La ciudad es un bosque

en el que se ha salvado

lo indivisible”.

Del poema “El amor”:

“Aunque el amor sea

una certeza, un diamante,

también desaparece”.

Del poema “La rosa”:

“Como el mar es infinito,

también alberga

la posibilidad

de una rosa”.

Decidme que no son bonitos…

Lo que más me ha gustado: aunque el libro me ha gustado mucho, aunque haya mil aspectos que resaltaría, me quedo (no puede ser de otra forma) con la sonrisa de Andrés. 

Lo que menos me ha gustado: que al amor le cueste ya encontrar buenos poetas. Suerte, eso sí, que tenemos a Andrés.

¿Conocéis a la autora? Si no es así, ¿buscaréis leer algo suyo?

¡Un abrazo!

“Cuando no hay nadie,

espero el brote de esta tierra”.

Andrés París, Desde el azul del mundo

Crítica: La sastrería de Scaramuzzelli

Título: La sastrería de Scaramuzzelli

Autora: Guillermo Borao

Editorial: Roca

Un libro bien escrito ya merece ser leído. Porque, no. No todos los libros están bien escritos, del mismo modo que no todos los escritores escriben bien. No me refiero a nada que tenga que ver con gustos ni preferencias, sino con el hecho de escribir. Con la ortografía, la gramática, la puntuación y, sobre todo (entendiendo que un escritor ha de hacerlo sin errores de ese tipo, aunque tampoco sea cierto) el lenguaje. Un libro escrito con un lenguaje cuidado, trabajado, pensado, seleccionado con mimo… Si eso ocurre, el libro ya tiene mucho ganado.

Si, además, por supuesto, la historia es interesante, los personajes son interesantes, sus interacciones son interesantes, las localizaciones son interesantes… Si eso ocurre, el libro ya tiene todo lo que tiene que tener. Está completo.

Y este libro está muy bien escrito porque Guillermo Borao escribe muy bien. Porque cree en la belleza del lenguaje y la muestra en cada frase. Porque cree en la fuerza de las palabras y las elige con pausa. Porque cree en la poesía, en el lenguaje poético, y lo pone al servicio de su prosa.

Y este libro, también, nos trae una historia, unos personajes (qué personajes), unas relaciones humanas y una localización que son una maravilla.

Porque Barros Scaramuzzelli. Porque Mercedes. Porque William Langhorne. Porque Leonardo… Qué bien comparten sus distintos protagonismos. Cómo son capaces de transmitirnos amor, celos, envidias… Y cómo nos muestran la forma en la que el poder y las apariencias (por parecer poderosos) ensombrecen a la humanidad hasta que todo se vuelve gris. 

Porque Tonleystone y la facilidad con que estamos allí, recorriendo sus calles, siendo un personaje más que observa, también, desde las ventanas. Y qué bonito es imaginarse allí, sobre todo si somos amantes confesos (como es mi caso) de todo lo que tenga que ver con el Reino Unido.

Da gusto, qué os voy a decir, saber que existen autores jóvenes que quieren escribir bien, que saben escribir bien, que no están más en la cantidad, sino en la calidad. 

Por suerte, además, contar con algunos detalles que solo quienes conocemos al autor sabemos, comprender mejor a algunos personajes, su forma de encarar la vida, lo que realmente importa en la historia es un regalo, y la historia se disfruta aún más.

Ya sabéis que, cuando reseño, no destripo los libros, sino que os cuento las impresiones que he tenido al leerlo, señalo algunos aspectos que me parecen importantes y os dejo algunos comentarios para que decidáis por vosotros mismos si os interesa el libro o no. Sabéis, también, que no reseño libros que considere malos porque, directamente, no los leo. Sabed, por último, que estoy seguro de que, si os gusta este tipo de novelas, la vais a disfrutar. Por lo preciosa que está escritaPor lo buena que es la historia. Hacedme caso.

