Título: Los trescientos escalones
Autor: Francisca Aguirre
Editorial: Bartleby Editores
Hablar de Francisca (Paca) Aguirre es hablar de poesía. Poesía de esa que siempre reivindico, poesía pura, desgarradora, más aún en este maravilloso poemario en el que Paca se reconcilia con la muerte (asesinato, a garrote de vil) de su padre. No voy a contaros por aquí la vida de esta recién fallecida poeta, Premio Nacional de las Letras en 2018, pero sí os recomiendo que indaguéis en su historia, merece la pena.
Sabéis que leo mucha poesía y, como no soy experto, busco el consejo de quienes sí lo son. A muchos de los mejores poetas los he leído gracias a la recomendación de mi poeta preferido: Manuel Francisco Reina, amigo, además, de Paca y su marido, el también poeta Félix Grande. De pocas personas me fío más que de Manuel en lo literario. De momento, no se ha equivocado nunca al recomendarme a un poeta. Con Paca, el descubrimiento ha sido brutal.
Este libro me ha sacudido hasta los cimientos, me ha hecho suspirar al terminar algunos poemas, cerrar el libro y los ojos para saborear cada verso, agarrar un post-it y colocarlo en determinadas páginas para poder volver a releer esos poemas que más me han gustado.
Es duro decir que se ha disfrutado algo que nace de un dolor tan palpable, pero la poesía, para mí, es eso: estrujar el corazón, hacerlo sangrar un poco, llegar a lo más primitivo de las emociones. Este poemario, sin duda, lo ha conseguido.
Puntos fuertes:
El estilo: la poesía de Paca es sencilla, con toda la grandeza que esa palabra significa en la poesía. No recurre a grandilocuencias ni a un lenguaje impostado. No lo necesita.
Conocer la historia de la autora: en tiempos en los que lo rancio de épocas que parecían superadas vuelve a emerger, es importante conocer las barbaridades que se hicieron en nombre de no sé sabe muy bien quién. Buscad y leed la biografía de Paca, también os removerá por dentro.
Lo que más me ha gustado: el poema “El último mohicano”, del que os dejo el inicio:
“No tuve nada y, sin embargo, de algún modo,
Comprendo que lo tuve todo.
No teníamos nada, nada
salvo el miedo, el dolor,
el estupor que produce la muerte.
Cuando mataron a mi padre
nos quedamos en esa zona de vacío
que va de la vida a la muerte,
dentro de esa burbuja última que lanzan los ahogados,
como si todo el aire del mundo se hubiese agotado de pronto.
Ahí nos quedamos,
como peces en una pecera sin agua,
como los atónitos visitantes de un planeta vacío”.
Lo que menos me ha gustado: sin duda, la sensación final que se queda al volver a estudiar esas atrocidades de un pasado no tan lejano, donde los que eran “españoles de bien”, esos que reclaman ahora poder, nos dejaron sin algunos de los mejores genios por pensar, ser o amar diferente.
¿Conocéis a la autora? Si no es así, ¿buscaréis leer algo suyo?
¡Un abrazo!
“Desdichados,
poca ganancia es la vuestra
si nunca habéis perdido nada”.
Paca Aguirre en “Los trescientos escalones”.
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