De vuelta con la educación y lo que importa

Aún es pronto y ya he escuchado un par de conversaciones que van en la misma línea: criticar al profesorado porque, en algunas comunidades (como la mía, Madrid), el viernes 19 y hoy, lunes 22, son días no lectivos.

La primera ha sido en el fisio, esta mañana. Mi fisioterapeuta me ha contado que ha tenido que morderse la lengua con los dos pacientes anteriores porque estaban soltando una retahíla de improperios contra los colegios y los profesores por estos dos días. Vagos, más vacaciones que nadie, sinvergüenzas… Todo bonito, claro.

La segunda ha sido al entrar a Twitter y ver que “semana blanca” es trending topic al estar en boca (o, más bien, en el teclado) de un señor que se las da de periodista y a quien no voy a calificar por la educación que tengo. Este personaje tuitea lo siguiente: “De verdad, que alguien me razone por qué los colegios no cierran por la pandemia pero sí por la semana blanca. A ver si nos va a dar una hernia”. Ante este tweet, como es habitual en esta red que cada vez se parece más a un vertedero donde escupir mentiras y odio (que se lo digan a Trump), pueden leerse otros tantos de personas a quienes se ve muy instruidas y educadas (modo irónico on). Eso sí, muchas de las cuentas que los publican tienen una bandera de España bien clara en la foto de perfil. Que se note que son “muy españoles y mucho españoles”. Escribo algunos recortes de esos tweets:

“Estos días son para joder a los padres y para que los profes trabajen menos”.

“Gremio de completos inútiles y vagos”.

“Los profesores son unos putos vagos”.

“Tienen una jeta como un piano de cola”.

“Menudo añito llevan los fenónemos”.

“Son una casta”.

“Entre el profesorado hay mucho gañán”.

“Son poco responsables con la situación actual”.

Y ahí lo voy a dejar. Por supuesto, hay tweets de gente intentando explicar algo que, con haber intentado informarse solo un poco (¿no es algo fundamental en el periodismo?), no haría falta explicar.

Lo primero, esta “semana blanca” (que ya no existe como tal) han sido dos días no lectivos en, como digo, algunas comunidades autónomas. Todos los cursos escolares de cualquier comunidad tienen, aproximadamente, el mismo número de días lectivos y no lectivos año tras año. Los calendarios escolares (en los que los profesores no intervenimos) se pactan entre los sindicatos, las consejerías de educación, los consejos escolares y demás organismos educativos. El profesor “de a pie”, como somos la inmensa mayoría, ni pincha ni corta en su elaboración. Explicado de otra forma, si en Madrid tiene que haber quince días no lectivos a lo largo del curso, van a ser siempre quince. De esa forma, con el calendario en la mano, se deciden cuándo van a ser y se elabora ese calendario escolar. Si este curso el 19 y el 22 de febrero han sido no lectivos, habrá otros dos días que el curso pasado tampoco lo fueron y que, en este, si lo serán. No es muy complicado de entender y, como digo, con haber investigado un poco, habría sido más que suficiente.

Lo segundo. Me cansa, me indigna y me cabrea mucho que siempre estemos en boca de una gran parte de la sociedad para criticarnos y que casi siempre se escuche lo mismo (eso que habéis leído en esos pocos tweets que he incluido). 

Los profesores nos estamos dejando la piel en esta pandemia, más aún de lo que lo hacemos normalmente. Estamos trabajando en condiciones de exposición constante, por mucho que las autoridades sigan insistiendo en el mismo mantra, tan repetido como falso, de que “los centros escolares son los lugares más seguros del mundo” (ya hablé de esto en esta otra entrada: https://jorgepozosoriano.com/2021/01/15/la-educacion-no-importa-una-mierda/ . 

Hay muchos casos de profesores contagiados (yo podría hablar de unos cuantos conocidos, con resultados muy tristes en algunos) porque, no nos engañemos, no existe un lugar en el mundo donde haya más contacto estrecho que en un colegio, por mucho que se hayan tomado (por parte de los propios centros) distintas medias anti-Covid, por mucho que nos embadurnemos en gel, limpiemos las distintas superficies constantemente, tengamos que trabajar desde una lejanía que nos imposibilita cumplir como nos gustaría todo el plano social y emocional o se hayan hecho grupos burbuja que se rompen (como es normal) en cuanto los niños salen por la puerta del cole. Yo mismo entro cada día en tres o cuatro clases distintas, lo que supone tener contacto estrecho con unos cien niños y niñas al día, con sus cien familias, con sus cien situaciones personales, con sus cien formas de contagiarse. 