Lo que más me ha gustado: esto está siendo más habitual de lo normal (qué le voy a hacer), pero he de volver a decir que, aunque haya puntos que me encantan, como el lenguaje, el personaje de Barros Scaramuzzelli o todo lo referente a la luz, me quedo con que, gracias a este libro y a la Feria del Libro de Murcia, pude conocer a Guillermo y contarlo ya entre mis amigos.

Lo que menos me ha gustado: por decir algo, diré que, al no estar ahora mismo tan habituado a leer novelas tan largas, me ha costado un poco tener la constancia que requiere. Tendré que volver a coger ritmo.

¿Conocíais el libro? 

Gracias y un abrazo para todos.

“Las historias terminan donde terminan la esperanza o la incógnita”.

Guillermo Borao, “La sastería de Scaramuzzelli”.

Crítica: La casa grande

Título: La casa grande

Autor: Rosana Acquaroni

Editorial: Bartleby Editores

Llegué a Rosana Acquaroni por esa maravillosa antología a cargo de Manuel Francisco Reina llamada “Mujeres de carne y verso”, una rosa de los vientos para ubicarse en lo mejor de la poesía escrita por mujeres en castellano que debería estar en todas las bibliotecas del mundo. Allí pude leer algunos poemas de “la Acquaroni” que ya me cautivaron, pero no ha sido hasta ahora cuando me he tomado en serio leerla con mayor detenimiento, con más pausa.

Yendo a una librería –como acostumbro a hacer– solo para ver la sección de poesía, la mirada de la Rosana niña de la cubierta (qué foto más preciosa) se clavó en mí, pidiéndome que la llevara conmigo. Y así hice. Y qué acierto. ¿Sabéis esos poemarios que te quiebran un poco los talones? ¿Esos como “Los trescientos escalones”, “Toco la tierra”, “La paternidad de Darth Vader”, “Travesía”, “El libro de Lilit”, «Welcome to mí» o “De las horas sin sol”? Ese es otro de esos libros. Otro que se va a mi lista de poemarios favoritos, de los que recomendaré siempre, de los que regalaré, a los que volveré una y otra vez.

Porque los buenos poemarios cuentan historias, nos incluyen en ella y nos hacen atravesar las vivencias de quienes los escriben. Y menuda historia hay en este libro. Y qué preciosidad de poemas para contarla. Qué regalo nos ofrece Rosana Acquaroni revelándonos este secreto familiar. Qué grande hay en la poesía, amigos y amigas, cuando la poesía es grande.

Por suerte, además, he tenido el inmenso honor de conocerla, de escuchar a Luis Rosales en su voz, de conversar un ratito con ella y de traerme el libro a casa con una dedicatoria que le suma aún más al libro. Ella fue, también, quien me dijo que escuchara el primer episodio del podcast “De eso no se habla”, titulado “Preguntan por ti”, en el que habla de esta historia de “La casa grande”, de la historia de su madre (historión) y del porqué de este libro.

¿Tengo que decir, de nuevo, la felicidad que le debo a la poesía?

Como acostumbro a hacer con los poemarios que leo, os dejo algunos versos como muestra, por si os animáis a haceros con el libro y leerlo completo (creedme, en esta ocasión, no hay riesgo de equivocación).

“De la casa grande

solo recuerdo aquel armario blanco

encallado en aquel largo pasillo

como en un río encajonado y pedregoso

Un útero vacío que no sangrase nunca

y alumbrara por dentro”.

“Y es así como encuentro la tibieza

de una madre que sangra en otra herida, 

que prende en otro cuerpo de mujer”.

“Cuando abres los ojos 

todo se desvanece.

Has cumplido de pronto veinte años

y te han dejado sola,

en el instante mismo en que la vida

nos suelta de la mano

                                        para siempre”.

“Este es mi oro, madre,

un cuerpo de mujer hecho palabra,

cartomancia de pájaros e insectos

–su abanico de alas deslumbrantes–

señalando caminos.

Una vez me dijiste:

No hay edad suficiente para acallar la infancia.

Y mi espejo se empaña cada vez que te nombro”.

Venga, que alguien se atreva a decirme que no te estremece… 😉

Lo que más me ha gustado: todo. Sin peros. Sin quitar un solo espacio entre palabras. 

