Crítica: El Señor de las moscas

Título: El Señor de las moscas

Autor: William Golding

Editorial: Colección Millenium (El Mundo)

De vez en cuando, es necesario volver a los clásicos. Entre tanta novedad, tanto best-seller (en los que confío bastante poco) y tanta recomendación, siempre es bueno recuperar uno de esos libros universales. Volver a la raíz para comprender las ramas. Eso es lo que hice con este libro.

Me movió, también, que una muy buena amiga muy lectora me había dicho que era su libro favorito, así que, al verlo en casa de mi padre, y aunque la edición es terrorífica (es lo que tiene este tipo de colecciones), me lo traje a casa y ha sido mi última lectura.

Lo primero que he de decir (y que repetiré en “lo que menos me ha gustado”) es que me arrepiento muchísimo de no haberme leído este libro en mi adolescencia, cuando leí y disfruté una barbaridad de otros libros similares como “La isla del tesoro”. Ese habría sido el momento perfecto para leer a Golding.

Lo segundo, que no me ha encantado. No sé si ha sido por eso del momento en que lo he leído, porque es bastante previsible y de una crudeza algo sádica o porque esperaba mucho más, pero es una lectura que, aunque me ha gustado, me ha dejado más bien indiferente.

Quizás esperaba algo más de movimiento, algo más de aventura y menos diálogo (muy repetitivo, en mi opinión), pero me ha costado avanzar en la lectura y lo he terminado un poco por esa obligación, contraria a los principios de Rodari, que nos empuja a terminar un libro que hemos empezado.

Dicho esto, sí hay algunos puntos que destacar, como pueden ser algunos de los personajes (Piggy, Jack y Ralph están muy bien construidos), lo atractivo de la localización o el hecho de que sean niños quienes pongan voz a miserias humanas como el odio, la envidia, la maldad o la crueldad. Y, también (y, para mí, por encima de todo), destaca un lenguaje muy bien cuidado, poético en algunas ocasiones, que ha sido luz en momentos en los que leer era algo oscuro. Por ejemplo, hay frases tan bonitas como estas:

“Se sentía feliz y vestía la húmeda oscuridad del bosque como si fueran sus antiguas prendas”.

“Allá arriba, los cañones de las nubes volvieron a disparar”.

Por lo demás, ha sido una lectura que pasará más bien sin pena ni gloria en mi caso, aunque, insisto, creo que la habría disfrutado mucho más si la hubiera leído con unos trece años.

Lo que más me ha gustado: ese lenguaje tan metafórico, tan poético. La poesía (casi) siempre lo mejora todo.

Lo que menos me ha gustado: quedarme sin saber si me hubiera gustado tanto como “La isla del tesoro” si lo hubiera leído en mi adolescencia. 

“No había más luz que el fulgor de las estrellas”.

William Golding