Durante la pandemia, aunque parece que algunos no se acuerdan o no quieren acordarse, seguimos trabajando, más aún de lo habitual, por adaptarnos a las nuevas circunstancias, haciendo lo posible y lo imposible para que nuestros alumnos siguieran recibiendo la educación que les correspondía, sin olvidarnos del acompañamiento a ellos mismos y a las familias, pues tuvimos un papel fundamental en un momento muy duro para todos.

Los días en los que Filomena obligó a cerrar colegios, muchos (como el mío) dieron clases on-line en jornada completa todos los días, incluidos los dos primeros, que se quedaron en el limbo. Y, aun así, nos han ampliado el calendario de junio para “garantizar la presencialidad”.

Los que no quieran verlo seguirán sin hacerlo, y no tengo la necesidad de ponerme a su nivel, así que no lo voy a hacer. Pero todos estos insultos, estos comentarios tan agresivos, todo este odio volcado hacia quienes (por suerte pare ellos) educamos a sus hijos tiene un motivo claro: a ellos no les importa lo más mínimo su educación. No se quejan por el hecho de que tengamos días no lectivos (sin tener ni idea de cómo funcionan), sino por tener que quedarse con sus hijos y ocuparse de ellos. Por eso les repatea que tengamos vacaciones y días no lectivos, porque son días en los que ellos, sin saber qué hacer con ellos, tienen que estar con sus hijos.

Dicho esto, cierro con dos apuntes:

El primero, la culpa no es de los colegios. Ni mucho menos de los profesores. Si el problema es la falta de conciliación laboral, la culpa es de las empresas que lo imposibilitan. Por lo tanto, la solución pasa por hacer que esas empresas pongan facilidades (ya ha quedado demostrado que el teletrabajo puede aplicarse en muchísimos casos), no por habilitar los centros educativos veinticuatro horas al día para que los niños puedan “aparcarse” el máximo de tiempo posible.

El segundo, estudiar para ser maestro requiere (por desgracia) un aprobado raspado. Si tan sencillo es, si somos unos aprovechados y unos vagos y se nos consiente, si cobramos tanto (me da la risa) y si tenemos tantas vacaciones, id a la universidad y haceros maestros. 

Insisto en lo que digo siempre: antes de escupir odio, al menos, informaos. Sobre todo, si os presentáis como periodistas.

“Nunca discutas con un idiota. Te rebajará a su nivel y te ganará por su experiencia”.

Mark Twain

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Books for Christmas!

Aún a la espera de conocer fechas (y armándome de paciencia), y ya en mi amada Madrid para pasar estas fiestas tan especiales entre familia y amigos, quiero, en esta entrada, romper una lanza a favor de un regalo no siempre deseado por todos…

Algunos habréis visto el vídeo aquel de… «Books? Books for Christmas??» ( http://www.youtube.com/watch?v=sv4Hpz-GI3g ), en el que un pequeño se queja por haber recibido libros como regalo de Navidad. La verdad es que el vídeo es gracioso, pero a mí me da un poco de pena que, en muchas ocasiones, los libros no se vean como un buen regalo por los niños.

Estoy seguro de que tanto Papá Noel como Sus Majestades,  los Reyes Magos, habrán visitado ya un montón de librerías infantiles como El dragón lector, Kirikú y la bruja, Venir a cuento y otras muchas librerías en las que la magia de los libros puede respirarse y te invade el corazón de letras, colores y personajes maravillosos. No solo eso, seguro que también han podido asistir a una de las muchas actividades que organizan durante estas vacaciones para los más peques (y no tan peques).

Siempre he defendido, y lo seguiré haciendo, la importancia que la lectura tiene en la vida y que, cuanto antes empecemos a leer, mayores serán los beneficios que nos aporte. Por eso, queridos «regaladores», os animo a que, durante la vorágine de las compras navideñas, os deis un paseo entre libros y que, sean para la edad que sean, los tengáis en consideración para el 25 de diciembre y el 6 de enero. Y, por supuesto, si llegamos a tiempo con «Las bufanas de Lina y otros cuentos animalados», os aseguro que lo disfrutaréis.

Books for Christmas and forever!!

“Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca”.

Jorge Luis Borges