Lo que menos me ha gustado: que haga falta, a veces, vivir algo duro para que existan historias que contar.

¿Conocéis a la autora? Si no es así, ¿buscaréis leer algo suyo?

¡Un abrazo!

“Nada me pertenece.

Ni siquiera el olvido”.

Rosana Acquaroni, La casa grande

Crítica: Pepper Seed

Título: Pepper Seed

Autor: Malika Booker

Editorial: Valparaíso

Creo que no es la primera vez (ni creo que sea la última) que digo que es un hecho que me estoy perdiendo poesía de otros países por mi “manía” de leer poesía escrita en castellano. Sé que es así y sé que no debería serlo, pero no puedo luchar contra mis gustos. Al menos, no siempre.

El asunto cambia si pongo un poco de mi parte y “me fuerzo” a leer a poetas que escriben otros idiomas (a ser posible, que pueda leer tal y como los escriben) y si las traducciones son buenas, algo que Valparaísogarantiza siempre.

Llevo ya varios poemarios de autores y autoras que escriben en inglés y, la verdad, aunque no se ajustan a esos requisitos tan estrictos que tengo cuando leo poesía, hay que reconocer que son muy potentes, que está bien leer poemas diferentes a lo que se suele leer y, desde luego, que hay temáticas e imágenes que no dejan indiferente en libros como este “Pepper Seed”.

Porque es un libro crudo, como la vida de su autora. Un libro en el que se puede sentir el dolor, escuchar los gritos de desesperación, oler la sangre. Un libro que supone un escalofrío, una mueca de angustia, un alarido. Un libro que estremece.

Y a mí, como ya sabéis, me gusta que me duela la poesía. No me importa en absoluto esa poesía vacía de todo, es (en mi opinión) mal llamada “poesía de la experiencia”, porque no supone ninguna experimentación. La poesía tiene que ser aguja, tiene que ser puñal, tiene que incrustarse bajo la piel del lector. Si no, es otra cosa. Tendrá otro nombre. Pero –como siempre he defendido y defenderé– no es poesía.

En este libro se habla de maltrato, de machismo, de crueldad, de abusos, de violencia, de desamparo. Se habla de víctimas y de culpables, y de cómo las víctimas arrastran el dolor recibido durante toda su vida, durante cada verso, a través de los poemas. Porque la poesía es eso, un conductor de emociones, un vehículo en cuyo interior se vierte todo aquello que queremos hacer llegar a otras partes, sacar de nosotros, compartir, tratando de que sea más llevadero tanto para quienes la escribimos como para quienes puedan leernos.

Para abrir apetito, os dejo algunos de los versos que más me han gustado/impactado:

Del poema Salsa picante

Me dijeron que le separó las piernas y le dijo:

Voy a enseñarte que me robes, señorita.

Oí decir que sacó una cucharada de salsa de un cuenco blanco

y se la metió a la nieta en lo más hondo del coño.

Oí decir que se oyeron gritos en la casa durante todo el día.

Del poema Las hormigas rojan pican (algunos fragmentos)

Serás una puta como tu madre

me decía la abuela todo el tiempo

como si dijera buenos días.

[…]

Mi padre era todo para ella,

mi hermano, su mundo.

Sus hijas solo recibían insultos.

[…]

No puedo mencionar aquellas palabras clavadas para siempre,

no puedo hablar de los hombres bajo quienes permanecí indiferente,

tus palabras marcadas en la piel

de entre mis muslos, las piernas abiertas como una puta.

No me digáis que no golpean con una fuerza descomunal…

Dicho esto, voy con mi análisis con lo que más y lo que menos me ha gustado del libro.

Lo que más me ha gustado: la facilidad con la que todo ese dolor ha sabido llegarme, cómo he podido ser protagonista de todo ese sufrimiento, comprenderlo para, sin hacerlo propio, apiadarme de él.

Lo que menos me ha gustado: quizá un poco denso para tratar temas tan duros, pero solo es un quizá… 

¿Conocéis a la autora? Si no es así, ¿buscaréis leer algo suyo?

¡Un abrazo!

“Estoy al borde de este acantilado esperando que

los huesos

se levanten y reclamen sus nombres”.

 Fragmento de “Saltadores”, Malika Booker

Crítica: Los nadies

Título: Los nadies

Autor: William Alexander González Guevara

Editorial: Hiperión

XXV Premio de Poesía Joven “Antonio Carvajal”

Mi historia con William es, permitidme que lo diga, una historia muy bonita. Para resumir e ir a lo que importa –este librazo–, diré que me pidió una entrevista para El Generacional cuando gané el Antonio Gala el año pasado, que la siguiente persona a la que entrevistó fue a Marina Casado, hoy una de mis personas fundamentales y una de mis poetas favoritas, y que, después de eso y de vernos en algunos encuentros literarios, nos reencontramos, una vez más, gracias a la poesía. Esta vez, eso sí, a la suya.

Y qué manera de empezar en esto de la poesía, William. Ya no solo por el premio, que también (de esto de los premios hablamos en esa entrevista), sino por el pedazo de poemario con el que te has estrenado. Qué bestia para tener la edad que tienes y ser lo primero que publicas. Qué recorrido más prometedor tienes por delante…

Supongo que esto pasa (y aquí voy a elucubrar como me apetezca) por varios motivos. Sin que el orden importe, William es una persona que tiene los tres elementos fundamentales para ser un buen poeta: una es el talento innato (no, no todo el mundo puede escribir bien poesía); otra es lo que ha leído, lo que ha escuchado, lo que se ha interesado por saber y por aprender (no, no todos los “poetas” lo hacen); y otra es ser un currante y ser muy exigente consigo mismo. Esos tres puntos, cumplidos de sobra. Si a todo esto, además, le sumamos que su vida, a pesar de su corta edad, es ya una vida muy larga, es difícil que el resultado no sea tan bueno como el que encontramos en este libro.

Porque este es uno de esos poemarios que no tendrían que haberse escrito porque implican sufrimiento, pero que, una vez ahí, es necesario escribir. Ya sabéis eso que Félix Grande escribió para el libro (librazo) La paternidad de Darth Vader, del tan querido y admirado por William y por mí Manuel Francisco Reina, eso de “hay que poner al dolor a trabajar al servicio de la vida”. A esta maravilla de consejo, yo le sumo que, si ese dolor lo experimenta un poeta, también hay que poner al dolor a trabajar al servicio de la poesía, o poner a la poesía a trabajar en contra del dolor. No sé cuál de las dos opciones sería más acertada.

En este poemario, como digo, hay sufrimiento, hay dolor. Hay injusticia, denuncia, hambre, tristeza, nostalgia… pero, también, hay amor, hay fortaleza, resiliencia, lucha, hermandad. Y hay mucha y muy buena poesía, con todas sus armas afiladas y a punto, con sus escudos y armaduras, también, protegiendo al poeta.

Y yo me alegro mucho de que el primer libro de William, este maravilloso Los nadies, llegue de esta forma tan potente. Con premio. Con esta editorial. Con esta edición. Porque, no, tampoco los premios son siempre justos, pero es buenísimo saber que a veces sí lo son, como es este caso, y que se premia calidad, compromiso y buena poesía.

Enhorabuena, William. Por este y por el reciente y prestigiosísimo IV Premio de Poesía Ruiz Udiel. Me hace muy feliz que la vida, también, sea capaz de sonreírte.

Lo que más me ha gustado: ¿hace falta decir algo más? Leed el libro y veréis que es un libro espectacular.

Lo que menos me ha gustado: justo eso de lo que hablo, saber que, a veces, detrás de un poemario bueno hay dolor y sufrimiento, más aún cuando se trata de alguien a quien se tiene cierto cariño. 

¿Conocéis al autor? Si no es así, ¿buscaréis leer algo suyo?

¡Un abrazo!

“¿Habrás echado de menos tu patria?

Sabes de lo que hablo,

ese sabor amargo de nostalgia”.

 Fragmento de “Prefacio”, William Alexander González Guevara